Haré un par de críticas rápidas, que no tengo mucho tiempo. En fin, pues yo el último que me leí fue
Esto que ves es un rostro, de Lolita Bosch. Genial. Pura literatura. Una reflexión acerca de la vida y la muerte, de una sencillez extraordinaria y al mismo tiempo aterradoramente profunda. Tanto los pequeños fragmentos escritos por su padre -muerto- y sus propias reflexiones, son una preciosa manifestación de arte.
El libro se estructura a partir de los pensamientos desordenados -que reflejan la confusión y el dolor propios tras la pérdida de un ser querido- de la autora. Es una reflexión existencial, una disección del alma, que hurga en los pensamientos y recuerdos más profundos y escondidos del ser humano. Es nuestro rostro, el mismo rostro del hombre muerto, el rostro de la autora y el de nuestras propias almas el que es contemplado durante toda la novela, pues todos, por algún motivo u otro, nos vemos reflejados ese conjunto armónico de palabras. Son también nuestros anhelos, nuestros recuerdos, aquellos que vamos escondiendo desde nuestra infancia, es la sencillez y la complejidad de la vida, es la lógica y el delirio.
Vamos, que es de esas novelas que te enseñan a apreciar la literatura en sí misma -sí, yo también soy una amante de los argumentos adictivos, pero me gusta leer preciosidades como ésta también-. Dejo aquí la contraportada del libro:
- Spoiler: Mostrar
- La muerte siempre ha impactado profundamente al ser humano. Implica un misterio, un enigma que al mismo tiempo revela, en contraste, el signo de la vida. Más que en esta última, es en la primera donde se expresa con mayor nitidez la esencia del ser humano. El rostro de un hombre muerto es, por tanto, manifestación de vida, de aquella que dejó de ser pero que sigue siendo para quien lo mira: es eso lo que refleja la última mueca, lo que se desliza en los pliegues de piel inerte que componen el gesto eterno. Es entonces cuando un flujo de sensaciones, pensamientos, recuerdos, imágenes y reflexiones irrumpe en la mente y la atrapa en su lógica delirante, tal y como ocurre en esta breve pero intensa novela. Este libro es, pues, una evocación de lo que fue y una búsqueda de lo que se es a partir de la contemplación de un rostro —un pedazo de tierra fragmentado en tres añicos— del que en realidad no se sabe más que lo que produce en quien lo mira. Una simple imagen detrás de la cual no sabemos qué hay, un indicador de algo que sabemos qué es: eso es el rostro. De ahí la imposibilidad de decir lo que se está diciendo, reiterada a lo largo del texto, pues ese rostro no es otro más que el nuestro, el de todos, el del efímero hombre que avanza como una flecha hacia la muerte y que jamás podrá saber de qué está hecho.
Por otro lado, prometí una crítica de
La Caída de los Gigantes hace tiempo, pues pese a la novela comentada anteriormente, me encanta Ken Follet –Los pilares de la tierra, Un mundo sin fin, En el blanco…-. Pero tengo que admitir que su última novela fue una decepción, que sólo consiguió engancharme en momentos muy precisos y concretos, pues –al ser basada en la IGM- el contexto histórico le queda grande: el argumento interno se pierde dentro de un argumento externo demasiado extenso, demasiado global como para trazar una historia interior mínimamente decente. Pierde la pasión que reflejaban sus obras situadas en la Edad Media y que tanto le caracterizaba: conseguía engancharte pese al uso de personajes completamente tópicos y mayoritariamente planos. Quizás el libro sea más interesante para aquellos que no sepan mucho de historia contemporánea, pero si tienes un mínimo de conocimientos, el libro resulta prácticamente insustancial.
Aunque no lo parezca, me jode tener que criticar a Follet, pues pese a ser bastante comercial siempre lo había defendido acérrimamente…
Por cierto, brutal la trilogía de
Los Juegos del Hambre, pero Kaala ya hizo una excelente crítica hace tiempo, y no tengo nada más que añadir, solamente que el primero me gustó y el segundo más, pero el tercero –y el final, principalmente- me dejó sin palabras. No os dejéis engañar por el estilo tan poco literario con el que está escrito, de verdad: vale la pena leérselos.
Vale, sí, me he pasado tres pueblos escribiendo. Soy una friki de los libros, lo admito xD