Me permito traer el debate iniciado en el tema de la
Comunidad LGTBI+ de PK a este tema, que creo que es más apropiado.
Coincido en líneas generales con lo que ha dicho Pillo en el citado tema, pero me gustaría matizar algunas cuestiones.
Si bien es cierto que el factor cultural es muy relevante a la hora de desarrollar algún
trastorno (utilizo este término a falta de encontrar uno mejor, entendido en el sentido que tiene, por ejemplo, en
trastorno de ansiedad) relacionado con el sexo, que ha sido tratado como un tabú, se ha estigmatizado y se ha sobredimensionado prácticamente desde el inicio de la civilización (no sólo, ni mucho menos, en el mundo cristiano-occidental), no es este el único ni el principal factor para que se desarrollen estos trastornos, aunque sí tiende a interrelacionarse con otros factores para acentuarlos.
En primer lugar, puede darse el caso de haber sufrido alguna
experiencia traumática relacionada con el sexo que influya en nuestra posterior relación con él. Esta experiencia traumática no tiene por qué tratarse de un abuso o de una agresión, sino de una primera experiencia consentida problemática o, incluso, de haber pillado a los padres en medio de la fornicación. El abanico es muy amplio, ya que lo que a una persona puede no afectarle, a otra puede causarle un problema que se cronifica y es difícil de superar (pero que, con los medios adecuados, en la mayor parte de los casos es posible dejar atrás).
Después, nos enfrentamos a los
factores ambientales y socioculturales. Aquí es donde entra en juego el factor "cultural/mojigato" al que hace referencia Pillo, pero no se limita a monopolizar el asunto. El trato y la importancia que en una familia se dan a la sexualidad tiene la capacidad de influir enormemente en el desarrollo de ésta en los hijos. Tanto en forma de represión, como de ausencia (no se habla en ningún caso, el hijo es el que tiene que descubrirla por su cuenta en su totalidad), como de normalización y naturalización (la más deseable, por supuesto). No sólo la familia, sino todo el entorno cercano de un individuo acaba influenciando en su manera de relacionarse con el sexo, especialmente el grupo de amigos y amigas que, siendo de la misma generación, pueden adoptar actitudes muy diversas con respecto a este tema. Esto es importante, sobre todo, en los casos en los que en casa no se habla nada sobre sexo, siendo un tema tabú.
También,
la relación que tenemos nosotros
con nuestro propio cuerpo influye en nuestra visión subjetiva del sexo, pues se trata de la forma de intimidad física por excelencia. No me voy a meter aquí en la responsabilidad de la sociedad en este tema, ni en nada de eso. Sólo diré que, si nos sentimos mal o inseguros con nuestro propio aspecto físico, nos será mucho más difícil acceder a todas las formas de intimidad física, en este caso especialmente cuando no exista una conexión de confianza y afinidad previas lo suficientemente grande.
Por eso, cuando nos encontramos con lo que podemos llamar como un trastorno afectivo-sexual, es decir, con dificultades o incertidumbres a la hora de mantener relaciones sexuales (que pueden manifestarse de forma física como la disfunción eréctil o el vaginismo, o de forma psicológica, aunque normalmente ambas están relacionadas), tendemos a hacernos preguntas profundas y a buscar un "sentido" que quizá no es tal, sino una combinación de una serie de factores mucho más comunes de lo que en un principio podríamos pensar. Muchas veces, lo que llamamos "autogestión" no es sino una manera de defendernos ante nosotros mismos por la incapacidad de que las cosas fueran como nos gustarían en el tema sexual.
En mi caso (heterosexual), perdí la virginidad a una edad relativamente tardía, y en mis primeras relaciones tuve que manejarme con una serie de miedos que me impedían disfrutar plenamente del sexo. Mi psicóloga, que me ayudó a superarlo, definió mi caso como
ansiedad sexual, algo muy común, que se podría definir como (según Google) una preocupación excesiva entorno a las relaciones sexuales, que lleva a la persona a centrar su atención en éstas en vez de en el disfrute de dichas relaciones. Y esto es lo que creo que ocurre en la mayoría de las ocasiones en las que nos preguntamos si es que nos pasa algo malo, o raro, en el plano sexual, o si somos asexuales, demisexuales o cualquier otra etiqueta particular. La respuesta es: no (en la gran mayoría de los casos). Pero hay tantas maneras de relacionarse con el sexo como personas hay en el mundo.
En fin, perdón por la parrafada, pero espero que pueda servir a alguien para aclarar sus ideas, si es que lo necesita.