Lo maté, ¿y? Recuerdo haber dicho antes que quería matar a alguien, al menos ya lo hice.Ghorrhyon escribió:¿Cómo que no has tenido nada que ver, Renta?
¡Tú mataste a Chopper!
Ahora, creo que este ha sido el capítulo que menos tiempo me ha tomado escribir. Por lo menos para hacerla de relleno. Bien, recuerdo que Silver quiere que le hiciera un "What if?" de Rentarou en la Marina, pero me temo que tendrá que ser para más adelante porque hay dos ramificaciones de ese "What if" que me gustaría consultarlo con él.
Y pues, aquí sin más tardanza, el capítulo...
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- Capítulo 26. Revés
La tarde después de la partida de Red Village había sido bastante ajetreada. Mientras que en el Caledonia, Silver había decidido que los que hubieran estado borrachos la noche anterior tuvieran que limpiar la cubierta, y con esa sentencia mandando a Renta, a Fletcher, a Reyes y a Roca a tales labores (a pesar que en contadas ocasiones decidía cómo mandar a las labores de tal modo, como por ejemplo los que no estuviesen heridos o los que se hubieran dormido el día anterior antes de las 10 de la noche), en la Joya de la Corona también se producían las labores diarias. Mei preparando la cena para los tripulantes del barco y el resto (a excepción de Estella y Robin) arreglando las velas, fregando la cubierta o quitando los restos de algún trozo de pintura que se hubiera caído.
Pero la noche fue bastante tranquila, una suculenta cena, unas excelentes bebidas y la noche totalmente fresca hicieron que los tripulantes de ambas embarcaciones tomaran sus respectivas mesas y las sacaran a cubierta para comenzar a disfrutar. Con la nueva adquisición del fantasma más conocido como Hilmar, quien comenzó a cantar a la orden que le diera Silver, dieron la bienvenida a los dos nuevos tripulantes, cada uno por banda.
Mientras Hilmar estaba agradecido de ser bienvenido con ellos, y sin contar las molestias de Rido cada vez que el fantasma hacía de las suyas, Fletcher se encontraba ensimismado, prefiriendo mirar hacia el mar antes que saludar a sus nuevos “amigos”, a tal grado que cuando Mijok le dio unas palmadas en la espalda para que dejara de surcar mentalmente los mares y se adhiriera a la cena, éste incluso dio un pequeño brinco en su lugar y comenzó a comer sin siquiera decir palabra alguna.
Cuando todos habían comido y bebido, y ya dispuestos a dormir, Rentarou mencionó a Reyes y a Roca, quienes casi todos los días se dedicaban a vigilar la cubierta debido a la enorme resistencia que tenían con el alcohol, que se fueran a dormir, y que él prefería sustituirles esa noche.
Tomó uno de sus viejos abrigos y una bolsa con cigarrillos, unas cervezas y alguna botana si por casualidad le entraba el hambre, y subió a la plataforma más alta desde donde se podía ver todo el mar. No podría bajar por lo menos hasta el amanecer, tendría que vigilar que ningún barco enemigo se les acercara, y dar la voz de alarma en el momento preciso. Miró hacia el cielo para contemplar el cielo despejado, la luna completamente brillante, la única luz que alumbraba a los barcos y que los acompañaba en esa noche despejada.
También contempló a lo alto la orgullosa y ondeante bandera de los Outlaws, con su famoso Jolly Roger decorado en azul, el brillo de la luna que daba una enorme claridad hacía resaltar más aquel estandarte.
-Qué preciosa se ve la bandera de noche… -dijo.
-¿Eh? ¿Eres tú, marine? –gritó una voz carraspeada desde el otro barco.
Renta reconoció la voz inmediatamente, era la de Franky, el carpintero cyborg y mentor de Rido. Al parecer esa noche le tocaba hacer de vigía de su propio barco. Seguramente iría a pelear con él como lo hacía todo el tiempo, así que apretó los puños con fuerza.
-Hoy no tengo ganas de pelear, así que mejor distráete con otra cosa. –contestó Renta bastante aburrido.
-Je. –contestó Franky. –Yo tampoco quería pelear.
-¿Y ese milagro? En este preciso instante estarías lanzándote a mi cuello por cualquier pequeñez.
-¿Acaso no puedo tener una charla amena contigo? Vaya que sí eres pesado…
-¡Mira quién habla! Seguramente ahora mismo debo estar delirando porque es la primera vez que te escucho decir que quieres tener una charla amena conmigo.
Franky no dijo nada por un breve tiempo.
-¿Aún sigues enojado por lo que pasó hace casi una semana?
-¿Y por qué no habría de estar enojado? –gritó Rentarou completamente furioso. –Estuve a punto de explicar lo que pasaba cuando de pronto siento que algo me golpea…
-Robin me contó lo que pasó. –interrumpió Franky, más serio de lo que normalmente no era. -¿Sabes? Esa mujer tiene un gran poder de convencimiento. Me dijo que te dijera que te entendía en parte. No me meteré en esos asuntos, así que…
-¿Entonces esa es tu forma de disculparte? Tampoco puedo exigirte nada…
-¿Qué? ¿Acaso no aceptas una disculpa cuando te la piden?
-Bueno, sí… pero no he visto hasta ahora una disculpa que se pueda llamar “disculpa”…
-Vaya que sí eres algo pesado.
-Tomaré eso como un cumplido. –le contestó Renta.
Una extraña forma de disculparse entre ambos hombres, pero Franky no parecía ser la clase de persona que se disculpara tan frecuentemente. Pero Renta entendió, o quiso entender, que eso intentaba hacer así que decidió pasar del tema y decirle:
-Ya, ya… lo entiendo… Mejor dedícate a vigilar la zona que por eso estamos aquí.
Rentarou destapó una lata de cerveza, y le alcanzó una botella de cola a Franky, y ambos comenzaron a beber de sus respectivas bebidas, aunque no se cruzaran palabras en lo que restara de la noche.
-¡Rentarou! ¿Estás por aquí? –gritó una voz desde la cubierta.
-¿Eh? ¿Quién me llama? –preguntó al echar un vistazo hacia la cubierta. Allí vio a One Piece, quien con una pequeña linterna, había salido a cubierta.
-¿Qué estás haciendo allí? –preguntó One Piece. -¿Dónde están Roca y Reyes?
-Verás, les dije que se fueran a dormir, quería tomar un poco de aire fresco. Quisiera bajar, pero tengo tan mala suerte que si bajo ahora mismo, vendría un barco de la marina, y nadie quiere eso. –contestó Rentarou mientras se reía.
One Piece subió por la escalinata del palo mayor con mucho cuidado, pues en muy contadas ocasiones había subido a dicho lugar. Justo al llegar al final de la subida, uno de sus zapatos resbaló por un escalón, perdiendo el equilibrio y a punto de caer, pero la agilidad de Rentarou para tomarla de la mano y evitar una tragedia mayor fue su salvación.
-¿Cómo le hacen para subir a esto sin caerse? –preguntó One Piece recuperada del pequeño susto.
-Eso mismo me pregunto yo. Esos dos siempre están ebrios y sin embargo tienen un excelente equilibrio. Yo no podría subirme a este lugar si bebiera lo mismo que se beben en un día. –le contestó Rentarou mientras le daba otro sorbo a su trago. –Y, ¿por qué me buscabas?
-Quería hablar sobre tu “amigo” de la marina.
-¿Fletcher? ¿Qué tiene él?
-¿Por qué lo invitaste al barco? –preguntó intrigada.
Renta suspiró por un instante.
-Él me ha ayudado varias veces. Al verlo allí solo y con una sentencia sobre él, me sentí tan mal que le ofrecí que viniera con nosotros a cambio de renunciar a la marina.
-Pero mírate. –le reprendió su amiga. –Estuviste en prisión varios días, no te dieron ni de comer y estuviste a punto de morir. Y él fue el culpable de todo.
-Del mismo modo en que hace algunos meses me enviaron a capturarles, y sin embargo mírame, estoy aquí vigilando que nadie de mi antiguo bando nos esté persiguiendo.
-Tu caso es distinto…
-No lo es. Créeme, huir de unos piratas y luego estar en un barco pirata no es una experiencia agradable…
-¿Y eso tiene que ver con algo?
Rentarou calló al escuchar eso. Le había prometido a Fletcher no revelar su pasado, pero ahora había hablado de más y no tenía más opción.
-Él… él fue secuestrado por una banda de piratas hace mucho tiempo… fue forzado a toda clase de trabajos… y desde entonces ha tenido un profundo resentimiento hacia los piratas. Por eso actuó como actuó en el momento en que le confesé que todo el viaje era para buscarlos. No sabes qué tan mal me sentí por haberle fallado en ese entonces. Pero ahora… la justicia en la que creía le ha fallado, por un instante creí verme reflejado en su mirada de desesperación y resignación. Por ese motivo le di la mano, quiero que vuelva a confiar en aquel capitán de la marina que lo apoyó en todo momento. Sé… sé que incluso Mijok está molesto en que lo haya invitado, pero quiero que lo entiendan. Era esto o dejarlo en prisión a merced de que los altos mandos llegaran a Red Village a ajusticiarlo. Además es un buen sujeto, a pesar de que parezca lo contrario. Es alguien que se preocupa por la gente que estima y que lo estima. Sólo necesita que sienta ese apoyo que le hace falta, y sé que pronto lo encontrará. Es difícil renunciar a los ideales que uno forjó desde muy pequeño y…
-Ya… no es necesario que digas más. –le interrumpió One Piece. –Te entiendo a la perfección, ¿no es lo mismo que te pasó a ti?
-De verdad me entendiste. –le respondió Rentarou. –Sólo que en su caso, él no está solo desde un principio.
-Bueno, tú tampoco estabas solo. –contestó One Piece sonriente.
-Pero estaba bastante confundido.
Un viento helado comenzó a soplar en la parte más alta del barco. A modo de caballerosidad, Rentarou se despojó de su vieja casaca y se la puso sobre los hombros a su amiga para que se cubriera del frío. Esta, al ver a su amigo portando el uniforme blanco que dejaba mostrar su vida de peleas en sus brazos y hombros, le preguntó de la forma más amable:
-Oh… eso que tienes en…
-Un rey del mar, me lo hicieron en la Marina. Y no, no tengo pensado quitármelo por más que me insistan porque es imposible hacerlo. –contestó Renta apresurado y desganado.
-Eh… no era eso. –se apresuró a contestar One Piece. –Quería decir…que no se te ve mal.
-¿De verdad?
-Sí. De hecho se ve tan bien como el que lleva Mijok.
-Oh, pues… gracias por el cumplido. –contestó Renta un poco apenado mientras se rascaba la cabeza. –Y… hablando de Mijok y de Silver… -continuó para cambiar la conversación. –Silver no ha contado nada sobre…
-¿Ya estabas enterado?
-Un poco, pero creo que me he perdido mucho de los últimos meses.
-Te lo explicaría pero ni yo misma lo entiendo. Todo ha sucedido tan rápido, y Silver no nos dice nada de lo que pasa.
-Seguramente algo pasó aquella noche, y no nos quiere decir para no asustarnos.
-¡Pero debería hacerlo! –le contestó One Piece afligida. -¡Nos tiene muy preocupados! ¡Cada día que pasa me pregunto qué le pasa y qué puedo hacer por él! ¡Pero nada! ¡Si tan sólo nos dijera…!
-¡Ejem! –carraspeó alguien desde cubierta.
One Piece y Rentarou miraron por la orilla y vieron desde arriba a Silver, al parecer los estaba buscando o algo.
-¿Qué estaban haciendo allí? –preguntó Silver.
-Yo estaba vigilando que ningún barco enemigo se acerque. –respondió Renta.
-Y yo tenía que hablar de algunas cosas con Renta. –contestó One Piece apresurada mientras bostezaba producto del cansancio. –Bueno Renta, me tengo que ir, nos vemos mañana. –le dijo mientras bajaba con cuidado por la escalinata y se dirigía a su habitación.
Silver esperó a que One Piece se retirara.
-¿No se supone que el puesto de vigía es para Roca esta noche? –le reprendió el capitán.
-Quería tomar un poco de aire fresco esta noche, por eso decidí mandarlo a que durmiera mientras tomaba su lugar. –le contestó Rentarou.
-No vuelvas a hacer eso. –volvió a regañarle Silver. –Esos dos nunca van a dormir, sólo se van a beber en la bodega. Y ya sabes cómo se enfada Mijok si no hay alcohol en la mañana.
-No se volverá a repetir, capitán… es decir… Silver.
Silver hizo una pausa antes de hacer su pregunta definitiva.
-Escuché tu conversación con One Piece.
Rentarou se quedó de piedra. Estaba seguro que no habían hecho el ruido suficiente como para despertar a alguien. Además Franky era fácilmente irritable, y al mirar hacia la Joya, notó que ni siquiera estaba prestando atención a otra cosa que no fuera el mar.
-¿De verdad quieres saber qué está pasando ahora mismo?
-Entiendo que es muy extraño que un rey del mar aparezca por estas tranquilas aguas… -contestó Rentarou después de meditarlo un poco. –Sin embargo no soy nadie para exigirte una explicación, así que si no quieres decirnos nada, sea por el motivo que sea, lo entenderé. Y si en dado caso deseas revelarme algo y pedirme que no diga nada a nadie, prometo que de mi boca no saldrá nada.
Silver asintió con la cabeza.
-Lo sabrás a su debido tiempo. Tú y todos los demás.
-Entendido capitán. –contestó Rentarou mientras Silver se dirigía hacia la biblioteca.
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Hace 30 años, unos pocos más o unos pocos menos…
La luna brillando a todo esplendor, alumbraba en aquel raído barco. Y sin embargo seguían de pie, buscando una isla cercana para poder hacerle algunas reparaciones a la embarcación. El navío con una enorme águila mirando al horizonte esculpida en madera y con incrustaciones de joyas preciosas en donde se encontraban sus ojos era el orgullo de aquel capitán pirata.
Aquel sujeto de facciones rudas y con un enorme dibujo de un águila de color azul sobre la piel de su espalda tomó su chaqueta roja preferida de capitán y se la colgó al hombro, mientras que con su enorme vozarrón dio la orden de reunirse todos en cubierta.
-¡Bien! –gritó el capitán pirata mientras alzaba su espada desenvainada en el aire. -¡Mientras llegamos a nuestro próximo destino, comamos y bebamos hasta desfallecer!
-¡Sí capitán! –gritaron sus camaradas al unísono mientras se escuchaban golpeteos de tarros y bullicio en toda zona del navío.
Mientras los cocineros preparaban los alimentos para los piratas, algunos que la hacían de músicos tocaban alegremente sus instrumentos, haciendo de aquella noche toda una fecha memorable, tal vez seguramente la última que estarían juntos, tal vez sólo celebraban el momento como todos los piratas.
Y entre copa y copa de cerveza el ambiente fue cambiando de rumbo, incluso tornando a situaciones bastante serias y que implicarían el camino que tomarían cuando acabase la aventura de surcar los mares y ser perseguido.
-¿Yo? –preguntó aquel capitán. –Veamos…he reunido muchas joyas y oro, con eso podría retirarme a vivir en alguna isla donde no me busquen y formar otra vida…
-Oh vamos… -le reprendió uno de sus camaradas quien con tarro de cerveza en mano y un estrafalario sombrero en la cabeza, le daba de palmadas a su capitán. -¿Y qué importa lo que pase cuando la aventura acabe? ¿Eh, Gargadon? ¡Piratas somos, piratas hemos vivido y piratas moriremos! Como dice el viejo proverbio que no logro recordar bien…
-No vamos a estar de por vida como piratas, doctor Hideki. –le contestó el capitán. –Algún día esto acabará, y quiero pensar cómo será antes de que me atrapen y me encierren. Quiero tener una buena moza…
-¿Y las que conocimos en la isla Midori, capitán? -le preguntó uno de sus piratas. -¿No me negará que no estaban de buen ver y que eran excelentes en la cama?
-Oye, eso nadie lo niega. –le reprendió el segundo a bordo y médico del barco. –Y las de la isla de Tundra Azul, a esas no las satisfacías ni en una noche.
-Bien, ya. –contestó el capitán. –Yo tampoco niego que aquellas damiselas eran unas excelentes mozas en la cama. Pero yo hablaba de tener una pareja estable y un hijo a quien educar…
-¡Qué bien! –le reprendió el médico. -¡Ahora nuestro capitán, el más irresponsable, vividor, juerguista, borracho y promiscuo de todos nosotros, quiere sentar cabeza! Vamos, Gargadon, quítate ese disfraz de buen hombre que no te queda para nada. Y eso que te conozco desde que éramos niños.
-¡Ya cállate de una vez, Hideki! –gritó el pirata al sentirse avergonzado. –Tú sólo dices eso porque tu novia de la isla Tiburón te dejó cuando se enteró que eras un pirata y desde entonces decidiste tener mujeres de a montón y nunca más enamorarte.
-¡Además eso de tener niños es una lata! –gritó uno de los músicos.
-¡Y mira el otro! –le contestó el capitán. –Aún recuerdo que nos suplicaste que nos fuéramos en el preciso instante en que tu novia había dado a luz a tu hijo, y desde entonces te haces el loco cuando te lo recuerdan.
El músico no dijo nada, como decían, calladito se veía más bonito.
-Ya hablando en serio, -continuó el capitán de la embarcación. –quiero saber que al menos he dejado descendencia.
-¿Y qué quisieras que fuese? –le preguntó su mano derecha.
-Niño o niña, me da igual.
-No amigo, pregunté que qué querías que se dedicara a futuro, a fu-tu-ro.
-¡No me imagino que un niñato siguiera los pasos de nuestro capitán! -gritó uno que se encontraba en un rincón a punto de desfallecer de tanto alcohol en sus venas.
-Si quiere ser pirata, hasta estaré orgulloso de que lo sea. –gritó orgullosamente el capitán. –Eso sí, mientras no se deje atrapar, porque si se deja atrapar me decepcionará y mucho.
-¿Y qué si decide ser un sujeto de blanco?
Entonces todos los piratas se largaron a reír.
-Aunque fuese el hijo de nuestro capitán, si hay que darle una paliza, se la vamos a dar, que por eso somos piratas y él nuestro enemigo. –contestó uno de los cocineros.
-Sería el más grande orgullo mío, enfrentarme a mi hijo si es necesario. Aunque no prometo dejarlo con vida. –contestó Gargadon mientras se largaba a reír.
-Seguramente será el mismo irresponsable como lo sería su padre. –contestó el médico mientras el resto de piratas no pudo contener la risa.
-Bueno, basta. –terminó Gargadon. -¡Ahora sigamos con esta vida de peligro y placer! ¡Amigos! ¡Toquen algo alegre!
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Rentarou miró de nuevo hacia la luna y se dijo a sí mismo.
-Espero que mi padre esté orgulloso del camino que he decidido tomar…
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Desde muy temprano todos comenzaron sus labores en el Caledonia. Roca se dedicaba a limpiar la cubierta. As junto con Reyes se dedicaban a revisar las velas por si alguna tenía un pequeño hueco que fuese necesario tapar, mientras que Mijok entrenaba a Fletcher, quien expresamente le había pedido que le ayudara a refinar sus movimientos con la espada.
No había sido nada fácil para él, puesto que le rogó desde el día anterior y el segundo al mando no daba su brazo a torcer. Pero al final lo pudo convencer para que le ayudara. Qué gran error. Mijok era un excelente maestro espadachín, sin embargo hacía sufrir de lo lindo a sus discípulos, exigiéndoles empeño y dedicación total. Mijok no era aquella clase de maestros que tuvieran paciencia con sus alumnos, eso lo había demostrado anteriormente con As. Y no toleraba los pequeños descuidos que sus alumnos pudieran tener con su técnica, en total un suplicio para el que no estaba acostumbrado a su riguroso entrenamiento. Y más para Fletcher, quien no estaba acostumbrado a sostener la espada con una sola mano debido a las heridas recibidas en Red Village.
Los gritos de exasperación de Mijok fueron los que sacaron de su camarote a Silver, al ver que todos sus camaradas estaban desempeñando sus labores cotidianas, sólo suspiró y sonrió mientras todos los demás, al verlo allí dejaron de hacer lo que hacían para escucharlo por si tenía algo que decir.
-¿Alguna novedad, Rentarou? –gritó para que Rentarou, quien se encontraba arriba, le pudiese escuchar.
-Ninguna, capitán… -gritó Renta mientras no despegaba su vista del mar. -¡Espere! –entonces Renta tomó el catalejo que colgaba en su puesto de vigía y observó hacia un pequeño punto frente a ellos. -¡Hay… hay un bote de velas acercándose frente a nosotros!
-¿Tienen alguna insignia en sus velas? –preguntó As.
-¡Ninguna! –respondió Renta. -¡Seguramente debe ser un barco pesquero! Aunque… estamos muy lejos de alguna isla para que se dedique a pescar.
-Bien. Mijok, Renta, Fletcher. –gruñó Silver. –Ustedes tres serán la cuadrilla de exploración. Pregúntenles qué necesitan. Si intentan algún movimiento fuera de lo normal, no duden en atacar.
-Sí señor. –gritaron los dos piratas, mientras que Fletcher lo mencionó en voz baja.
Los tres hombres lanzaron al mar uno de los tantos botes que utilizaban para acercarse a tierra. Tanto Fletcher como Mijok saltaron sin ningún problema, pero cuando Rentarou pisara con fuerza el suelo del bote tras haber saltado, un fuerte y punzante dolor en la zona del pecho donde anteriormente había sido atacado le hizo retorcerse un poco y soltar un ligero quejido.
-¿Qué le sucede, capitán? –preguntó Fletcher preocupado al ver la reacción de Rentarou.
-No… no es nada. –contestó Renta con algo de dificultad. –Debe ser que el tajo aún no cicatriza del todo, pero estoy bien.
-Si te sientes mal, puedes regresar al barco y le diré a alguien más para que venga. –le dijo Mijok.
-No es nada. –contestó nuevamente Rentarou.
Al llegar a la embarcación que buscaban, Mijok los saludó efusivamente como acostumbraba hacerlo, para intentar hacer buenas migas con los tripulantes.
-Saludos marineros. ¿Tienen algún problema en el que podamos ayudarles?
El que parecía ser el líder del grupo, un sujeto con las ropas rasgadas y sucias y una barba que parecía indicar que desde hace algún tiempo no conocía las navajas para afeitar, le contestó:
-Como verá, mis marinos y yo tenemos varios días navegando sin rumbo alguno, y ya no tenemos comida ni licor para sobrevivir. Ojalá sean piratas buenos y nos reciban en su barco.
-Por supuesto, sólo sígannos y usted podrá hablar con nuestro capitán. –le contestó Mijok estrechándole la mano.
Pero mientras intentaba estrecharle la mano al líder de la embarcación, de pronto escuchó un sonido de choque entre espadas. Al darse la vuelta vio detrás de él a Rentarou con su sable bloqueando el ataque de otro de los tripulantes del barco.
-¡Nos tendieron una trampa! –gritó Renta. -¡No son náufragos! ¡Son ladrones!
Mijok desenvainó su espadón a tiempo para bloquear el ataque de su “nuevo amigo”, mientras Fletcher hacía lo mismo, aunque un poco más lento que sus otros dos camaradas debido a las heridas que revestía. Afortunadamente sólo eran ladrones novatos, pensando que podrían atacar a unos experimentados piratas, puesto que con el simple bloqueo de Mijok logró dejar fuera de combate a su adversario. Fletcher hacía lo mismo con otro que se había atrevido a cortarlo por la espalda, y Rentarou tuvo que poner más empeño debido a su poca experiencia con la espada, más sin embargo el poco entrenamiento que recibió fue suficiente para vencer a su contrincante.
Fletcher y Mijok se dedicaron a amarrar con fuerza con una gruesa soga a los tres ladrones para que cuando despertaran no les atacaran, mientras que Rentarou, como buen cazador de tesoros en el que se había convertido cuando comenzó su vida como pirata se adentró a los camarotes, pero lo que encontró fueron solo simples baratijas y cosas sin valor monetario. Al llegar al último camarote no pudo lanzar un grito de sorpresa.
-¡Fletcher! ¡Mijok! –gritó Renta. -¡Vengan rápido para ver lo que encontré!
Los otros dos piratas se dirigieron hacia el camarote donde se encontraba Rentarou y enorme sorpresa la que se encontraron. Más de veinte enormes costales repletos de oro y joyas, diamantes perfectamente pulidos, grandes y ostentosas coronas, dijes, aretes, anillos, monedas, etc. Fletcher no pudo ocultar su asombro, nunca antes, excepto cuando se adentró a la cueva de Punto Ciego, había visto tantas joyas y oro reunidas en un solo lugar.
-Seguramente estos tipejos se han hecho de un excelente botín por esta zona. –afirmó Rentarou.
-Recuerda que esto es el East Blue, con esta pequeña embarcación nadie podría conseguir tanta cantidad de joyas en el Grand Line sin que se las roben en un abrir y cerrar de ojos. –le dijo Mijok.
-¿Y qué haremos con tanto oro? –preguntó Fletcher.
-Dirás “¿Qué no haremos con tanto oro?”. –le regañó Renta. -¿Pues qué crees, marino? Se lo llevaremos a Silver y nos lo gastaremos todo.
-Entonces andando. –les reprendió Mijok. –Silver y los demás nos deben estar esperando.
-¡Ya quiero gastar mi parte del botín…! -contestó Rentarou completamente emocionado.
-¿Y no estamos robando este dinero? –le preguntó Fletcher.
-Pues es lo que hacemos. –le contestó Renta completamente orgulloso. –Además estas joyas las han robado antes, nadie nos las reclamará.
-Pero antes de seguro Silver tomará algo de la parte que les toca del botín para que se compren algo de ropa. –contestó Mijok. –Recuerden que a Silver no le gusta que ustedes dos estén portando esos uniformes. –y se largó a reír. –Por cierto Renta, esa espada que llevas se ve hermosa.
-¿De verdad?
-Claro. Si quieres te puedes unir a As y a Fletcher y les enseño cómo manejarlas a la perfección.
-¡No, gracias! –contestó Rentarou apresurado. -¡No pretendo ser un experto espadachín!
-¡Pues aunque no quieras te unirás a ellos en su entrenamiento! –contestó Mijok mientras alzaba el pecho. -¡No estás aprovechando todo el potencial de tu sable!
También fue tremenda la sorpresa para el resto de la tripulación, tanto de la Joya como del Caledonia cuando vieron a los tres piratas portando algunos de los costales a punto de reventar.
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El resto de la tarde se vio sin ningún contratiempo. Mijok consideró que As podía ser capaz de ayudar a Rentarou para manejar los movimientos básicos de la espada, y así el segundo a bordo dedicarse de lleno a su nuevo discípulo, quien ya tenía algo de experiencia pero una mala técnica, y mientras el resto de los tripulantes de ambos barcos veían con asombro la espléndida danza de espadas que se suscitaba en la cubierta del Caledonia. Pero al final del riguroso entrenamiento, los cuatro piratas acababan empapados por completo en sudor, bastante cansados, tendidos en el piso de madera de la cubierta del barco y, en el caso de Renta y Fletcher, con algún rasguño.
Esa noche, todo volvió a la normalidad, o al menos eso parecía. Fletcher no podía dormir, así que con las luces apagadas se dirigió al comedor para tomar un vaso de leche, tal y como se lo había recomendado el alcalde de Red Village y hermano menor de su antiguo capitán.
-¿Eres tú Fletcher? –preguntó una voz que se ocultaba en la oscuridad.
-¿Qui… quién anda allí? –preguntó Fletcher.
Encendió la luz y vio sentado a su antiguo capitán, Rentarou Satsuma, disfrutando del humo de su cigarrillo. Éste, al ver a su antiguo subordinado, sólo sonrió.
-Vi… vine por un poco de leche. –le contestó Fletcher. -¿Y usted, qué hace por aquí?
-Tenía ganas de fumar y mirar el mar de noche, por eso me vine hacia aquí. Además si le invito un poco al carpintero del otro barco, me quedaré sin provisiones. –dijo mientras reclinaba un poco su asiento y subía sus pies sobre la mesa.
Al ver una enorme cara de tristeza en el rostro de su subordinado, le preguntó qué le pasaba, a lo que Fletcher contestó:
-Capitán… es decir… Satsuma-san… yo… no sé qué decir…
-Estás confundido y lo entiendo. –dijo Rentarou mientras expulsaba algo del humo por la boca. –Pero debes entender también que esta fue tu decisión y que no te obligué a nada.
-¡Lo sé! ¡Lo sé! –le contestó su subordinado. -¡Pero! No sé si esto es lo mío…
-Te acostumbrarás. –le recomendó su antiguo capitán mientras le daba otro sorbo a su cigarrillo. –Créeme, sé por lo que estás pasando…
-¡No puede saberlo!
-¡Claro que lo sé! –le gritó Rentarou. -¿Qué no recuerdas que nací en Red Village? ¡Y al contrario que tú, llegué aquí solo sin conocer a nadie! ¡No sabía siquiera pelear o defenderme! ¡Y sin embargo sigo aquí! Por eso te digo que te acostumbrarás, si has podido sobrevivir a miles de cosas en la Marina y antes que eso, entonces esto te será de lo más sencillo. Además, ¿no dijiste que te gustaba la aventura?
Fletcher intentó rebatirle sus argumentos, pero Rentarou lo interrumpió.
-Créeme Fletcher. Este barco es fuera de lo común. Y esta tripulación no son los típicos desalmados y sanguinarios de los que has escuchado hablar. Sé lo que te digo.
Rentarou apagó la colilla de su cigarrillo en el cenicero de la mesita, dio un fuerte bostezo y se levantó de la silla. Sólo dio unos cuantos pasos, cuando lanzó un pequeño quejido. Con una mano se apoyó sobre la pared mientras que con la otra se agarraba fuertemente en la zona de su herida en el pecho. Al ver la reacción de su amigo, Fletcher comenzó a asustarse.
-¿Qué le sucede capitán?
-Mi… mi pecho… -contestó Rentarou mientras que en su cara se reflejaba el fuerte dolor que sufría. –Me duele… mucho… Fletcher… ayúdame…
Esas fueron sus últimas palabras antes de caer inconsciente en el suelo y comenzar a jadear constantemente. Fletcher, de lo asustado que estaba entonces, comenzó a gritar.
-¡Por favor! ¡Ayuda! ¡Necesito que alguien me ayude!
Los gritos de desesperación de Fletcher despertaron al resto de la tripulación, la primera en entrar al comedor fue One Piece quien al ver a Rentarou en el suelo corrió hacia él para intentar despertarlo. Al tomarlo notó que su cuerpo estaba muy caliente.
-¿Qué pasó, Fletcher?
-¡No lo sé! –contestó alarmado. -¡Estaba hablando con él cuando de pronto empezó a retorcerse de dolor y… y…!
-Roca. –ordenó Mijok. –Ve a avisar al otro barco. Yo lo llevaré a su camarote.
El enorme segundo a bordo tomó a Rentarou y se lo llevó a su camarote para envolverlo entre sus sábanas. Tras él iban todos los tripulantes del Caledonia y se reunían alrededor de la cama de su amigo. Fletcher y One Piece eran los más preocupados por este incidente. Al poco tiempo entró Estella y detrás de ella, Silver y Roca.
La doctora comenzó a revisar a Rentarou y se sorprendió al ver que el corte que tenía en el pecho, el cual cubría con vendajes para que la ropa no le rozara, no había suturado ni un poco.
--¿Y bien?—Pregunto Silver
--Esta grave, la herida se le ha infectado. El esfuerzo le ha hecho bastante mal—Dijo preocupada Estella.
--¿Y qué hacemos?—Inquirió One Piece, quien se afligía más a cada momento que pasaba.
--Le avisare a los otros. Por lo pronto sólo podemos intentar bajarle la fiebre— contestó la doctora mientras salía de la habitación.
Silver salió junto con la doctora, y al cabo de un minuto regresó para anunciar que había un cambio de rumbo, que se dirigirían hacia la isla de Syrup, donde, según las palabras de la tripulación de la Joya, podrían atender en mejores condiciones a Rentarou.
-¡Yo… yo pido vigilar afuera! –gritó Fletcher mientras salía de la habitación de Renta.
As corrió presuroso al timón, mientras Roca y Reyes se iban a ayudarle. One Piece corrió a tomar un poco de agua en un recipiente y unos trapos limpios, los remojó en el agua y los utilizó como paños húmedos para bajarle la fiebre a su amigo. Al cabo de unos minutos Rentarou comenzó a despertarse.
-¿Cómo estás? –le preguntó One Piece mientras sujetaba con fuerza la mano de su amigo.
-Me duele… el pecho… -intentó contestar Renta. –Me siento… tan débil… que no puedo moverme…
-Tranquilo. –intentó calmarlo. –Pronto llegaremos a una isla para que te atiendan y te mejores.
Rentarou no dijo nada, el esfuerzo lo venció y lo hizo dormirse.
A la mañana siguiente Estella regresó al camarote para revisar al paciente. Notó que One Piece no se despegó de él ni un instante desde la noche. La fiebre no bajaba y Rentarou se encontraba igual o quizás peor de lo que estaba anoche.
-Esto es serio. –dijo. –Hay que llevarlo a la Joya. Allí tengo todo mi instrumental, y podré atenderlo mejor.
Rido y As se ofrecieron a trasladarlo al otro barco, colocaron el tablón que comunicaba a ambos barcos y con mucha cautela lo llevaron a la enfermería. Estella puso la orden de que nadie podía entrar a la enfermería debido a la gravedad de su infección. Así la doctora podría dedicarse casi de tiempo completo a atenderlo lo que fuese posible.
La angustia y al desesperación no se hicieron esperar en el exterior de la enfermería de la Joya. Rido, Mei y Eratia hacían rondines diarios en las afueras del camarote designado a la enfermería, pero siempre con el mismo resultado: no podían entrar todavía.
La única ocasión en la que alguno de ellos pudo entrar a visitar a su viejo compañero de viaje fue en el momento en que la doctora tuvo que salir de la enfermería. En ese instante Rido aprovechó para visitarlo y saludarlo, pero no pudo ni hacerlo. El sólo ver a Rentarou inconsciente, pálido y en peores condiciones de las que estaba la última vez que lo vio, lo hizo retirarse casi inmediatamente.
Estella notó que Rido había entrado a la habitación y le dijo:
-Por eso no quería que entraran. Si no llegamos pronto a Syrup… tú sabes lo que va a pasar…
-Lo sé. –le dijo Rido.
Pero en el Caledonia el ambiente se ponía igual o peor de pesado. Silver no dejaba de preguntar a algún tripulante de la Joya sobre el estado de salud de su camarada, pero la respuesta era la misma: “Está empeorando, si no llegamos a Syrup pronto, definitivamente morirá”. As y los demás no dejaban sus labores, pero de igual modo separaban un momento para preguntar por el estado de su amigo. Pero el más afectado parecía ser Fletcher. Apenas salía esporádicamente a cubierta, incluso le comentó a Mijok que no tenía ganas de entrenar durante ese tiempo.
Incluso en algún momento sólo salió a cubierta a ver la actividad del barco hermano, pero en cuanto escuchó que la salud de su antiguo capitán no mejoraba, sólo caminaba en círculos cerca de la barandilla de la orilla del barco, repitiendo alguna frase temblorosamente y completamente preocupado. One Piece notó el comportamiento de su nuevo camarada y por ese motivo intentó hacerle una plática para hacerlo sentir mejor.
-Oye, muchacho… -le habló con un tomo amable mientras le ponía una mano sobre el hombro.
-¡Cállate! ¡Quiero estar solo! –gritó Fletcher instintivamente, pero al ver que era uno de los suyos quien le saludaba, inmediatamente intentó disculparse. -¡Lo… lo siento, señorita! ¡No fue mi intención! ¡De verdad! Yo… yo…
Abrazó a la joven y comenzó a llorar con fuerza.
-El capitán Satsuma se está muriendo, todo por mi culpa, y no puedo hacer algo para salvarlo. ¡Pude haber evitado que lo lastimaran en prisión, pero sólo fui un cobarde! ¡Si llega a morir, jamás me perdonaré!
En un principio pensó en rechazarlo, One Piece recordó la charla que hubiera tenido con Renta hace ya varios días. Y de verdad parecía ser que su amigo tenía razón. No pensó que aquel marine que le había hecho tanto daño a su camarada, ahora mismo estuviera más preocupado por él que el resto de la tripulación.
-Rentarou es fuerte, podrá resistir hasta que lleguemos a nuestro destino. Ahora lo que menos necesita es que bajemos los ánimos. Si nos mostramos fuertes, estoy segura que le daremos más ánimos para resistir. Tranquilícese señor. De verdad, esto no es nada.
– ¡Hemos llegado! – avisó Reyes, desde lo alto del mástil del Caledonia. – ¡Tierra a la vista!
-¿Ves? –le dijo One Piece. –Ya hemos llegado, se va a salvar.
Los tripulantes de ambas embarcaciones comenzaron a preparar todo para el embarque y el traslado del herido a tierra. Todos decidieron desembarcar, a excepción de Mei, Hilmar y Roca. Fletcher en un principio quiso bajar, pero comenzó a sentir algo de miedo en cuanto pisó tierra que prefirió ir al barco. Por ese motivo As lo llevó casi arrastrando por todo el camino para que se acostumbrara a caminar ahora visto por todos como un traidor.
Después de recibir varias indicaciones sobre la ubicación del domicilio de la doctora Kaya, y del mismo modo se sorprendieron al ver que aquel lugar era una mansión. Atravesaron la reja metálica y se adentraron a la mansión. De pronto, junto con algunos personajes que ya se encontraban en la casa, se formó una reunión entre los que parecían ser los piratas de una antigua época y revelaciones del pasado y del presente. Estella no hacía mucho caso al asunto. Por ese motivo interrumpió para que pudieran atender al herido.
El mayordomo guió a As y a Rido a través de un pasillo hacia una enorme sala blanca situada al otro lado de la mansión. Detrás de ellos, Estella ponía al día a su colega acerca del estado de Renta, mientras esta asentía con cierta preocupación al breve informe que le había dado.
– Entiendo… Pero… – sonrió. – Podremos hacer algo. Estoy segura.
La doctora Kaya había pedido que le dejaran trabajar con el paciente, por ese modo no podrían interrumpirla en su trabajo. Sólo Estella se quedó con ella para tratar de hacer algo. Y el trabajo de las doctoras comenzó. Lo conectaron a algunas jeringas que le proveían de suero para reponer los líquidos perdidos y algunos antibióticos para ayudarle a combatir la infección, mientras que limpiaban la enorme herida en el pecho para poder realizar una remoción de la zona infectada y evitar que la infección se propagara un poco más.
El trabajo fue arduo, pero al cabo de unas dos horas la labor de cirugía había dado resultados. Los antibióticos empezaban a dar resultados y Rentarou comenzó a despertarse.
-¿Dónde... estoy? -preguntó Renta con suma dificultad.
-Tranquilo Rentarou. -le comunicó Estella. -Ya estamos en Syrup para atenderte.
Renta volteó hacia otro lado de su cabeza y vio allí a una bella damisela, a pesar de tener algunos años y que mostrara signos evidentes de un próximo parto.
-¿Usted... es...?
-Debe descansar, se encuentra demasiado débil por ahora. -le contestó la doctora Kaya.-Y respondiendo a su pregunta, mi nombre es Kaya, y soy la doctora que lo está atendiendo.
-Muchas gracias por la ayuda, señorita. -le contestó el herido, y volteó hacia Estella . -¿Cuánto tiempo tardamos en...?
-Cinco días. Desde entonces no has comido nada y tu estado de salud empeoraba.
-¿Cinco... días...? Silver y los demás... seguramente... deben... estar preocupados...
-Y mucho.
-¿Podré... verlos...?
-Más tarde, por ahora debes descansar y dormir un poco.
-Buen trabajo, doctora Estella. -le felicitó Kaya. -De no ser por usted, seguramente nuestro paciente hubiese muerto hace uno o dos días.
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Al cabo de varias horas Rentarou se despertó. Y llamó incansablemente a sus amigos, a lo que Estella cumplió. En la habitación, habían entrado Silver, As, Mijok y One Piece.
-¡No! ¡No entren todos! ¡Aún está demasiado débil para sostener pláticas! -les advirtió Estella.
-Déjalos quedarse... por favor... -le suplicó Rentarou.
-¡Pero estás muy cansado y...!
-Permíteles quedarse... hace casi una semana... que no los veo...
-De acuerdo. -dijo Estella. -Pero no por mucho tiempo, aún debes recuperarte.
One Piece corrió hacia Rentarou y lo abrazó con suma delicadeza debido a las suturas que portaba.
-¡No vuelvas a darnos esos sustos, por favor! -le dijo mientras unas lágrimas corrían por sus mejillas.
-Prometo... que no haré que te preocupes... de nuevo por mí... -le contestó Rentarou.
-¿Cómo te sientes, amigo? -le preguntó el capitán.
-Estoy... muy cansado... apenas... puedo hablar...
-Recupérate Renta. -le dijo As. -Recuerda que debes volver cuanto antes a los entrenamientos.
Mijok sólo se dedicó a reírse.
-Vaya con nuestro "Puño de Fuego". Parece ser que le gustó que seas su discípulo, eh, jovenzuelo.
-¿Y Fletcher? -preguntó Rentarou.
-Él ha estado sumamente preocupado por ti. -le dijo One Piece. -De hecho... estaba detrás de nosotros cuando llegamos a la mansión...
Toda la tripulación volteó a sus espaldas y no encontró al susodicho. Mijok salió al pasillo y lo vio sentado en la sala.
-Oye, grumete. -le gritó. -Ven aquí que alguien quiere hablar contigo.
-No, gracias. -le contestó el ex-comandante. -Tal vez más tarde cuando se mejore.
Entonces el segundo a bordo de la tripulación corrió por el pasillo y las escaleras para dirigirse hacia la sala. Tomó del cuello de la camisa a Fletcher y lo llevó arrastrando hacia la enfermería, a pesar de que éste último pataleara y gritara pidiendo que no lo llevaran allá, y las insistencias de One Piece de que lo dejara en paz.
-Aquí tu antiguo capitán quiere hablar contigo. -le dijo Mijok mientras lo acomodaba en una silla.
-¿Có... cómo se encuentra, capitán? -se atrevió a preguntar Fletcher.
-¡Ejem! -corrigió Silver ante ese título.
-Yo... mejor que ayer... por supuesto... -le contestó Rentarou intentando esbozar una sonrisa a pesar de lo agotado que estuviera.
-¡Qué bueno señor! -le dijo su antiguo subordinado al momento que se le escuchaba que su voz se entrecortaba. -¡Por un momento pensé que se iba a morir! ¡Nunca me lo perdonaría!
-Tranquilo... Fletcher... Sabes bien... que no estoy... enojado contigo...
-Te lo dije, Fletcher. -le contestó One Piece.
-Bien, ya pudieron ver a su amigo. Ahora es momento que descanse con tranquilidad. Así que nos vamos retirando. Señorita Estella, -dijo la doctora Kaya. -sígame. Le otorgaré un lote de medicamentos para que puedan partir a su viaje cuanto antes, pero primero hay que tenerlo en observación para decir por lo menos hasta cuándo podrá volver al barco.
Y con la orden de la señora Kaya, todos se retiraron dejando a Rentarou solo en la enfermería. El sueño le estaba entrando, así que prefirió dormir un poco.
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-Por fin despertó, señor ex-capitán. -le contestó un sujeto delgado y de estatura bastante alta cuando abrió de nuevo los ojos después de dormir.
-¿Quién es usted? -preguntó Rentarou.
-Digamos que soy acompañante de un conocido suyo. -le contestó el sujeto mientras le estrechaba la mano. -Mi nombre es Kyo, no es necesario que me diga el suyo.
Al decir eso, lanzó sobre Rentarou un cartel de recompensa. reconoció al instante que era de él, puesto que en la fotografía se apreciaba la figura de un sujeto que orgulloso portaba el uniforme blanco de la Marina. Lo tomó con un poco de dificultad, pero mucho menor que hacía unas horas puesto que ya podía mover los brazos y los dedos de los pies, y se dedicó a leerlo.
-"Se busca vivo o muerto. Ex-capitán de marina Rentarou Satsuma 'El Mil Puños'. Se le acusa de los delitos de piratería, corrupción y engaño al Gobierno Mundial, ataque a barcos de la milicia y venta ilegal de aldeas. Preso fugado y muy peligroso. A los captores de la Marina se les recomienda aplicar la ejecución inmediata. Recompensa por su captura... ¿67 millones de berries?".
-Es usted más famoso de lo que aparenta, señor.
-¿Es usted un cazarrecompensas?
-¿Por qué lo pregunta?
-Es raro que alguien me reconozca de tal modo y que sepa muchas cosas sobre mí...
-No se preocupe, no he venido a entregarlo a la justicia. Como le dije anteriormente, sólo vine a acompañar a un amigo mío a este lugar.
-¡Yohohohoho! -contestó una voz que aparecía desde la puerta. -¡Hace tiempo que no nos vemos, señor Dkantun!
-¿Cómo sabe mi verdadero nombre? -preguntó Rentarou intrigado.
-Tal vez ahora no me recuerde por lo confundido que ha de estar por los medicamentos. -le contestó aquel sujeto que extrañamente era mucho más alto y más delgado que el otro hombre. -Vaya que usted ha cambiado con el paso de los años, cuando lo conocí apenas era un jovenzuelo sin aspiraciones, y ahora es famoso por su traición al Gobierno, señor. -y entonces le estrechó la mano a Renta.
Éste sintió que su mano se sentía algo diferente, como si no estuviese tocando su piel. Al ver con más claridad la mano de aquel sujeto, notó que su mano en realidad eran sólo los huesos correspondientes, sin nada de piel ni músculos. Fue entonces cuando el terror se apoderó a Rentarou y gritó con tal fuerza que cayó desmayado. El grito de Rentarou alertó a Estella y a Kaya, quienes fueron hacia la enfermería y al ver la escena montada y al paciente inconsciente, pidieron a Kyo y al esqueleto que se retiraran.
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Cuando Silver, As, Mijok, One Piece y Fletcher regresaron a la mañana siguiente a visitar a su amigo, antes de abrir la puerta escucharon tremendas carcajadas que reconocieron inmediatamente. Abieron la puerta, y vieron a Rentarou más animado, mucho más recuperado y ya había recuperado un poco de su color habitual, además de que se reía incansablemente.
-¡45 grados! -dijo el esqueleto mientras apoyaba sus pies en el suelo y se tiraba hacia la pared completamente recto como si se tratara de un pedazo de tabla de madera. -¡Yohohohoho!
Y Rentarou comenzó a carcajearse nuevamente.
-¡Vaya que ya estás mucho mejor! -le reprendió Silver.
-Perdone esta clase de espectáculos, capitán Silver. -le comentó el esqueleto, quien resultó llamarse Brook. -Lamento haber asustado a su amigo anoche, por eso estoy aquí entreteniéndolo para compensar lo hecho. Su grito fue tan fuerte que casi me revienta los tímpanos... ¡pero si no tengo tímpanos, aunque conservo algunos huesos del oído! ¡Yohohohoho!
-¡Capitán! -contestó efusivamente Renta. -¿Cómo han estado?
-De maravilla. Sólo dile a tu amigo Fletcher que hable un poco más, que durante toda la noche se quedó callado.
-Así es él. Pero en cuanto le conozcan mejor van a ver cómo hasta parrandero y juerguista se pone, ¿o no?
-Bueno... yo... -dijo Fletcher bastante avergonzado.
-Pues perfecto. -sentenció el capitán. -Porque hoy en la tarde nos vamos directo a nuestro destino, y te necesitamos en perfectas condiciones.
-Ah, por cierto. -dijo Rentarou mientras entregaba un cartel de recompensas y recitaba orgulloso. -Ya soy más famoso después del escape de la prisión de Red Village.
Silver tomó el cartel y lo leyó.
-67 millones, ¿eh? A cada instante te vas ganando el que te busquen con más ahinco. -le dijo el capitán.
-Esto... ¿y tengo yo alguna? -preguntó Fletcher algo asustado.
-No lo sé aún. -contestó Rentarou. -Hasta ahora sólo he visto el mío y el de Rido, le pusieron 30 después de hacerse pasar por un capitán de la marina.
Pero mientras traspapelaban los carteles, de pronto uno cayó al suelo. One Piece lo recogió y casi se desmaya de la impresión al ver al que estaba allí, y sobre todo por los delitos de los que se le acusaba.
-¿Qué ocurre, One Piece? -preguntó As.
-Yo... yo... no lo creo... Silver... Silver... -dijo One Piece mientras le entregaba el cartel a As.
Éste de igual modo no evitó el soltar un enorme gesto de asombro y espanto. Rentarou se preguntaba qué estaba pasando, el por qué estaban tan asombrados e intrigados.
-¿Pero qué ocurre, muchachos? -preguntó Silver al ver a sus camaradas tan preocupados.
-Capitán Silver.... -dijo As algo triste y confundido mientras le entregaba a su capitán el cartel de recompensa tan polémico. -Mire de lo que le acusan...
Continuará...
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PD: Perdonen el tremendo edit que he hecho pero al parecer se me había traspapelado algún trozo del capítulo por otra parte. Disculpen las molestias. ^^