A ver, antes de nada, me explico: esto son más que nada relatos, fanfics de Warhammer 40000 (y warhammer fantasy, ambos juegos de tablero bastante conocidos en el mundillo de las miniaturas), que he ido haciendo a lo largo de mi vida. No son para nada las mejores obras del mundo, pero son mis relatos, y no quería abandonar el trabajo que me costó hacer cada uno. Aviso que muchos de ellos los hice con 10 añitos.
Si no se puede colgar este tema, pido disculpas, porque, como ya he dicho, no quería abandonar todo este trabajo. Antes de nada, pongo una descripción de la protagonista de gran parte de estos relatos, la inquisidora del Imperio Isabella:
En la puerta había una ventana de ojo de buey en la cual veía una persona.
Examiné con más detenimiento dicha persona. Era una mujer enfundada en una gabardina gris, que ocultaba todo un arsenal de pistolas y artilugios debajo. La mujer tenía un rostro proporcionado, sin llegar a lo robótico, con una tez rosa clara maquillada. Sus labios rojos destacaban en el rostro blanco, al igual que unos mechones blancos que rivalizaban con una larga cabellera negra. Lo único que afeaba aquel rostro era un ojo cibernético que arrojaba de cuando en cuando destellos rojos. Con sorpresa me di cuenta de que estaba mirando mi propio reflejo. Pero en aquel rostro faltaba algo… esos mechones pelo estaban muy sueltos. Con sorpresa me dí cuenta de que me había olvidado del sombrero de pico. Corrí a buscarlo y me lo puse encima de mi sagrada cabeza. Ya estaba preparada, así que ordené al aterrorizado copiloto que abriera las compuertas.
Bueno, ahora los relatos, espero que os gusten:
EL TRABAJO DE UN PECADOR
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Diario de Isabella 03/13/24/07/40999 13
A veces no tengo que trabajar.
Tal vez hoy haya sido un día fructífero. Hoy, al levantarme del a cama, me encontré con que mi despertador personal no se había activado. Enfadada por el hecho, me levanté, y dediqué tres minutos de mi fructífera vida a darle una paliza con mi brazo robótico a la insulsa criatura que antaño había sido mi siervo. Tres minutos después, el indicador de mi ojo robótico me indicó que lo que estaba golpeando era un cadáver. El cadáver de un ladrón de los bajos fondos.
El maldito hijo de puta había aguantado tres días. No hay más cosa en este mundo menos satisfactoria que una persona con voluntad. No tendría que haber aguantado tanto. A lo mejor, si ese maldito criminal me hubiese rogado por su vida un poco más, tal vez se lo habría regalado al Mechanichum como muestra de agradecimiento a los mojigatos con túnica por mi brazo biónico.
Acto seguido, me dirigí al vestuario, y ahí me enfundé mis ropas habituales de inquisidora. Un sombrero de pico negro, unas botas negras, unos pantalones negros, un chaleco de plastiacero negro, una camisa negra, y los guantes negros. Tal vez debería variar un poco los colores de mi vestuario, pero una inquisidora vestida de rosa no llegaría muy lejos en la vida. Moriría violada.
Me apliqué carmín en los labios, o lo habría hecho, si tal sustancia existiese , y una vez comprobé que el pelo estaba en rendimiento óptimo, salí de mis estancias, y partí rumbo al puente de mando.
Allí hallé a una comerciante. Una comerciante jodidamente gorda, si me permito la expresión. Sinceramente, creo que los comerciantes deberían dejar de esclavizar tantos obreros, y esclavizar más comerciantes. Sería un círculo vicioso.
El caso es que la comerciante, que afirmaba y reafirmaba haber llegado ayer, me dijo que el Mechanichum de uno de sus mundos estaba en grave peligro. En el planeta de donde venía ¿Tolchis IV? los habitantes se habían rebelado contra las autoridades, y habían tomado el control de las principales ciudades colmena. Abogaban por cosas como “igualdad de derechos”, “justicia equitativa” y “libertad de expresión”. Hoy acabo de saber qué significa la expresión. Un término fascinante, pero intolerable
Yo le dije que pensaría si tomar medidas o no, y que enviaría investigadores al planeta.
Normalmente me personaría en este tipo de situaciones, pero necesitaba dedicar al menos una tercera parte del día a los archivos obtenidos durante la purga de Inquilis IV.
En Inquilis IV hubo una verdadera epopeya. Fue una difícil purga, ya que, de entre todos los millones de habitantes del planeta, tenía que encontrar a una persona específica. Un afamado noble, coleccionista de bienes antiguos, que había obtenido sin saberlo un archivo de la Edad Oscura. Las órdenes eran que debía obtener el artefacto con la mayor discreción.
Los muertos no dicen nada.
Tras haber enviado una serie de bombas víricas a la superficie, bajé al planeta, y el espectáculo que encontré era espeluznante.
El veneno no había surtido el más mínimo efecto.
Pero las ciudades igualmente estaban en ruinas.
Luego me enteré de que lo que había hecho el veneno había sido simplemente matar a todas las mujeres del planeta. Sinceramente, no se a que se debió aquel fallo garrafal en las armas bioquímicas, pero cuando le pregunté al Gremio, me dijeron no sé qué historias sobre feromonas, o algo así.
Aun así, La ciudad había sido arrasada de todas maneras por los ciudadanos masculinos que quedaron en el planeta. No sé muy bien que debió de pasar después de los bombardeos víricos, pero tan solo imaginarlo ya es una tarea bastante espeluznante. Lo peor era que toda la masacre había provocado que el noble, muy precavido, contratase algunos mercenarios y se refugiase en algún lugar del planeta, esperando que todo pasase, y con afán de proteger el artefacto. Y, ya de camino, el planeta entero todavía estaba lleno de millones de hombres violentos a los cuales se les salía la baba por la boca, millones de inútiles rabiosos a los que lamentablemente no podía borrar de la faz del universo de un plumazo.
Como aterrizamos en medio de una batalla, sucedió a continuación una secuencia de acción, que no viene a cuento.
Una vez los manifestantes estuvieron muertos, le entregué al héroe Johnner el honor de una medalla Ollanius. Y luego maté a Johnners. Las medallas Ollanius no se dan a cualquiera.
El caso era que, tras varios meses de campaña, con todo el sistema vetado por tropas inquisitoriales, finalmente encontré lo que buscábamos con tanto ahínco. Escondido en un manufactorum en ruinas, el noble coleccionista se había atrincherado junto a tres docenas de guardaespaldas desesperados.
Ordené a las tropas inquisitoriales de la vanguardia que entrasen por la puerta principal, armados con misiles Nunchuk, y rifles láser corrientes y molientes. Pero no conté conque los estúpidos no sabían mirar al techo, así que, doce muertos después, tuve que ordenar otro ataque, esta vez un avance frontal con todas las tropas que me quedaban en la zona (una cincuentena de soldados con el mismo equipamiento que los del a vanguardia)
El intercambio de fuego cruzado fue atroz. Usamos columnas y barricadas para guarnecernos del fuego enemigo, y se utilizaron miles de argucias para poder penetrar las defensas enemigas: bombas explosivas, misiles Nunchuk, trampas previamente colocadas, ataques por los flancos… y cuando todo eso falló, recurrí a la clásica estrategia imperial: todas las tropas al frente, correr, disparar, correr, y morir por el Emperador. Víctimas de la superior estrategia imperial, los rebeldes se vieron obligados a retirarse, y yo pude observar los frutos de una batalla inútil.
Ya no me quedaban más tropas, excepto Ultrus. Si mal no recuerdo, aquella fue la tercera misión en la que he tenido que usar al marine de los Manos de Hierro, y su efectividad en las dos primeras misiones ha provocado que se esté convirtiendo en mi guardaespaldas personal para siempre.
A partir de entonces fue Ultrus el que actuó. Quedaban seis enemigos: dos protegiendo al noble, otros dos al acecho, tras la puerta, y otros dos intentando rodearnos. Yo disparé a uno de los rebeldes, y acerté certeramente en una de las columnas del edificio, compuesto de un material que se fracturó, pero no rompió, ante el impacto de mi pistola de dos cañones. Empiezo a creer que mi pistola es inútil.
Ultrus, dispuesto a enmendar su error anterior, corrió hacia los dos enemigos restantes, inmune a los impactos de rifle láser, y los despedazó con la pura fuerza de sus implantes biónicos. No desperdició ni un solo proyectil, con lo cual estoy totalmente de acuerdo.
Luego nos dirigimos a la estancia del noble. Sabíamos acerca de los dos herejes de la puerta, así que Ultrus apuntó con su mano izquierda, y del anverso de esta surgió u misil. Despidiendo una estela humeante, el misil recorrió el manufactorum hasta posarse delicadamente sobre el pórtico y derrumbar el techo de la entrada sobre los emboscadores . Y sigo pensando que mi pistola es inútil.
Dejé que el marine se ocupara del resto: pisoteó los escombros y dio dos rápidos y sesgados disparos de bólter a los aturdidos soldados. Aún hoy se sigue pavoneando de sus actos insolentemente, lo cual me hace pensar que debería coger para la próxima vez esbirros más humildes.
El caso era que ya solo quedaba el noble. Aún recuerdo el momento. Fue… hace días, si mal no recuerdo. Era un vejestorio, una masa de huesos famélicos que temblaba en el suelo, y me miraba con unos ojos absolutamente aterrados.
Escupí al montón de huesos, y le pregunté por el paradero del artefacto. ¡Y me mintió! ¡Me dijo que no había nada! Así que disparé. Un tiro certero que le voló la tapa de los sesos.
Tras el suceso, todavía estaba intentando deslucir cual de todas las antigüedades que el viejo poseía era la correcta que me habían encargado obtener. Afortunadamente, tras una indagación profunda, conseguí por fin hallar el objeto, o más bien el material, y pude por fin informar a la Inquisición. No hubo nada más que decir, y, en palabras textuales de mis colegas, mi tarea era “obtener el artefacto, y que no cayese en manos enemigas”. Me dejaban el muerto a mí, para que corriese con el riesgo. ¿Para qué iba a utilizar el artefacto? Recuerdo que me pregunté.
Así que no hallé la respuesta al momento.
A continuación, tras haber perdido una tercera parte del día, me dirigí a las celdas, y me preparé para terminar de una vez por todas el interrogatorio.
El hereje yacía en el suelo, atado, y aún salpicado con la sangre de las tareas del otro día. Lo cojí, y lo llevé a una de las salas de interrogatorios para empezar a sacarle respuestas sobre sus compañeros de la
Legión Negra, información muy importante para exterminarlos.
Yo no estaba dispuesta a mostrar piedad, y el hereje llevaba tres días aguantando estoicamente sin mostrar la información que tanto precisaba para el desarrollo de as futuras campañas, así que supuse acertadamente que el villano por fin me contaría sus acciones durante la campaña de Nargilius IV.
Desesperado, el traidor me contó todo lo que había pasado durante las últimas cuatro semanas: al parecer su flota había recibido la visita de un señor del pérfido Slaanesh, un importante señor de la guerra muy influyente en esa extraña y caótica sociedad que tienen en el Ojo del Terror. El servidor de Slaanesh les contó que su planeta repentinamente se había rebelado contra sus mermadas tropas. Al parecer los habitantes de Nargilius IV habían recuperado la fe en el Señor de la Humanidad, y luchaban por una vuelta a un sistema más “imperial”.
Admiré a esos malditos mamones malnacidos, únicas almas en un imperio de maldad, una pequeña luz que luchaba contra las fuerzas enemigas en pos de una y justa. Así que maté al instante al prisionero cuando éste, entre risas, me comentó con detalles como había hecho explotar el planeta en mil pedazos.
Al fin había hallado la respuesta.
Me dirigí a la sala de mando, y ordené que se pusiera rumbo a Tolchis IV. De inmediato, la Belllium IV se puso en marcha, preparada para cruzar el vacío del espacio, o, mejor dicho, las locuras de la disformidad. Yo, por otra parte, me quedé ensimismada observando el artefacto. También aproveché para darle una orden al Mechanichum: activar la red de comunicaciones del planeta, y retirarse de inmediato.
Cuando la nave por fin salió de la disformidad, actué rauda: conecté el sistema de comunicaciones al de Tolchis IV, y empecé a hablar pausadamente:
-Todos vais a morir. No hay más cosa que debáis oír. Os habéis rebelado contra la luz del Imperio, y habéis rechazado la seguridad en aras de la insurgencia.
Dejé pasar unos pocos minutos de silencio, y continué:
-Todos vais a morir, y debéis saberlo. Así que, antes de que vuestro planeta vuele en mil pedazos, conoceréis la justicia imperial. Esto, población de Tolchius IV, es lo último que oiréis en vuestras vidas.
Disfrutadlo.
Activé el artefacto de la Era Antigua, y de él empezó a surgir una serie de ruidos y sonidos. Me volví al almirante imperial, y di la orden de Exterminatus.
……………………………………………………………….
Los habitantes de Tolchius IV alzaron, aterrados, la cabeza al cielo, y se sumieron en el más profundo de los pánicos.
Las personas iban corriendo de un lado a otro, como pollos sin cabeza. Los niños, abandonados a su suerte, lloraban con todas sus fuerzas. Mujeres desconsoladas se arrodillaban, resignadas a su destino. Las llamas consumían poco a poco la ciudad, y en el cielo, como un dios vengativo, un Torpedo de Ignición Atmosférica se dirigía al núcleo de Tolchius IV.
Y, por encima de todo aquello, por encima del ruido del as peleas, de los llantos, de la desconsolación, y del fuego de las llamas, por encima de las alarmas de la ciudad, una canción proveniente de los sistemas de comunicación inundaba el planeta por completo.
Don't worry about a thing,
'Cause every little thing is gonna be all right.
Singin': "Don't worry about a thing,
'Cause every little thing gonna be all right!"…
………………………………………………………………….
A veces no tengo que trabajar.
A veces no tengo que condenar a la miseria a millones de almas en pena. A veces no tengo que someter bajo la justicia del Imperio las disconformidades de la libertad. A veces no tengo que actuar en nombre de la Inquisición.
Pero no será hoy ese día. Hoy, bajo mi fe en Emperador, sabré que en el día del mañana me amparará la luz de la paz en esta muerte en vida.
Porque en el nuevo milenio…
…SOLO HAY GUERRA
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- -Padre… vengo a confesar…
-¿Denominación de origen?
-Mi nombre es Isabella, y soy una inquisidora al servicio del Imperio…
-Vaya, ¿Una inquisidora?
-¿Acaba de darse cuenta? Tengo voz de mujer, como todas las humanas
-Oh, bueno, le sorprendería la de voces afeminadas que escucho en el capítulo.
-Mmm… me interesaría…
-Independientemente de eso, ¿Qué requiere, inquisidora?
-Requiero… una confesión
-¿Una confesión? ¿Qué querría confesar?
-Aquí soy yo la que hace las preguntas. Usted solo es una herramienta, un instrumento de poder
-Confiesa ya
-No me exija nada. Estoy aquí para hacer una confesión… en nombre del Emperador
-Prosiga
-Confieso que he cometido un pecado. Hace poco, maté a una persona inocente.
-¿?
-En el último viaje que hice con el capítulo hacia el planeta Adonis IV tuvieron lugar sucesos… escalofriantes
-Ah, Adonis IV. Si, hace menso de tres días desde aquella campaña, los indígenas eran miembros de una especie alienígena subdesarrollada. No debieron requerirse nuestras compañías desde un primer momento.
-Yo ordené la expurgación del planeta.
-…
-Si, comandaba junto al capitán Julius la IV compañía, en afán de penetrar la montaña y despedazar las principales defensas enemigas.
“Ya desde un primer momento me asignaron un patán. Julius era indeciso, gañan, y un patoso.
-Mmm… el capitán Julius realizó previamente campañas muy victorias en el sistema Odanis, no hay que ser tan duro con…
-¿Con un muerto? Ya no responderá
-¿Cómo? ¿Julius cayó? ¿Por qué me entero ahora?
-Ha vivido muy encerrado estos últimos días desde que se dedicó a sus… cosas aquí, pero abajo ha habido guerra, y una guerra muy dura
-¿Cosas? Señora inquisidora, espero no ofenderla, pero he de recordarla que estuve realizando los interrogatorios que usted me pidió desde un principio, cuando acudió a la flota. De hecho, si he podido ahora atender a alguien es porque esos bastardos están a punto de cantar
-Bien. Hablaremos de eso después. Seguiré pues con la historia… ¿Por donde iba?
-Julius ha muerto
-Ah, sí, el incompetente. Bueno, verá, estuvimos marchando por el desfiladero. Ya sabe, paredes de roca, roca a ambos lados, un río totalmente seco
-Sé cómo es un desfiladero señora. Pero, ¿Qué pasó?
-Tuvimos… percances. Yo disparé a un punto del desfiladero donde había escondidos algunos de esos repugnantes seres. Pero los muy cabrones nos respondieron al segundo con una avalancha. Destrozaron la vanguardia, y a Julius, que ha muerto enterrado.
-¿Y lso francotiradores?
-¿Francotiradores?
-Los xenos que dispararon. ¿Los mató?
-No hallamso los cuerpos.
Julisu… meurto…
-Sí, y ahora que acaba de tocar un tema de delicada posición, quiero que proceda a arrojar a los prisioneros al vacío
-¿Cómo? Poseen información muy importante de las rutas de invasión de los piratas neijlik. Por fin podremos…
-Irrelevante. Esa información ya no es de utilidad.
………………………………………………………………..
-¿Y ahora qué?
-No he terminado la confesión, señor capellán
-¿No?
-Señor capellán, creía haberle advertido delicadamente que usted no me va a interrogar
-Lo siento, señora, pero es que estoy acostumbrado a interrogar delincuentes vivos y…
-¿Sugiere algo?
-No, mi señora
-¿Quiere que veamos si puede proceder con sus preguntas… muerto?
-No, mi señora
-Bien. Porque eso sería herejía.
-… Proceda
- Bueno, a decir verdad el enemigo fue aniquilado de forma muy aplastante. Sin embargo, durante las consecuencias de la batalla, pude observar un detalle que en su momento me llamó la atención
-No será lo que yo pienso…
-No sé lo que usted piensa, pero cuando muera, puedo hacer un análisis antropológico de su cerebro. Siempre me pareció fascinante
-Esta conversación se le está yendo de las manos…
-¿Conversación? Usted quédese callado, y déjeme hablar a mi
“Como le iba diciendo, pude observar que sus marines habían adquirido una grave deficiencia genética. Tras horas de pausadas observaciones, pude constatar que los soldados de la compañía estaban expirando una especie de vaho rojo.
-¿Una deficiencia genética? ¡No es posible!
-Sí, lo es
-¿Cómo lo sabe?
-Bueno, no podía confiar para esas tareas en un apotecario…
-Feuermann es un hombre de honor
-…así que utilicé de referencia lo más cercano que tenía
-Usó una referencia…
-Un marine muerto.
-¿Utilizo un cadáver?
-Bueno, cuando lo maté, gritaba como un ser vivo
-¿Y, si tanto necesitaba una referencia, porque no usó la sangre de Julius?
-¿Julius? ¿Quién es…? Mmm… deje de copiar mis palabras, y siga escuchando
-¿Me dejaría decir algo más?
-Lleva toda la confesión hablando, así que no veo ninguna objeción
-¿Qué utilizó de referencia?
-¿El estúpido imbécil?
-No, aparte de aquel valiente marine, que sangre utilizo para comparar patrones sanguíneos…
-Sangre de xenos
-No…
-Oh, yo diría que si. De hecho, ahora que lo pienso… ¿No ha notado turbulencias?
-No, llevo incomunicado desde que me dio esos prisioneros… ¿Cuántos días?
-Nueve semanas. No vi necesidad de avisarle. Entonces, ¿No notó nada?
-No
-Vaya… es que todos sus hermanos de armas han muerto
-¿QUÉ?
-Como lo oye. Se ha ejecutado un Exterminatus sobre su capítulo, y ahora nosotros dos somos los únicos tripulantes de un buque de flota que pronto se hundirá en la negrura del olvido. Yo huiré en la Bellium IV, claro, pero usted tendrá que quedarse aquí
-Entonces… ¿Por qué ha venido a confesarse?
-Originalmente iba a venir para apiadarme de la muerte de un hombre inocente… Pero ahora… ahora sé que tras la mirada de un inquisidor, no hay ni inocentes, ni jueces. Solo culpables. Adiós, inocente.