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- Luffy descubre que quiere ser "el Rey de los Gaviotas". Antes de que su tripulación pueda hacer nada, el muy idiota intenta echar a volar desde un acantilado, y si bien no lo mata la altura, se ahoga al caer al mar y no poder nadar, muriendo sin cumplir su sueño (de ser "El Rey de las Gaviotas"). En aquel momento, la banda se divide.
Zoro acaba de rurouni (espadachín errante), haciendo encargos mal remunerados, y se da a la bebida, lamentando el ser incapaz de volver a casa por su propio pie. Al cabo de un tiempo, muere de un coma etílico.
Nami le echa cara al asunto. Sin decir ni una palabra, deja a sus colegas tirados en la isla donde murió Luffy, llevándose el Sunny con ella para venderlo. Lo que no sabe hasta más tarde es que Franky va con ella, pues se había quedado de guardián del barco. Nami engaña al cyborg y activa el modo autómata de este, pulsando un botón alojado en su entrepierna derecha. Luego vende al cyborg como robot de servicio, y el comprador monta una cadena de restaurantes en el Grand Line conocida como McFranky, donde montones de réplicas robot del cyborg sirven comida rápida a sus clientes (en tanga). Nami vuelve a su pueblo, donde con el dinero recaudado por las patentes del Frankybot y el Sunny, monta un imperio de lencería femenina que se extiende por todo el mundo y cuya venta hace furor entre los okamas. Como no es un ser inhumano, y tiene su corazoncito, manda acuñar una estatua de oro por cada uno de sus antiguos nakamas. Estatuas que luego vende al mejor postor en subastas benéficas para Cocoyashi (subastas de las que ella percibe el 90% del dinero recaudado).
“Usopp, con Luffy muerto, toma la capitanía de una banda pirata ahora sin tripulación. Sin nadie a su lado, cruza todo el Grand Line, derrotando a los Yonkô, el Ouka Shichibukai y haciendo temblar al mismísimo Gobierno Mundial. El Ejército Revolucionario se hace partícipe de su causa, y finalmente logra llegar a Raftel y encontrar el One Piece, proclamándose como Rey de los Piratas y Bravo Guerrero de los Mares.” O eso es lo que cuenta cierto anciano de larga nariz, que disfruta de la jubilación en una bella mansión, junto a su hermosa esposa, una afamada doctora, en algún apacible pueblo, allende los mares del East Blue.
Sanji, sin la compañía de su amada “pelirroja” y su encantadora “morenaza”, se hunde en una terrible depresión. Hecho un mar de lágrimas, parte sólo en un pequeño barco, con la intención aún de cumplir su sueño, encontrar el All Blue. Tras mucho navegar, acaba naufragando en una isla que le suena familiar. La isla en cuestión no es nada más ni nada menos, que “Kamabakka”, el reino de “Solotravestis”. Sanji sufre un año más de horribles persecuciones, deseoso de morir, pero también de cumplir su sueño. Entonces, un buen día, en su intento por ocultarse del acoso de los okama, se mete en una cueva en la que se topa con una gigantesca piedra. ¡Un poneglyph! Pero no sólo eso, frente a esa piedra, como una figura celestial, se hallaba, ¡Nico Robin! El cocinero no era capaz de caber en sí de gozo, hasta que con mucha dificultad y tras varios intentos de hacerse oír por el cocinero, la arqueóloga le explica que aquel poneglyph indica que su ansiado All Blue, no es otra cosa que las aguas que rodean aquella isla. Dicho esto se marcha del lugar, tras liberarse con mucha dificultad de la babosa presa del enamorado cocinero. Con su “morenaza” fuera de escena, Sanji por fin comprende la situación en la que se encuentra. El mar de sus sueños se encuentra ante él, pero bañando las costas del peor de sus infiernos. Hecho un manojo de lágrimas, Sanji decide seguir la estela de su capitán, y arrojarse a las turbulentas aguas del All Blue, desde uno de los acantilados de Kamabakka. “Seré enterrado en el mar de mis sueños”, se dice. Pero una hermosa voz le detiene en el lugar. La mujer más hermosa que hubiera visto jamás, con una belleza que eclipsaba a las de la Emperatriz Pirata y la Princesa Ningyo, avanzaba hacia él, corriendo y gritando su nombre. Sanji se lanzó a sus brazos y fue recibido con ternura en la calidez de su pecho. Lleno de felicidad, la propuso matrimonio y ella aceptó. Sanji vivió hasta el fin de sus días con aquella mujer, lleno de una felicidad plena, sin llegar a saber lo que aquella muchacha tenía realmente entre las piernas.
Chopper intentó seguir su travesía por el mar en solitario, pero tras un naufragio acabó llegando a la isla donde Wapol había instaurado su imperio juguetero. El afamado multimillonario, con su empresa a punto de que quebrar, vió la solución a sus problemas en aquel antropomórfico animal. Durmió al pirata mediante drogas, y lo dejó en manos de su hijo, que con los poderes de la clon-clon no mi, una paramecia que había ingerido, hizo un montón de réplicas del reno. Cuando hubo generado unas cien copias, Wapol mandó deshacerse del Chopper original, y su hijo lo dejo sólo en las calles, como se deja a un perro abandonado. Tras esto, la empresa de Wapol siguió haciendo copias de las primeras, y estas copias acabaron siendo disecadas y vendidas como peluches para todos aquellos amantes de las “cosas abrazables”. Wapol se hizo todavía más rico, y su empresa salió a flote triplicando las ganancias que tuviera antes de decaer. Chopper, que pese a todo seguía vivo, vio como su imagen se retransmitía por todo el mundo, y los peluches creados a partir de su ADN, eran alabados por todos. Aquello casi lo hizo morir por un síntoma con agravantes de “alegría interior malamente disimulada”, pero se sobrepuso al ver un anuncio en un Den Den Mushi Visor, donde se le presentaba como “Choppa, el Mapache Amigo de los Niños”. Tremendamente furioso por aquello, se metió para el cuerpo no una, ni dos, ni tres, sino hasta diez Rumble Balls, convirtiéndose en una mole de destrucción imparable, que al grito de “¡¡¡NO SOY UN MAPACHE, SOY UN RENO!!!”, destruyó todo la isla. Dicen que cierta mole verde y musculada de nuestros días, no es otra cosa sino un descendiente suyo.
Robin navegó por todo el Grand Line en busca de respuestas al Siglo Vacío. Tras encontrar multitud de poneglyphs donde sólo se relataban estupideces como “el paradero del All Blue”, “cuál es el tesoro conocido como One Piece”, o “el porqué Pell no murió en Arabasta”, finalmente fue en Raftel donde halló la repuesta. Al parecer, el culpable de todo aquello fue un tal Eiichiro Oda, residente en Tokio, Japón. Sabiendo esto, Robin recurrió a sus contactos en el Ejército Revolucionario, y tras desenterrar la totalidad de las Armas Ancestrales, cuyo paradero ya le era sabido tras leerlo en los poneglyphs, abrieron con una de dichas armas un portal dimensional hasta la realidad alternativa del mangaka, y avanzaron con su flota por el mar de aquel mundo, rumbo a Japón y con aviesas intenciones de destruirlo.
Franky, en su empleo como Frankybot en el McFranky inaugural, fue contactado por el Dr. Vegapunk, un amante de los robots, que sentía la necesidad de liberarlos de aquella situación esclavista. Dicho doctor formateó la CPU del cyborg, haciendo que recobrara la memoria, y lo envío al pasado, para matar a la madre de la instigadora de todo, Nami. Lo que Vegapunk no sabía, es que el pasado no podía ser cambiado, pues si Nami no llegara a nacer y a provocar la esclavitud de los robots en un futuro, Vegapunk no habría decidido mandar a Franky al pasado con la intención de cambiar aquello, creando así una paradoja. Las leyes universales optaron por cortar aquella hecatombe por lo sano, y el cyborg se quedó sin batería al poco de terminar el viaje al pasado y murió. Las declaraciones de Vegapunk tras salir a la luz dicho intento de liberación se limitaron a un simple “La he liado parda”.
Brook, consiguió reunir una nueva tripulación y comprar un barco con el dinero que consiguió trabajando a tiempo parcial en “Mansiones Encantadas”, “Casas del Horror”, “Trenes de la Bruja”, y demás atracciones de terror por el estilo (no se le ocurrió seguir sacando singles como artista musical). No obstante, el viaje no salió como lo esperaba, dado que los miembros de la tripulación, al ver a quién tenían por capitán, optaron por lanzarse por la borda en pleno viaje. Vagando otra vez sólo durante diez años, un buen día acabó por toparse con un crucero que recorría todo el Grand Line. Dicho crucero estaba capitaneado por Rayleigh, el cuál al saberse la ruta a seguir por aquellos mares, le había visto más negocio a aquello que al dedicarse al coating, y cobraba una gran tarifa a los piratas que deseaban llegar a Raftel. Como Brook era un viejo conocido, aceptó embarcarle como “equipaje de enseñanza pública (típico esqueleto en las clases de Naturales)”, y Brook amenizó el viaje de dos años olisqueando las bragas situadas en las diferentes maletas de aquel compartimento de equipaje. Finalmente, catorce años después de aceptar la propuesta de embarcar con Luffy, Brook llegó a las Cabos Gemelos, para encontrarse con una escena que no se esperaba. Crocus y Laboon seguían allí, pero de ellos no quedaban más que los huesos. “Tanto tiempo esperándome, os ha hecho perder algo de peso. Yohohoho”, pero las bromas no pudieron aliviar su pena, ni su alegría. Aún con todo, Laboon lo había esperado. “Estás igualito que yo, viejo amigo. Yohohoho”, comentó entre lágrimas al ver el enorme esqueleto de la ballena. Y así subió arriba de la ballena, y entre lágrimas hizo sonar esa melodía que acompañara mucho tiempo atrás en sus viajes a los piratas Rumbar, por una última vez…
P.D: Busque, encuentre, compare, y si maquina usted algo mejor, escríbalo