Nunca escuche un buen argumento lógico en favor de la existencia de Dios. Nunca hubo una sólida prueba que sustentará su existencia en mí. Es bello un copo de nieve, pero se podría argumentar que es una belleza relativa (aprendida) o biológica (armonía), que no da testimonio de ninguna mano creadora. Es sofisticada, compleja e influida de inteligencia la molécula de ADN, pero todos estos atributos podrían ser también relativos y no testimonean necesariamente la existencia de un ser sobrenatural y superior a nosotros. Las estaciones son un engranaje de orden, control y ley en la naturaleza, pero nueva vez, no es prueba fehaciente de que haya una intervención divina o que eso que parece orden dentro del caos, sea orden tal y como lo conocemos bajo nuestro sistema mental. El problema pues, es que muchas personas creyentes, sobre todo muy cultas, se valen de tales "argumentos" y "pruebas" para mediante la razón demostrar que existe un ser creador superior. Para la mente afilada, estas "pruebas" son palabras vanas que no sustentan en medida alguna a algún creador. Y he aquí el gran dilema que ha arropado a la mayoría de los hombres de ciencia y letras, y lo que ha hecho tan incompatible que el hombre de fe pueda comunicar lo que conoce (que no es comunicable) a otros. Dios no esta sujeto a formulaciones lógicas, razonamientos humanos, mediciones físicas o fenómenos naturales. Esta por encima de todas estas cosas. No porque sea un ser muy ajeno y distante, que no pueda ser cognoscible, que no pueda ser comprensible a la mente humana, que sea todo un misterio vetado a los mortales. Dios sí puede ser conocido y comprendido. El problema es que hemos tratado de buscarlo con las herramientas equivocadas.
El hombre moderno, sobre todo el hombre occidental, cree que la cuestión de Dios ya ha sido superada por la humanidad. Que es sólo el viejo recuerdo de un pasado antiquísimo y supersticioso. El hombre de hoy, que sólo se guía bajo la luz de la razón, cree en gran medida que la ciencia (cientificismo) es el único instrumento bueno y válido para conocer la realidad. Se ha habituado a pensar que sólo existe todo aquello que puede medir, palpar y cuantificar. Todo aquello que es lógico a entendimiento humano. El mundo espiritual no le suscita interés porque no puede ser medido bajo ningún instrumento científico. Cuando Dios le ordena a las nubes que vayan y rieguen la tierra para que brote vida y vida en abundancia, el hombre que sólo ve a través de la razón, ve fenómenos meteorológicos, procesos físicos, químicos o biológicos, ve sólo las partes en las que ha segmentado la realidad. Ve un universo muerto, mecánico, indiferente, regido por el azar y la casualidad. Tiene de frente el misterio de la vida, pero no es capaz de verlo, como sí lo hacían los antiguos. Aquel hombre místico, espiritual, supersticioso, que veía en el rocío de la lluvia la bendición del Creador para la tierra y era agradecido.
Ahora, siglo XXI, el milagro para constituirse como milagro, debe ser probado en un laboratorio, sustentarse en una fórmula matemática, estar regido bajo las inquebrantables e infranqueables leyes de la naturaleza. El hombre que sólo se guía por medio de la razón, ve sólo muerte en la vida. Se dice así mismo que lo real es sólo aquello que pueden palpar sus sentidos. Pone principio y fin a la vida, la delimita al darle por nombre vida a lo que inicia y palpan los sentidos y muerte a aquello que a simple vista parece el fin de la misma, a esa otra faceta donde la vida continúa pero en forma distinta. Se maravilla así mismo ante la belleza, el orden y la inteligencia de la creación, canta loas a su majestuosidad aunque nadie le haya enseñado a cantar o a maravillarse, y a ello llama relativismo moral, constructo social, herencia cultural, código biológico. El gen egoísta y la selección natural dan supuesto testimonio de que la vida es una competencia capitalista y azarosa de todos contra todos. La ley del más fuerte le llaman. Ignorando que todo convive en armonía por la invisible inteligencia que hace que hasta los cadáveres sean de utilidad y abonen la tierra, donde nada se pierde, donde todo sirve al todo, donde hay comunión y sinergia entre la naturaleza y todas las especies, no competencia, no supervivencia.
Todo esto lo ha olvidado el hombre occidental, viciado por el pensamiento griego, herencia del mundo helénico, por el cientificismo nacido de la Ilustración. Platón decía que los antiguos eran mejores que nosotros y estaban más cerca de los dioses. He aquí el motivo del distanciamiento del hombre moderno con la fuente eterna y creadora de la vida. El hombre, ser espiritual, corona de la creación, nacido de las cosas invisibles, ha perdido la fe. La Fe es ese componente que nos conecta con el mundo espiritual y nos acerca a Dios. Pero el hombre racional no sabe lo que es la fe, sólo tiene una idea vaga de lo que cree podría ser. Yo os digo que la fe no es refugio. Refugio en otra vida mejor que esta. No es un rehuir a la muerte. No es abrazar la ignorancia. Maldecir el conocimiento. No es una actitud cobarde, desganada, despreocupada, irresponsable ante el saber. No es ante todo, una actitud mental irracional. No es lo opuesto a la razón y no es su enemiga. La fe no es dogma ni fanatismo. No es creencia vana, ciega y vacía. No es un placebo. No es una actitud mental, o filosofía optimista de la vida. La fe es una cualidad innata en el hombre que lo conecta con el mundo espiritual, que es tan lúcido y real como el mundo físico. La fe es un don de Dios para conocer las cosas invisibles de su mente y de su reino.
Ninguna persona seria de Fe, cree por pruebas físicas o hechos lógicos. Un Dios que puede ser contenido en un laboratorio, probado en una teoría matemática, descubierto por un razonamiento lógico, demostrable a través de la física, no es el verdadero Dios, el Dios viviente. Ningún profeta creyó en algo que era visible a sus ojos, todos creyeron primero por fe en la Voz que penetraba en el alma. Esta distinción es de suma importancia, porque el hombre contemporáneo, sea creyente o no, tiene que entender que Dios no puede, más importante, no necesita ser probado o demostrado. Él se hace visible a quienes lo buscan, pero tampoco puede ser buscado, porque es Él el que decide quién lo encuentra y quién no.
Llegados a este punto, y entendida la dimensión espiritual, aquella donde habita Dios, aquella que no es visible a ojo humano y que no puede ser atrapada bajo microscopio o telescopio de hombres. ¿Cómo saber entonces cuál es el verdadero Dios?
La pregunta es una pregunta mal formulada, porque la cuestión no es cuál, sino quién. Dios es aquel que en todas las religiones, ha fundado el mundo. Él que se ha revelado y manifestado en cada una de ellas desde la antigüedad, es ese al que buscan los hombres en todo tiempo y toda cultura. Por lo que no se puede caer en la trampa de monopolizarlo, de atribuirlo a un dogma concreto. Dios le habla a los hombres a través de muchos medios y muchas maneras, su Voz puede ser escuchada seas musulmán o cristiano, católico o evangélico, sintoista o taoista, budista o hinduista. En mí país Dios puede ser conocido con facilidad (no únicamente) a través de su Palabra, la Biblia. Otro estertor de dolores de cabeza para la mente no diáfana sino racional.
Yo también me concebi ateo en mi juventud al leer la Biblia de forma supercial y declarar que era un libro de fábulas, supersticioso, arcaico, contradictorio, manipulado por los líderes para controlar y someter a los pueblos ignorantes e incultos. En realidad nunca tuve una comprensión profunda de la Biblia, nunca la estudie, y nunca medite sobre lo que allí estaba escrito. Nunca busque instrucción de otros que conocían más que yo. A la primera duda, contracción o confusión, naturalmente inválidaba todo lo que había leído. Al estar cegado y en la oscuridad por sólo guiarme a través de la razón y mis ojos carnales, no podía entenderla y mucho menos comprenderla. La Ley eran sólo mandamientos barbaricos, anacrónicos, inescrupulosos, que iban contra la vida y los placeres de la misma. Claro, no todo era sombra, había sabiduría, buenas normas y buenas costumbres, manual de provecho para una vida digna, pero yo no necesitaba eso para tener una vida honrada y en rectitud. No necesitaba premio o castigo en otra vida para condicionar mi conducta al bien aquí en la tierra. En pocas palabras, no era un libro aprobado por el rigor científico, por lo que sabemos hoy del mundo, y moralmente era muy cuestionable. Las enseñanzas de Jesús estaban bien, pero poco más.
A nivel filosófico el Dios descrito en este libro también suponía un gran problema para mí. Lo sabe todo, pero da libre albedrío. Es infinito su amor, pero permite el sufrimiento. Es perfecta la creación, pero el mundo se desborda de dolor y maldad. Es recto pero hay injusticia en la tierra. Todo lo puede pero el mal existe. Castigó al hombre, toda la tierra y toda la humanidad por simple desobediencia. Promete salvación, en la desconocía dimensión de la muerte. Su juicio se ha postergado por 2000 años de crueldad y pretende destruir allí a todo aquel que no quiera someterle adoración. Promete un paraíso eterno, para esclavizarnos en perpetua subyugacion y adoración. Es celoso, posesivo, rencoroso, vengativo, asesino, malvado, cruel, a la par que dice ser misericordioso. En su Nombre los hombres le han quitado la vida a millones de inocentes. La humanidad se ha estancado por siglos. Sus papas y padres han ultrajado a sus feligreses. Pastores que se lucran con un diezmo obligatorio y sin sentido. Milagros y prodigios de embaucadores hechos a la luz de las tinieblas donde el ojo de la ciencia tiene las puertas cerradas. Cientos de sectas y religiones, todas proclamando para sí el monopolio del Dios verdadero. Un Dios antropomorfo que glorifica al hombre como lo mejor de la creación, no tiene en cuenta otras formas de vida y se preocupa por un gusano con un cerebro un poco más sofisticado que el gusano medio, perdido en una diminuta roca de la inmensidad del espacio sideral. Ante toda esta angustia mental, siempre escuche como respuesta que sus caminos son misteriosos, o un silencio apagado de quienes se profesaban creyentes de este Dios.
Todas estas y demás tonterías, sí, tonterías, rondaban por mi cabeza y sé que han rondado en la mente de quién me lee. Sepa que ese Dios, no es el Dios de la Biblia. Esos razonamientos lógicos y filosóficos en contra de su existencia, o están dirigidos a una caricatura malformada, a una proyeción subjetiva y personal del Dios verdadero, fácil de desarmar y desmantelar, o directamente son razonamientos pobres y falaces. Dios está mal entendido y mal comprendido por muchos creyentes, pero más es el número de ateos, agnósticos y no creyentes que tienen una imagen completamente deformada del Dios verdadero. Dios no tiene culpa de que sean tan pocos los que le conocen en realidad. Tampoco tiene la culpa de que el incrédulo se deje seducir por pobres razonamientos aunque en su mente le resuene como el cenit del intelecto humano.
Sabiendo entonces, cómo encontrar a Dios (a través de la fe) y sabiendo diferenciar quién es Dios de quién no es (el Dios vivo de una caricatura pobre y subjetiva), queda la pregunta ¿en qué me beneficia a mí seguir a este Dios?
Actualmente el mundo, sobre todo el mundo occidental, está atrevesando la mayor crisis de la historia de la humanidad, que no es política, social, tecnológica, económica, cultural o ambiental, sino espiritual. El hombre moderno se ha distanciado de Dios y esto ha traído problemas incalculables en au vida y a nuestra querida morada, la tierra. Este es un problema que me ha preocupado e inquietado desde hace años, empero, no sabía identificar con claridad cuál era la causa del incremento descomunal de la locura, indiferencia y deshumanización en el mundo. Pero sepan que esta crisis espiritual, invisible, más temible y peligrosa que todas las demás a la que haya hecho frente el género humano, esta irrumpiendo en todas las facetas de nuestra vida para nuestra ruina definitiva. En este mundo cientificista, tecnocratico y viciado del yo, del ego, del individuo. Esto tenemos que combatirlo ahora que todavian quedan fuerzas. Perfeccionandonos a imagen y semejanza nueva vez del Creador, pues no hay ningún otro remedio o antídoto para combatir contra esta crisis de índole espiritual, de la que forma parte todo lo que es visible en el mundo material.
Muchas almas se están perdiendo, ya no en el mundo espiritual, sino en el mundo físico. Hombres que no aprecian la vida pero codician la inmortalidad. Hombres que buscan la unión con las máquinas, con la inteligencia artificial. Hombres deseos de colonizar vida en otros planetas sin siquiera saber definir la vida en la tierra. Hombres que sin ser máquinas han perdido toda empatia y toda semilla que los constituía como seres humanos. Hombres que viven en apatía, depresión, ansiedad, cada vez en números más alarmantes. Desprecio por la vida. Por la reproducción. Por la naturaleza. Hombres embriagados de ego, de orgullo, que han perdido toda conexión con el hermano, con el vecino. Hombres que aborrecen una vida en comunidad. Hombres vacíos, tristes, carentes de sentido, de propósito, cadáveres andantes. Hombres y mujeres orillados a ser meros productos de consumo y deseo, artículos en un mercado de superficialidad y promiscuidad. Hombres abominables que ven como muerto lo que está vivo. Hombres que han colocado como máximo ídolo de sus vidas al capital, que no habla, no siente ni llena. Hombres con un vacío que no puede ser llenado por nada ni por nadie, ni por los sueños, las metas, los proyectos, el dinero, la familia, los hijos, la pareja, los amigos, el alcohol, las fiestas, los videojuegos, las mujeres, los emprendimientos, lo material, lo intelectual, nada llena, nada calma, nada sacia la sed. Alcanzado el ideal y objetivo deseado, buscamos el otro, y así afanosos hasta el final de nuestros días en una empresa destinada desde nacimiento al fracaso. Perdemos de vista lo importante y con ello nuestro tiempo prestado en este mundo. Ninguna de estas cosas llenarán jamás la insaciable alma humana. Siempre buscamos más, porque somos buscadores de lo Eterno, de Dios, que es Él único que puede llenar el vacío infinito del espíritu humano. Cuando Dios entra y lo dejas habitar en la morada de tu alma, no importa si pierdes a tus hijos, a tus padres, si estás sólo en la vida, si no tienes dinero, si nadie te quiere, si te aborreces, si el mundo te abandonó, si los hombres te dieron la espalda, si te sientes triste y vacío, si nadie te comprende, si lo tienes a Él, NADA en la vida te hará falta ya. Dios no es circunstancial, su Júbilo inunda tanto en la luz como en la oscuridad, en la tristeza, como en la alegría. Cuando nos entregamos al Señor dejamos de buscar en la banalidad de la vida y somos al fin completados. Esto no quiere decir que ya no habrá más dolor, ni más tribulación, sí, pero caminando de la mano con Dios, se borra todo temor.
Muchas personas dicen que no necesitan de Dios para hacer el bien. No necesitan un premio de recompensa o el temor de un castigo para obrar con rectitud, pero es que con Dios se busca hacer el bien por genuino amor a la creación, incluso cuando pesa y cuando duele, anhelamos servir a otros porque amamos con locura todas sus obras, somos capaces de lograr aquello que es inhumano en la naturaleza del hombre. No se trata de recibir recompensa alguna, ya que nada merecemos, se trata de agradar y obedecer la Voz del Señor por lo infinitamente bueno que ha sido con nosotros, por el amor incondicional que nos tiene, por la majestuosidad de todas sus obras. Es una entrega absoluta y voluntaria, no condicionada por ningún ministro o sacerdote, por ningún miedo a la muerte o por ninguna esperanza en la tierra prometida. Porque sí, Dios es infinitamente bueno y nos ama pese a este dolor pasajero que vemos y experimentamos, esta pequeña tribulación que estamos pasando, porque Él a contado todas y cada una de las lágrimas de la humanidad desde el principio hasta el final de los tiempos y nos va retribuir todo ese dolor y sufrimiento con bendiciones eternas y abundantes, porque su Palabra es fiel y sus Promesas siempre se cumplen. Porque Él no es hombre para errar y para mentir. Esta promesa no sucederá en esa tierra monótona y aburrida que se imagina el hombre post socrático, donde alabaremos contra nuestra voluntad, sino en esa tierra donde no existirá rutina, o monotonía alguna, donde cada día será genuinamente nuevo y fresco, donde no existirá angustia, ansiedad, miedo, temor, muerte o enfermedad, porque Dios todo lo que creó, lo creó BUENO, y sólo tiene planes de bien y no de mal para nosotros, abundantes bendiciones, inconmensurables e inmerecidas. Sólo queda confiar y buscar al Señor con toda nuestra alma y todo nuestro corazón. Esta pequeña tormenta en la tierra será como mota de polvo en la bastedad de la eternidad de luz, gracia y gloria que tendremos bajo las alas del Señor. Tampoco hace falta esperar a mañana, al paraíso celestial, caminar en el Espíritu HOY, transforma para siempre tu vida, y ya ni el dolor, la muerte o la enfermedad tienen poder y control sobre ti, el júbilo entra como mar embravecido y vendaval sin barrotes en la vida desde que abrimos nuestro corazón al rostro del Señor.
Eso o podemos seguir viviendo bajo la sombra de un universo indiferente, mudo y sordo ante nuestro dolor. En una existencia absurda, vacía, carente de sentido y de propósito más allá del que le da cada uno a nivel subjetivo y personal, para tener un motivo por el cuál levantarse mañana, si es que acaso quedan hombres con esto. Creyendo que el Cosmos esta destinado a morir y los hombres a perecer porque así lo declaran nuestras infalibles estadísticas astrofísicas. Pero no importa mientras hoy pueda vivir como me plazca verdad?, total estamos solos y debemos salvarnos solos, ya desentrañamos los misterios más relevantes de la realidad, le dimos muerte a Dios hace siglos y salvo unos cuantos supersticiosos, sabemos de dónde viene el rocío de la lluvia y la luz matinal que riega la tierra, que la incomprendida muerte no es otra cosa que el fin de la vida, y que es mejor aceptar esta desoledora verdad que ilusionarnos con mentiras y engaños dulces de tierras prometidas y paraísos celestiales. Al que le sirva apostar a dioses barbudos o reencarnaciones místicas, pues bien por él y que ojalá le toque la suerte del otro lado, porque para nosotros poco importa lo superfluo, mientras bebamos y comamos del Gran Banquete que no sé sabe de dónde vino, ni a dónde irá, ni cuál fue la mano que proveyó de él, nada más tiene relevancia. La vida ya es muy afanosa para perderse con divagaciones filosóficas juveniles, toca seguir laburando para poner comida en la mesa, que el tiempo se nos acaba, y debemos apurarnos, pues mañana no estaremos y nadie se acordara de nosotros ni nuestras obras, porque todas serán absorbidas por la muerte, todos nuestros éxitos y fracasos devorados por el abismo, del cual que sepamos no ha regresado ningún viviente, así que para qué afanarse con lo superficial. Puedo vivir independientemente bien por mí mismo sin hacer mal a nadie, disfrutar de los pequeños placares de la vida, y si acaso pierdo la apuesta, no pasa nada, tampoco tenía interés en una vida eterna, monótona y aburrida con el viejo de barbas blancas obsesivo de alabanza y adoración.
Es esta pobre, lamentable, orgullosa y egoísta mentalidad la ruina del siglo XXI. El progreso no resultó como creían nuestros padres y antepasados, en esa luz que iluminaria el futuro. El hombre ha quitado a Dios de su lugar para ponerse él, y con ello ha venido la segunda gran tragedia de la humanidad. Esta independencia lejos de mejorar nuestra situación aquí en la tierra, sólo la ha empeorado a niveles muy alarmantes, donde incluso hemos perdido gran parte de nuestra humanidad y sensibilidad aunque no tengamos el valor de reconocerlo. Porque claro, mejor el tormento eterno antes que ponernos de rodillas y servir al Creador. Todo antes de reconocer que nosotros y todo lo que existe le pertenece a Él. Antes que reconocer su omnipotente arbitrio, que no reconoce ninguna ley ni ninguna autoridad más que la de su propia Voluntad. Porque el hombre sin Dios, nada puede lograr. Un mundo que no ve a través de la Fe, es un mundo dónde nada se entiende y donde todo es locura, donde el científico no encuentra la fuente y el sabio no ve más que absurdo y tormento en la existencia. Un hombre que no camina en el Espíritu, es un hombre que no puede vivir la vida plena, la que no necesita de nada material o inmaterial para estar completa. Un hombre que no siente el rocío de la lluvia, que no escucha el canto de los gorriones, que no encuentra deleite en las nubes del cielo y que no siente el cobijo del cielo estrellado, más que si acaso a nivel superficial y banal. Un hombre orgulloso es un hombre que no puede escuchar la apacible, tierna, delicada y amorosa Voz del Creador de la vida. Dios vive y habla desde la fundación del mundo hasta hoy, su amor no a cambiado ni un milímetro y su misericordia es trillones de veces más inmensa que su ira. Él nos ama y nunca ha dejado de hacerlo. Si hoy vives es porque Él así lo quiere, porque tu vida tiene un propósito y un sentido y viniste a la tierra para deleitarte con sus infinitas y maravillosas obras. No es de sabios guardarse estas cosas para sí mismo, sintiendo vergüenza del Señor, por la mofa de los incrédulos, porque Dios guardo todas estas cosas para los humildes de corazón, los que se arrodillan y no son dependientes de sus propias fuerzas y su propio entendimiento, que es vano y fútil si no viene de la mano del Creador. El reino existe, pero esta hecho para los valientes, los esforzados y los violentos. Para todos los marginados que la vida olvidó y el mundo apartó a un lado. Para todo aquel que tiene sed y está cansado de esta vida vacía y pasajera.
Sé que es difícil para el hombre de poca fe creer en éstas cosas, porque yo he sido ese incrédulo, ese cascarón vacío y sin fe, así que aunque no creas o te cueste, y si estas cansado o cansada de esta vida tan acelerada y caótica, clama al cielo y pídele al Soberano del mundo que se manifieste, que abra tus ojos espirituales, Él escuchara tu oración y entrará en tu vida para cambiarla y colmala de bendiciones abundantes e inmerecidas, y la mayor dicha, podrás tener relación e intimidad con el Creador del universo, aquel que te formó bello y hermosa, que te ama aunque tú no encuentres amor en ti. Sé que habrá mucho dolor y muchas cosas que no vamos a entender en nuestro periplo por esta vida, pero confien y sean valientes hermanos, porque el Señor ha hecho esta inmortal y poderosa Promesa:
Tu hombre del siglo XXI, abre los ojos y despierta de las tinieblas. El milagro y el misterio de la creación ocurre todos los días frente a tus ojos invitandote a buscar el rostro del Señor, ahora más que nunca es preciso refugiarnos en la Verdad, ser fuertes y valientes, porque las heridas de la tierra son ya muy hondas para sanar, y ella clama con dolor al Todopoderoso, por la Justicia y Venganza de su mano restauradora y su brazo poderoso.“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”
(Juan 16:33)
