Historias Piratas, Volumen3.

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Gargadon
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Gargadon »

Pondría algo pero no se me ocurre nada, además estoy esperando a ver si alguien se anima a actualizar.
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Eratia
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Eratia »

Pues yo si que pongo algo. Hala, a ver que os parece:
Spoiler: Mostrar
Three Deadly Sinners:

-¿Seguro que es aquí? No parece que haya nadie.

-…Debería ser aquí. A no ser que haya cerrado, claro. Han pasado ya unos cuantos años.

En ese momento, Eratia, Seastone y Mei estaban intentando abrir una vieja puerta. Encima de esa puesta había un cartel que decía “Bar”. Pero, a pesar de lo raro que resultaba en esa ciudad, el cartel estaba comido por el óxido. Normalmente, en Logue, en esa ciudad tomada por la mala piratería, un bar estaría lleno hasta la bandera prácticamente desde el momento de abrir hasta después de cerrar. Pero, si el dueño del bar seguía siendo quien el pensaba, no le extrañaría demasiado esa situación.

-¡Al fin!- Con un último gruñido, la puerta acabó cediendo. El problema de abrirla era una combinación de madera hinchada, bisagras oxidadas y mala leche maderera. Con cuidado, el capitán entró el primero, pisando con cuidado los escalones. Los primeros estaban sucios de polvo, pero según bajaba, estaban cada vez más limpios, hasta que, cuando llegaban hasta el final, parecían casi espejos.

-… No me esperaba esto la verdad.

-Ni yo…

-Se suele decir que las apariencias engañan, ¿no es cierto, chicas?- Eratia estaba sonriendo, complacido por descubrir que sus esperanzas estaban siendo corroboradas por la realidad.

-Vaya, vaya, vaya. Tengo clientes… Esto si que es una novedad.

-No lo sería si hicieras mirar esa puerta del demonio.

-Así me evito que entre la chusma que hay por la ciudad. Un momento. – El sonido de la voz que se escuchaba entre las sombras cambió a un tono de sorpresa… y de reconocimiento.-Esa voz… ¡Pero que me aspen si no es Eratia!

Un ruido de pasos salió desde detrás de la barra, hasta que al final, desde las sombras que cubrían todo el bar apareció un hombre. Estaba muy esquelético, y tenía el pelo blanco corto y cubierto por un pañuelo. Su cara mostraba una sonrisa sorprendida.

-¡Dichosos los ojos, chaval! ¡Nunca esperé volverte a ver!

-Juju. Ya te dije que me pasaría por aquí si volvía por esta ciudad de nuevo.

Mei estaba mirando alrededor. El bar estaba limpio, aunque las mesas y sillas estaban viejas. Y además, casi no tenía iluminación. Solo un par de velas estratégicamente colocadas para realzar aún más las sombras.

-¿Y quienes son estas dos bellezas que te acompañan? Porque no parece que la vacaburra de la otra vez te acompañe ahora.

El capitán no pudo evitar una sonrisa.

-Eres un viejo verde, como siempre. Y sabes de sobra que si la otra te llega a escuchar, te cuelga de un pino. Pero bien colgado.

-Jajaja. Parece que no ha cambiado en todo este tiempo. Aunque, ¿Cómo es que no está aquí? Creo que ella también dijo que vendría a verme.

-Han pasado muchas cosas en este tiempo, y acabamos separándonos. Y, ¿vas a dejarnos aquí con la garganta seca, o vas a hacer tu trabajo y nos vas a servir algo?

Las chicas estaban sorprendidas por la forma de hablar que tenía el chico con el tabernero. No era normal con el ser tan picajoso con nadie, pero, para su sorpresa, el hombre solamente soltó una carcajada mientras se dirigía a la barra.

Aunque era obvia la respuesta, Mei se acercó a Eratia para preguntarle.

-¿De que conoces a este hombre?

-Cuando zarpamos de nuestro pueblo natal, antes de llegar a Grand Line y encontrarnos con tu hermano, hicimos una parada en esta misma isla. Si te soy sincero, fue una parada bastante movida. Entre todos los líos en que nos metimos, acabamos conociendo a este hombre.

-¡Ja! ¡Y tan movida!-Se rió el susodicho desde la barra.- ¿No acabó tu capitana perseguida porque sospecharon que había hecho trampas en un casino?

Eratia esbozó una sonrisa melancólica.

-Créeme. Yo estoy seguro de que no necesitaba hacerlas. Por lo menos en una partida de dados. Tiene una capacidad escalofriante para lanzar las cosas y que aterricen de la forma que a ella le convienen.

-¿Y la persecución de después?

-… No me la recuerdes, por favor.

-Aunque lo que quiera que hizo tu compañero, el tal Taanis, fue realmente terrible. La gente todavía habla de ello, como una de las más altas actuaciones de la piratería en esta isla.

-La madre que…

-¿Qué hizo?- Preguntó Seastone, curiosa.

-Soltó uno de sus artefactos, y con el noqueó de un golpe a todos los matones que nos perseguían a los tres… y a todo el escuadrón de la Marina de la isla en aquellos momentos, que había ido a ver que pasaba.

-¿Con solo un… lo que sea que soltó?

-Si. ¿O te crees que el hecho de que yo le llame el bombardero loco era de broma? Es un peligro público si tiene algo entre manos….

-Tampoco será para tanto…- Respondió la domadora de Kariouseki.

-¿Es que no te acuerdas de la bomba de pica-pica la noche que nos fuimos de Atonar?

Seastone se quedó blanca de golpe, ante la sorprendida mirada de Mei y la divertida expresión del tabernero. Obviamente, la chica acabó pidiendo explicaciones. Mientras Seastone explicaba lo que ocurrió esa noche, sacándole muecas de espanto a Mei, el tabernero volvió con varios refrescos, y los puso sobre la mesa.

-Todavía no me las has presentado, por cierto.

-Ah. Ella es Seastone, la otra navegante de mi barco, y ella es Mei-Lian, mi cocinera.

-¿Tu cocinera? ¿Es que has ascendido a Capitán?

-Es una forma de decirlo, si…

-Anda. Pues felicidades.

-No se si están en orden o no, pero gracias.

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Una enormes carcajadas atronaron la cubierta del Belladona.

-¿Se puede saber que le pasa hoy a nuestra temperamental líder?- Rita estaba un poco preocupada al ver las risas que se estaba echando Senka.

-¿Hum?- Taanis esta en ese momento pasando cerca de ella, arrastrando un pesado barril cargado de las últimas balas de su invención.- ¿Qué pasa?

Rita, suspirando, le arrancó las pesadas orejeras que llevaba, para evitar quedarse sordo si petaba algo con lo que trabajaba.

-Escucha. ¿Tú crees que esas risas son normales?

-¿Siendo sincero? Si.

Al contemplar la cara de shock de Rita, Taanis sacudió la cabeza.

-Estamos hablando de Senka, te lo recuerdo. Si se le cruzan los cables, con ella, nada es raro.

-Cierto…

-De todas formas, si que deberíamos ver que le ocurre.- Suspiró Taanis.- Ahora mismo no necesitamos mas líos. Y menos si esos líos los provoca la capitana.

-Donde está Hakurón cuando se le necesita…- Gruño la navegante.

-Durmiendo.- Fue la clara, concisa y correcta respuesta del artillero. ¿Qué otra cosa iba a estar haciendo?

-Sigh…- Como de costumbre, la naveganta suspiró ante la inutilidad del otro primer oficial de la tripulación.

-¡¿Se puede saber que te pasa, cabra loca?!- Saludó el artillero, con toda la calma y pachorra del mundo cuan llegaron a la hamaca en que la Yonkou estaba tomando el sol.

-¿Cabra loca? ¿Es que tienes tanta hambre para querer comerte el mástil?

-Tu inténtalo si no tienes ganas de volver a dormir en tu cama.- Un escalofrío cruzó la espalda de las dos mujeres. Todos sabían la inventiva que tenía Taanis, y que no convenía mosquearlo. En absoluto. Una vez, uno de los novatos se había burlado del artillero delante de todos, y el se había limitado a marcharse de la sala sin responder. Senka pensaba abroncarlo al día siguiente, pero no hizo falta, porque esa noche despertó a todo el barco con sus gritos. La sonrisa de Taanis a la mañana siguiente fue bastante explícita. El tipo pasó una semana rascándose.

-Ejem…-Interrumpió Rita.- ¿Se puede saber de que te ríes?

Por toda respuesta, Senka le pasó un periódico viejo que había guindado hace unos días a un marine.

-Échale un vistazo a esto.- Taanis empezó a leerlo y también empezó a sonreír.- Así que ha tenido las santas narices de meterse en Red Village tras salir de Serafia, ¿eh.? Y encima se disfraza de marine.

Un par de semanas antes habían atacado Serafia. El enfrentamiento con los marines fue bastante duro, pero acabaron sobrepasándolos sin demasiados problemas. Sin embargo, en el pueblo descubrieron cosas bastante interesantes.

Tal y como sospecharon, Eratia había vivido allí durante varios años. La mujer del alcalde, Lires, estuvo bastante comunicativa una vez que se convenció de que no iban a arrasar la isla o a hacer alguna burrada similar. Le comentó sobre su amabilidad, y que regresó un mes y pico después de irse de la isla, con un grupo bastante raro de personas, trayéndole un paquete de especias que le había pedido.

Lo más sorprendente acabó siendo el ataque que sufrió la isla por la “Dama del Mar”. Ignoraban porqué, pero una bella mujer (la mujer hizo especial hincapié en lo de bella) atacó el pueblo. Era extrañamente poderosa (la descripción de lo que había sido capaz de hacer sorprendió a Senka en gran medida, hay que decirlo, lo cual resultaba sorprendente, y mas siendo quien era) y no hubo nadie capaz de pararla. Más sorprendente aún fue el hecho de que su antiguo navegante fue el que consiguió detenerla.

La mujer le dijo a la Yonkou, tratándola de igual a igual (cosa que resultaba algo extraña, pero refrescante al mismo tiempo) que a pesar de ser un pirata, cosa que había sorprendido a todos cuando se enteraron, era considerado un héroe en el pueblo, y le pidieron que le dijera que podía volver cuando quisiera.

Sorprendente, ciertamente. Ella nunca había recibido semejante tratamiento. Como siempre, su amigo rompía esquemas.

-Lo que mas me sorprende son sus compañías.- Apuntó Rita, una vez le quitó el periódico al navegante.- Se ha juntado nada menos que con los Outlaws de Silver. Casi nada.

-Solo espero que alguno de los que hemos dejado el recado para Eratia pueda encontrarlo.

-¿Cómo el ciego de la otra vez?- Comentó Rita.- Tuvo narices para retar a Hakuron, no te lo niego.

Taanis no pudo hacer más que asentir.

-Era un espadachín bastante decente, no lo niego. Pero aún le falta nivel. No…

-Idiotas.

El brusco exabrupto de Senka los pilló a los dos por sorpresa.

-Estaba herido de antes, por si no os disteis cuenta.

-Euh… ¿De verdad?

-Si. No se quien fue, pero se había enfrentado a uno de los buenos. Por lo poco que vi de la herida mientras hice que se lo llevaran a su barco, ese golpe fue dado por un maestro si no se llevó su vida consigo.

Hubo un momento de silencio en el puente de mando.

-Crees… ¿crees que fue por eso por lo que retó a Hakurón?

Senka volvió a recostarse en su hamaca.

-Es una posibilidad bastante plausible. Aunque eso, como suele decirse, es cosa suya. De todas formas, lo importante es otra cosa. Quiero una fiesta para esta noche, así que ya sabéis los dos.

-Ugh.- Fue un quejido a coro.

-¡Arreando! ¡Ya!

Recalcitrantes, tanto Rita como Taanis se fueron. Y Senka volvió a su tren de pensamientos. Había algo que no había contado a nadie y que quería mantener en secreto de momento. Lires le había descrito un par de los acompañantes de Eratia. Y si no se equivocaba, dos de ellos eran leyendas en si mismos, monstruos que habían sido capaces de imponer su propio camino al mundo. ¿Qué demonios hacía Eratia con dos de los Muguiwara? ¿En que diablos se había metido esta vez?

Parecía que, cada uno en su estilo, los Three Deadly Sinners del East Blue seguían ascendiendo.

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-Ah. Ya se ha hecho bastante tarde.

-Pero ha sido agradable charlar un rato con el viejales ese, seamos sinceros.

-Ahí no te quito la razón. Y como ya tenemos toda la comida que necesitamos, podemos irnos marchando al barco.

-Muy cierto.

-Pero… ¿Seguro que puedes con todo eso?

Seastone, Mei y Eratia estaban andando por las calles de la ciudad, después de marcharse del bar. El punto era que los piratas a su alrededor se estaban apartando de ellos, dejando un amplio camino. ¿El porqué? Porque Mei había arramblado con prácticamente toda la comida de buena calidad que había visto. Cuando le habían dicho sobre si se conservaría o no, ella había dicho que se aseguraría de que aguantara. Y en ese momento Eratia estaba cargando con un peso tres veces superior al que una persona normal podría arrastrar, y sin hacer siquiera muecas de que es un peso excesivo.

Ciertamente, había mucha gente en Grand Line que podría arrastrar mil veces lo que estaba llevando, pero, en East Blue, esa fuerza se consideraba casi fuera de las escalas por los piratas de tres al cuarto (y mira que había tipos burros sueltos por ese mar), así que mas valía tener cuidado con el.

Atraían miradas, pero también alejaban problemas Si no se tenía miedo escénico, no pasaba nada.

-Tranquila. La única característica especial que tengo es mi fuerza, así que para una vez que resulta útil, déjame usarla.

Mei no hizo ningún comentario. Era culpa suya que llevara tanta comida, y casi se sentía un poco culpable por hacerle cargarla. Pero de pronto, un comentario de Eratia la sacó de esos pensamientos.

Sin darse cuenta, habían llegado a la plaza. Cosa rara, estaba bastante vacía para lo que solía ser. Y en el centro había un monumento… O eso podía considerarse.

-Vaya… Me pregunto si todavía sigue aquí…

Eratia se acercó, contemplando la estructura. Hacía años, cuando Luffy escapó de su muerte en ese sitio, había sido salvado de una forma milagrosa por un rayo, que dañó en gran medida la estructura. Una vez que pasó todo el lío, los marines repararon el patíbulo, que se había convertido en un símbolo. Pero progresivamente, los marines en la isla empezaron a ser cada vez más inútiles y empezaron a perder en control. Hasta que un día, un pirata se acercó al patíbulo y colgó su bandera allí. Cuando le preguntaron porqué, sonrió y dijo que quería recogerla cuando diera la vuelta a Grand Line, y que ahí estaría en un lugar seguro. Otros piratas que estaban cerca decidieron imitarlo.

-¿Sigue por aquí el que?

Pero Eratia ignoró un momento la pregunta de Mei mientras miraba fijamente al monumento.

-¿Se puede saber que…?

-¡Anda! ¡Todavía sigue aquí!

-¿Es que tienes una bandera aquí?- Seastone interrumpió, curiosa.

-Yep. La primera vez que entré a Grand Line, tras todos los líos que escuchasteis antes, justo antes de marcharnos, cogimos una de nuestras banderas piratas y la subimos. Ahí arriba. Casi nos matamos al hacerlo…

Las dos chicas no pudieron evitar hacer una mueca de horror ante la explicación.

-¿Y porqué acabasteis poniendo una bandera pirata aquí?

-Fue…- Una sonrisa melancólica cruzó su cara al rememorar ese acontecimiento.- Antes de subir a colgarla, extendimos la bandera en el suelo e hicimos una promesa. Senka, Taanis y yo. Acto seguido hicimos nuestro mal acto de equilibrismo para colgarla.

-¿Una promesa?- Las chicas se sentían curiosas por la información que estaban recibiendo.

-Mas bien un pacto entre los tres… Ju. Que recuerdos.- Fue en ese momento cuando las dos chicas recordaron de golpe que ya antes de encontrarse con ellas, su capitán ya había tenido una larga vida de aventuras. Resultaba chocante, porque llevaban toda la tarde hablando de eso, pero, en ese momento, parecía haberse convertido en alguien inalcanzable. Pero la sensación desapareció un instante después.

-Será mejor que nos vayamos marchando ya ¿no? Tenemos un viaje propio que hacer a Grand Line.

En ese momento, poco sabían que en el barco les esperaba una buena sorpresa. Y que sus planes cambiarían de nuevo. Y que muchas cosas cambiarían por eso.

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-Ya llegamos a Mariejoia, ¿eh?

-Aha…

-¿Qué pretendes hacer cuando lleguemos allí?

-… Ya lo veremos…

-Oye…

-… ¿Si?

-¡¿Quieres dejar el puñetero crucigrama y hacerme caso de una vez, Shiratori?!

Huelga decir que ante semejante grito de su compañera, el shichibukai se cayó de la silla en que estaba sentado, entretenido con el pasatiempo. Cuando se levantó, estaba bastante mosqueado.

-¡¿Se puede saber que rayos te pasa a ti?!

-¡¡Si no quieres que te pase esto hazme caso, maldita sea!!

Un duelo de miradas se estableció en ese momento entre Luna y Shiratori, y casi se podían ver los relámpagos destellando entre ellos dos. De pronto, se abrió la puerta del camarote, y el que la abrió acabó recibiendo dos miradas fulminantes instantáneas.

-Esto… parece que los he pillado en mal momento, pero… ¿pueden venir un momento, por favor?- El chico tenía una sonrisa nerviosa, como era de esperar. No era agradable estar en la parte receptora de la mirada de mala uva del jefe. Ni de la de Luna, que, cuando se mosqueaba, dejaba al lado su timidez y arramblaba con el que se le pusiera por delante.

Por mutuo acuerdo, los dos empezaron a andar hacia la salida, sin mirar al otro. Casi atropellan al hombre, que tuvo los suficientes reflejos para quitarse de en medio a tiempo.

Sin embargo, cuando llegaron a cubierta, su enfado desapareció.

-¿Pero que ha pasado aquí? ¿Un rey del mar mosqueado o que?

En el mar, flotando, se encontraban como una docena de barcos hechos migas, literalmente hablando. Fuera lo que fuera lo que les había pasado, había sido realmente peligroso.

-Madre mía…- Comentó uno.- Es lo mismo que cuando el jefe se pone burro.

Y, para vergüenza de Shiratori, los demás asintieron, totalmente de acuerdo con el. El no era tan malo… Bueno, si, lo era. Para que negarlo.

-Capitán, veo un barco a lo lejos.- Comentó uno de los tripulantes, catalejo en ristre.

-Pásamelo, anda.

Shiratori pilló el catalejo y contempló el navío.

-A ver… ¡Ah, si! Es de la marina. A ver si veo el nombre…- De pronto Shiratori se quedó mas blanco que los huesos que creaba.- No me…

-¿Qué pasa?- Preguntó Luna, sorprendida. ¿Qué barco era ese que podía ponerle esa cara a todo un Shichibukai?

-El Marea de Hielo. ¿Pero que demonios hace él aquí?

Solamente la mitad de los hombres comprendieron el temor del jefe, pero, los que sabían de qué hablaba, mostraban iguales expresiones de sorpresa.

-¿Pero no habían destinado a ese tío en el South Blue?- Susurró uno.

-Lo que me preocupa ahora es que esté aquí.-Cortó Shiratori.- ¿Qué está pasando aquí para que el alto mando esté reclamando a sus pesos pesados? Hay algo que está ocurriendo de lo que no nos estamos enterando, y no me gusta nada….

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-Vaya tardecita.

Kyo se encontraba en la barandilla del barco, mirando al mar. Al final, a pesar de lo tarde que se había hecho, los dos capitanes habían acabado decidiendo levar anclas antes de que anocheciera. No era seguro pasar la noche con un barco anclado en puerto en esa ciudad. Por mero oportunismo podrían unirse los matones para atacarlos. Y el peligro no iba por ellos, sino por Silver y los Outlaws. Ellos ya eran una leyenda por derecho propio, y un pirata obtendría un gran renombre si consiguiese cazarlos. Si acababan decidiendo que el riesgo merecía la pena, podrían acabar mal.

Parecía que había caído bajo el mando de un capitán prudente. Particularmente, a el no le hubiera importado quedarse allí la noche, pero si se había decidido la contrario… Aburrido, se dio la vuelta para ir al otro lado del barco. De esa guisa, por lo menos tendría algo que ver, es decir, al Caledonia.

De pronto, cuando pasaba por delante de la proa, se encontró con algo inesperado.

-¿Eratia? ¿Qué haces aquí?

El aludido estaba en pie, encarando el mar, con los ojos cerrados y los brazos cruzados, respirando acompasadamente. Permaneció unos segundos callado, sin hacer ningún movimiento que indicara que había escuchado a Kyo. Pero justo antes de que Kyo reconsiderara su siguiente actuación, el navegante respondió.

-¿Quieres algo, Kyo?

-Ah… Simplemente me preguntaba que hacías aquí, nada más.

El navegante se giró hacia el pistoleo, con una media sonrisa.

-Estaba escuchando el mar, nada más, y asegurándome de que vamos bien. No quiero que mañana nos la peguemos contra Red Line. Sería poco profesional.

Kyo no pudo hacer más que esbozar otra sonrisa. Con ese hombre, era difícil saber en ocasiones si iba en serio o no.

-¿Llegaremos mañana a Grand Line?

-Si. Mañana sin falta.

-Menuda seguridad tienes.

-Ju. De no ser por lo peligroso que intentarlo de noche, a estas alturas podríamos haber cruzado Reverse Mountain.

-¿Así que no hemos cruzado porque no era seguro?- Kyo parecía mostrar una expresión de decepción. Pero Eratia puso una cara pensativa mientras miraba al cielo.

-Admitámoslo.- Comenzó a hablar el navegante.- Reverse Mountain es prácticamente un suicidio en cualquier momento. Si pierdes la dirección un segundo, te la pegas. Pero además, ya que vamos a tener que subir hasta ahí arriba, por lo menos habrá que disfrutar de las vistas, ¿no? Y de noche, eso es un poco fastidiado, creo yo…

La explicación del capitán le provocó una carcajada a Kyo. No se podía pasar más de un extremo a otro en una frase.

-Tampoco es para tanto…

-No me hagas caso…- Dijo Kyo mientras intentaba contener la risa un momento, al ver como Eratia se iba poniendo rojo por momentos. Por suerte, el navegante se ahorró mas vergüenza cuando Mei apareció por la cubierta, lanzando unos gritos que despertarían hasta a los muertos (esta expresión fue dicha originalmente por Brook y Hilmar una noche, así que algo de razón debían de tener).

Así que más valía darse prisa antes de que la pequeña de la tripulación decidiera tomarla con ellos. Porque, sinceramente, aunque Kyo nunca lo admitiría, daba mucho miedo cabreada. Pero eso no saldría nunca de sus labios. Y no, no lo había pensado. En absoluto.

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El rasgueo de una pluma rellenaba el ambiente de la habitación. Era un rasgueo irregular, incómodo, como si la persona que usaba la pluma no estuviera acostumbrada a usar esa mano para escribir. Al final, tras muchas horas de constante rasgueo, la pluma descansó.

El hombre se levantó, llevándose la mano a su brazo inútil. Su rabia aumentaba cada vez que rememoraba aquel acontecimiento. Como, en un instante, pasó de tener en las puntas de sus dedos su mayor deseo a perder el brazo y poder solo huir con el rabo entre las piernas. Ese… ¡maldito pirata!

Se forzó a calmarse de nuevo. No le convenía. Le había dado muchas vueltas al tema en esos meses, y había acabado decidiendo que ese hombre tenía que ser uno de los guardianes de la chica. Después de todo, si no ¿porqué iba a estar en esa isla?

Necesitaría ayuda para llevar a cabo sus nuevos planes. Había pensado acabar con el asunto de una vez, pero haría que los dos pagasen por lo que había hecho. Y tanto que lo haría.

Con el brazo que le quedaba empezó a atar los mensajes que había escrito a las patas de las aves que estaban en jaulas en uno de los extremos del cuarto. Tras eso abrió las jaulas y dejó que se fueran a entregarlos. Si… “ellos”… decidían cooperar, la cosa iba a cambiar mucho.

Todo dependía de las respuestas que recibiera. Si eran las que esperaba, iban a cambiar muchas cosas en el mundo. Muchas.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------

-¡¿A la montaña?! ¿Estás de broma?

Mei-Lian Arakeist no sabía como encajar la repentina noticia.

-Es cierto.- Comentó Estella con una sonrisa mientras le revolvía el pelo a la pequeña.- Tu nunca había salido hasta ahora de Grand Line, ¿verdad?

-Pues no.- Respondió la chica con un puchero.

-Créeme, va a ser un gran espectáculo.- Aseguró el capitán.

-¿Es tan grandioso de verdad?- Interrogó el fantasma residente.

-Podría describirlo, pero es mejor que lo veas con tus propios ojos. Seguramente tú serás alguien mucho mas adecuado que yo para describir la magnificencia de ese lugar. ¿No es cierto, señor Bardo?

Rido alzó una ceja mosqueado por la verborrea en que había caído Hilmar, pero Eratia había vuelto a sus mapas.

-Será una novedad, sin duda alguna.- Comentó Estella.

-Como si a donde nos dirigimos no hubiera novedades a millares.- Comentó un cáustico Kyo.

-Haya paz.- Intervino Seastone, viendo que Estella iba a soltar una afilada respuesta.

-Todos afuera.-Interrumpió de pronto Eratia, que había terminado de apuntar lo que quiera que fuera que estuviera escribiendo.- Es ya el momento.

-¿Cómo…?

-Lo se, eso es todo. Ese es… mi don.- La sonrisa amarga del navegante les dijo todo lo que necesitaban.- ¡Arreando! ¡Que ya hemos llegado!

Y, de forma nada sorprendente, vieron como una gran montaña les cortaba la vista. Esta estaba flanqueada por una enorme barrera de tierra y roca.

-Red Line. Y Reverse Mountain. Una vista impresionante, ¿no es cierto?- Eratia sonreía pícaramente.- Venga, todos a sus puestos. Vamos los primeros.

En la anterior conversación con los Outlaws, Eratia había pedido que su barco fuera el primero en cruzar al Grand Line. Silver no tuvo ningún problema en conceder eso a los Crown, así que allí estaban.

-¿Listos? ¡Porque ya no hay vuelta atrás!

Estaba claro que el Capitán estaba muy excitado con eso, pero su excitación se estaba contagiando a todos los tripulantes. Y casi parecía que el barco también lo estaba, por lo rápido que empezó a avanzar.

Rápidamente, la Joya recortó distancia a la montaña. Mei, que le había quitado el catalejo a Rido, se había subido encima de Seiryu, al que llevaba esos días sin dejar en paz ni un segundo, desde que escuchó que se había enfrentado a su hermano, soltó una exclamación de pronto.

-No es posible…- Susurró.- El agua… ¿está subiendo montaña arriba?

-Así es.- Respondió Seastone, que estaba también bastante abrumada por la vista.

En el timón, entre Eratia y Rido estaban peleándose con la rueda, de lo fuerte que iba la corriente. Una vez que entraran la propia corriente los llevaría hacia arriba. El problema era entrar. Estaban metidos en una poderosísima corriente y tenían que luchar contra ella. Por muy sobrehumana que fuera la fuerza de Eratia, el solo no se bastaba para controlar el barco.

-Vamos…- Gruñó el carpintero.- Ya queda poco…

Y lo lograron. Por fin, el barco atravesó las puertas que marcaban la entrada al mar más peligroso del mundo. El brusco acelerón desequilibró a todos los tripulantes, que se recuperaron con mayor o menos fortuna. Eratia y Rido se cayeron de culo, para la hilaridad del resto.

De todas formas, el tropiezo fue olvidado rápidamente ante la velocidad de subida de la embarcación. Era espectacular ver como las rocas de la montaña pasaban a sus lados como rayos. Pero la última visión lo eclipsó todo.

En el último momento, la Joya de la corona, en el momento de llegar a la cumbre, saltó en el aire, abandonando las aguas un momento. Todos los tripulantes que veían se quedaron totalmente callados por la magnificencia de las vistas. Incluso Hilmar se quedó sin nada que decir.

Una vista interminable. El mar, las islas. Red Line. Todo ello entró en su campo de visión en un momento. Pero solo fue un momento. La Joya de la Corona inició su descenso. Chocó contra el agua, empezando a descender de nuevo.

Pero un grito resonó en lo alto.

-¡Yahooo! ¡Grand Line, ahí vamos!- Mei vociferó, mucho mas alegre de lo que se había sentido desde hace mucho tiempo.
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rido
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

Aprovecho que me pillas conectado y con el capi leido para dejar ya el comentario xD

El capítulo me ha gustado mucho. Como te dije, no entiendo el hecho de que pongas la intervención de Shiratori. Sinceramente, me parece que no venga a cuento mucho, pero si has decidido mantenerlo, es tu decisión. No es que haya muchas quejas, vamos.

Here we go!
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Gargadon
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Mensaje por Gargadon »

Pues creo que el título lo dice todo. En particular, los incidentes de esta última semana me han llegado a sacudir la cabeza, llegando a imaginar que nunca podríamos terminar esto.

Ahora que todo está un poco más tranquilo, noto que este tema lleva casi cinco meses sin alguna respuesta, o tan siquiera un comentario. Quisiera saber quiénes desean seguir, de mi parte (y aunque algunos no quieran), deseo seguirle, pero quisiera saber si el "personaje principal" tiene tiempo, ganas y el ánimo para seguir.
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rido
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

Por mi parte... Sí. Si no decía nada era porque, por una parte, yo tenía el último comentario. Por otra, tampoco sé si tiene sentido sacar esto p'alante por puro voluntarismo. Yo... "justo ahora" poco puedo aportar a la trama, tal y como lo teníamos pensado, le tocaba a Eratia hacer algo... y sé que lo está haciendo.

Pero supongo que, como todo, dependerá del PP :roll: :gota:
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kurokotetsu
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por kurokotetsu »

Yo también estyo a favor de seguir y supongo que puedo rascar algo de timepo par escribir. La verdad estaba esperando ver movimiento, pues ahora sabía que le tocaba a Eratia o Rido avanzar y estaba esperando ver que hacían para ponerme manos a la obra, ya que el capítulo que tengo pensado se ve un poco corto. No se tal vez de todos modos lo cuelgo a ver si funciona al mneos como desarrollo de personaje.
Si crees saber algo con certeza preocupate, quiere decir que no sabes nada del tema
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Anwar
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Anwar »

Oigan si quiero presentar mi historia pirata que debo hacer ?
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

Pues básicamente, tienes dos opciones:

Si lo que quieres es crear una historia independiente, la piensas, te la curras y abres un hilo para publicarla...

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Terreis
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Terreis »

Por mi parte puedo añadir que si que voy a continuar la parte que me toca, aun que sea con cuenta gotas. En cuanto un pollo con plumas se digne a poner su relato yo tendre un poco de carta blanca y podre poner el mio.
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Eratia
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Eratia »

Yo, por mi parte, añado que estoy continuando con todo esto, y aquí tengo las pruebas:
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Las Lineas del Caos

Poco a poco, los hilos de la nueva era se están entramando. Los actos del pasado más remoto están empezando a dejar sentir, mientras que los actos del presente pueden acabar decantando la balanza hacia la destrucción… o la salvación.

Como si fuera un juego o un libro, las piezas que acabarán decidiendo el futuro están colocándose poco a poco en su posición. Cuando estas terminen de colocarse, el comienzo del fin se iniciará.


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-Ah… Que coñazo es esto de ponerse decente.

-Mire jefe, ya sabe que es lo que toca.- Gruñó uno de los tripulantes. Bien vestidito e impecable, que si no luego hay quejas.

-Los otros piratas del Ouka Shichibukai van vestidos como les da la gana.- Respondió el otro, con un poco de desesperación.

-Si, pero ellos tienen una fama de locos que tu no tienes, jefe. Se siente. Te toca ponerte el traje de etiqueta. Además, sabes que Luna te mata si no lo haces.- El gruñido de respuesta indicaba una derrota.

-Odio esta ropa…

-¿Y lo dice el hombre que lucha con un traje?

-¡Es que es un traje flexible! ¡No como este, que casi no me deja moverme! ¡Y me hace parecer repipi también!

-Jefe… A mi no me parece que le quede tan mal.- Intentó consolar a Shiratori el marinero. Realmente llevaba una gabardina de etiqueta y unos pantalones de traje blancos, con una corbata y unos zapatos. Cualquiera mataría por ese traje, pero no... Iaimitsu Shiratori no.

En ese momento entró Luna bien vestida. La chica tenía la cabeza bien amueblada y sabía que para que Shiratori pudiera cumplir su fin último, necesitaba ante todo conseguir estar en buenos términos con los marines antes de nada. Sabiendo que el Almirante Supremo, que era quien les había llamado, le gustaba ante todo la gente bien vestida. Aunque supuestamente el traje que solía llevar Shiratori (una chaqueta, una camisa y unos pantalones claros) valdría, Luna no había parado hasta que se embuchó ese traje. La susodicha lo miró de arriba abajo y le dio el visto bueno mientras le colocaba la corbata bien.

-Sigh. Igualito que mi mujer.- Refunfuñó Shiratori, con un tono de tristeza en la voz.- ¿Habéis terminado ya con la sesión de moda o tenemos que hacer seguir esperando a Delacour?- Terminó con algo de guasa el Shichibukai.

Un poco cortados, como siempre que pasaba cuando Iaimitsu sacaba el tema de su difunta esposa, tanto Luna como el marinero acabaron dándole el visto bueno. Tras eso salieron a la cubierta del Perdido, dispuestos a desembarcar.

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Un hombre estaba sentado tranquilamente en la terraza de un pequeño café, tomando tranquilamente una taza de humeante infusión, con una sonrisa en la cara y disfrutando del soleado día. Era un hombre bajito, pero bien trajeado, del que destacaba un impresionante garfio en su mano izquierda y una cicatriz a juego en el lado izquierdo de la cara.

Parecía que estaba disfrutando de la taza de café, ya que una sonrisa adornaba su cara, pero eso cambió cuando vio como una paloma, obviamente cansada, aleteaba para aterrizar en su mesa. Levantó la mano del garfio para que el pájaro aterrizara en ella y, sorprendido, vio como lo hacía, y que cogía un papel y se lo alargaba.

Se quedó sorprendido del hecho de que el papel estuviera doblado y no metido en una carta, como si el que lo hubiera enviado estuviera enterado de su invalidez. Así que lo desdobló y lo leyó. Una vez que terminó la lectura, dejó el folio sobre la mesa, doblado de nuevo, y su cara estaba enmarcada por una mueca pensativa. El café humeaba a su lado, olvidado.

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La noche era tranquila. Desde el Belladona se podía ver tranquilamente las estrellas del cielo y los vigilantes charlaban relajadamente, esperando a que acabara su turno para poder descansar de los estragos que la fiesta que habían celebrado esa noche había causado en sus cuerpos.

-Brrr. ¿Me lo parece a mi o está empezando a hacer bastante frío?

-Si… Hace un rato no hacía tanto fresco, tengo que añadir.

Los dos marineros se callaron y empezaron a escuchar unos chasquidos peculiares.

-Suena… como si se estuviera congelando algo ¿no?

Los dos se miraron con los ojos abiertos, pero antes de que salieran corriendo hacia la borda para ver que pasaba, el Belladona chocó con algo. No iba muy deprisa, por lo que el golpe no fue muy fuerte, pero si lo bastante como para hacerlos perder el equilibrio.

En cuanto lo recuperaron, salieron corriendo a ver que pasaba, pero la visión les embargó el pecho en horror. Todo el mar alrededor del Belladona estaba congelado, y la placa de hielo responsable de detener el barco seguía creciendo. Y encima del hielo había un hombre…

Los dos marineros intercambiaron una mirada de horror absoluto antes de empezar a gritar.

-¡ALERTA! ¡AOIKIJI ESTÁ AQUÍ! ¡ALER…!

Un brutal cañonazo sacudió el barco blanco. El principio del fin había empezado.

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Jeff Rather estaba furioso. El agente del CP 2 había estado convencido de que iba a ser una misión fácil, pero… ¡Ese monstruo! El solo había acabado con un escuadrón de hombres, los que deberían haber cortado la ruta de escape, mandando todo a la basura.

Con un gruñido soltó la funda de su espada de su cinturón, sujetando la empuñadora con una mano y dejando que el extremo enfundado cayera hasta el suelo. El problema de usar una espada tan larga como la suya era el hecho de desenfundarla, así que la dejaba en esa posición para desenfundarla a la carrera.

Una cosa que había que concederle a Rather era lo rápido que era. Con dos pasos había desenfundado totalmente su espada larga, y con otros 4 había llegado ante su enemigo, pillándolo desprevenido. El largo acero le golpeó en el cuello, decapitándolo por la mera inercia.

Mientras el cuerpo caía al suelo, Rather miró a sus hombres, ignorándolo, y les ordenó iniciar la persecución de los huidos. Pero estos hombres se quedaron clavados en el suelo, blancos.

-Au. Eso ha picado.

Detrás de él, el hombre al que había decapitado un segundo atrás, se estaba levantando como si tal cosa. Rather se quitó de su lado a toda velocidad, muerto de miedo, pero el hombre no le hizo ni caso, ya que estaba ocupado recogiendo su propia espada tirada en el suelo, un pesado mandoble de doble filo.

-Co… ¿Cómo?- Preguntó totalmente asombrado uno de los hombres. Pero Rather ya había recuperado el control de sus nervios.

-¡Es un usuario de habilidades, pedazo de idiota!-Gruñó antes de atacar de nuevo. Pero Rather fue incapaz de superar la espada de su enemigo e incluso estuvo a punto de sufrir el un par de heridas graves.

Pero el otro perdió la concentración un segundo al ver acercarse una paloma, lo que aprovechó Rather para partirlo en dos. Pero, a pesar de la herida, el hombre le agarró de la cara, sin siquiera molestarse en mirarlo.

-Lo siento, pero tengo otros asuntos que atender. Itami eien.

Todos los nervios de Rather ardieron en ese momento en dolor. Fue algo inenarrable, y, aunque fue solo un instante, cayó inconsciente en ese momento. La última imagen que vio mientras caía al suelo fue como el que lo había derrotado levantaba la mano para dejar que la paloma aterrizara para entregar el mensaje que era obvio que portaba. Después, las sombras cubrieron sus ojos.

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Shiratori estaba andando por los muelles de Marineford, junto a Luna, ignorando todas las miradas de desprecio que le dirigían muchos marines. Como las pocas veces en que había estado antes en Marineford, una vez desembarcado, tenía que llegar a la entrada de la ciudad para esperar su “escolta”. Era eso lo que más gracia le hacía. ¿Cómo alguien podía tener las santas narices de atacar esa isla y creer que iba a salir victorioso el solo? Porque parecía que era eso lo que pensaban. Y mas tras lo que habían hecho con el, no iba a empezar ningún lío pronto.

Obviamente, Luna captó su malhumor por su expresión facial, así que decidió hablar para eliminar la tensión en el ambiente. Señalando a uno de los barcos, preguntó algo a lo que llevaba un tiempo dando vueltas.

-Oye, Shiratori.

-… ¿Si?

-¿Por qué antes sentisteis tanto horror cuando visteis ese barco?- Dijo mientras señalaba al Marea de Hielo, anclado unos cuantos muelles mas abajo. Aunque no era de los barcos mas grandes de la marina, (el Seashadow era como 9 veces mas grande y solo por detrás del Saint Andrews), si que hacía parecer al Perdido como una pulga.

-Esto… el problema per se no es el barco. El problema es el que dirige ese barco.

-¿Tan terrible es? Porque no me puedo imaginar a alguien peor que el hombre ese al que te enfrentaste que escupía ácido y se cargó una ciudad el solo.

Iaimitsu tuvo un escalofrío al recordar a “ese” tipo al que mencionaba Luna. Hubo un par de momentos en que se vio muerto en esa pelea… Ugh.

-Es terrible, pero no en ese nivel. El tipo no es realmente muy conocido, pero hace años sus hombres nos pillaron de refilón en una operación que habían dirigido contra una banda bastante conocida en su momento. No iba contra nosotros, pero, aún así, nos escapamos de puro milagro.

-¿Tanto os costo?

-¡Mas! Créeme, escapamos de un pelo. Ese tío… lo tenía todo calculado. Por suerte para nosotros, nunca volvimos a acercarnos a el.

-Y si ese hombre, el jefe del Marea de Hielo, es tan terrible como para hacer que todo un Shichibukai se lo piense antes de enfrentarse con el, ¿Cómo es que no es alguien famoso, como lo puede ser la Almiranta Terreis?

-Señorita, eso es por la sencilla razón de que no me gusta destacar. Trae muchos problemas a largo plazo, como tipos que quieren cortarte la cabeza y demás.

Los dos piratas dieron un respingo y se giraron, para ver quien era la persona que había hablado. Era un hombre alto, de ojos verdes y con el pelo blanco. Su cara estaba contraída en una sonrisa burlona y llevaba el abrigo típico de los altos cargos de la Marina. Además, llevaba una katana al cinto, dándole un aire guerrero a su aspecto. Detrás de el había una mujer que estaba tapándose la boca con una mano, obviamente ocultando su risa. Tenía el pelo púrpura bastante corto y los ojos marrones, y llevaba unos pendientes. Iba vestida con un traje oscuro, y, a diferencia de su compañero, no llevaba ningún arma.

Ante las miradas acusadoras tanto de Luna como del Shichibukai, el marine de pelo blanco aumentó su sonrisa mientras hizo una reverencia.

-Disculpen mi descortesía por no haberme presentado. Soy el Vicealmirante Derain Ubegia, Comandante del Marea de Hielo y esta es la Sargento Alysa Thackeray. Espero que no se tomen a mal mi intervención en su conversación, pero como estaban hablando de mí…-terminó la frase con esa sonrisa burlona que había mantenido todo ese rato.

-Así que tu eres Ubegia, el “Ojo de Dios”, ¿eh? -Comento Shiratori, con ojo crítico.

-No me gustan los apodos, pero si eso, prefiero el de “Fenix Negro”. Por lo menos no suena tan mal como el que has dicho.- Extendió la mano a Shiratori, con la cara seria esta vez.- Iaimitsu Shiratori, sino estoy equivocado, ¿correcto?- Tras eso cogió la mano de Luna y la besó, de la misma forma que haría un caballero de la alta sociedad, para la sorpresa de esta.- Y no tengo el placer de conocer a esta bella dama.

Thackeray suspiró al ver el comportamiento de su superior, como si estuviera acostumbrado a el. Pero Luna, no lo estaba en absoluto, y nunca, nunca en su vida, nadie la había saludado de una manera similar, por lo que no sabía que hacer. Shiratori tuvo piedad de ella, así que habló para romper la embarazosa situación para ella.

-Ella es Luna, una de mis nakamas.

-Encantado.

El Vicealmirante sonrió de nuevo mientras soltaba la mano de Luna, pero esta vez no era una sonrisa burlona, sino una amable. Pero, a pesar de todo, Shiratori aún lo seguía mirando con sospecha.

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-¡Kuajafafafafafa! ¡Esto es muy divertido!

Muertos. Muertos por todos los lados. La que una hora antes había sido una base de la marina se había convertido en un cementerio. Tenían un prisionero de alta seguridad al que iban a trasladar en unos días. Pero, aparte de eso, el lugar había optimismo, orgullo por haber logrado detener a ese monstruo.

Pero una hora antes, ese hombre… no, ese monstruo, se había escapado. Y había empezado a matar a todos los que se cruzaron en su camino. Y todos de formas crueles y muy, muy dolorosas. Algunas de sus víctimas aún seguían gritando de dolor y la antes impecable base estaba hecha pedazos.

Lo más curioso era que el hombre parecía haberse liberado tras haber recibido una especie de carta. El marine sabía esto porque tuvo suerte de poder escapar en el momento en que se liberó. A pesar de lo terrible que era el hombre, no era demasiado rápido pero…

-Vaya, al fin te encuentro.- El marine se giró automáticamente y empezó a disparar como un loco, a pesar de saber que eso no servía para nada. Mientras el monstruo lidiaba con los ataques, arrojó su rifle al suelo y echo a correr, esperando ganar el tiempo bastante para huir. Pero no fue suficiente. Algo lo agarró de la pierna y lo derribó al suelo.

-Kuajafafafafa. Lo siento mucho, pero antes de acudir a la cita que tengo, debo terminar con esto. No es nada personal, pero…

Los alaridos de dolor del marine ocultaron el resto de la frase.

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Los piratas Crown estaban descansando tranquilamente en sus camas esa noche. Como de costumbre había sido un día movidito. Llegar a Grand Line, pequeñas reparaciones a cascoporro tanto en el Caledonia como en la Joya…

Ahora mismo la gente estaba descansando en sus camas. Y tenían el descanso bien merecido, pero habían quedado tan cansados que no tuvieron ni ganas de hacer una fiesta de celebración por haber regresado a Grand Line.

Eratia, mientras tanto, a pesar de todo el trabajo físico que había realizado ese día, no estaba tan cansado como ellos, así que no tenía ganas de acostarse.

Tranquilamente se paseó por la cocina, mirando a ver que había. Sabía perfectamente que Mei lo colgaría de un pino si lo veía cogiendo algo de comida, pero le apetecía tomarse algo. Mientras husmeaba, vio una botella de vino a un lado.

Recordaba esa botella. El día en que habían saqueado todas las reservas de Logue con Mei, un muy alegre tendero les había endosado esa botella como regalo (le habían limpiado la tienda, básicamente, y encima le habían pagado. El hombre estaba mas contento que unas pascuas.). Como en su tripulación, curiosamente, no había bebedores a los que les gustara el vino (Rido le daba solo al Whiskey, y era el que mas bebía de todos ellos), y no era el tipo de licor que usaba la cocinera para hacer sus platos, así que…

Ju. Por una vez que fuera a beber algo no pasaba nada, pensó para sí el capitán mientras cogía la botella de alcohol y salía de la cocina, con dirección a su cuarto. Eratia nunca ha sido una persona bebedora. El mero hecho de tener fuerza suficiente para partir un mástil con una mano sin ningún esfuerzo siempre le hizo ser muy cuidadoso en ese aspecto. También es por eso por lo que casi nunca bebía, y que nunca se emborrachaba. Perder el contról de toda esa fuerza… le producía escalofríos el hecho de solo pensarlo.

Pero aún así, tampoco era como para no beber nunca alcohol. Si se moderaba, no pasaba nada por beber un poco.

-¿Eratia?

El aludido se giró para encontrarse con Seastone. La navegante “oficial” (porque en la práctica entre ella y Eratia dirigían el barco, y pocos discutían la inmensa experiencia del capitán en esas lides) parecía estar dando vueltas, pensando en algo.

-Hola Seastone.- Respondió el capitán con su mejor sonrisa.- ¿Te pasa algo? Pareces un poco preocupada.

-No... no es nada, Eratia, tranquilo.-Rechazó la chica con un movimiento de manos, un poco nerviosa.

El capitán se limitó a alzar una ceja, totalmente seguro de que a ella le pasaba algo, pero sabía que no era su lugar para meterse en los asuntos de la chica si ella no quería divulgar lo que le preocupaba. Ella sabía que el estaba allí para lo que necesitara, y mas no podía hacer.

Seastone miró curiosa la botella que llevaba en la mano Eratia. A diferencia de a sus antiguas compañeros de tripulación, los Outlaws, los Piratas Crown no solían organizar muchas fiesta, y, aún en ellas, no era normal ver a Eratia bebiendo alcohol. El susodicho, siguiendo la sorprendida mirada de Seastone, se acabó encogiendo de hombros.

-Acabamos de entrar a Grand Line. –Se justificó.- Si eso no es una razón para abrir una botella, no se cual será. ¿Te apetece acompañarme?

Seastone se lo pensó un momento y accedió. No se encontraba tan cansada como para querer irse ya a la cama, así que acompañó a Eratia a su camarote. Eratia había decorado este cuarto con bastante esmero. Había transportado unos cuantos muebles de su casa y guardado allí todas sus demás pertenencias. Básicamente, parecía una habitación, no como los cuartos de los demás, que eran la cama, un armario y una mesilla como poco. Akio sacó un par de vasos de una de las estanterías y empezó a servir el licor para los dos.

Al principio los dos se mantuvieron en silencio mientras bebían el licor, pero, poco a poco, el vino les fue soltando la lengua. Al poco estaban charlando alegremente, riéndose cada poco por cada tontería. Al final acabaron un poco subidos de tono, haciendo y diciendo tonterías.

En un momento dado, Seastone empezó a hacer imitaciones de personas. La de Franky fue tan realista que el Capitán acabó retorciéndose por el suelo de la risa. Pero mientras hacía la pose del “¡Super!”, seguramente por la falta de equilibrio provocada por la bebida, cayó al suelo. Eratia, preocupado, se agachó, para ver s estaba bien.

-Oye, ¿es…?

Pero antes de poder acabar la frase, la chica, aún tumbada, se medio irguió y le dio un beso en la boca. Huelga decir que el capitán se quedó congelado en el sitio ante eso. ¿La tímida Seastone lanzándose así?

Cuando se separó de el, la chica lo miró a los ojos, sin la mas mínima duda.

-Te quiero.-Y Seastone abrazó al hombre, que se había quedado paralizado. Pero al final, con una sonrisa, empezó a acariciarla el cabello.

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-Señor… ¿De verdad esta bien esto? Quiero decir, era un shichibukai, y…

-De entre todos los Shichis, es el que menos posibilidades tiene de organizarla. Además, ser un poco comunicativo no es malo.- Comentó el marine mientras pasaba otra página del libro que estaba leyendo.

-¿Estás seguro de eso?

-¿De lo de ser comunicativo? Si.

Alysa chasqueó la lengua para mostrar su enfado con su jefe, pero cuando volvió a hablar su voz no mostraba ni rastro de la irritación que sentía.

-Me refería a lo del shichibukai.

-Shiratori….-Empezó Ubegia mientra seguía leyendo.- No se exactamente que es lo que le mueve, pero no traicionará a los marines por ahora.

La sargento suspiró mientras contenía las ganas de decir alguna tontería sobre que parecía que hacía profecías o cosas por el estilo. Porque el problema es que casi siempre acertaba.

-Hacia tiempo que no veníamos por aquí, ¿verdad?

-Varios años, si…-La voz de la mujer tenía entinte de nerviosismo, pero este se cortó de golpe cuando su superior se paró de golpe. Todavía con el libro abierto entre manos, miró a los lados, como si buscase a alguien.

Y de pronto, el vicealmirante se echó para adelante, gruñendo. Thackeray dio un paso adelante, sorprendida por lo que pasaba.

-¡Señor! ¿Qué…?

Pero un gesto de la mano de Ubegia la hizo detenerse. Y de pronto, para su sorpresa, se dio cuenta de que, por alguna razón, las letras de la casaca de su superior se estaban deformando y, por el gruñido de su superior debía ser bastante doloroso. Pero, cuando un instante después habló, su voz era tranquila y normal, como si no le estuviera pasando absolutamente nada.

-Cuanto tiempo, Ex Almiranta Samba. ¿De verdad hace falta hacerme un cisco con la columna cada vez que nos cruzamos?

Thackeray, totalmente descolocada, giró sobre si misma, hasta que localizo a la otra persona que estaba cerca. Era una mujer con una camisa blanca corta y unos pantalones negros y un paraguas en la mano. Tenía una diadema con orejas de gato en la cabeza y una media sonrisa de suficiencia en la cara.

La sargento, asustada, dio un paso atrás. Incluso ella conocía de vista a aquella mujer, antiguamente una de las máximas autoridades de los marines.

-¡Nyahahahaha! Algún día descubriré como te enteras de quienes están cerca, gorrioncillo.

Ubegia estaba muy encorvado por la presión que estaba sufriendo, pero, aún así, ni había soltado el libro que tenía entre manos, ni se había dejado caer al suelo, seguramente porque había movido su katana para usarla como bastón contra el suelo. De pronto la presión desapareció de golpe, mientras que el libro que tenía entre manos salió volando.

-Secreto profesional, lo siento.-Sonrió el vicealmirante mientras se colocaba el abrigo y sonreía como si no hubiera pasado nada. Aunque por los movimientos que hizo con el cuello y la espalda indicaban que si que le había dolido el “saludo” con que le acababan de obsequiar.

Alysa, en cambio, estaba muy sorprendida al ver como el libro que estaba leyendo su superior directo flotaba por delante de la ex almirante y las páginas se estaban pasando solas.

-No se de que se sorprende, Thackeray.-La aludida se giró hacia el vicealmirante, que estaba palpándose el hombro mientras movía el brazo.- Es una usuaria de habilidades, al igual que tu.

-Si, señor…

-Nya… ¿Desde cuando te gustan estas novelas tan romanticonas?

-Me pongo a llorar como una magdalena cada vez que la leo, nada mas.- Dijo mientras cazaba con total tranquilidad el libro que había vuelto volando solo hacia el como un cohete.- Además, la trama está muy bien llevada.- Continuó mientras se encogía de hombros.

-¡Nyahahahahahaha! ¡Tan raro como de costumbre, pajarillo!-La mujer había alzado una ceja y tenía una media sonrisa que estaba poniendo nerviosa a Thackeray.

-Como de costumbre, ha sido un placer volver a verla, seño… esto, señorita.- Se corrigió el peliblanco en el último momento.- Y ahora, si me disculpa…- Y con eso se dio la vuelta mientras su subordinada empezaba a seguirlo.

-Por cierto.-Siguió Samba hablando.- Alexander Arhatkyo ha muerto.

Alysa se giró mientras un ¿Qué? salía de sus labios, mientras que Derain se quedó paralizado en el sitio. Lentamente, con los ojos abiertos por la sorpresa, se giró hacia su interlocutora, que se rió a su costa.

-¡Nyahahahahahaha! Así que alguien ha conseguido sorprender al “Ojo de Dios” por una vez, ¿eh?

Respirando hondo para calmarse, Ubegia respondió.

-Siento decirle, Señora, -Dijo mientras acentuaba la palabra mostrando así que su paciencia se estaba acabando. - que la omnisciencia no ha sido nunca una de mis características.

Ese cambio de voz en el siempre tranquilo vicealmirante hizo que su subordinada diera un pequeño paso atrás, mientras que la ex Almirante dejó de lado un segundo su media sonrisa habitual, aunque la recuperó un instante después.

-Vaya, vaya, vaya…-Dijo mientras hacía girar el paraguas que llevaba en la mano.-Así que el pajarillo se ha enfadado.

Su media sonrisa fue respondida con otra sonrisa amable por parte de Derain.

-¿Enfadado?-Respondió el vicealmirante, con una cara de de una casi genuina sorpresa.- No se donde me ves el enfado.-Se encogió de hombros mientras empezaba a darse la vuelta para marcharse.- De todas formas, tengo que reunirme con Delacour ahora. No puedo hacer esperar a uno de los Almirantes Supremos de la Flota, ¿verdad?- La sonrisita amable que tenía en la boca resultaba bastante terrorífica, por lo menos para la teniente que había tenido la desdicha de estar allí.- Si me hace el favor, Thackeray… tenemos que marcharnos.

La teniente solo asintió, mientras hacía un saludo sin palabras a su otra superiora y se marchaba tras Derain. Tras cinco minutos de camino por los pasillos, Ubegia habló al fin.

-Así que Arhatkyo ha muerto…

-¿Pero como? Porque con el debido respeto, señor…

-Perdóname por interrumpirte, Alysa, pero sobre ese tema lo mejor que podemos hacer dejarlo de momento y buscar información mas adelante.

-… Tiene razón, señor, lo siento.

-No tienes nada de lo que disculparte. De todas formas, quiero que me confirmes una cosa. Sin contar al Marea de Hielo, había 24 grandes buques en la isla ¿no? Y seis de ellos zarpando o en proceso de zarpar, ¿no?

-No me acuerdo del número exacto de ellos, pero creo que si. ¿Quiere que…?

-No te molestes, no hace falta.- Se quedó callado unos segundos y luego murmuró a toda prisa unas cuantas cosas para si, tan bajo que su oficial no pudo escucharlas.- Están concentrando las fuerzas… Con tanto peso pesado cerca…Y si a eso le sumamos un shichibukai…

-¿Señor?

-¿Sabes? Me parece que esta concentración de fuerzas es excesiva aún para la muerte de un Almirante. No sabemos que es lo que ha provocado este incidente, pero creo… que hay algo más en marcha ahora mismo.

“Mi sueldo de un año a que acierta.” Pensó la mujer mientras que, a su pesar, sonreía.

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-Marchaos.

-¡¿Qué?! ¡¿Es que estas loca, Senka!? ¡Por todos los dioses que existan en este puñetero mundo! ¡Es Aoikiji! ¡Ese monstruo puede destrozar a un ejército de gigantes sin siquiera sudar! ¡Entre todos podríamos con el!-Hakurón estaba gritando. No era algo muy habitual, eso era cierto. Era la única persona del mundo que podría ser considerada mas vaga aún que el Almirante que les estaba atacando, pero, al igual que este, en un momento dado podía mortal al atacar de improviso. De todas formas, que gritara no era habitual en absoluto. Para nada.

-Senka…-Intervino Rita, que se había convertido en la voz de la razón del barco a pesar de ser de las que menos rango tenía entre todos los presentes.- Por mucho que seas tú, estamos hablando de Aoikiji. Solo sería peor la situación si fuera acompañado de Bassabel o de Alira, y no por mucho, ya que el les puede dar una paliza a ellos.-Aquí la navegante soltó una risa irónica.- Además, por lo que se, incluso el Rey de los Piratas cayó derrotado a sus pies en mas de una ocasión. Por favor, piénsate bien lo que vas a hacer. Por mucho que seas una Yonkou, ese hombre no es alguien a quien puedas batir fácilmente.

Pero la Yonkou se puso la máscara antes de decir nada.

-¿Y como esperáis evitar si no que Aoikiji congele todo el mar para evitar que escapéis si no lidio yo con el? ¿Y sin Hakurón y Taanis, como pretendéis eliminar a los otros pesos pesados que habrá esperándoos?-La mujer desenvainó su sable de hoja negra para comprobar que estaba todo perfectamente.

-Pretendes hacer una Eratia, ¿no?-Preguntó Taanis, que no había abierto la boca hasta ese momento.

Esto si que hizo que la cabezota de la capitana alzara la vista.

-Supongo que si.-Admitió.- Pero tengo mis razones. Primero, soy la única que puede lidiar con un Almirante en solitario y salir con buen pie. Y segundo, soy la jefa de esta panda de desastres y, por lo tanto, la responsable. Así que dejaros de tonterías e iros largando.

La sorpresa de todos fue máxima cuando de pronto, el espadachín le arrojó una de sus espadas a la Reina Blanca. Esta la atrapó al vuelo, mirando a Hakurón, sin duda con una ceja alzada tras la máscara.

-Hakurón, se que tu espada es de mayor calidad que la mía, pero, aún así, mi Kuroi Kokoro no Hi sigue siendo una Wazamono de propio derecho, así que…

-Ya que vamos a hacernos los valientes como Eratia, es mejor que tengas motivos para hacerlo. Pilla esa espada, y úsala cuando te haga falta. Pero la quiero de vuelta, con todas y cada una de las mismas marcas. Sabré si le has obligado a ser usada de otra manera que no sea la correcta, y como haya sido así te daré una paliza, aunque seas una mujer.

El discurso de Hakurón sacó una sonrisa a Senka, aunque esta no fuera visible tras la máscara. Se colocó la espada al cinturón de su vestido mientras el Belladona sufría otra sacudida por los cañonazos que estaba recibiendo.

-Y marcharos ya, que a nuestro barco a le queda poco. Ya os pillaré después.- En su mano estaba girando un cuchillo para lanzar, y todos sabían que, con una arma de esas en las manos, podía liquidar a quien se le pusiera a tiro. O hacerle algo mucho peor.

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-¿Señor?

La joven estaba mirando curiosamente a su… dueño. Estaba riéndose mientras leía una carta, lo que había provocado curiosidad en ella, ya que la hilaridad de este siempre era a costa de que otros lo estuvieran pasando muy mal.

-Llegas justo a tiempo. Prepáralo todo para marcharnos de viaje. Jejeje… Tenemos una cita de negocios. Una muy interesante, eso seguro.

-Si… señor.

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La placa de hielo estaba firmemente apresada en el agua, mientras que los pies de ambos estaban sujetados lo justo y necesario para no perder el equilibrio. Sin embargo, el marine parecía estar parapetado perfectamente sin problema alguno.

-¿Estará acostumbrado a luchar en terrenos resbaladizos? –Preguntó Taanis.

-Puede ser, pero entonces nosotros tenemos ventaja.

-¿Cómo es eso?

-¿Recuerdas cuando Eratia se puso malísimo en su cumpleaños?

-Si. ¿Cómo olvidar…? ¡Oh, Dios! –Se lamentó el pistolero con una mueca. –Aquello era como cera. ¿Qué cenó, caramelo podrido o qué?

-Vete a saber. –Dijo el espadachín mientras reía y sacaba su katana y con la otra mano extraía la vaina. –El caso es que no tuvimos que encerar la cubierta del barco por dos semanas.

Ambos rieron, mientras un vicealmirante se acercaba a ellos dejando unas huellas en el hielo más que profundas. A su alrededor, varios soldados y piratas salían volando mientras luchaban entre sí, mientras que el propio vicealmirante soltaba de vez en cuando una bofetada que mandaba a volar tanto a piratas como a marines.

Taanis sacó unas cuantas esferas de su mano, y Hakurón se preparó para moverse. Aquella iba a ser una batalla bastante difícil.

El primero en moverse fue Hakurón, el cual salió disparado hacia el vicealmirante. Este sonreía, y agarrando a uno de sus propios soldados, lo lanzó hacia el espadachín. Hakurón movió sus armas, saltó y se parapeto en el cuerpo inerte del soldado al momento en que dos de las esferas que tenía antes Taanis estallaban haciendo que salieran volando en dirección al marine. Con determinación, el espadachín, apoyado en el marine como si fuera una plataforma que lo llevaba hasta su enemigo, preparó su primer ataque. Vicealmirante o no, si conseguía darle un golpe certero se acabaría el combate.

No fue hasta que saltó hacia él que lo consiguió ver. La piel del hombre estaba como agrietada, como si fueran escamas, y su gran sonrisa asustaba incluso al más pintado. La sorpresa de Hakurón fue en aumento cuando, con su espada, golpeó al brazo del hombre, escuchándose un sonido parecido al del metal. Extrañado, saltó hacia atrás en el momento en que su enemigo descargó un potente puñetazo que, de haberle dado, le hubiera partido por la mitad.

Se estabilizó de nuevo en el hielo y lo miró detenidamente. Una zoan, cómo no… Pero… ¿Qué era eso, una tortuga?

-Fruta Ushi Ushi no Mi… Modelo Armadillo. ¿Sorprendido? –Dijo con voz estridente el gordo vicealmirante.

Hakurón perdió la sonrisa al ver las garras que tenía en lugar de dedos. Aquello parecía más bien espadas… Una batalla contra diez filos…

-Mira que bien. ¿Eh…?

-¿Os rendiréis, piratas de la Reina Blanca?

-¿Rendiquién? Esa palabra no existe en mi vocabulario. –Hakurón saltó hacia atrás, patinando por el hielo, dejando ver a un Taanis armado con un gran cañón en el hombro.

-¡Chocolate con Leche Mark II! –Gritó el artillero lanzando una enorme esfera oscura hacia el armadillo.

Este, todavía a medio transformar en su forma semibestia, se cerró en su caparazón para volverse bola cuando la esfera negra rebotó en su caparazón y salió disparada al cielo, no muy alto, y cuando volvió a caer se desparramó todo el contenido marronuzco encima del hombre.

-¡Pero que asco, joder! –Gritó con su voz estridente el marine mientras se volvía a levantar. Esta vez había adquirido todo su tamaño. Sobrepasaba perfectamente los dos metros y medio de altura.

-Oye… ¿No será lo que creo que es? –Preguntó a Taanis el espadachín.

-Por supuesto. Llevaba fermentándolo desde que Rita lo echó. –Contestó el pistolero soltando el cañón como si ya no le hiciera falta y se colocó en posición. –Ya sabes, aquella noche en que despertó “misteriosamente” en tu habitación…

-Eh, fui todo un caballero… no me aproveché de su condición de embriaguez… Más bien se aprovechó de la mía… –Hakurón agarró con fuerza sus armas. –Ve preparando algo más fuerte que los Cacahuetes Verdes de antes. Este tío necesita algo duro.

-Voy a ir cocinando el Curry, entonces. –Dijo el pistolero metiendo sus dos manos en la bolsa que llevaba y sacando una caja de metal verde. –Necesitaré algo de tiempo. ¿Puedes entretenerlo?

Hakurón no contestó saliendo en tropel hacia el marine, armas en mano y una mirada asesina. El armadillo lanzó un nuevo zarpazo, esta vez directo al cuerpo del espadachín. Este saltó en el momento justo para colocar sus pies en el brazo armado del enemigo y seguir corriendo. Cuando llegó a su hombro saltó hacia el cielo y en pleno vuelo empezó a girar sobre si mismo cual torbellino.

-Estilo de la Luna Triste… ¡Kamaitachi Kaiten!

Se convirtió en un tornado de hojas grises plateadas y azules. Bajó en un amasijo de golpes y cortes, mientras que el vicealmirante movió uno de sus bazos, el utilizado anteriormente, para detener el ataque de Hakurón. Los continuos ataques hicieron que se girara completamente al espadachín, y cuando este último notaba que estaba a punto de llegar a algún lugar con carne, algo le hizo detener su ataque y saltar hacia atrás. Pareció como si una ráfaga de viento se detuviera, pero la larga cola del armadillo apareció de improviso en frente de Hakurón. Le golpeó en el estómago lanzándolo a lo lejos mientras que el vicealmirante se colocó como una esfera y comenzó a rodar hacia él. Mientras, a lo lejos, el espadachín veía como su compañero le hacía una señal. Igualmente, tenían una posibilidad, ya que si ese bicho se lanzaba sin pensar como estaba a punto de hacerlo, podía acabar muy mal.

Cuando el armadillo salió rodando a toda velocidad, Hakurón se levantó con un gran dolor en el estómago. No recordaba golpes así desde hacía mucho tiempo, pero sonrió al ver venir al tipo. Esperó lo suficiente hasta que los dos metros de bicho redondo (Dos metros porque estaba hecho bola) estaban a una distancia imparable. Sonrió.

-¡Vamos pallá! –Saltó hacia el cielo, esquivando el trolebús que venía en su dirección. Con un poco de suerte se resbalaría lo suficiente como para caer al agua…

Cayó detrás de la enorme esfera blanquiamarillenta y salió patinando hacia Taanis. Saltó en el momento en que el pistolero cambiaba de expresión. Sabía qué significaba aquello.

No le falló la intuición. Como un cañonazo, el vicealmirante cayó en la placa de hielo, reventando parte de la plataforma, haciendo que cayeran varios piratas y marines al frío y helado mar. Él sin embargo, había colocado sus garras en el hielo para evitar caerse.

-Como no… garras en los pies… -Dijo Hakurón suspirando.

-Si, pero… ¿Cómo ha podido detener ese movimiento circular permanente de tal forma que evitara caer al agua cuando lo esquivaste? –Preguntó atropelladamente Taanis.

-Oye tío, pon comas en tus frases de vez en cuando. ¿No? –Recriminó el peliazul a su amigo. – ¿Tienes preparado el Curry?

-Si, lo tengo preparado pero… ¿Cómo lo hacemos? –Taanis miró extrañado a su compañero mientras algunos de los piratas de la Reina Blanca intentaban golpear al armadillo. –Tú deberías tener tu otra espada para tener alguna posibilidad…

-Eh, si crees que mi potencia viene de mis espadas, estás muy equivocado. –Tosió un momento y luego miró a su alrededor. –Y si tanto lo crees… ¿Por qué no haces algo al respecto?

-¿Me vas a dejar hacerlo al final?

-Pero te vas a tener que esmerar… y después de echar el Curry. –Sujetó con fuerza sus dos armas, la espada y la vaina. –Necesito al menos que esos brazos estén al descubierto… ¡Cuidado!

Hakurón dio una fuerte patada a Taanis para sacarlo de la línea de visión del armadillo, a la vez que saltaba hacia el lado contrario a su compañero. Justo cuando lo hizo, varias escamas cayeron en el sitio donde habían estado, atravesando el hielo como si hubiera sido un cuchillo calentado cortando mantequilla. Cuando Taanis volvió la vista hacia el armadillo, vio como las escamas habían salido del brazo del marine, y este tardaba un poco en hacer que volvieran a salir las escamas de sus brazos. El pistolero se giró a Hakurón y le hizo dos movimientos con las manos, haciéndole las señas para el combate. El espadachín asintió y se levantó.

-¡Eh, hombre perro! ¡¿Eso es todo lo que sabes hacer?! ¡He visto perezosos más activos que tu! –Gritó Hakurón moviéndose como si estuviera saltando en su sitio.

-¡No soy un jodido perro, desgraciado!

La burla surtió efecto, y sus dos brazos apuntaron a Hakurón. Este solo sonrió y empezó a correr hacia el lado donde se encontraba Taanis. Cuando empezaron a salir las escamas como balas de pistola, Hakurón saltó encima de uno de los cuerpos inertes de los marines y empezó a moverse como si aquella fuera una tarde de surf, impulsándose con sus piernas, cambiando de dirección con pequeños cortes de espada en el hielo, y cuando se colocó al alcance de Taanis, ni se detuvo, pero lo agarró de la mano, lo alzó por el aire y este cayó detrás de él.

-Gracias por venir a recogerme. –Gritó el pistolero mientras sacaba de su bolsa una pistola que estaba cargando con una bola de color rojo. –Pero el bote es algo pequeño. ¿No te parece?

-Si, ya sabes, cuesta encontrar marines de más de dos metros que hagan bien de tabla de surf últimamente. –Dijo el espadachín mientras ambos seguían dando vueltas alrededor del armadillo.

Este, sin detenerse, seguía soltando escamas como si fuera una pistola que no necesitaba recargarse.

-¡A este paso se cargará él mismo la placa de hielo! –Gritó Hakurón.

-Entonces yo me voy a pique. –Dijo Taanis mientras echaba hacia atrás el percutor del arma. – ¡Listo!

Ambos siguieron girando, esperando el momento propicio. Y llegó antes de terminar la vuelta. El hombre-armadillo dejó de disparar para poder recuperar las escamas perdidas, y de eso se aprovecharon. Hakurón giró su “tabla” de surf en dirección al armadillo, y cogiendo velocidad, los dos saltaron en dirección del marine. Este se protegió con los brazos, pensando que tendría tiempo de detener cualquier ataque que Hakurón, que era el único que le había atacado directamente, le hiciera.

Pero no se esperó el disparo de Taanis. Una esfera roja salió como una auténtica estrella fugaz rojiza que golpeó con una explosión los brazos del armadillo. La esfera estalló en una explosión de llamas rojas como si hubieran abierto las calderas del infierno. El grito del tipo fue algo que llegó hasta las barcas de los piratas de la Reina Blanca, pero no amedrentó a la pareja de luchadores, al contrario. Hakurón lanzó a Taanis por encima del armadillo, y con un extraño movimiento en el aire, el pistolero había convertido la suela de metal de sus botas en afiladas cuchillas parecidas a patines de hielo que cayeron con fuerza en los brazos quemados del vicealmirante. La sangre de este manó por sus extremidades heridas, mientras que alzaba ambos brazos para desembarazarse de él.

-Estilo de la Luna Triste… ¡Tsubame Gaeshi!

Los tres cortes consecutivos golpearon en el desprotegido estómago del armadillo, haciendo que manara sangre de ella a la vez que Taanis salía de sus brazos hacia delante, colocándose a la par que Hakurón. Ambos se giraron como pudieron y se encontraron con que el tipo estaba de rodillas. Una de las manos de Taanis estaba dentro de su bolsa.

-Tardaré un par de minutos…

-¿Tanto? –Preguntó el espadachín. –No sueles tardar más que doce segundos para las de los demás.

-Ya, pero la tuya es especial. –Dijo él poniendo los ojos en blanco. –Tengo que hacer que se adapte a tu estilo… Y tendrás que hacer que crezca. Quiero que algún día se la conozca como una de las más poderosas Saijō Ō Wazamono ¿Ha quedado claro?

-Que si, hombre. –Dijo el peliazul mientras empezaba a correr. – ¡Tu solo date prisa y prepara el Cocido Marinero!

El armadillo se levantó en el momento en que Hakurón saltaba encima de él, usándolo de trampolín para salir disparado hacia delante y ponerse de cara a él.

-¡Esto no puede ser! ¡Un simple pirata… usándome de trampolín! ¡A mí!

-Oye, se que es difícil entender que has perdido, pero no es para tanto. –Dijo con una sonrisa el espadachín e hizo el ademán de limpiarse las suelas de los zapatos. –Aunque he pisado cosas mejores, la verdad…

Sonrió al ver como aquel hombre empezaba a acercársele corriendo, pesadamente, como queriendo aplastar su sonrisa con sus grandes pies con garras. Ambos sabían que las escamas de sus brazos no saldrían más, ya que al abrasar los brazos había conseguido el pistolero que no aparecieran más. Se hizo una bola de nuevo y empezó a rodar en su dirección, pero esta vez sin tanto ímpetu que antes. El Tsubame Gaeshi no había sido lo suficientemente potente, ni por las escamas del estómago ni por la precariedad del terreno, pero el dolor estaba presente, y el espadachín lo sabía. Contaba los segundos que le faltaban para poder preparar el ataque final, y empezó a correr. A lo lejos podía ver a Taanis patinando con sus zapatos modificados y con el brazo derecho casi completamente metido en su bolsa. Todavía quedaba al menos un minuto y en ese tiempo el artillero no se podría mover tan rápido como antes.

Saltó haciendo una voltereta en el aire para evitar que le atropellara aquel engendro por la espalda, y al caer al suelo volvió a subirse a una nueva “tabla” de surf, esta vez era bien grande y le sirvió para, mientras era perseguido, ver como casi todos sus subordinados estaban ya en los botes. Se maldijo un momento. No se irían sin ellos, y eso lo sabían.

-¡Eh, Dragón! –Gritó Taanis a lo lejos. Hakurón sonrió. – ¡Tu colmillo está listo!

El espadachín hizo que su tabla girara en dirección al pistolero, y cuando estuvo a la par, saltó y se quedó quieto para estabilizarse.

-¿Todo listo? –Preguntó el pistolero.

-Solo falta que me des a la pequeña. –Contestó el peliazul.

Taanis le ofreció la mano a Hakurón, como si fuera una despedida, pero este guardó la vaina filosa en su sitio, pasó la espada a la izquierda y agarró con fuerza el antebrazo de Taanis.

-¡Kinzo kinzo no mi… Shiroryuuken! –Gritó el pistolero.

El espadachín lanzó por los aires a Taanis, sin soltar su brazo. Este pareció licuarse y dejar a su paso, como si fuera un grisáceo aceite, una forma parecida a la de una espada, una katana. Cuando el aceite se solidificó, cambió de color, dejando ver una empuñadura y una hoja blancas como la nieve, y una esfinge de un dragón negro en la hoja de la espada. Cuando la vaina, blanca como la nieve también y con una hoja prácticamente imperceptible pero potente de igual manera, apareció alrededor de la hoja, habían perdido el contacto con el pistolero. Sin embargo, lo notó nada más terminar de formarse la espada… Notó su fuerza… una fuerza como si de un niño se tratara, alguien que quería salir a jugar. Sonrió al preparar su posición, guardando su vieja espada que tan fiel le había sido y se colocó en la posición de Iai… La prueba de fuego, se dijo. A lo lejos veía la bola de cañón viniendo hacia él, y sabía que arriba Taanis estaba preparando su próximo ataque.

El pistolero, en el aire, calculaba cuanto tiempo tenía y si le daría tiempo. Sus ojos críticos le dijeron el tiempo que necesitaría, y sabía que sus cálculos eran perfectos.

-¡Kinzo kinzo no mi… Caldero Marinero!

El extraño y grisáceo aceite surgió a toda prisa de sus dos hombros, y este se solidificó en forma de un enorme cañón con tres bocas. Al volverse corpóreo, cada cañón adquirió un tono de color diferente.

-¡It’s Show Time, Dragon boy! –Gritó él apuntando al armadillo.

-¡Si salimos de esta, emborracho de nuevo a Rita! –Gritó el peliazul, preparándose para el impacto.

El enorme cuerpo del armadillo pegó un bote, y fue directo a Hakurón. En ese momento, las voces de los dos hombres salieron al unísono.

-¡Estilo de la Luna Metálica! ¡Santsuki Raihireitôko!

El triple cañonazo sonó como un solo trueno. El rápido movimiento de espada dejó tras de si una estela de blanca nieve. La primera estocada de la blanca espada de Hakurón hizo que la primera de las balas líquidas del cañón de Taanis, rodeada de dorados rayos, entrara por la herida, haciéndole un daño mayor. El segundo ataque del espadachín hizo que la segunda de las balas, un meteorito líquido envuelto en llamas, entrara en la segunda herida, filtrándose en las dos heridas. Y al tercer y último corte, la tercera de las balas, de un claro azul celeste, congeló las tres heridas hechas en el estómago del vicealmirante. Este cayó pesadamente detrás de Hakurón, el cual estaba respirando con fuerza y pensando seriamente en dejarse caer al helado suelo. Sin embargo, lo único que hizo fue colocar su nueva espada en su vaina y alargar una mano para que Taanis pudiera caer con seguridad. Se agarraron de la mano y con un volteo rápido, la fuerza de la caída disminuyó completamente, dejándole en el frío hielo.

-Te tomo la palabra. –Dijo el artillero.

-¿Eh?

-Te va a tocar emborrachar a Rita, y seguro que con malas intenciones. –Dijo con una sonrisa.

-Oye oye… He dicho emborracharla, no aprovecharme de su borrachera.

Un cañonazo les hizo volver al mundo normal. El ataque golpeó con fuerza la plataforma de hielo, haciendo que esta perdiera parte de su extensión.

-¡Vámonos cagando leches! –Gritó Taanis.

-¡Pero no las cagues estando yo detrás!

Ambos salieron corriendo. Saltaron algún que otro cuerpo de marine o de pirata. Taanis no podía evitar hacer algún que otro truco o voltereta en el aire cuando lo hacía.

-¡Presumido!

-¡¿Qué culpa tengo yo de tener este talento talentoso?! –Se defendió el pistolero.

Cuando llegaron hasta las barcas con sus compañeros, ambos suspiraron. Subieron a bordo y se sentaron.

-Y ahora… ¡Maricón el último! –Gritaron los dos, y los botes empezaron a remar como si de verdad fuera cierta la frase que habían dicho los dos al mando. Tras ellos, el Belladona sufrió una gran explosión, mientras que en él dos poderosos enemigos luchaban con todo lo que tenían.

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Thackeray se estaba sintiendo muy incómoda por la severa mirada que estaba recibiendo por parte de Delacour. Parecía que aunque Ubegia la hubiese perdonado, su pasado siempre la iba a perseguir.

-Esto… Delacour. ¿Me puede hacer el favor de dejar de espantarme a mi teniente con la mirada, que luego no me trabaja?

El Almirante supremo desvió al fin la mirada de la teniente, que tuvo ganas de suspirar de alivio, aunque se contuvo, porque su situación ya era bastante mala de por si. Después de todo, el Almirante Supremo de la Flota estaba enfadado con ella, una simple Teniente. Básicamente, lo llevaba crudo.

Los dos altos cargos estaban sentados en el despacho del Almirante, mientras que Thackeray estaba a un lado, en postura de firmes.

-Vicealmirante Ubegia… Tengo que admitir que su trabajo en el South Blue ha sido ejemplar en este tiempo en que ha estado allí.- El almirante estaba comprobando unos papeles mientras decía esto.-La captura de cerca de un millar de piratas, 32 cargos de la marina de los que has demostrado su corrupción… Y en este tiempo ha convertido el South Blue en una de las zonas más pacíficas bajo nuestro control. Parece que su… misión ha sido mucho mas fructífera de lo esperado.

-Puede decir destierro, señor, no me molesta.- Respondió el vicealmirante, con la cara seria.

Alysa se puso blanca de golpe por semejante respuesta, e incluso Delacour pareció incómodo. Estaba claro que el Vicealmirante no había enterrado todavía el hacha de guerra por lo que le pasó tiempo atrás. En absoluto.

-De todas formas, su regreso ha sido de lo más afortunado. Tras lo que ha ocurrido en Shabaody…

-¿Qué ha pasado?

-¿Me quiere decir que no lo sabe?

Ubegia alzó los brazos en exasperación. Ya iban dos que le venían con las mismas.

-Estábamos cruzando el Calm Belt. Allí no hay forma de enterarse de las cosas. ¿Cómo pretende que lo sepa?

-Bueno…- Delacour estaba un poco descolocado, porque normalmente no hacía falta explicarle nada al Vicealmirante que tenía delante.- Hace varios días se produjo un ataque masivo de una gran cantidad de bandas piratas sobre el archipiélago de Shabaody, que supuestamente ha sido como venganza de la caída de tres Yonkou a manos de Aoikiji.

A cada palabra de Delacour, Derain se iba poniendo cada vez más blanco. Llegó un momento en que se llevó la mano a la cara y murmuró algo.

-¿Qué ha dicho?

-He dicho que eso provocó la muerte del Almirante Alexander Arhatkyo, ¿me equivoco?

Esta vez fue Delacour el que se quedó blanco del shock ante la salida de su subordinado. Lo de Sabaody era la parte conocida, pero, aunque se habían producido filtraciones, lo de Arhatkyo se había mantenido como un secreto. En sus prisas por levantarse llegó a tirar la silla al suelo.

-¡¿Cómo diablos sabes eso?!

-La bocazas de Samba me lo dijo antes.-Dijo como si fuera lo más normal del mundo.

-Veo que sigues a la gresca con ella.-Gruño Delacour.

-Como nos llevemos ella y yo es algo que solo nos incumbe a nosotros, señor, y a nadie mas. De todas formas, ¿quién se está encargando de todo el lío en el archipiélago?

El Almirante alzó las cejas pero no hizo ningún comentario mientras recolocaba su silla y volvía a sentarse.

-Según lo que me dijo la Ex Almirante H. Samba, ha dejado al Vicealmirante Ramsus encargado de resolver todos los problemas de la isla.

-Así que Ramsus, ¿eh? Parece que por lo menos esta vez si que ha sabido elegir. Mi antiguo compañero sabrá controlar la situación sin empeorarla en gran medida, que ya es algo.

-Volviendo al tema, voy a tener que redistribuir a la mayor parte de tu tripulación. Estamos en la necesidad de todas las unidades disponibles, y tus hombres tienen experiencia en estas lides.

Derain suspiró tomando su decisión.

-Me gustaría mantener la tripulación suficiente en el Marea de Hielo como para poder navegar. Además, también me gustaría conservar a uno o dos oficiales que están bajo mi mando actualmente.

-Te estás refiriendo a Thackeray, ¿no?

-Así es, señor.-No había ningún motivo para ocultarlo.

-Sinceramente, no entiendo porque la proteges de esta forma. ¡Por los dioses, si intentó…!

-Señor.- La frialdad de la voz del vicealmirante cortó en seco a su superior.- Con el debido respeto, La teniente Thackeray, a pesar de su baja graduación, es mi mano derecha, y una de mis personas de máxima confianza, que es mucho mas de lo que se puede decir de otras muchas personas, señor.

Delacour sabía cuando debía forzar las cosas y cuando era mejor dejar el asunto.

-Como quieras, pero espero que sepas lo que haces.

Ubegia empezó a levantarse, pero Delacour lo cortó.

-Una última cosa. ¿Por qué razón has decidido regresar a Grand Line ahora? Podrías haber regresado ya hace tiempo si hubieras querido.

-Estaba terminando de arreglar cosas en el South Blue.- Y en ese momento una sonrisa malévola cruzó su cara.- Y en cuanto a lo otro… es una sorpresa.

-Estás tramando algo, ¿no?

La sonrisa de Ubegia mientras se iba fue la única respuesta que recibió el Almirante. Aunque realmente no hacía falta nada más.

Delacour suspiró. Parecía que alguien tenía un infierno reservado para el y todavía no lo sabía. Casi sentía lastima de quien fuera a ser el objetivo de Ubegia, porque sabía perfectamente lo puñetero que podía llegar a ser. Derain Ubegia, el Fenix Negro, y uno de los estrategas más afamados de la historia de la Marina. No era un hombre que conviniera tener de enemigo. En absoluto.
Y bueno, tras el tostón, a ver si la gente empieza a pasarse un poco por aquí, que el último capítulo era mío, y ya le toca a otros poner algo ¬¬.

Y bueno, una vez desahogado, a ver que os parece el tocho que os he soltado. Comentarios, quejas y SBS, donde siempre. Y hay que avisar que parte de este capítulo ha sido escrito por Linkain, alias Hakurón.

PD:Y aquí una pequeña imagen que ha hecho el susodicho de arriba sobre las Hp: http://linkain.deviantart.com/art/Hakur ... -152572392
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osin
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por osin »

Por mi parte decir que mi cabeza no ha parado de seguir creando tramas para mi historia pero que por desgracia no puedo plasmarlas todavía. Mi trama actual con Osin, Miles y Hannah está en punto muerto hasta que cierto vicealmirante la siga por donde la dejamos.

He llegado a pensar en colgar un capítulo aparte con Anton de protagonista mientras espero el capítulo de Ramsus (que supongo que estará algo ocupado), pero al final deseché dicha idea. Y la deseché por tres sencillas razones:
-Primero es que solo serviría como un parche, es decir, después de colgar dicho capítulo volvería a la situación actual.
-Segundo es que aunque dicho capítulo será colgado mas adelante (porque deseo escribirlo) ponerlo ahora solo rompería la armonía (y no el ritmo, que eso ya está mas que roto) de la saga actual de mis historias. Prefiero seguir esperando y escribir toda la saga actual seguida (con un ritmo muy pausado pero seguida) para que, si alguien se pone a leer dichas historias no se encuentre conque en medio de una saga le meto un capítulo que en ese momento no tiene que ver con la historia de dicha trama.
-Y por último es que hasta después de semana santa no creo que encuentre un hueco para escribirla, pues ahora mismo ando bastante liado con trabajos de la uni.

Así que por ahora solo puedo pedir disculpas por mi parte y a seguir esperando.
Gracias Natthy ^^
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rido
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

En fin, como a cierta persona le pone nervioso que la gente no le comente cuando a él le cuesta un huevo y parte del otro comentar (cuando lo hace), vamos allá. Es un capítulo confuso. Completo y confuso, con un montón de frentes abiertos, demasiados quizá, que lo que hacen es, en buena medida, distraer al lector de cada trama. Yo lo leí varias veces, en distintos momentos del proceso de composición... y esa es la impresión que me dio. Aunque bueno, por otra parte, eso es lo habitual en los capítulos de Eratia.

No quiero decir que sea malo. Al contrario. Se plantean cosas muy interesantes, con personajes muy misteriosos, y vemos, al fin, un combate con la gente de Senka repartiendo, que era algo que se estaba haciendo esperar demasiado. Un combate demasiado "disparatado" aún teniendo en cuenta lo que ya sabíamos de ellos, pero bueno...

...

Ah, pero no queda la cosa ahí. Aquí mi capitán me pidió que escribiera y que, de paso, me metiera en líos. Y yo soy un chico formal y obediente... así que algo he hecho:
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Parte de trabajo 22: Blackout

– Ya que estás ahí, ¿podrías pasarme esa llave que…? – solicité sin girarme a la persona que acababa de entrar en la bodega en la que estaba trabajando. – Ah, eres tú… – me corregí al volver ligeramente la cabeza y ver al ciego espadachín que se había incorporado recientemente a nuestra tripulación. – Deja, deja, ya voy yo… – me incorporé.

– Toma – sonrió, adelantándose a alcanzarme la herramienta que buscaba.

Lo miré con cierta suspicacia mientras cogía la pieza que necesitaba. ¿No era ciego? ¿Cómo podía haber sabido a qué me refería, dónde estaba el instrumento o donde estaba yo exactamente? Preguntas como esas me las llevaba haciendo desde el mismo momento en que Seiryuu había pisado el barco, y aún seguía sorprendiéndome.

De todas formas, había descartado ya que estuviese fingiendo su incapacidad. Bajo la venda que solía ocultar sus ojos se escondían unas cuencas vacías, muertas, que nos había mostrado la primera vez que unos de nosotros había dudado de su minusvalía. Nos había dicho que se había arrancado los órganos visuales él mismo, pero no cómo ni por qué. No sabía qué había de cierto en aquella historia, pero tampoco estaba seguro de querer saberlo.

– Que sea ciego no significa que no pueda ver… – sonrió.

Valoré la posibilidad por un momento de señalar el absurdo que encerraban sus palabras, pero precisamente en su contradicción se encerraba la fuerza de aquella frase. Así que, sin más comentarios, me abstraje de la conversación y volví a poner toda mi atención en el trabajo que tenía entre manos.

Durante el paso de la Reverse Mountain, una semana antes, en la bodega donde Bettum y yo habíamos trabajado en el Dock System, se habían soltado algunas piezas que habían dañado el mecanismo, inutilizando algunas de sus funciones. No le había dicho nada a Eratia, sólo a Estella. Al fin y al cabo, el sistema de muelles no era algo que usásemos habitualmente y los daños no afectarían para nada a la estructura de La Joya ni a la navegación así que no tenía ningún sentido molestar a nuestro Capitán con aquello. Ya bastante tenía con acostumbrarse a su cargo.

– Dime, Carpintero…

– Rido – le corregí en tono amable. – Llámame Rido.

– ¿Hacia dónde os dirigíais ahora?

– Ah… – dudé si responder a la pregunta por enésima vez. – Hacia Xartha. Esa era la idea original pero…

– Pero aparecí yo con el mensaje de Bianca.

– Es una vieja amiga del Jefe. Así que no hay más discusión – establecí mientras apretaba la última tuerca. – Mejor. No tengo ninguna prisa por llegar allí.

– Intuyo que es algo personal…

– Exacto.

– Y que es también una larga historia… – añadió insinuante.

– Dos de dos – lo felicité con un sarcasmo que indicaba suficientemente lo poco dispuesto que estaba a tratar ese tema. – Estás en racha.

Seiryuu captó la incomodidad que me producía hablar de aquella maldita isla y prefirió marcharse tras escuchar mi respuesta en lugar de quedarse a intentar sonsacarme algo. Alegó que iba a tomar algo de aire para que aquella despedida no quedara en algo fastidioso y se fue mientras tarareaba una canción.

Yo también había terminado, pero antes de asomarme a la cubierta, tenía alguna otra cosa que hacer. Recogí los útiles de trabajo y los guardé ordenadamente en su armario. Mientras lo hacía, no pude evitar con una cierta nostalgia a su mueble gemelo, el que había usado Bettum hasta nuestra separación en Syrup. Luego, me aseé para limpiarme la grasa y el polvo del trabajo y salí.

Hacía buen día fuera. El mar estaba en calma y el silencio que rodeaba a nuestro navío sólo se veía roto por el solitario canturreo de algún pájaro. Seastone se encargaba de manejar el timón, pues Eratia debía estar en su camarote controlando la ruta o algo. Kyo se había encaramado a lo alto del mástil oteando el horizonte y, desde allí, amenizaba el viaje con los arpegios de su laúd.

El invidente estaba jugueteando con su bolsa llena de espadas en un rincón de la cubierta mientras Hilmar tonteaba a su alrededor haciendo carantoñas para ver si lograba causar miedo en Seiryuu. Pero él ya se había acostumbrado a la incorporeidad de la voz del gnomo y no mostraba ningún tipo de inquietud, aunque sí parecía sentirse menos seguro en su presencia que cuando se dirigía a alguien a quien pudiera situar en el espacio.

No había rastro de Estella ni de Mei. La benjamina de nuestro grupo estaría, seguramente, en la cocina y la doctora, en la enfermería. Así que encaminé mis pasos hacia allí para charlar un rato con ella y hacerle un poco de compañía.

– Hey, buenos días – saludó al verme.

– Hey.

– ¿Ya terminaste abajo?

– Sí – confirmé, mientras me sentaba sobre la camilla. – Todo listo. No sé si tendré que ir a echarle una mano al Caledonia, ahora, pero en principio… listo – expliqué. – ¿Y tú?

– Me falta organizar esto de ahí pero creo que esta tarde… – señaló.

– ¡Eh! ¡Iros preparando! – anunció el tirador a voz en grito. – ¡Repito! ¡Iros preparando para tomar tierra!

– Ya era hora…

– ¿Cómo se llama esta isla?

– Crimson Peak – recordó ella.

Crimson Peak era una isla de verano que recibía su nombre de el enorme picacho de roca rojiza que la dominaba o, mejor dicho, sobre el que se asentaba, pues bastaba una mera observación superficial para darse cuenta de que toda la superficie no era más que la punta de una enorme montaña pelada que se hundía en las profundidades del Grand Line.

Apenas tenía vegetación y su aridez había obligado a sus habitantes a buscarse otras formas de procurarse el alimento. Al parecer, por lo que pudimos descubrir al bajar a la isla, la principal fuente de supervivencia eran la minería y la pesca. Era gente curtida y de aspecto rudo y curtido por siglos y siglos de trabajos en dos de los oficios más duros que conocía el hombre. Algo me decía que era mejor pasar el menor tiempo posible allí.

– ¡Hey, pareja! – llamé a Eratia y a Seastone antes de que, manos entrelazadas, salieran a dar un paseo en solitario por las afueras del poblado.

Ya nos habíamos acostumbrado a su relación. La verdad, era algo que se veía venir desde lejos. Siempre estaban juntos y, al fin y al cabo, la chica había cambiado a los Outlaws por unos novatos tan poco exóticos, comparado con nuestros compañeros de aventuras, como éramos nosotros. Pero de alguna forma, su noviazgo o como quisiéramos llamarle se había formalizado después de nuestra llegada al cementerio de los piratas.

– Dime.

– Este sitio me da mala espina – confesé. – ¿Cuánto tenemos que quedarnos aquí?

– Le pregunté antes al jefe del puerto – contestó Seastone, adelantándose a tomar la palabra. – El tiempo de carga son unas quince horas.

– O sea, que pasaremos la noche aquí – dije, calculando mentalmente la hora de salida. – Saldremos mañana a media mañana… ¿Cuánto queda para llegar a Snowy Valley?

– Ya es la siguiente isla – informó el Capitán, no sin cierto alivio. – Si sigue el buen tiempo de esta última semana… cinco o seis días. Como mucho diez – se encogió de hombros.

– Llegaremos tarde a la cita, entonces – concluí.

– No importa – respondió, fingiendo tranquilidad. – Sólo será por un par de días… Senka seguro que espera – aseguró. – Tendrá un cabreo de narices, pero estará allí.

– Tú mismo… En fin… Voy a… Os dejo solos – me despedí.

Me di la vuelta en dirección al barco con las nuevas provisiones que había adquirido en el puerto. Útiles de repuesto para la carpintería más que nada. De los alimentos se encargaban Mei y Eratia habitualmente y nos habíamos hecho con una buena cantidad de medicinas en nuestro último paso por Logue, así que estábamos bien surtidos de todo.

Nos quedaba toda una velada en la isla, así que decidí ir a buscar a Estella para dar un paseo y, quizás, tomar algo en una cafetería que había visto cerca de la plaza central de la villa en la que habíamos atracado y que en nada se parecía a las típicas tabernas portuarias en las que habitualmente recalábamos. Les tenía envidia a Eratia y a Seastone por haber sido capaces de dar un paso que yo no me atrevía a dar. La verdad es que tampoco estaba seguro de si había algún paso que dar. No era muy bueno interpretando esa clase de señales. Sería la inexperiencia.

– Le toca guardia – comentó Kyo, que bajaba por la pasarela cuando yo subía. – La doctora, digo.

– Vale – contesté, sin saber muy bien qué decir.

– Venga, te invito a un trago – sonrió. – Además, necesito un compañero esta noche.

– ¿Compañero? Mira… – hablé, dispuesto a rechazar su propuesta. – No quiero meterme en ningún lío.

– ¿De qué tienes miedo?

– No es miedo – le corregí. – Pero paso de problemas hoy…

– Créeme – insistió. – Yo tampoco tengo ganas de líos…

– ¿Entonces para qué me quieres?

– Porque beber solo es deprimentes – chistó. – Además… puede que podamos ganar algo de pasta.

– Vale, ¿pretendes ponerte a robar?

– No… amigo mío – me cogió por el hombro, animándome a variar el rumbo hacia el muelle. – Vamos a ganarlo. Punto.

– Ya… – respondí escéptico.

A pesar de mis reticencias me dejé convencer. Fui a dejar lo que había comprado al almacén y luego sucumbí a la necesidad de explicarle a estela a dónde iba. Kyo aún me aguardaba en cubierta, junto a la pasarela que permitía descender a tierra firme.

Fuimos juntos hasta la mugrienta taberna del pueblo. Allí se deban cita los mineros que trabajaban en la excavación que se había horadado en el corazón de la isla y los marineros, pescadores, que vivían de lo que podían extraer de las costas de Crimson Peak. No se mezclaban entre ellos. A un lado los rostros teñidos del hollín de la roca reían entre sí y miraban no sin cierta suspicacia a las caras curtidas por el sol de la costa de los hombres del mar.

Sólo un terreno parecía aceptable para la mezcla y, por así llamarlo, una incruenta batalla entre unos y otros: la mesa del fondo alrededor de la que se amontonaba una masa vociferante que jaleaba a los protagonistas del duelo. Kyo se fue directamente hacia allí, no sin antes decirme que le pidiera una bebida en la barra. Tenía la mirada fija en la mesa, más allá de la gente que le impedía ver lo que de verdad estaba ocurriendo.

– Un vaso whisky y otro de ron – le dije al camarero.

– ¿Marineros? – preguntó el camarero, tratando de entablar conversación.

– Comerciantes – respondí, sin mayor indicativo de querer proseguir la charla.

– No tiene pinta de comerciante – rió. – Más bien de… – comenzó a corregirse, pero se paró y se inclinó sobre la barra. – No se preocupe, amigo, personalmente estoy de acuerdo con ustedes… Además, – añadió con una sonrisa satisfecha – son mis mejores clientes. Han elegido una mala ruta…

– ¿Perdón?

– Algo ha pasado en Snowy Valley… – se encogió de hombros. – Tengo una hija allí. Habla con su madre todos los días… Llevamos dos días sin saber nada… Las comunicaciones están cortadas y…

Sin decir nada más, se dio la vuelta y dejó el vaso que había estado frotando insistentemente en la estantería. Luego cogió dos vasos bajos, me sirvió las bebidas con el mismo gesto de preocupación con el que había hablado de su hija y que, parecía, le daba rabia adoptar y volvió a inclinarse otra vez sobre la barra.

– Si van por allí, tengan cuidado – dijo. – Aunque puede que sólo sea una tormenta… El tiempo está jodido últimamente.

Asintiendo ligeramente como quien quiere hacer pasar rápidamente la conversación tomé los dos vasos y me acerqué a Kyo, que cogió el suyo sin siquiera levantar la vista de la partida. Estaba examinando cada jugada como si le fuera la vida en ello, y había puesto en ello toda su atención.

– Bueno… – sonrió, después de un trago. – ¿Vamos allá?

– Si insistes…

– Cuidado con el de las gafas de pasta – advirtió. – Se hace el tonto, pero… ¡Caballeros! – exclamó. – ¿Hay sitio en esta mesa para dos turistas de buena voluntad?

Inmediatamente un par de ellos levantaron la vista hacia quien había hablado y no lucían exactamente lo que podrían llamarse gestos de buena voluntad. A una orden del más viejo de los que estaban allí, uno de los mineros por el aspecto, dos hombres se nos acercaron, nos cachearon y volvieron a junto del “líder”. Uno de ellos le susurró algo al oído señalándonos y el 7viejo levantó de nuevo su mirada hacia nosotros.

– ¿Piratas? – preguntó con sarcasmo.

– Comerciantes – puntualicé, antes de que Kyo pudiera decir nada.

– Lástima – lamentó él. – Me caen bien los piratas… los que no tienen miedo de decirlo. Pasad, pasad… Acompañadnos...

Nos sentamos a la mesa y nos repartieron cartas para la mano que estaba comenzando mientras nos informaban de las reglas de la casa, las apuestas mínimas y las reglamentarias amenazas y puyas entre ambos bandos. Todo formaba parte de la parafernalia obligada en aquellas ocasiones, y estaba seguro de que ni la mitad de lo que decía podía ser verdad. Pero, como digo, tampoco tenía yo muchas ganas de meterme en líos.

Jugamos durante un rato sin complicaciones, por lo legal. Llegado un momento, cuando ya habían bajado dos vasos más de whisky y de ron, Kyo me hizo un gesto dando a entender que le siguiera el juego. Comenzó a canturrear una canción que hablaba de las aventuras de los Sombrero de Paja y enseguida encandiló a unos cuantos de los espectadores mientras ponía nerviosos a los jugadores. No iba más allá de ello, pero pronto comenzó a hacer gestos, nada más que eso, que cualquiera que los viera podría pensar que eran sospechosos, que estaba haciendo trampas.

– Tranquilos – comenté. – Está medio loco. Si por mi fuera lo hubiéramos tirado por la borda hace semanas – me quejé. – Pero como es el hijo del jefe… tenemos que jodernos. Debe habérsele pasado el efecto de las pastillas.

Kyo me miró y sonrió con la boca bien abierta, refrendando mi veredicto sobre su locura y, sin mirar siquiera las cartas que le correspondían, comenzó a empujar todo su monto hacia el centro de la mesa. Le detuve poniendo una mano sobre su brazo y le miré fijamente.

– ¿Estás seguro?

Dejó de sonreír, levantó sus cartas y las tiró boca abajo hacia el centro de la mesa antes de volver a canturrear. Pronto la tonada se volvió demasiado pegadiza y muchos, entre otros yo, comenzamos a cantar con él. Entonces entendí lo que quería hacer. Bajo la apariencia de locura, lo que había hecho era encontrar la coartada perfecta para comenzar aquella melodía hipnótica, cadenciosa, que acabó distrayendo al resto de los presentes de lo que estaba pasando.

El monto de Kyo y el mío subían, discretamente pero sin cesar de aumentar. Mano a mano aumentábamos nuestras ganancias ante la impotencia del resto de jugadores, que estaban sumidos en el hechizo del canto de nuestro tirador.

– ¡Dile que deje de cantar! – chilló de repente el hombre de las gafas de pasta, que hasta entonces se había mantenido en silencio.

– Eh – tiré de la manga de Kyo. – En serio, tío, calla.

Pero él no cesaba con la música. Es más, ahora miraba hacia el rival con cierto aire provocador, como si antes hubiera pensado parar pero ahora ya no quisiera, sólo porque se lo habían pedido. Esto hizo que el hombre, un marinero de dos metros y bien musculado tirara con rabia sus cartas al centro de la mesa y se levantara con cara de muy pocos amigos.

– Genial – bufé por lo bajo.

Mi compañero dejó inmediatamente su canción y se disculpó. Alegando que aquel incidente le había quitado la gracia a la partida y que, además, prefería llevarme a Kyo a que descansara antes de que fuera a peor y nos metiéramos en algún problema, nada más lejos de nuestras intenciones, recogí mis ganancias y le dije a mi camarada que hiciera lo mismo.

Pero no iba a ser tan fácil. Habíamos recogido nuestros montos, nos habíamos despedido amablemente y habíamos alcanzado ya la puerta del local cuando dos mineros nos cerraron el paso con cara de pocos amigos. Traté de dialogar con ellos, pero eran del género mudo. Parecía que, inevitablemente, aquello terminaría como yo nunca habría querido que terminara. Mientras trataba de hacerles entrar en razón, insistiendo en los argumentos que había esgrimido en la mesa para abandonar la partida, aseguré mi bolsa bajo mi camiseta.

No tardo mucho en volar el primer golpe. Ahora mismo no sabría decir si fui yo, si fue Kyo o uno de ellos el que inició la batalla. Como la mayor parte de las pequeñas guerras que se organizan en una taberna a esas horas de la noche, todo está muy confuso. Nosotros peleábamos por salir de allí, pero los otros nos habían conducido al centro del local, alejándonos de la salida.

De todas formas, pronto la pelea perdió todo su sentido original. Los motivos que nos habían llevado a comenzarla se diluyeron entre las mesas que volaban, las sillas que se rompían en las espaldas de los enemigos y los puños que impactaban en las mandíbulas y los torsos de los combatientes. Y ya no éramos nosotros contra ellos, sino que se había convertido en los marineros contra los mineros y todos contra nosotros. Muy agradable todo.

Una pandilla de hombres de cara tiznada me habían arrinconado contra la barra. Me subí al mostrador y salté por encima de ellos aprovechando un hueco en el centro del local para aterrizar dando una ligera voltereta para amortiguar la caída. En cuanto recuperé el equilibrio lo primero que hice fue propinarle un cabezazo en la nariz a uno de los mineros, derribándolo inconsciente.

Otros dos aparecieron, pero me deshice de ellos con facilidad. Era extraño. Aun estando acostumbrados, seguro, a aquella clase de peleas, tampoco es que fueran unos dotados para el arte del combate tabernario. Mejor. Más posibilidades de salir exitoso pero no dejaba de llamarme la atención aquello.

Casi había alcanzado la puerta cuando alguien me derribó con un barrido de mis piernas y me arrastró de nuevo hacia el centro de la vorágine cogiéndome del pelo. Era el tipo de las gafas de pasta. En cuanto relajó un poco el agarre me levanté y le di un puñetazo aprovechando el impulso, pero él ni se inmutó. Intercambiamos unos cuantos golpes y demostró que él sí que no era un novato en aquellas situaciones.

En uno de los golpes, tropecé con un marinero que había caído al suelo detrás de mí y me trastabillé. Entonces se aprovechó mi rival para, armado con una silla, abalanzarse hacia mí en lo que, previsiblemente, sería el golpe final. Por fortuna, una jarra de cerveza llena impactó certeramente en su cogote. Al otro lado de su trayectoria, Kyo sonreía con satisfacción.

Me saqué de encima el cuerpo inconsciente del hombre de las gafas de pasta y me escabullí entre las piernas de los borrachos luchadores hacia la puerta. No llamé la atención, no sé si porque ya había perdido sentido el pelear contra nosotros o porque el alcohol había nublado del todo sus sentidos. Justo delante de la puerta, esta se abrió, casi golpeándome. Me aparté hacia un lado para seguir manteniendo mi “invisibilidad” y salir del local, manteniendo a salvo el dinero.

– ¡Pelea! – gritó la voz de Roca.

Miré hacia arriba y vi a varios miembros de la tripulación de Silver, que había llegado a la isla con unas horas de retraso con respecto a nosotros. Mihawk, Roca y el viejo Reyes sonreían abiertamente a la vez que comenzaban a “mezclarse con la masa” a base de alaridos y puñetazos. Sonreí y comencé a ponerme en pie.

Pero primero fue un enorme dolor en el pecho como nunca antes había sentido y, después, la oscuridad.
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H23
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por H23 »

Varias cosas:

+ Ya te he dicho por MSN que encontraba sorprendente que Kyo "encandilara" al personal con una cancion. Te lo digo mas que nada porque cuando cree a Kyo pense en el mas como un cuentacuentos y no como un bardo. Tal vez el hecho de que llegue con Brook despiste, pero es mas de labia que de cante.

+ La pelea es confusa en muchos aspectos, pero me gusta que le des a las escenas de accion, algo en lo que no sueles habituar.

+ Como el Pirate Tales es como es, sigo perdido en muchas cosas, como por ejemplo el tema de los Outlaws. Pensaba que los Crown ya se habian separado de ellos, pero entre los tropecientos personajes de Eratia y la mudez del resto... Vamos, pense que ya estabamos separados.

Dicho queda. Ya no tienes que hacer pirulas raras.
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El apagon de Rido merecia una continuacion y aqui la traigo, con la mente puesta en abrir un arco argumental... O enterrarnos en el, qui no sa.

Disfruten con... Las malas noticias.
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Malas noticias

Si había una cosa que no me gustaba era hacer guardia el día después de una pelea. Las vendas me oprimían el brazo derecho y las tiritas de la cara me molestaban mucho. Prefería mas estar durmiendo que caminar por el barco, oteando el horizonte por si aparecía algún barco de la marina o vete tú a saber qué. Pero era el pequeño precio que tuve que pagar por meterme en líos el día anterior.

Rido había hecho la guardia anterior. Eso me sorprendía en parte, debido a lo que le ocurrió después de la pelea. Cuando salí del bar amoratado y magullado me encontré a Reyes, miembro de los Outlaws, junto a mi compañero. Por lo que me conto después, Rido se había desmayado nada más salir del bar y lo encontró allí tras atravesar el ventanal principal de la taberna fruto de un puñetazo lanzado con mucha fuerza sobre el pirata de Silver. Me sentí culpable en un principio, yo había metido al barbudo en todo aquello. Por fortuna, el carpintero me dijo que no era derivada de la trifulca. Solo fue un desvanecimiento, nada más. Aun así, la culpa seguía rondando mi cabeza.

Los primeros rayos del astro rey comenzaban a salir por el horizonte. Suspiré tranquilo, tomando el aire de un nuevo día. No me di cuenta que detrás mío una figura con vendas en sus ojos aparecía por cubierta. Seiryu se quedo a mi lado, haciendo que miraba el paisaje. Aun no acababa de fiarme de él, pero su destreza con la espada y el hecho de que fuera el enviado de una antigua camarada de Eratia le daban cierta cancha en el barco.

- He aquí un nuevo amanecer.- Dijo, mientras me giraba hacia él.- Un día precioso.-

- Siento mortificarte el día nada más empezar, pero estas ciego.- Dije.- ¿Como puedes saber que esta amaneciendo?-

- Que sea ciego no significa que no distinga los cambios de luz, amigo mío.- Justifico el espadachín.- Pequeños cambios de temperatura, el hecho de que la cocinera ya esta dándole a las cacerolas para hacer café...-

Motivos más que suficientes para saber que era un nuevo día. Sonreí resignado, mientras le daba dos palmadas en su hombro izquierdo, en señal de camarería.

- Voy a la popa.- Anuncié.- Iré a recoger el diario.-

Mientras me dirigía hacia el lugar indicado, Hilmar apareció a mis pies. El fantasma siempre era el primero en unirse a mi cuando se trataba de cantar o recitar algo, quizás por sus aventuras anteriores. Lo único que me molestaba de aquel ser era esa especie de vigilancia que tenia sobre mí. Trataba de asustarme, de sorprenderme en medio de una conversación, como si quisiera verme asustado.

- Deja de hacer eso.- Le dije, un poquito harto de aquello.

- Disculpa.- Contesto el fantasma.- Pero no entiendo tu forma de actuar. Es como si no te diera miedo.-

- Hilmar, he vivido con un esqueleto andante.- Expliqué, haciendo referencia a Brook.- Créeme, ver una calavera parlanchina nada más levantarte si seria digno de un susto. Pero después de eso, conversar con un fantasma entra dentro de lo habitual.-

El fantasma siguió a mi lado, conversando acerca de anécdotas ocurridas con Brook, mientras recogía el periódico del día y pagaba a aquel pelicano con un berrie. En la portada había una foto de lo que parecían los restos de un navío, rodeado de pequeños icebergs de hielo. El titular, puro sensacionalismo, decía algo así como "El supremo almirante de hielo captura otro barco pirata".

No me di cuenta como Hilmar se había escabullido para coger sitio en el comedor, aunque él no tuviera que desayunar por su estado incorpóreo. Sabía que las aguas del Grand Line eran inmensas, pero por lo que decía la noticia, era más que probable que aquel almirante supremo estuviera por las aguas por donde estábamos circulando en aquel momento.

- Buenos días.- Salude a todo el mundo, al ser el último en llegar al desayuno.

Eratia me saludo con la mano, pues la boca la tenia ocupada con una cucharada de cereales. Rido lo hizo con la mirada seria, mientras sorbía una taza de café. Creo que aun no me perdonaba el hecho de involucrarlo en una pelea.

- Buenos días.- Me saludo Estella.- ¿Hay alguna noticia interesante?-

- Depende de lo que entiendas por interesante.- Conteste, encogiéndome de hombros.- ¿Iron Bay esta cerca de por aquí?-

Eratia me miro interrogante. Sabía que la pregunta iba para él, como experto navegante. Sin embargo, fue Seastone la que contesto.

Iron Bay era un lugar de paso para mercaderes, uno de los primeros puertos donde la gente del East Blue podía negociar con las gentes del Grand Line. Antaño era una pequeña colonia para piratas, pero desde que se estableció una base de la marina tras la "muerte" de Monkey D. Luffy, eran pocas las sabandijas que intentaban pisar aquella zona.

- Deberíamos esquivarla.- Sugerí.- Hay un almirante supremo de la marina por la zona.-

- ¿Un almirante supremo?- Pregunto Mei con curiosidad.- ¿Cuál de ellos?-

- El Almirante de Hielo.- Respondí, encogiéndome de hombros.

- ¿Aokiji?- La pregunta de Eratia me pillo por sorpresa. Tras esa intervención ate algunas historias de Brook, en las que comentaba como por culpa de Akainu, otro de los almirantes supremos, había fallecido Portgas D. Ace, el hermano de Luffy.

- Mal asunto.- Dijo Rido.

- Podría ser peor.- Repliqué al carpintero.- Ahora podríamos estar pudriéndonos en el fondo del mar.-

- ¿A qué te refieres?- Volvió a preguntar Mei.

- A que alguien ha sido capturado por el almirante supremo este.- Conteste, señalando el diario.- Según la noticia, ya no queda nada del Belladona.-

Lo que ocurrió después no me lo esperaba, ni mucho menos. De repente, sin venir a cuento, Mei se lanzo sobre mí, tirándome encima el revuelto de huevos que estaba preparando. Parecía ida, afectada por aquello.

- ¡Mentira, es mentira!- Me chillo, mientras ahogaba un grito motivado por las quemazones que me estaban dando el aceite y el huevo que me acababa de tirar.- ¡El Belladona no se ha hundido!-

- ¡Si no me crees, léelo por ti misma!- Le chillé, intentando zafarme de su presa.

Nadie parecía reaccionar ante aquel ataque de rabia de Mei hasta que Seiryu, llevado más por los gritos que por su propia vista, la separo de mi. Eso sí, el pobre se llevo otro sartenazo de Mei.

Me fije entonces que Eratia también se había sorprendido, afectándole de sobremanera lo que había relatado. Seastone, al ver que Mei no se calmaba, la agarro por los hombros y la abrazo. Eso detono algo dentro de su sistema neuronal, pues la pequeña cocinera comenzó a llorar desconsoladamente.

- Fuera.- Ordeno la dominadora del Karioseki.- Todos.-
Fui el primero en salir, disparado hacia las duchas, dejando atrás a los demás. Aquello quemaba como fuego y necesitaba refrescarme la cara y la cabeza, por lo menos. Seguía sin entender el ataque de pánico y rabia de Mei, así como la cara ausente de nuestro capitán.

Estella me alcanzo en la ducha, con una pomada para las quemaduras preparada. Para mi suerte, no tenía nada grave, salvo un par de quemaduras en la nuca y en la frente. Hicimos las curas en silencio, todavía impactados por aquel acontecimiento.

- ¿Alguien puede explicarme por qué el desayuno ha terminado en mi cabeza?- Pregunté al aire, una vez llegue a cubierta tras las curas.

Tanto Rido como Seiryu miraban la puerta de la entrada al comedor expectantes, mientras que Hilmar dudaba entre entrar o esperarse. Cuando parecía decidido a entrar, Estella le lanzo una mirada de advertencia, que asusto al fantasma, antes de chequear el estado del espadachín, que tenia media cara roja del sartenazo de la cocinera.

- El Belladona es el barco de Senka.- Explico el espadachín, mientras era atendido.- Y el hermano de Mei era tripulante del mismo.-

Ahora encajaba todo, tanto la cara de Eratia como el repentino ataque de Mei. En silencio, me quede mirando la puerta como mis compañeros, tratando de entender los pensamientos que estarían pasando por la cabeza de esos dos. Era un consuelo que fuera Seastone quien estuviera dentro.

- ¿Y si hay algo más?- Pregunté al aire nuevamente.

- No te sigo.- Contesto Rido, algo confuso.

- Me estaba preguntando si el ataque al Belladona ha sido casual o premeditado.- Expliqué.- Senka quería ver a Eratia por algún motivo, pero justo antes de encontrarnos un pez gordo de la marina pasaba "casualmente" por ahí, hunde el barco y captura a varios miembros de la tripulación.-

- ¿Hay gente capturada?- Pregunto el barbudo. Asentí en silencio.- O sea, a lo mejor...-

- Si, a lo mejor.- Dije, cortando a mi compañero.

La puerta se abrió ligeramente, dando paso a una Seastone más sosegada, que sujetaba a una todavía nerviosa Mei. Todos nos quedamos mirando, esperando una respuesta a lo ocurrido. Lentamente, Mei se separo de la domadora de Karioseki y se dirigió hacia mí.

- Yo...- Comenzó a decir.- Lo lamento Kyo.-

- Tranquila.- Respondí, despeinándola un poco.- Estoy bien. Pero la próxima vez que me vayas a tirar comida encima, avísame y abriré la boca para no desperdiciarla.-

La cocinera esbozo una ligera sonrisa, al tiempo que se separaba de mi y pedía disculpas a Seiryu. Mire a Seastone, buscando en su mirada conocer el estado de nuestro capitán. Ella no dio señal alguna que nos dijera si se encontraba bien o mal, pero su rostro estaba tenso.

- Vamos a la sala de mapas.- Dijo, tras aceptar el espadachín las disculpas de Mei.- Hilmar, te quedas de guarda.-

- ¿Por qué yo?- Se quejo el fantasma.

- Porque si te disparan, aun puedes dar la voz de alarma.- Justifico Seastone, de forma un tanto seca.

Hilmar acepto las palabras de Seastone, no sin antes jurar por bajo que ese trato no era justo para él, que había sido alguien en la antigüedad. Los demás entramos en el comedor y nos metimos en el pasillo que daba al resto de departamentos.

Cuando llegamos a la sala de mapas, Eratia ya había extendido un mapa de la zona encima de la mesa, así como varias páginas del diario de hoy. Los demás fuimos sentándonos, mientras Eratia y Seastone seguían haciendo cálculos en voz baja y repasaban el mapa.

- Esto es lo que hay.- Comenzó a decir nuestro capitán.- Si Aokiji ha dejado supervivientes, estos se encontraran en Metal Port, la base de la marina en Iron Bay.-

- Eso está a dos días de aquí.- Continuo Seastone.- Pero con vientos a favor podemos llegar mañana al anochecer.-

- Sabemos por el diario que hay prisioneros.- Siguió nuevamente Eratia.- La cuestión es, ¿Qué hacemos?-

Hubo un momento de silencio, donde ninguno parecía querer expresar lo que se le pasaba por la cabeza. Siendo sinceros, ir a Iron Bay era ir preparando nuestras esquelas, no teníamos posibilidad alguna contra el almirante supremo.

- Escuchad.- Interrumpió Eratia.- Yo quiero ir hasta Iron Bay, patearle la cabeza a Aokiji y rescatar a cualquier miembro del Belladona que haya allí. Se lo debo a Senka, pero no quiero comprometeros.-

- Ponte a la cola.- Sugirió Rido.- Ese almirante de Hielo se ha cargado un barco que hicimos los carpinteros de Bettum. Y con eso no se juega.-

- Yo voto por ir.- Continuo Mei.- Si mi hermano está prisionero ahí, debo ir a rescatarlo.-

Tres votos suicidas, ninguna palabra franca.

- Siento hacer de abogado del diablo.- Dijo Seiryu, levantándose.- Pero estáis cegados por la ira. Puede que no os deis cuenta, pero ahora mismo estáis mas ciegos que yo.-

- Estoy con Seiryu.- Añadí.- Es una locura dadas las circunstancias. Estamos hablando de un almirante supremo, no de un comodoro ni de un teniente con los humos subidos. Además, aun no sabemos cuál ha sido el motivo.-

- El Belladona era un barco pirata.- Dijo Seastone.- Es motivo suficiente.-

- No lo veo yo tan claro.- Contradije.

- ¿Crees que hay algo mas en todo esto?- Pregunto Estella.

- Se que suena descabellado.- Contesté.- Pero es mucha casualidad.-

- El capitán dice que ira.- Replico Seastone.- Y yo voy donde él vaya.-

Bufé nervioso ante esa frase. De todos era ya sabido que aquellos dos tenían algo más que una amistad. A decir verdad, a ninguno se le escapaba que Eratia y Seastone eran cuanto menos "Una linda pareja". Pero aquello era la vida real, no un país de cuentos. Y nuestros cuellos eran los que estaban en juego.

- ¿Estella?- Pregunto Eratia.

- Por un lado estoy con Kyo y Seiryu.- Relato la doctora.- Es descabellado, por no decir suicida. Pero por otro lado os entiendo tanto a ti como a Mei, y quizás a Rido en menor medida.-

- Voto por ir.- Acabo diciendo Estella.

Mire de soslayo al espadachín, a sabiendas de que aquel voto nos dejaba en clara inferioridad. Porque aunque Hilmar votara, el fantasma no cambiaria mucho las cosas. Seiryu se sentó, desenvainando su espada.

- Si es vuestra orden la acatare, capitán.- Dijo, apuntando a Eratia.- No comparto la orden, pero un motín también sería un acto desleal y desafortunado al estar en inferioridad. Así que contad conmigo.-

Todas las miradas se centraron en mi persona, el único que faltaba por convencer.

- Muerte segura, mínima posibilidad de éxito.- Comencé a decir, pero parecía que fuese a convencer a nadie, menos con Seiryu de su parte.- ¡A la mierda! ¿Cuál es el plan?-
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kurokotetsu
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por kurokotetsu »

At last (me lo digo a mi mismo). Por fin tengo tiempo de leer y de comentar.

Primero Eratia. El capítulo está muy largo y pasan demasaidas cosas. Tal vez habría sido mejor partirlo en dos, especialmente por la detallada escena de pelea (me suena a que esa es la parte de Linkain) que ocupa una buena porción. Abre un nuevo frente (la carta) que me parece con mucho futuro. Lo que tal vez me decepcionó un poco fue que los Crown apenas fueron mencionados de pasada. Esperaba ver más hacia adonde nos dirigíamos. Pero hubo un gran paso en esa pequeña sección. Y a pesar de esas críticas me gustó mucho, hay acción, se plantean nuevas historias y deja al lector esperando ver que pasa con todo esto.

Siguiendo con Rido. Me lleve una pequeña sorpresa con respecto a mi personaje, pero nada fuera del otro mundo (tenía pensado que nunca se quitaba la cinta, por nada, pero se me ocurre justificaciones para la exepción). Buen capítulo, con un Rido cada vez más "perturbado" por su relación con Estella. Divertida la pelea, caótica como esperaba de una pelea de cantina, pero me extraña el final (¿acaso eran tan fuertes los contrincantes como para desmayar a un toro com Rido?). Menos mal que tenemos el otro relato.

Y a Cabeza de Hueso, en vaya situación nos hemos terminado. La verdad me abren las ganas de escribir (lo que haré ahora mismo). Suicida la idea, y la verdad será divertida de hacer el arco. Esperaba un poco más de snesatez de los otros, al menos de Rido, pero tenía que ser una victoria aplastante a favor de ir. La voz de la razón no se puede escuchar con piratas. Toca escribir una battle royal y con forma de sobrevivir. Ojalá un Outlaw se pasara para ver que harán ellos.

Ah y una cosa. Cualqueir consulta que se me quiera hacer, mejor por MP, que este semestre está fatal para conectarme al Messenger.
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Ramsus »

¿Alguien ha dicho "Nostalgia en Pirateking"?

¡¡¡Que vuelvan las Historias Piratas!!!

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La Calma tras la Tormenta

-¡Soy Berto, “El Sanguinario”! ¡Y soy un pirata! ¡¡¡Por el honor de la piratería y por la libertad yo me entrego!!!


Las últimas gotas de la fugaz tormenta cayeron junto a aquellas palabras, mientras el desesperado grito de una mujer desgarraba el viento como si de un potente trueno de despedida se tratase.
Ramsus observó perplejo la escena que se desarrollaba ante sus ojos, tratando aún de asimilar cómo era posible que aquel hombre arrodillado y con las manos tras la cabeza fuera el mismo cuya leyenda había llegado a los confines del mundo y cuya mera existencia había negado desde hacía años. Pero estaba allí, delante de él, entregándose voluntariamente a la justicia, renunciando a todo lo que había conocido, para al fin… “ser libre”.




- De modo que es eso –respondió pensativo el Vicealmirante- Resulta increíble que cosas así puedan suceder en este mundo.
- Una historia triste, de amor y de mala suerte, protagonizada por personas a las que el destino parece empeñarse en darles la espalda. –Osin se detuvo un instante tras recitar sus casi poéticas palabras- En cierto modo me recuerda a la tuya, solo que tú has sabido sobreponerte a todas esas adversidades y triunfar sobre ellas.
- Fun –rió Ramsus- Has conseguido convencerme de que puedes leer mi mente. No me hagas que cambie de opinión a estas alturas.
- “Sé” que piensas todo lo contrario, lo que acabo de decirte es una opinión propia y yo tampoco cambiaré de idea al respecto.
- De modo que, en resumen y a pesar de la leyenda que se forjó durante décadas, acabo de enviar a un hombre inocente a Impel Down. –afirmó Ramsus retomando el tema- ¿Y a pesar de todo se supone que he hecho lo correcto?
- ¿Lo correcto? –Inquirió Osin- Dime, ¿qué es para ti “lo correcto”? ¿Impartir la justicia que dictamina la Marina o el Gobierno? ¿O acaso lo es seguir la conciencia propia aun a sabiendas de que es lo contrario a lo que el resto piensa? ¿Es renunciar a tu libertad y ser llevado a Impel Down por voluntad propia hacer lo correcto? ¿Era lo correcto abandonar tu barco y a tu tripulación para buscar una venganza personal? ¿Fue lo correcto aceptar el chantaje de la marina y propiciar la desaparición de los Dark Hunters para salvar sus vidas?

Aquellas palabras golpearon a Ramsus en lo más profundo de lo que quedaba de su alma. Un destello de rabia surgió en sus ojos, que miraron fijamente a Osin. Este por contra esbozó una afable sonrisa y continuó con su discurso.

- No lo sabes Ramsus. Ni tú, ni yo, ni todos aquellos que se creen con el derecho a juzgar los actos de los demás. Nadie, absolutamente nadie, sabe qué tipo de consecuencias traerá ni la más pequeña de las decisiones que toma en su vida. Supongo que eso es lo que nos hace sentir vivos, ¿no crees?

El marine negó ligeramente con la cabeza, el gesto de rabia desapareció de su rostro y sonrió resignado.

- Está claro que enfrascarme en una discusión pseudo filosófica con alguien que lee las mentes no me llevará a ninguna parte. Haga lo que haga siempre estaré en desventaja.
- ¿Comprendes ahora por qué he permanecido oculto todo este tiempo? No todo el mundo reaccionaría como tú lo has hecho hoy ante mi “don”. –Respondió Osin- Pero bueno, como tú mismo has dicho, esto no lleva a ninguna parte. ¿Hay algo más que necesites saber, Vicealmirante Ramsus?
- Por supuesto, miles de cosas, pero el sudor de tu frente y el color de tu cara me indican que necesitas descansar un poco más. Si Ailing estuviera aquí ya te habría sedado para que durmieras y a mí me habría echado de aquí a patadas. Literalmente.
- Jajaja! –Osin rió con fuerza- Pero por suerte para nosotros ella está con mis amigos y no aquí. No te preocupes por mí, he salido de cosas peores.
- Está bien. Te haré una sola pregunta más antes de que nos despidamos: ¿Dónde está Alira? ¿Se encuentra bien?
- Eres increíble Ramsus. –respondió el misterioso hombre- Puedo escuchar perfectamente las millones de dudas que invaden tu cabeza en este momento, y tú tan solo te limitas a preguntar por…
- ¿Las personas que me importan? Por supuesto. ¿Acaso no harías tú lo mismo? También te preguntaría por cierto científico que viaja en un submarino, pero seguramente tu respuesta no tendría nada de interesante…

Pero el marine no tardó en comprobar que su acompañante ya no le escuchaba. El gesto de Osin se había ensombrecido de repente. Ramsus observó con cierta sorpresa como su mirada se perdía en el infinito por unos instantes tras haber escuchado sus palabras. ¿Acaso era por Alira? Imposible. Aquel hombre no parecía el tipo de persona que se preocupa demasiado por aquellos a los que no conoce. Por no hablar de que la mera idea de que le hubiera pasado algo malo a su amiga era algo que ni siquiera se planteaba.
Por lo que solo quedaba el comentario acerca de las “personas que nos importan”. Ahí debía estar la clave. Parecía ser que el corazón largo tiempo detenido de aquel hombre aún albergaba sentimientos hacia personas que ya no le acompañaban en esta vida. Una pena que él no supiera escuchar pensamientos.

- Lo siento, pero no me corresponde a mí responder a esa pregunta. –Osin rompió finalmente su silencio- Dos personas han hecho un largo viaje hasta aquí para hablar contigo de ese tema. En menos de una hora llegarán al archipiélago y desembarcarán con el único objetivo de encontrarte y hablarte de Alira. No sería justo que yo me adelantara a su mensaje. Confío en que sepas comprender mi postura.

Aquella ambigua respuesta desconcertó aún más al marine, aunque tras un instante de duda se mostró de nuevo confiado.

- Esta sí que no me la esperaba… Parece que, a pesar de todo lo ocurrido hasta ahora, al fin podré dejar de dar palos de ciego y cumplir con mi verdadero cometido: Encontrar a la señorita buscalíos. ¿Cómo podré encontrar a esas dos personas?
- Yo vine aquí buscándote y te encontré. No hace falta escuchar pensamientos para ello. Te guste o no, tras lo sucedido esta noche tu nombre está en las bocas de todas las personas de este archipiélago. Tú limítate a permanecer en un lugar concreto y fácil de encontrar.
- Fun, está bien. –Respondió el Vicealmirante con una sonrisa mientras se levantaba de su asiento- Entonces supongo que este es el final de mi “interrogatorio”. Esta última respuesta tuya me ha dejado bastante intranquilo.
- ¿Preocupado por ella?
- En absoluto. Más bien por sus captores. Creo que no tienen idea de con quién están tratando.

Con una sonrisa dibujada en su rostro, Ramsus se puso su casaca de Vicealmirante sobre los hombros y se posicionó a los pies de la cama de su acompañante.

- Da igual todo lo que haya viajado y vivido a lo largo de mi existencia, este mundo jamás dejará de sorprenderme. Hasta ayer mismo habría considerado una locura que pudiera existir alguien como tú, y sin embargo… bueno, ahí estás. Me alegro mucho de haberte conocido Osin.
- El placer es mío, Vicealmirante.
- Trataré de solucionar cuanto antes el asunto de los dos “misteriosos visitantes”. Le pediré a mis hombres que te escolten hasta tu barco cuando te encuentres con fuerzas para levantarte. Confío en que volvamos a vernos antes de que llegue el momento de partir.
- Como desees. –Respondió un relajado Osin- Espero que soluciones pronto el asunto de la señorita Almirante, así como el de volver a poner orden en el archipiélago. Sería muy importante para mí que llevases a cabo ese plan que estás empezando a fraguar para ayudar a mis amigos antes de salir de aquí.

Por toda respuesta Ramsus arqueó una ceja y volvió a sonreír. Definitivamente aquel hombre había demostrado tener un don realmente excepcional… y potencialmente peligroso para el mundo entero.
El Vicealmirante hizo un gesto con la mano para despedirse de Osin y se encaminó hacia la desvencijada puerta de salida. Hubiera deseado quedarse allí todo el tiempo del mundo, en compañía de aquel tipo que decía buscarlo para ayudarle a cumplir un viejo sueño que ni él mismo recordaba. La persona que decía poder oír los pensamientos de todas las personas del mundo y que podía devolverle todos sus recuerdos.
Pero no era el momento. El deber y la amistad eran más importantes que todo aquello. Tener al fin una pista del paradero de Alira sí era algo realmente prioritario. Así por fin podría partir en su busca cuanto antes y devolverla al lado de sus seres queridos.

Aunque uno de ellos ya no estaría cuando ella regresara…


- Espera… -El marine se detuvo ante el umbral de la puerta y se giró de nuevo hacia el misterioso hombre- Hay una última respuesta que necesito saber.
- No ha sido él. –Respondió Osin con absoluta rotundidad- Long Jhon Silver no ha matado al Almirante Arhatkyo.

A pesar de lo contundente de aquella revelación, Ramsus no mostró sorpresa alguna, sino una ligera sonrisa de satisfacción y, en cierto modo, de alivio. A pesar de todo lo ocurrido, en ningún momento había dejado de sentir que tenía razón. Y aquel misterioso hombre, gracias a su increíble poder, se lo acababa de confirmar.

- El motivo por el cual la señorita Samba ha mentido en el almacén es extraño y difícil de comprender incluso para mí. He llegado a pensar que lo ha hecho por mero capricho, pero sea lo que sea lo que pretenda con esto, todo se basa en una mentira. Aunque, para serte sincero, -la voz de Osin se tornó sombría y meditabunda- la realidad de lo que ha pasado en ese viejo almacén es aún mas terrible…

La mirada del hombre se cruzó apenas una fracción de segundo con la del marine, el cual había cambiado completamente su semblante. Osin no pudo evitar abrir los ojos como platos, totalmente asombrado.

- No… ¡¡no quieres saberlo!!
- Así es. –respondió tajante el marine- Gracias por tu valiosa información, pero del resto tengo que ocuparme yo. Volveremos a encontrarnos antes de que abandones el archipiélago. Entonces te daré mi decisión definitiva acerca de lo que me has propuesto. Descansa Osin.

Ramsus desapareció tras la puerta y Osin, sentado en la cama, se quedó mirando fijamente el umbral.

- Sé perfectamente cual es la decisión que has tomado, Ramsus. –dijo para sí mismo- Solo espero que la noticia que vas a recibir no te haga cambiar de opinión.


La luz del sol de la mañana ya se había apoderado de todo el archipiélago cuando el Vicealmirante salió de la vieja casa y comenzó a caminar hacia el centro de la encharcada plaza. Al percatarse de su regreso, varios de los marines que hasta el momento se relajaban tranquilamente sentados, dieron un respingo y se incorporaron de inmediato ligeramente ruborizados mientras los más veteranos sencillamente se acercaron a su superior dispuestos a conversar con él.
De entre ellos irrumpió el cabo Shaq, que llegó el primero hasta la posición de Ramsus.

- Señor! ¿Qué tal se encuentra el… herido? –preguntó con voz tétrica.
- Perfectamente. –respondió sonriente el Vicealmirante- Ha hecho un gran trabajo con esa herida, Shaq. Elija a cuatro hombres y ocúpese de que nuestro convaleciente amigo llegue en perfectas condiciones hasta su embarcación en cuanto su estado se lo permita. He podido constatar que él no es ninguno de los piratas a cargo de la rebelión.
- Vicealmirante. –Con voz seria el Sargento Stevens tomó la palabra mientras Shaq se alejaba del grupo de hombres para cumplir con su nuevo cometido- Los informes recibidos hasta el momento son inapelables: El archipiélago se encuentra totalmente bajo el control de la marina. Los atrincherados en Sabaody Park han sido derrotados y los refuerzos de Marineford ya se han desplegado por los distintos “Grove”. La victoria es nuestra, señor.
- Me alegra escuchar algo así.
- Dichos informes también coinciden en señalar a… los piratas que se rindieron ante nosotros como los captores de los atrincherados en Sabaody Park. Si se me permite la pregunta, Vicealmirante… ¿hemos hecho lo correcto al capturarlos?

Ramsus, sin dejar de sonreír, puso su mano izquierda sobre el hombro del preocupado sargento.

- Como ya le dije a su superior hace 2 días en Water Seven, a los marines no nos corresponde juzgar a aquellos piratas que capturamos. Hemos cumplido con nuestro trabajo y debemos estar orgullosos de ello, pero si hay algo de lo que me siento realmente orgulloso es de saber que mi instinto no me ha fallado: Hay hombres honorables entre los marines de Water Seven. –Stevens bajó la cabeza avergonzado por las palabras de su superior- En cuanto a Berto y el resto de piratas, confiemos en que la justicia les trate como realmente merecen.

El Vicealmirante retomó su andadura hacia el centro de la maltrecha plaza y alzó la voz para dirigirse a todos sus hombres:

- ¡Soldados! Todos sabemos lo duro y doloroso que ha sido para nosotros, pero todo el esfuerzo desplegado ha merecido la pena para poder llegar hasta este punto. Aquí tienen la recompensa por el trabajo y el sacrificio de esta larga noche. ¡¡SABAODY VUELVE A SER LIBRE!!

Todos los marines presentes estallaron en júbilo, descargando toda la adrenalina que les quedaba dentro tras la dura y larga batalla que habían librado en aquel lugar. Entre los gritos de sus hombres, Ramsus volvió a dirigirse a Stevens.

- Dejemos que la gente de Marineford se ocupe de apagar las brasas de la batalla. Lleve a todos nuestros hombres al cuartel y agradézcale al Comodoro su esfuerzo por defender este lugar. Yo me dirigiré a Sabaody Park para ver con mis propios ojos como ha quedado ese lugar. Intente contactar con la capitana Ailing y comuníquele mi posición para que se encuentre conmigo.
- Como ordene, señor.
- Stevens, ¿qué ha sido de la mujer y del joven soldado?
- Abandonaron este lugar hace una hora acompañando a la comitiva del joven Tenryuubito herido. –Afirmó el sargento- No parecían muy contentos, Vicealmirante.
- Entiendo. –Respondió pensativo Ramsus- Trataré de solucionar ese asunto después.

El marine se despidió de su subordinado y se puso en camino hacia el parque de atracciones del archipiélago. O lo que quedaba de él.



La cosa no pintaba tan mal. Los planos encontrados en el despacho del director del parque confirmaron las sospechas de Ramsus: Aquel lugar era todo un ejemplo del aprovechamiento de la materia prima autóctona, así como el peor ejemplo de abaratamiento de costes que había visto jamás. Teniendo tan cerca los materiales, la idea de una reconstrucción en un corto plazo de tiempo era mucho más factible, aunque esta vez deberían hacerse siguiendo a rajatabla los planos del proyecto original, para no volver a convertir ese parque de atracciones en la trampa mortal que había venido siendo hasta entonces. Evidentemente él no sería el encargado de llevar a cabo ese trabajo, pero sí podría aportar ideas interesantes para el proceso, aunque a Ailing todo aquello le pareciera una pérdida de tiempo.
Y justo cuando se estaba acordando de ella, la puerta del despacho se abrió.

-De verdad, menuda chapuza, esto no soportaría ni un estornudo. –Comentó Ramsus ante la llegada de su compañera. –Ailing, de verdad, deberías dejarme dirigir personalmente la reconstrucción.

Pero su rostro y el de sus dos acompañantes hicieron enmudecer al Vicealmirante.
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The Sun is Rising Again...
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