Historias Piratas, Volumen3.

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Ramsus
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Ramsus »

No demasiado. A ver si para esta noche puedo tener preparados los leves retoques que le tengo que dar a tu (espectacular! :shock: ) relato.
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The Sun is Rising Again...
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osin
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por osin »

Bueno, pues al final no ha sido tanta la espera (o no tanta desde que he dicho que tengáis paciencia XDD). Pero bueno, a lo que iba, os dejo mi capítulo 8, espero que os guste y como ya sabéis, cualquier crítica será bien recibida ^^
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Capítulo 8:
Respuestas

Se despertó semidesnudo por el sonido de una lluvia mañanera, abrió los ojos súbitamente y pudo sentir el golpeo de las gotas de agua en su cuerpo. Se encontraba en un prado conocido, a las afueras de su pequeño pueblo. La cabeza le dolía cada vez más. Se tocó la frente para ver si tenía fiebre, pero estaba perfectamente, excepto por ese maldito dolor, como si un millar de taladros le estuviesen agujereando el cráneo. Se miró las manos y se asustó al ver que las tenía cubiertas de sangre. Y entonces se dio cuenta, no solo las manos sino todo él estaba cubierto de sangre, sangre que no era suya.

Se alzó de golpe y partió corriendo hacía el pueblo, su pueblo. La lluvia cada vez era mas intensa.

-No- dijo nada mas llegar al ver la situación.

Un río de sangre bajaba guiado por la lluvia. Decenas y decenas de cadáveres mutilados se encontraban en mitad de la calle, como si una bestia salvaje se hubiese encargado de ellos. Solo el golpeo de las gotas con el suelo rompía el silencio sepulcral que allí había. Eso y ese maldito zumbido en su cabeza.

-No..... no, no, no- era lo único que lograba pronunciar.

Empezó a andar hacía su domicilio. Cada paso era más rápido que el otro y sin darse cuenta se encontraba corriendo gritando el nombre de ella. Cuando llegó se paralizó delante del que fue su antiguo hogar. La puerta había sido forzada y los cristales se esparcían rotos en el suelo. Fue hacía su habitación, la de él y de ella. Le daba igual las heridas en las plantas de los pies provocadas por los cristales rotos. No le importaba lo que había ocurrido y quien había provocado todo eso. Solo deseaba que ella y el bebé que estaban esperando estuviesen vivos.

-¿Tania?

Y allí estaba ella, tan preciosa como siempre, con su barriguita de embarazada, en la cama, con los ojos abiertos de par en par mirándole. Suspiró de alivio.

-¿Estás bien, cari......

No terminó la frase, no podía. Si, tenía los ojos abiertos, pero no respiraba. Estaba muerta. Cayó derrumbado al lado del cadáver. La agarró y la abrazó todo lo fuerte que podía. No paraba de pronunciar su nombre y de pedirle perdón, perdón por no haber podido salvarla, perdón por no haber podido protegerla.

-Te amo- le dijo agarrándola con las dos manos su cara.

Y de pronto, ese dolor de la cabeza, esos taladros que le agujereaban el cráneo, ese zumbido que no paraba de escuchar, explotó. Y esa explosión trajo todo el dolor vivido por ella, todos sus recuerdos, todo. Y después de eso miles y miles de voces se adueñaron de él hasta que su corazón se paró.

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-¡¡¡Uaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaagh!!!


Se despertó de golpe, sudando. Debía haberse desmayado. Hacía tiempo que no descansaba, que no dormía. Total, no podía. Seguía en el grove 47 en el cual poco antes había conseguido reunirse con Ramsus. Pero no estaba fuera, donde podía oír como los marines cumplían las ordenes impuestas por el Vicealmirante, sino que estaba en una de las viviendas abandonadas. La habitación donde se encontraba tenía muestras evidentes que había sido saqueada por piratas, cuadros en el suelo, cajones tirados y registrados, armarios abiertos de par en par con la ropa removida. Estaba en la cama de dicha habitación, abrigado por una sábana vieja. Su abrigo estaba tirado en la mesita de al lado y su camisa había sido rajada.

Enfrente suya, apoyado en la pared se encontraba asustado el cabo Shaq señalándolo con el dedo .

-Un.... un..... ¡¡¡un zombie!!!- chilló aterrado.

Ramsus abrió la puerta de golpe al oír el grito. Miró al marine, que seguía paralizado del miedo. Luego siguió la dirección del dedo acusador y volvió a cruzar la mirada con Osin, para volver de nuevo a mirar al cabo.

-Me dijiste que estaba muerto- le recriminó cabreado al marine.
-Y..... ¡y lo está!- le contestó aún paralizado.
-Es cierto, morí hace tiempo- comentó Osin metiéndose en la conversación.
-¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!!- volvió a gritar el marine mientras se santiguaba una y otra vez.
-¡¡Compórtese marine!!- le ordenó bastante molesto Ramsus.
-¡Si, señor!¡Lo siento señor!- dijo avergonzándose de su acción.
-Vuelva a coserle la herida y véndele el brazo, luego ayude a sus compañeros.

El cabo Shaq, apodado “tanque” por sus compañeros, era un hombre corpulento de unos veinticinco años. Era el tipo de hombre que si te lo cruzabas por la calle sin conocerlo le tendrías miedo, pero una vez conocido era el hombre mas simpático del mundo. Iba siempre con la camisa desabrochada para mostrar la gran cruz tatuada en su torso, pues inculcado por su padre era un hombre muy religioso. Pero la cruz no era el único tatuaje, pues en sus musculosos brazos tenía escrito los nombres de sus compañeros caídos en combate. Una lista que debía agrandar por culpa de esta noche. El Vicealmirante le había mandado momentos antes que le cosiera la herida pues sabía que en su tiempo libre le encantaba coser y diseñar ropa de calle, afición inculcada por su madre.

-¿No tienes miedo a los muertos, Ramsus?- le preguntó Osin al Vicealmirante mientras le terminaban de coser su maltrecho hombro derecho.
-¿Debería?
-Supongo que no- expresó con una media sonrisa.
-Intente no moverse mucho o se le volveran a abrir los puntos.- le comentaba el cabo superando su miedo mientras terminaba de vendarle- y por lo que mas quiera, busque un médico para que no se le infecte.
-Gracias, “tanque”- le agradeció Osin.
-Rezaré por usted- se despidió de él el cabo.

Hizo el saludo oficial de la marina al Vicealmirante y este le devolvió el gesto. Cuando salió de la habitación pudieron escuchar como gritaba “¡aquí está Shaq!” a sus compañeros.

-Es un buen marine.- comentó.
-Todos mis hombres lo son.- le respondió el marine.- Mora jr. dice que se llama Osin.
-Me llaman Osin.- respondió con rotundidad

El Vicealmirante hizo un gesto con la cabeza como corroborando sus datos mientras se acercaba una silla para sentarse.

-También me ha asegurado que sabes leer las mentes.
-Oigo voces.
-¿Eres un usuario de las habilidades?
-Es… algo más complicado que una simple fruta.
-Comprendo. Entonces, ¿te has enterado de todo lo que ha estado ocurriendo y lo que está ocurriendo ahora mismo en este archipiélago?-preguntó interesado el marine.
-Así es, efectivamente- afirmó.

Ramsus permaneció callado, pensativo. Tenía muchas dudas sobre todo lo que había ocurrido, pero no quería precipitarse en sus deducciones. Quería creer en él, quería saber, pero todavía no estaba seguro de las palabras del hombre que tenía enfrente. Y Osin lo sabía, lo sabía y lo respetaba. Es mas, lo admiraba aún más por ese hecho.

-Antes dijiste que eras las respuestas, ¿no es cierto?- rompió por fin su silencio.
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-¡¡¡Me temo que te he sobrevalorado, “Mecánico de Barcos”!!! –Vociferó entre risas- ¡¡Has tardado demasiado en darte cuenta colega!!
-No sé qué es exactamente lo que os proponéis, pero sea lo que sea, no pasaréis de aquí. –Respondió el marine con voz heladora- Has elegido el peor momento y el peor lugar para volver del infierno, Berto.
-Te equivocas Ramsus –interrumpió Osin con voz serena- No estamos aquí para lo que piensas.
-¿Y tú qué sabes lo que yo pienso? ¿Quién demonios eres? ¡Responde! –inquirió el marine.
-Yo soy las respuestas.

Las primeras gotas de lluvia hicieron su aparición en Sabaody en forma de tormenta. Ramsus seguía enfrente suya, desafiante, sin perder de vista a ninguno de los dos desconocidos, dispuesto en cualquier momento a acabar con aquella conversación con la espada.

Mora Jr miraba desconcertado aquel cruce de espadas y palabras desde la lejanía. Todos los marines presentes tenían preparados sus fusiles para abrir fuego. Lejos quedaba ya la escena de cuando los había encontrado, de cuando por fin veía la luz de ese largo camino tormentoso que había recorrido para salvar la vida del niño Tenryuubito. De cuando su madre se acercó y le puso delicadamente la mano en el hombro y él le devolvió el gesto tocando su mano con la suya, como si silenciosamente estuviesen celebrando una victoria que veían en ciertos momentos del viaje muy complicada.

Berto también veía lejana la escena madre e hijo. En ese momento no podía más que sentirse orgulloso por la valentía y entereza que mostraba tanto Bibi como su hijo. Sabía más que nunca que debía alejarse de ella de una vez por todas para que nunca los relacionasen y así no sufriese las consecuencias de sus errores pasados. Estaba cansado de huir y era el momento de pagar por sus pecados. Pero, después del ataque del Vicealmirante su amada había escogido quedarse con él, le había agarrado con fuerza del brazo y miraba con verdadero odio al marine. Debía volver a ponerse por última vez la careta de Berto “El Sanguinario”, debía salvar por última vez a aquella persona a la que se había agarrado durante tanto tiempo para sobrevivir, debía salvar a su pequeña, su luz, su heroína.

-¿Respuestas? ¡¿Dices que eres las respuestas?! ¡¡Respuestas como que eres un pirata a la orden del asesino al que proteges!!- vociferaba bastante cabreado el marine.
-Oye colega, no se qué piensas, pero si has leído alguna vez mi historial, que supongo que tendréis uno, yo siempre viajo solo.- le espetó el pirata.
-Por favor Ramsus, es mejor que te calmes- le pidió Osin.
-¿Qué me calme? ¿¡Qué me calme!? ¡¡Tengo enfrente mía a uno de los piratas más buscados de este siglo, Berto “el sanguinario”, justo en medio de una rebelión pirata y tú lo proteges!!- alzó la espada apuntándole.- No soy estúpido. Aunque de alguna extraña manera te hayas anticipado a mi movimiento antes, sé que no podrás aguantar uno o dos ataques más, así que si quieres salir vivo de aquí, dime, ¿qué tipo de “respuestas” eres?
-Soy el tipo de respuestas que necesitas saber, pero que ahora mismo no estás preparado para recibir.

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-Es cierto- afirmó con la cabeza Osin.
-Si eres las respuestas… debería haber preguntas, ¿no crees?

Volvió a certificar con la cabeza.

-Y lo cierto es que tengo bastantes preguntas, pero no se si te parece que esté preparado para recibirlas.- le señaló en un tono bastante irónico.
-Dije eso porque estabas furioso y no atendías a razones. ¿Para qué decirte las respuestas que necesitas saber si no ibas a hacerme caso?- le explicaba.- Ahora estás tranquilo, sopesando todo lo que está ocurriendo, por tanto ahora estás preparado para recibir dichas respuestas.
-Está bien, ¿cómo está Ailing ahora mismo?

Osin se mostró sorprendido.

-¿De todas las dudas que tienes lo primero que me preguntas es sobre tu compañera?
-Lo que ya haya ocurrido en el archipiélago no puedo evitarlo, pero si ella está en peligro....
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La onda que había provocado la enorme explosión la había arrastrado hasta el fondo del mar separándola de Miles. Cuando su espalda dio con las rocas del fondo del mar no pudo evitar soltar un pequeño chillido, perdiendo todo el aire tomado. Nadó contra corriente con todas sus fuerzas para arriba, hacía la superficie. Cuando llegó a flote tomó todo el aire que podía.

-¡Mileeeees!- gritaba una y otra vez sin recibir respuesta.

Allí no quedaba rastro de vida humana excepto la suya. El mar, que parecía como si se quejase del daño recibido, estaba en llamas. Los pequeños trozos que quedaban de los barcos enemigos rebotaban con fuerza saliendo disparados de un lado a otro. Uno de esos trozos impactó cerca de donde ella se encontraba empujándola de nuevo para dentro. Volvió a repetir la misma acción, aunque cada vez le costaba más por falta de energía. Nadó hasta poder tomar aire y continuó llamando a su compañero desaparecido. A unos escasos metros de donde ella se encontraba divisó una persona flotando boca abajo en el mar, se acercó todo lo deprisa que podía hasta que llegó a él. Cuando le dio la vuelta comprobó como era el cadáver desfigurado de uno de sus enemigos. Una ola gigantesca la volvió a empujar sin previo aviso hasta el fondo. Parecía que el mar quería cobrarse su vida. Intentó salir de allí, volver hacia arriba, pero le era ya imposible. Se había quedado sin energía y le faltaba aire. Se quejó en su interior de la poca fuerza que tenía, de lo poco útil que era. Deseó ser más fuerte, pero ya era inútil. Cerró los ojos dispuesta a aceptar su mortífero destino cuando algo la agarró con fuerza y la arrastró hasta arriba, hasta el cielo.

-Puaj.

Al mirar hacia arriba para ver quien le había salvado vio una preciosa mujer con alas. No pudo evitar el pensar que había muerto y que una chica ángel había venido a rescatarla. Hasta que miró hacia el mar. Desde allí arriba el paisaje era más horrible aún. Podía ver perfectamente decenas y decenas de cadáveres calcinados flotando por ese incontrolable mar mientras olas gigantescas los empujaban una y otra vez.

-Tenemos... tenemos que salvar a Miles.- le pedía Hannah a su portadora.
-¿Miles? ¿Un chico guapetón sin ojos?- le preguntó.
-Sí, ese.- contestó sin darse cuenta de que ya lo conocía.
-Qué gracioso, él también me ha dicho lo mismo de tí, que debía salvarte.- le dijo con una encantadora sonrisa.
-¿Le has salvado? ¿Está bien?
-Sí, sí, está bien. Le he llevado junto a mi amigo Augustus, que lo he encontrado en un pordiosero barco.- le explicaba.- Por cierto, no me he presentado, soy la gentil y valiente capitana de la marina Ailing. ¿Y tú debes ser la joven dama?
-Hannah.- dijo en voz baja.- Gracias.
-Nah, es mi trabajo.

Había empezado a llover cuando se alejaban de aquella masacre que habían provocado en alta mar dirección Caronte.

-Aunque Ram-chan es mas mono que tu amigo.- le dijo Ailing riendo a carcajadas.

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-Ella está bien. Está con los míos.- le contestó Osin al Vicealmirante.
-¿Los tuyos?- le preguntó.
-La explosión que se ha escuchado antes cerca de Sabaody la han provocado ellos. O bueno, en verdad ha sido un viejo amigo tuyo, Augustus.
-¿También está Augustus con los tuyos?
-Así es.
-¿Hay alguna forma de comprobar lo que me estás contando?
-¿Todavía no confías en mí?- expresó decepcionado.
-Soy alguien precavido y prefiero asegurarme.- le contestó con una falsa sonrisa.
-Está bien. En el bolsillo derecho de mi abrigo que tienes al lado hay un Ko Den Den Mushi para contactar con mi barco.- le informó.

Ramsus se acercó al abrigo y buscó en el bolsillo derecho como le había dicho. Encontró también un reloj con un sello que le resultaba muy conocido, pero pasó de él cuando dio con el Den Den Mushi. Se lo lanzó a Osin que lo agarró con la mano izquierda, pues intentaba hacer lo mínimo con la derecha para que no le volviesen a saltar los puntos. Dio unos cuantos tonos antes de recibir respuesta.

-...... ¿Peluche?- contestó desde la otra línea el navegante del Caronte bastante mas serio que de costumbre.

Ramsus arqueó una ceja como si le preguntara por ese curioso nombre.

-El nombre de Osin viene de un osito de peluche.- le explicó.- Miles escucha....
-.......Quien es ese.....
>.......pregúntale si está bien o si ha encontrado a Ramsus.....
>........¿Ram-chan?.....
>...........¿Podéis callaros un momento, joven dama, ángel y kamikaze, que no escucho?
-Os falta orden.- bromeó el marine.
-Oye peluche, ¿has encontrado al niño prodigio?- preguntó Miles.

Ramsus volvió a arquear su ceja derecha.

-Esta vez se refiere a tí- le explicó devolviéndole la falsa sonrisa- Miles, pásame a Ailing.
-¿Ailing?.....
>......¡Aquí, aquí!......
>......¡ah! La ángel.

Osin le lanzó el Den Den Mushi a Ramsus que lo cogió a la primera.

-Aquí la encantadora Ailing, capitana de la marina, ¿con quién tengo el placer de charlar?

Ramsus no podía ocultar su alegría al oír a su compañera.

-Ailing, soy Ramsus.....
-¡¡Ram-chan!! No veas lo que ha pasado por aquí. Me dirigía lo mas rápido posible hacía el lugar de la explosión y he encontrado un viejo barco. He lanzado una de mis patadas voladoras creyendo que eran más piratas pero resultó que era Augustus. Se ve que descarriló y fue rescatado por dos personas. Bueno, pues me pidió que fuese a rescatar a sus amiguitos, una monada de niña y un chico muy mono sin ojos que resulta que es el navegante del barco. ¡Increíble! Así que me dirigí hacía allí y me pasó una tabla de madera volando a escasos centímetros, ¡y eso que estaba en el aire! Allí busqué a estas personas que estaban justo en el epicentro de la gran explosión y les salvé la vida, devolviéndolos al barco. Ahora nos dirigimos a Sabaody, al último Grove que hemos liberado para arreglar el barco que tiene unos pequeños desperfectos. Así que espero que ya hayas liberado el archipiélago, porque sino cuando llegue te regañaré. ¡Ah! Y por cierto, ten preparada una buena tableta de chocolate que se me han acabado y en este barco no tienen. Bueno, te dejo, nos vemos pronto, besos.

El Ko Den Den Mushi cambió súbitamente la expresión de su cara, quedando plácidamente dormido en apenas un segundo.

Una gota de sudor frío recorrió la cara del marine. Miró atónito a Osin, como buscando una respuesta por la actitud de su amiga.

-A mi no me mires, es tu compañera.- indicó entre carcajadas.

Ramsus no pudo evitar soltar unas cuantas risas por dicho comentario, lo que sirvió para que de una vez por todas la tensión acumulada en el ambiente desapareciese. Una vez mas calmados siguió la conversación. El Vicealmirante carraspeó para volver a tomar la voz cantante mientras que Osin seguía esperando cada una de las preguntas del marine.

-Antes, el marine Mora Jr me explicó que habías sido tú quien les había guiado hasta mí. Y ahora tu navegante dice que si me has encontrado. Bueno, aquí me tienes, así que, ¿por qué no me cuentas tus verdaderas razones para estar en este embrollo?
-Estoy en este embrollo por dos simples razones, prometí a una buena persona, no, una gran persona, que protegería a su hermana y le entregaría el reloj que antes has visto. La segunda es porque necesito tu ayuda.
-¿Mi ayuda?
-Si, tu ayuda. Cuando tenías 9 años tuviste una idea, una gran idea. Llevo años intentando ponerla en marcha, pero por mucho que lo intento no lo consigo.
-Con 9 años… -Ramsus se quedó pensativo un instante- En aquella época Ghorrhyon y yo nos dedicábamos a jugar en el bosque de nuestra isla y poco más…
-Sin embargo por aquel entonces tu mente creativa de mecánico de barcos ya tenía ideas brillantes. Yo necesito la más brillante que has tenido jamás.
-¿La más brillante? Puede que mi infancia quede ya lejos, pero te aseguro que si la hubiera tenido la recordaría.
-Es imposible que la recuerdes Ramsus. Tu enfermedad te hizo olvidarla hace tiempo.

Ramsus se quedó petrificado, sorprendido por lo que acababa de oír, pero pronto cayó en la cuenta de que si ese hombre de verdad leía las mentes, era normal que supiera de su mal, aunque ese hecho le incomodará bastante.

-No te preocupes, no se lo diré a nadie.- le tranquilizó.- Sé que necesitas mostrarte fuerte, no solo por ti, sino por todas las personas a tu cargo. Pero no es un problema, pues para eso tengo la Parca.
-¿Qué mi enfermedad no es un problema? –Contestó el marine bastante descolocado- ¿La Parca? ¿Qué es eso de la Parca?
-Durante siglos me he dedicado enteramente a escribir cada uno de los pensamientos de las personas en libros, para que nunca sean olvidados. Y tú, Ramsus, eres uno de esos libros. Simplemente necesito que leas esa parte de tu libro y me ayudes a construir tu idea.

El marine se mostraba contrariado, tratando de asimilar las increíbles revelaciones que Osin le estaba contando con toda naturalidad.

-Entonces… si leo ese libro. Si leo MI libro… ¿me curaré?
-Desconozco todos los detalles del “Mal del Carpintero” ya que nunca lo he padecido, pero a juzgar por lo que escribiste hace años en un libro y por lo que el alcalde de Water 7 te contó, tu alma se ha fragmentado y algunos de esos fragmentos han desaparecido para siempre junto a tus barcos. –Osin hizo una leve pausa, como recapitulando todo lo explicado hasta ahora- Ramsus, dudo que un libro vaya a devolverte los fragmentos de espíritu que has perdido, pero te aseguro que lo que sí recuperarás son todos los recuerdos que se fueron con ellos. Porque yo me he encargado de guardarlos durante toda tu vida.

De nuevo Ramsus se quedó callado, mirando al infinito. Osin podía escuchar perfectamente la tormenta de preguntas que estaba cayendo en su mente.

-¿Cuántos años tienes Osin?
-Hmm… esa es difícil de responder. ¿Vivo? ¿Muerto? Dejémoslo en que llevo aquí demasiados años.
-Entonces… si llevas vivo, o muerto, siglos, ¿por qué nadie te conoce? ¿Por qué nadie sabe quien eres?
-Porque no he querido que me conozcan. Así de simple. Has de comprender que soy un arma muy peligrosa para el mundo, pues quieras o no sé los secretos más íntimos de las personas. Así que solo me he dado a conocer a los miembros de mi tripulación, gente que ha perdido todo en este mundo. Gente que para la sociedad ha muerto.
-¿Sabes que soy de la marina, no? Lo digo porque no es muy aconsejable decirme que eres un arma peligrosa. ¿O es que me consideras socialmente muerto?
-No, no es eso. –Contestó Osin con una sonrisa- Tan solo confío en tí y espero que tú acabes confiando en mí, por tanto debo ser todo lo sincero posible.
-Pues sé sincero, ¿si no hubieras necesitado mi ayuda no estarías ahora dándome las respuestas?
-No, ahora mismo no estaría aquí contigo. El simple hecho de darme a conocer ya es un peligro mortal no solo para mí, sino para todo aquel que me conozca. Si alguien, un alto cargo en este mundo, sabe que leo las mentes y por tanto sabe que leo la suya, no dudará en mandar matarme tanto a mí como a aquel que yo haya podido comentarle cualquier cosas de sus secretos.- contaba Osin muy seriamente.- He sobrevivido cumpliendo esta ley a rajatabla, pero tanto tú como yo sabemos que algo malo se acerca y es hora de que todos empecemos a actuar.
-Es muy noble de tu parte proteger a tus compañeros, pero tú ya estás muerto.
-Eso no quita que no pueda morir de nuevo.- le corrigió.- Es cierto que hace tiempo se me paró el corazón y nunca me ha vuelto a latir, pero si me hieren- le dijo mientras se señalaba el hombro derecho- me duele, como puedes comprobar. Morir puedo morir, en eso no soy diferente al resto de los humanos. Y por esa razón no me quedaré aquí mucho más tiempo. Daré ese reloj a su propietaria, esperaré a que arreglen el barco y partiré de nuevo.
-Si realmente esperas mi ayuda mucho me temo que no podré ir contigo tan pronto. Yo todavía tengo asuntos de los que ocuparme… como ya sabrás.
-Aunque como has podido comprobar, el mal está avanzando, no esperaba salir hoy de Sabaody contigo, sería muy egoísta por mi parte. Esperaba y espero salir con tu palabra de que me ayudarás. He esperado mucho tiempo, no me preocupa esperar un poco más. Además, igual que tú, todavía tengo asuntos de los que ocuparme.
-Me has hablado de hacer realidad una “idea brillante” que tuve de niño, ya que tú la necesitas. Sabes lo que eso supondría para mí teniendo en cuenta mis circunstancias. ¿Realmente crees que merece la pena sacrificar una nueva parte de mi alma en crear algo para ayudarte?
-Yo no puedo obligarte a nada ni decidir por ti, Ramsus. Yo solo estoy aquí para pedirte ayuda y prometerte muchas más respuestas si finalmente decides atender a mi llamada. Realmente… te estoy ofreciendo lo más importante que tengo en mi vida a cambio de tu ayuda.
-¿Tan grave es la situación? ¿Qué ocurriría si no te ayudase?
-Que seguiría intentándolo por mi cuenta, pero....

Osin hizo un pequeño alto, perdiéndose por unos momentos en sus propios pensamientos. Luego prosiguió.

-Pero eso no es importante ahora mismo. Tu respuesta no tiene por qué ser ahora mismo.-le expresó.-Prosigamos con tus dudas.

Ramsus sabía que no le estaba contando todo lo que él sabía, que había secretos que prefería esconder. Y era algo que le importunaba, ya que si ese personaje podía saber todos sus secretos lo justo sería que le contase los suyos. Pero también entendía que había cosas que siempre era difícil contar y que quisiera o no ese hombre se había jugado su vida para estar ahora mismo frente a él. Volvió a mirar el reloj que había visto antes y el símbolo que tenía. Llevaba rato dándole vueltas a la cabeza rebuscando en su cabeza donde lo había visto antes.

-“Si has leído alguna vez mi historial”. – susurró el marine.

Y por fin todas las piezas separadas se juntaron resolviendo el puzzle de dudas que tenía en su mente. Volvió a reír, como aquel que por fin resuelve un complicado acertijo.

-Hace tiempo, hará unos treinta y tantos años, un desconocido se coló en Mariejoa logrando esquivar toda la vigilancia del lugar. Allí mató sin razón alguna a una familia de Tenryuubito. El padre de esa familia se llamaba Joan y sus hijos se llamaban Bibi y Mora. Aquel individuo se llamaba Berto, “El Sanguinario” y su recompensa es de unos 500 millones. Durante todo este tiempo su leyenda no paraba de crecer, pero la marina nunca daba con él. Nunca volvió a atacar a nadie, aunque las leyendas contaban cosas diferentes, nunca volvió a hacer acto de presencia. Hasta hoy, que aparece acompañando a un marine, a la madre de este y a ti, delante de mis narices. Y le salvas.

Paró un momento, como comprobando si se había saltado alguna pieza del rompecabezas. Al ver que no, prosiguió.

-Hará unos años, Kitakaze, un viejo amigo mío, y yo discutíamos banalmente sobre Berto, “El Sanguinario”. Yo defendía el hecho de que era un asesino y que debía ser juzgado como tal. Pero mi amigo decía que debía haber alguna explicación para sus actos y que, según él, no creía en lo que se decía que ocurrió aquella noche. Ahora mismo, creo que quien tenía razón en aquella discusión era Kitakaze. Es extraño que las personas que van con Berto por la isla tengan el mismo nombre que aquellos críos. También es casualidad que la madre de Mora Jr tenga la misma edad que tendría la niña si siguiese viva. Pero apareces tú, con un reloj con el símbolo de aquella familia y según tú, protegiendo a la hermana de un gran hombre, que casualmente es Bibi. Así que dime, ¿qué pasó exactamente aquella fatídica noche para que la Tenryuubito Bibi esté en Sabaody con su supuesto asesino?
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-¿Qué me calme? ¿¡Qué me calme!? ¡¡Tengo enfrente mía a uno de los piratas más buscados de este siglo, Berto “El Sanguinario”, justo en medio de una rebelión pirata y tú lo proteges!!- alzó la espada apuntándole.- No soy estúpido. Aunque de alguna extraña manera te hayas anticipado a mi movimiento antes, sé que no podrás aguantar uno o dos ataques más, así que si quieres salir vivo de aquí, dime, ¿qué tipo de “respuestas” eres?
-Soy el tipo de respuestas que necesitas saber, pero que ahora mismo no estás preparado para recibir.

Era ya de madrugada y los primeros rayos de sol debían aparecer por el archipiélago, pero las nubes, oscuras como el carbón, tapaban con su lluvia incesante cualquier atisbo de luz. Ramsus se mostraba enfurecido y hostil con las personas que estaban delante suya. Le quedaba tan poco para reconquistar Sabaody que aquella situación le tenía cegado. Y que el hombre que tenía delante le dijera que no estaba preparado le cabreaba aún más. Podía atacarlo perfectamente, desarmarlo, salvar los Groves que le faltaban y luego interrogarlo, preguntarle quien era y que era lo que sabía.

-No puedo seguir perdiendo el tiempo con tonterías, debo salvar.....

No terminó, pues Bibi le cortó en seco con un bofetón, haciéndole retroceder unos cuantos pasos. Ramsus se quedó mirando los ojos lacrimosos y llenos de odio de la mujer que se disponía a volver a pegarle.

-¡¡Bibi nooo!!- gritó Berto mientras intentaba separarla del Vicealmirante.

El sonido de los fusiles captó la atención tanto de Mora Jr como de Berto. Los marines allí presentes estaban apuntando a la atacante dispuestos a disparar si volvían a agredir a su superior.

-¡¡Dejad de apuntar a mi madre!! ¡¡¡Joder, dejad de apuntarla!!!- ordenaba enfurecido Mora Jr.

Berto sacó su espada y se dirigió directo hacia Ramsus, que seguía inmóvil sin reaccionar. Osin se lanzó para placarlo cayendo al suelo con él y golpeándose de nuevo el hombro derecho. El Vicealmirante observaba la acción del pirata y del desconocido.

-¡¡Apuntadme a mí!! ¡¡Dejad de apuntar a Bibi y apuntadme a mí!!- exigía el pirata desde el suelo.
-¡¡Dejad de apuntar a una inocente!!- ordenó con voz seria el marine mientras volvía a meter la espada en su funda.

Osin pudo comprobar como volvía a ser el Ramsus que había venido a buscar. Era como si el bofetón hubiera expulsado todas sus preocupaciones y cabreos de la cabeza.

-Gracias. Y lo siento. Lo siento de veras- le dijo a Bibi mientras le daba la mano a Osin para ayudar a levantarlo.

Bibi se acercó hasta la posición de estos avergonzada. ¿Quién era ella para ir dando bofetadas a diestro y siniestro a todo aquel que se cruzaba por su camino esa noche? Sabía que había hecho mal, pero no se arrepentía, pues ese marine que le habían dicho que era de confianza había estado a punto de degollar a Berto, y eso no se lo perdonaba.

El pirata seguía sentado mientras agradecía a Osin que le hubiese detenido a tiempo de cometer una locura cuando la vio acercarse lentamente, con la cabeza agachada. La conocía bastante bien como para saber que estaba arrepentida. Le alzo la mano pidiéndole que le ayudase a levantarse mientras le dirigía una de sus sonrisas. Cuando ella lo agarró, él le acarició con su pulgar su preciosa mano. Deseaba más que nunca abrazarla y besarla, pero no podía.

-No te preocupes pequeña, todo va a ir bien.- le dijo en voz baja mientras se alzaba.

Ramsus le echó un vistazo rápido a la herida del hombro derecho de Osin, el cual se mostraba muy cansado y dolorido. Le habían saltado algunos puntos y no paraba de sangrar.

-¡Cabo Shaq!- vociferó el Vicealmirante.
-¡Si, señor!- contestó un enorme marine dando un paso al frente.
-Llévese a este señor dentro de alguna de las casas del Grove, desinféctele la herida y vuelva a cosérsela.
-¡A sus órdenes señor!- dijo mientras se acercaba corriendo hacía su posición.
-Mas tarde hablaremos tú yo. Y me dirás qué tipo de respuestas eres.- le comentó a Osin.

El sonido del disparo de una escopeta paró la arrancada del soldado y terminó con aquella supuesta tranquilidad. Enfrente de ellos, a unos pocos metros de distancia se encontraban no más de un centenar de piratas.

-Mira que ha sido difícil encontraros- dijo el que había disparado, que no era otro más que Michael.

Los marines volvieron a alzar sus rifles, dispuestos a luchar la que se suponía iba a ser la última batalla por Sabaody. Ramsus fue a desenvainar la espada pero se encontró con Osin impidiéndoselo con un gesto con la mano, mientras le pedía que no atacase.

Berto sabía que había llegado el momento. Empezó a caminar hacía su destino, que no era otro que entre Ramsus y los piratas, pero fue agarrado por Bibi, deteniendo su avance. La Tenryuubito sabía que si cruzaba esa línea imaginaria no volvería a verlo. Le había agarrado la mano con fuerza y no iba a soltarlo.

-Bibi, no pasa nada, todo va bien.- le intentaba calmar el pirata.
-No va bien, no va nada bien. Nunca nos va nada bien.- le contradecía.
-Debo de hacerlo, pequeña. Es la única forma de parar esto.
-Pues encontraremos otra forma.- le dijo con la voz entrecortada.

Alzó su mano libre para acariciar su cara y su pelo por última vez, luego fue bajándola hasta llegar a la mano que le tenía preso y la soltó con suma delicadeza.

-Te quiero- le susurró.
-No- se negaba ella.
-Te quiero- le volvió a susurrar mientras se alejaba.

Era una escena que podía pasar desapercibida para todos los soldados que no estaban cerca de ellos, pero no para Ramsus. No había podido escuchar las últimas palabras del pirata, pero si se había fijado en todo los gestos y sabía que había algo de ellos dos que se le escapaba. Además tenía la extraña sensación de que los nombres Bibi y Mora ya los había oído antes junto al del pirata Berto, “El Sanguinario”. Pero no era momento para pensar en eso.

Berto se había colocado a la misma distancia de Ramsus que del centenar de piratas. Miró a Bibi por última vez, respiró hondo y comenzó a hablar.

-¡Hace tiempo existían hombres, grandes hombres, que retaban las leyes impuestas por la aventura y la libertad! ¡Esos hombres eran piratas! ¡¡Los verdaderos piratas!! ¡Desgraciadamente esa época se fue oscureciendo por nuestros propios errores olvidando el verdadero significado de la palabra “pirata”, borrando todo honor que había en ella! ¡Ahora no buscan aventura y libertad, sino caos y destrucción! ¡¡Hoy, reclamo aquí, ante la marina, recuperar el honor de la piratería que nosotros hemos ido manchando!! ¡¡Hoy la palabra “pirata” volverá a resurgir!! ¡¡¡Hoy seremos redimidos de nuestros pecados!!!

Lanzó sus armas lejos, a los pies del Vicealmirante. Después se arrodilló y puso la manos detrás de la cabeza.

-¡Soy Berto, “El Sanguinario”! ¡Y soy un pirata! ¡¡¡Por el honor de la piratería y por la libertad yo me entrego!!!

-¡¡Nooooooo!!- gritó fuera de sí Bibi.

Corrió hacia donde estaba su amado, pero Osin, sacando fuerza de donde no tenía, la agarró fuerte, para que no se viese mas involucrada. Porque era el deseo de Berto.

Michael empezó a andar hasta la posición de Berto. Lanzó sus armas a Ramsus y se arrodilló al lado de su compañero pirata con las manos en la cabeza.

-¡Soy Michael, “el flaco”! ¡Y soy pirata! ¡¡¡Por el honor de la piratería y por la libertad yo me entrego!!!
-¡Soy Charlie, “el visionario”!- comenzó otro mientras repetía de nuevo los mismos gestos que sus compañeros.- ¡Y soy pirata! ¡¡¡Por el honor de la piratería y por la libertad yo me entrego!!!

Uno a uno fueron despojándose de sus armas y entregándose, repitiendo el mismo ritual ante la atónita mirada de los marines presentes. La lluvia fue desapareciendo y los primeros rayos de sol iluminaron el archipiélago. El agua se había llevado todo el rastro de sangre que había envuelto a Sabaody toda la noche.

-¡Por fin seremos libres!- gritó Berto.

Aunque el mensaje se podía interpretar como si se estuviese refiriendo a los piratas, Bibi supo al instante que la destinataria de tal mensaje no era otra que ella misma, derrumbándose derrotada y llorando desconsolada.

-¡Por fin seré libre!- volvió a gritar el pirata mientras una lágrima recorría su mejilla izquierda.

-Hay.... hay piratas que intentan escapar por el Grove 67. Unos pocos se ha atrincherado en el Grove 15, aunque no creo que os den problemas. También se acercan barcos enemigos dirección este, pero están a punto de ser interceptados por los buques que vienen desde Marineford. Hay inocentes que se han visto involucrados en la rebelión escondidos por los Groves 2,3, 19 y 59. Los de este último Grove están heridos.- comentaba Osin bastante cansado.

Un marine con un Ko Den Den Mushi en la mano avanzó unos cuantos pasos con gesto aturdido.

-Vicealmirante Ramsus!! Nuestros hombres han entrado en Sabaody Park e informan de que la gran mayoría de piratas allí atrincherados están muertos!! Deben haberse matado entre ellos!

Ramsus miró fijamente todas las armas de los piratas tiradas a sus pies. Los filos de las espadas aún tenían sangre fresca y las pistolas olían a polvora. Por un momento se quedó quieto, mirando fijamente aquella estampa. Osin sabía que Ramsus estaba a punto de enfrentarse a una de las decisiones más duras de su vida, pero que finalmente afrontaría con determinación el cumplimiento de su deber. El Vicealmirante le dio una pequeña palmadita en la espalda en forma de agradecimiento y se dirigió hacia el lugar donde estaban arrodillados los piratas que se habían entregado.

-Por orden del Cuartel General de la Marina, se os acusa del delito de piratería. Seréis apresados y escoltados hacia Impel Down, donde seréis juzgados.- respiró profundamente y tomó aire.- ¡¡La reconquista de Sabaody ha terminado!!- gritó con fuerzas.

Se giró y pudo comprobar como sus hombres festejaban dicha noticia. Bibi se levantó desolada y se dirigió hacia donde estaba su hijo. Y Osin.... Osin no pudo aguantar mas cayendo inconsciente al suelo.

--------------------------------------------------------------------------------------------

Continuará...
PD: gracias Ramsus por la ayuda.
PD2: ahora solo falta que vuelva Silver, Ghorrhy, Terreis,...
Gracias Natthy ^^
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rido
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

@Tú-eres-las-respuestas a.k.a. Lil' Teddy Bear
  • Publicas de Pascuas a Ramos, como tu actual de aventuras, pero macho, merece la pena. Primero por la extensión de los capítulos, pero también por el contenido. Me encanta el capítulo, cómo intercalas los flashbacks con la conversación entre Ramsus y osin... y el propio contenido de la conversación, con una salida muy de 20th Century Boys (eso de "con 9 años tuviste una idea que me gustaría poner en práctica" y la respuesta de Ramsus). Enhorabuena ^^

    Y el último flashback... bufff
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Long_Jhon_Silver
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Long_Jhon_Silver »

De verdad que la vida real es agotadora, más cuando aquello que nos urge se vuelve tan inminente. Perdonénme por haberme ausentado por tanto tiempo y perdonénme, si esto que a continuación les dejo esta algo pesado o lento, como he tenido que dedicarme a escribir sobre otras cosas, me ha resultado bastante difícil retomar ciertos rumbos. Espero comprendan mi falta de constancia o los posibles ripios que pudiesen aparecer en este, mi tan atrasado relato, eso y el hecho de que el original se perdio en las profundidades de mi computador, para ya nunca más volver. Pero he aquí, un intento de resurrección de mí mismo y de mi parte en estas historias.
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Cap.45: “Verdad a Medias”
Amanecía ya y la luz del nuevo día inundaba todos y cada uno de los rincones del Caledonia; en lo alto del mástil, casi encajado dentro de la cofia, Roca se desperezaba estirando los brazos y soltando un gran bostezo. A pesar de todo el tiempo que pasaron atracados junto a la isla de Syrup, jamás dejo de cumplir con sus labores de vigía, ya que como tal y él decía, nunca se sabía cuando el peligro se decidiría a aparecer; y ahora que llevaban unos días alejándose de allí, continuaba con su labor. Aunque en palabras de Mijok, sólo lo hacía para poder beber su licor sólo y no tener que compartirlo con Reyes. Una ágil One Piece se esmeraba en la cocina del barco para preparar lo más rápido posible el desayuno para todos sus compañeros. Trataba de no pensar en lo que le había dicho Fletcher, no, ni siquiera podía imaginárselo, Silver muerto ¿Por qué? ¿Cómo? Definitivamente no podía siquiera imaginarlo, ¿Por qué le habría preguntado aquello? Sin darse cuenta las lágrimas vinieron hasta sus ojos, por eso no le vio entrar, no hasta que estuvo junto a ella y pudo oír su cálida voz:

--¿Qué sucede One Piece?—Dijo el capitán

Sorprendida y contrariada, reacciono llevándose una mano hacia la cara, intentando ocultar las lagrimas que se precipitaban por su rostro, no quería que su capitán la viese llorar.

--¿Y esas lagrimas?—Volvió a preguntar el capitán
--Es que me ha entrado algo a los ojos—Mintió One Piece—Pero ya estoy bien—

Sin embargo seguía mintiendo, sentía como si le estuviesen apretando el corazón, como si un puño invisible se empeñase en asfixiarle por dentro, y a pesar de todo, no podía decir nada, no quería decir nada, para ella era imposible pensar en perder de nuevo a su querido capitán. Recordaba ahora cuanto había sufrido al verle partir junto a Mijok aquella fatídica noche, volvía a sentir aquella amargura que le había acompañado durante todos esos años de soledad, alejada de él y del resto de sus compañeros, fingiendo que era otra, ocultando su pasado y su pena al resto del mundo. No, no se resignaba a abrigar la idea de perderles de nuevo, de perder otra vez aquella felicidad plena, de estar junto a su capitán y a sus amigos. No quería pensar en ello y sin embargo…Sin embargo las lágrimas seguían cayendo y él estaba allí, junto a ella, como siempre le había sentido, como siempre le había recordado.

--¿Segura que estas bien?—Volvió a preguntar el capitán
--Sí, ya te he dicho que no es nada Silver—
--Pero…--
--¡Silver!—

Desde la puerta de la cocina As lo llamaba, volteándose pregunto:

--¿Qué sucede?—
--Es Roca, dice que necesita hablar contigo—
--¿Y por qué demonios no viene él?—Respondió algo mosqueado Silver
--Esta en la cofia, y sabes, parece que no recuerda como bajar—
--Más vale que ese bribón tenga una buena excusa—Exclamo Silver y salió de la cocina

One Piece se sintió aliviada, ya que no tendría que revelarle al capitán, que era lo que estaba sucediéndole. Cerró los ojos y se seco con brusquedad las lágrimas, se reprendió por ser tan débil y se prometió ser más fuerte, y no dejar que los temores de Fletcher le abrumaran. ¿Pero y si tenía razón? No; se dijo; no debo pensar más en eso; y dicho esto se dispuso a servir el desayuno.

A grandes zancadas Silver recorrió la distancia que le separaba del palo mayor, estaba algo molesto, pero a la vez intrigado. Al llegar alzo la vista e intento ver a su compañero de barco, sin embargo no lo logro; por alguna extraña razón este permanecía oculto, hundido tras los maderos de la cofia.

--¡Roca!—Grito

Pero no hubo respuesta.

--¡Roca!—Volvió a llamar.

Y esta vez se oyó un quejido que venía desde arriba. Preocupado se encaramo en la escalerilla que le llevaría hasta allí, en un momento alcanzo la altura en la que se alzaba la posición del vigía, y al llegar se sorprendió al ver a su tripulante tirado sobre el pequeño espacio que allí había, los ojos desorbitados en una expresión de terror y sus manos entrelazadas en un complicado gesto.

--Muchachos, tenemos un problema, debemos bajar a Roca de aquí—

A la voz del capitán todos se pusieron en alerta. As se trepo hasta donde estaba Silver, llevando consigo unas cuerdas y algunas telas. Mientras sobre la cubierta Mijok y Reyes se preparaban para recibir a su compañero. One Piece corrió a avisarles a los de la Joya, para que enviasen a su doctora al Caledonia. Rápidamente Silver y As improvisaron una camilla con las cuerdas y las telas, con las que; luego de asegurar a Roca; lo bajaron desde la altura. Una vez en el suelo, lo acomodaron los otros dos, mientras Fletcher, avisado por One Piece, ayudaba a Estella y a Rido a cruzar desde el otro barco. La doctora de la Joya, se acerco al pobre Roca y le examino, mientras todos estaban atentos a lo que sucedía, por las caras que ponía, parecía que nada bueno estaba encontrando; hasta que al cabo de unos minutos suspiro aliviada y dijo:

--Estará bien, sólo ha sufrido un colapso—
--¿Un colapso?—Pregunto Fletcher
--Sí, un colapso.-- Contesto la doctora—Provocado por alguna impresión fuerte.
--Pero si hace un momento me ha gritado que llame a Silver—Dijo As—Y se oía de lo más bien—
--Entonces, ¿Puede ser que haya visto algo?—Dijo Rido mirando de reojo a Silver.
--¿El qué?—Pregunto Mijok
--¿O qué? Deberíamos preguntarnos—Agrego Silver con un aire misterioso.

Todos centraron su atención en él, mirándole con ansias de respuestas; quien al darse cuenta de que su intervención había provocado tal reacción, sólo atino a encogerse de hombros y sonreír.

--Capitán, con todo respeto, creo que es hora de que nos explique algunas cosas—Le dijo As mientras lo miraba fijamente.

El ambiente se había puesto tenso, tanto que podía cortarse el aire con una daga. El silencio invadió la cubierta del Caledonia, y podía oírse ahora, el chocar de las olas contra los maderos del viejo barco. Parecía como si el tiempo se hubiese detenido, como si en ese momento estuviesen en otro lugar alejados de ese ahora, mirando otros presentes.

--¡¿Cómo te atreves As?!—Le recrimino One Piece— Pidiéndole explicaciones a Silver, ¡Como te atreves!—

Sintió que la pena volvía a subir por su garganta, haciéndole un nudo y subiendo hasta sus ojos. El llanto que por tanto rato había evitado y contenido, acudía a sus ojos abiertos, corría libre por sus mejillas imparables. Al ver a su compañera así, As titubeo e intento retractarse, pero la mirada serena pero firme de su capitán le impedía pronunciar palabra ¿Qué poder extraño tenia aquel hombre, que hasta en silencio lograba intimidarle?

--Creo que te has pasado muchacho—Oyó a Mijok decirle—Ahora…--
--Basta Mijok—Dijo entonces Silver—As tiene razón, es hora de que les explique…--

Otra vez el silencio invadía la cubierta, otra vez la tensión se dejaba caer sobre ellos como una pesada carga. Por fin podrían escuchar las respuestas de Silver, por fin podrían ellos, además de Mijok, saber que era lo que estaba pasando y el porqué de tantas cosas extrañas.

--Bien, creo que es hora de que nos vayamos—Dijo Estella poniéndose de pie y jalando a Rido de una punta de su camisa, quien permanecía en silencio y expectante—Roca está bien, sólo debe descansar y se repondrá pronto. Además lo que tenga que decirse aquí creo que no nos incumbe—

--Se equivoca señorita doctora—Le corrigió Silver—Todo lo que oirá aquí, le incumbe tanto a usted, como a Rido, puesto que así como mi tripulación, todos quieren respuestas, respuestas necesarias para enfrentarnos a eso—

Sorprendida Estella se quedo mirándole, ¿Que era lo que tenia aquel hombre, que podía hacer a las personas temerle y a la vez fascinarles? Miro a Rido, quien con una expresión interesada miraba al capitán de los Outlaws, ciertamente él, no necesitaba que lo obligasen a quedarse, ya que por lo que había deducido, su compañero estaba muy interesado en todo lo relacionado a aquel personaje.

--Pero primero llevemos a Roca adentro y luego vamos a donde esta Renta, ya que esto también le interesa—Dijo Silver al fin.

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Era bastante divertido y extraño a la vez, poder ver todo aquello que otros no podían, o no estaban interesados en ver. Poner atención en todos y cada uno de los pequeños detalles que formaban parte de piezas más grandes, y que eran el fino secreto, la razón de lo más complejo. En su nueva vida, o mejor dicho, en su nuevo estado, era más fácil para él percibir esto, ¿Seria porque el tiempo no significaba ya más nada? ¿O quizás ahora estaba conociendo la verdadera importancia de este? Era aún más extraño, que alguien como él se hiciese ahora estas preguntas, él quien en otro tiempo disfrutaba viendo pasar las horas con la mente en blanco, haciendo sólo lo que se le ordenara, llevando a cabo sus misiones tan pronto como podía, para así volver a malgastar su tiempo. Mientras pensaba en esto, buscaba en el bolsillo de su chaqueta un cigarrillo, quizás ese hábito, era lo único que conservaba de su antiguo yo, un hábito que ahora ya no podía hacerle nada y por tanto disfrutaba con más ganas que antes. Camino por aquella extraña playa, y encontró aquel extraño sendero, que llevaba a ese oculto pasadizo que se perdía en las entrañas de la tierra. Camino a través de el adentrándose en las profundidades, cruzo acantilados ocultos y salones horadados en la roca, hasta alcanzar aquel lugar que buscaba. Allí una mesa con trece lugares y más allá un trono con una figura que no era quien debía ser. Su mano vacía, era el mudo testigo de que algo faltaba, y el desorden de los tesoros amontonados, así como la diferencia en el polvo que cubría el suelo, le indicaban que ese era el lugar donde debía partir su búsqueda. Lamentablemente a pesar de ser él quien era y de encontrarse en esa situación extraña, no contaba con otro poder más que el de permanecer inmutable a la acción del tiempo y navegar a voluntad. Era en estos momentos cuando deseaba ese don de poder leer mentes o el de la adivinación o el de encontrar sin buscar. Pero no, no los tenía y debía ahora hacer como antes en su otro estado y buscar para saber y actuar. Sin embargo no le fue complicado darse cuenta de cuál era su siguiente paso, ya que casi como un mapa, allí en un rincón, una frase le indico la ruta. Alegre la leyó y memorizo, y echándole una última mirada al lugar se volteo marchándose. Quien lo diría; pensó Xion; que mi camino me llevaría en pos de una cruz.
En el borde inferior del trono, en letras grabadas sobre el oro, podía leerse la frase:”Estrella tras estrella, hasta la austral cruz”.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Una vez que todos estuvieron reunidos, Silver se dispuso a hablar. Todos estaban atentos y expectantes, puesto que el capitán se disponía a revelarles la razón de todo lo extraño que estaba sucediendo y que como el mismo había adelantado, estaba por suceder. Así fue como les relato paso a paso, lo que había pasado aquella noche en que les había ordenado abandonar el Caledonia, como junto a Mijok habían sido devorados por la tormenta y arribado a un lugar, que hasta en sus más enfermas pesadillas jamás habían podido imaginar. Les conto de manera somera, el encuentro con aquel ser en aquella oscuridad y como a partir de eso él había entregado una parte de sí para protegerles. No les explico sí, que era lo que había dado, excusándose de hacerlo en otro momento, y prosiguió su relato, completando todas las extrañas aventuras que hasta ahora habían vivido, así como las inquietantes capacidades adquiridas por él, el conocimiento de antiguas culturas e idiomas que ahora ostentaba y su pasada vida antes de ser pirata. Los miro uno a uno y vio dudas y temor. Observo en el rostro de Rido una fascinación tremenda, mientras Estella no podía dar crédito a lo que oía. As no decía nada y Reyes sólo atinaba a beber de su botella. Renta también guardaba silencio, así como Fletcher y Miguel. Mientras el profesor miraba compasivamente a su antiguo pupilo y a Mijok. Hasta que el silencio fue roto nuevamente por el llanto incontrolable de One Piece, quien otra vez, volvía a derramar sus lagrimas. Silver se acerco a ella y la abrazo para consolarle.

--¿Por qué no nos dijiste nunca todo lo que estabas sufriendo?--Le pregunto ella
--Porque no quería preocuparles, ni a ti ni a nadie—Le dijo dulcemente el capitán.
--Pero somos tu tripulación, somos tú familia—Le reprocho llorando aún ella
--Por eso mismo, no podía dejar que sufrieran por mi culpa—
--Pero ahora, ahora ¿Por qué nos has contado todo esto?—Volvió a preguntar One Piece
--Pues es porque…--
--Porque te estás muriendo—lo interrumpió Fletcher

Renta lo miró incrédulo, como negando que su antiguo subordinado fuese capaz de haber dicho aquello. Los demás reaccionaron sorprendidos, excepto One Piece que lloro aún más fuerte y Rido que fulminaba con la mirada a Fletcher.

--¡¿Qué estás diciendo idiota?!—Rugió al fin Mijok, abalanzándose contra Fletcher

Este no hizo nada, dejándose levantar por la fuerza sobrehumana del segundo de abordo, sólo dijo:

--Es cierto, lo he oído en la bodega del barco, hace dos noches y él también lo sabe—Dijo indicando a Rido.

Todos miraron entonces al carpintero, quien sorprendido sólo dijo:

--Maldición, te dije que guardaras silencio—
--Basta Mijok—ordeno Silver entonces, haciendo que su amigo dejase a Fletcher en el suelo, tranquilamente agrego—Y lo que ha dicho el muchacho es cierto, me estoy muriendo—

Otra vez la sorpresa invadió el rostro de todos, y el capitán prosiguió:

--Sin embargo no es algo inmediato, ni tampoco una situación que me esté produciendo grandes males o dolores, sólo digamos que de alguna manera he visto el momento y lugar donde esto sucederá. Momento y lugar que no puedo revelarles, porque ni yo mismo sé muy bien dónde ni cuándo. Pero lo realmente importante es si estaremos listos para enfrentarnos a aquello hacia lo que vamos—

No alcanzaron a preguntarle nada, ya que Roca apareció ante ellos, interrumpiendo la escena, aprovechándose de esto, Mijok le dijo:

--Puedes decirnos borracho del demonio, ¿Que fue lo que viste y te dejo en ese estado?—
--Pues yo…Yo no lo recuerdo muy bien—Se rasco la cabeza, los miro a todos y agrego—Sólo estaba allí, cuando de pronto me pareció oír a alguien llorando, mire por sobre mi hombro y vi una extraña sombra, que no paraba de repetir que Silver se moría, me asuste y entonces salto hacia mí y ya no recuerdo más—

Rido miró a Silver y luego a Fletcher, ¿Como podía ser que el espíritu de aquel barco se estuviese comunicando con todos? ¿Seria cierto lo que decía el capitán, que su momento no estaba tan pronto aún?


El mar seguía calmo, mientras los barcos reanudaban su viaje, debían alcanzar pronto su próximo destino, todos se ocupaban de sus tareas, mientras Silver miraba el horizonte, el dolor en su pecho volvía a sentirse; y sin embargo sonreía; qué dirían sus compañeros de él, si supieran que no se atrevía aún a decirles todo lo que padecía.

Continuará.
Bueno, que sepan que en este tiempo que me he hecho, he leído todos los capitulos que me faltaban. Sólo puedo felicitarlos a todos y cada uno de ustedes, pues para variar siguen manteniendo ese excelente nivel. De verdad, extrañaba leer tan buenas cosas. Cuando vuelva a hacerme de tiempo, comentaré uno a uno vuestros trabajos y espero que pronto pueda hacerme otro espacio, para venir aquí a seguir compartiendo con ustedes. Un abrazo a todos y como siempre, nos leemos.
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

¿Pesado? ¿Lento? No sé, no lo he leido aún (me pongo ahora mismo a ver si me da tiempo antes de clase). Pero hay una gran noticia, has vuelto. Y así, poco a poco, si vamos volviendo todos, conseguiremos ir volviendo a darle a esto la vida que tanto le faltaba y que le quitaron la Guerra y las ausencias de los que estuvimos ausentes...

Ahora sí, me pongo a leer, luego edito ^^

Editanding....

Al final no me dio tiempo a leer antes de ir a clase -.-

Bueno, y aquí tenemos la última parte de la visión de lo que sucedió al final de nuestra estancia en Syrup. Ya era hora de que Silver les contara a los demás lo que estaba pasando. Gracias a Dios, ahora ya tengo pie para continuar, porque hasta ahora no tenía nada. Esperaba a que kuro posteara algo en Logue xD ¿Podría desarrollar un poco más tu historia (lo sometería a tu consulta previa, claro)?

Por otra parte, interesante la interrupción narrativa acerca de Xion. ¿Me equivoco al pensar esto tiene que ver con nuestro amigo de la barba colorada? Bien parece que tenemos un nuevo competidor. Me pregunto quién o qué es... ¿"Otro Silver"?
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Gargadon »

@Silver: Volviste :cry: , estoy llorando (pero de felicidad, esta vez es de felicidad). Y con una pequeña historia en la que decides contar (a medias) lo que está pasando. ¿Qué sucederá a partir de ahora? ¿Cambiará la forma de pensar del resto de los tripulantes?

Esto me está gustando, ya estoy incluso pensando un poco más para poder retomar este tema... Lento y pesado a mí no me pareció, de eso no te preocupes :) .
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Long_Jhon_Silver »

Veo que este tema sigue igual que antes, y al parecer es mejor ausentarse unos cuantos meses, para encontrar reales avances...Como sea, gracias a los dos fieles nakamas de este tema y como dije el otro día, espero volver a estar más activo aunque sea por aquí...Aprovecho para adelantarles, que en uno o dos capitulos más(y si me desespero será el próximo) revelare algunas cosillas interesantes...O eso creo...Pasando a otro tema, voy a comentar lo que deje pendiente:

Rido: Un excelente final para Syrup, la saga que en mi inconsciente duro casi un año...jejeje..Me encanto como enlazaste todo y los buenos dialogos que le diste a mi querido capitán.

Kurokotetsu: Un buen capitulo, que nos revlo algo más de tu tan interesante personaje...Otro que no debe estar en mi lista de enemigos...Creo que esto ya lo había dicho.

Ramsus: Hombre, que tuve que ir a Plutón y volver para leer tan excelente pieza...Que puedo decir, como siempre soberbio...Espero que pronto haya algo más.

Osin: Que puedo decir. Cada vez que leo algo tuyo lo hago muy lentamente, porque como ya te han dicho, no se que tiene el destino en tu contra que se empeña en atrasar tus excelentes entregas. Para variar, me tomo la libertad de solicitar más(aunque no soy el más indicado, puesto que mira cuanto he tardado yo)

Eratia: Completo, extenso y bien contado. Que más puedo decir?? Gracias por permanecer al pie del cañón.

Y eso seria por ahora...Se me ha acabado el tiempo. A ver si pronto dejo algo más. Un abrazo a todos y nos leemos.
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Gargadon »

Buenas tardes, vengo a dejar algo simple para estas fechas, así que... si no interfiero con los planes de nadie (lo cual veo poco probable), aquí dejo algo para comenzar a retomar las riendas de este tema.
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28. Propósito

Habiendo salido todos de la habitación del antiguo capitán, Rentarou comenzó a pensar en todo lo que habían venido a contarle hacía unos minutos atrás... No podía ser cierto lo que estaba escuchando, ¿Silver se estaba muriendo? ¿Pero cómo podía estar pasando algo así? Quería negarlo, pero si el mismo capitán mencionaba que era eso lo que estaba sucediendo, eso era lo que le hacía enojar mucho más.

-¡Maldita sea! -gritó mientras golpeaba la orilla del colchón de su cama con fuerza.

La rabia y la frustración lo tenían así, a punto de estallar. Y no era para tanto, estaba en cama, sin poder hacer nada, y justo que pensaba que podría descansar unos días para poder estar al cien con las labores en el barco, salía algo como esto. Era darle un balde de agua fría, llevarlo más allá de la realidad y darse cuenta que posiblemente este viaje terminaría pronto y él sin poder haber hecho lo suficiente por el resto de la tripulación.

-¿Puedo pasar? -era la voz de Estella desde el otro lado de la puerta.
-A... adelante... -dijo Rentarou tratando de serenarse.

Estella abrió la puerta e ingresó a la habitación del viejo capitán.
-Perdona por entrar tan tarde, seguramente ya estabas durmiendo.
-No... después de la discusión de hace unos minutos, hasta el sueño se me quitó. -contestó tratando de no mirar a la doctora.
-¿Puedes quitarte la camiseta? -preguntó Estella.
-De acuerdo, pero no creo que a Rido le agrade. -dijo Renta con una sonrisa demasiado pícara.
-Ni lo sueñes... -dijo Estella enojada entendiendo el tono con el que su paciente le hablaba. -Solo quiero revisarte, seguramente ya podrás salir a cubierta pero quiero estar segura.
-Tranquila. -dijo Renta sonriendo. -Digamos que me gusta bromear con las personas, fue algo que se me pegó cuando trabajé como capitán.
-¿Como capitán? -preguntó intrigada Estella.

A decir verdad, Renta no hablaba mucho sobre su antiguo trabajo como capitán de marina, aunque su actitud antes y después de ese instante de su vida hablaba casi por él. Todos en el barco se habían dado cuenta que en ocasiones su comportamiento era totalmente diferente del joven y temeroso Dkantun que conocían. Y sí era para tanto, todas sus experiencias le habían hecho crecer bastante, estar expuesto al riesgo durante tanto tiempo, y sobre todo, tomar una enorme responsabilidad como ser capitán de toda una tripulación, habían cambiado su manera de pensar.

-No me imaginaba que los capitanes o superiores bromearan con sus soldados. -siguió hablando la doctora.
-Mi antiguo superior también lo hacía, le gustaba hablar con sus subalternos como si fuésemos del mismo nivel, aunque claro, tampoco perdíamos la compostura. -siguió hablando Renta mientras se quitaba la camiseta.

Estella se quedó mirando la herida ya cicatrizada de su paciente. De tantas cortadas en la misma zona, se había formado una horrenda cicatriz con forma de piel desgarrada que cruzaba en diagonal el pecho antes de llegar al estómago.

-¿Y qué pasó con tu superior? -preguntó Estella.
-En una misión que tuvimos, lo devoró un rey del mar... -dijo Renta bajando la cabeza, recordando precisamente lo que había pasado en aquel instante.
-Lo siento mucho... -dijo la doctora sintiéndose mal por preguntar esas cosas.
-No tienes por qué sentirte mal. -dijo el viejo capitán. -Para el caso, debería ser yo el que se sienta mal, él dio su vida por salvarme, confiándome a mí el bienestar de toda la tripulación, y heme aquí viajando como fugitivo en un barco pirata... Arruiné todos los años de su trabajo como un buen superior, y para terminarla, me traje a uno de ellos al barco...
-Pero no te trajiste obligado a... ese marino... -dijo Estella como si todavía no tuvieran confianza en el nuevo integrante de la tripulación de Silver.
-¿Aún no confían en Fletcher, cierto?
-Te envió a prisión, y estuvo a punto de ejecutarte, así que eso me hace desconfiar de él. -dijo Estella revisando aún a su paciente. -Pero si tu capitán estuvo de acuerdo con traerlo al barco, de mi parte trataré de confiar en que lo que menciona siempre es cierto.
-¿Que lo que menciona... pero qué es lo que siempre menciona?
-No tanto como lo que menciona... -comenzó a divagar la doctora. -Es más bien lo que intenta hacer por todos nosotros, siempre estuvo al pendiente tuyo cuando te enfermaste...
-Así que al viejo marino no le han cambiado las mañas... -dijo Renta sonriendo. -Ese hombre no va a cambiar...
-¿De qué hablas? -preguntó la doctora.
-Lo conozco muy bien. -contestó el antiguo capitán. -Se preocupa demasiado por sus amigos, esa es su forma de actuar.
-Bueno, el tiempo dirá si haberlo metido a su tripulación ha sido la mejor elección. -terminó la doctora. -Creo que estás mucho mejor, Renta. Ya puedes salir a cubierta a caminar y respirar aire fresco, sin embargo no quiero que hagas trabajos pesados. Eso significa que nada de cargar objetos pesados, nada de entrenamientos ni mucho menos que te involucres en peleas, al menos hasta que te lo indique.
-Que bueno, ya me estaba aburriendo de estar acostado sin hacer nada. -contestó Renta muy aliviado. -¿Y podré fumar?
-Lo puedes hacer, pero te recomendaría que lo dejaras. -le reprendió Estella.
-Tomaré eso en cuenta, pero no prometo nada. -dijo Renta acomodándose su vieja chaqueta de capitán como si se preparara para salir a algún lado, como lo hacía antes.

Habiendo salido los dos a cubierta, Renta volvió a acomodarse su chaqueta. La noche parecía diferente afuera que allí adentro, sin embargo, esta no era una noche de la cual debiera estar alegre, al contrario, el ver a todos ocupados sin tiempo para hablar, y con la noticia que le habían dado ya hace algún rato, sus ánimos no estaban siquiera para ponerse a beber.

-¿No deberías estar en cama, Renta? -preguntó As al ver a su compañero en cubierta.
-La doctora Estella me dio permiso de salir a cubierta, pero todavía debo cuidarme, aun no puedo entrenar ni hacer trabajos pesados... -dijo Renta con la cabeza baja.
-Lo importante es que ya te estás recuperando. -contestó Silver quien estaba detrás del antiguo capitán.
-Capitán Silver... -contestó Renta volteando hacia Silver. -¿No debería estar descansando?
-Eso mismo debería decir de ti. -le contestó Silver. -Pero veo que no eres de los que se puede quedar quietos.
-Por usted y por la tripulación, daré hasta la vida. Se lo prometí en Atonar, y pienso cumplir mi promesa. -dijo Renta como si dejara entrever que no abandonaría el barco por ningún motivo, y menos después de lo que había pasado hace unos instantes.

Silver se quedó pensativo, y después de algunos segundos de meditar, dijo:
-Quedamos en que te irías a fregar la cubierta una semana seguida cada vez que me hablaras de usted.
-E... entendido capitán... quiero decir, lo sé, Silver... -dijo Renta apresurado. -Cre... creo que mejor iré con One Piece a ver si se le ofrece algo.
-¿No estará dormida? -preguntó Mijok.
-Conociéndola, estoy seguro que no. -contestó Renta.

Y no era de extrañarse, Rentarou conocía bien a su compañera de viajes, y era de las que más se preocupaba por el estado de salud de los demás, y más si se trataba de Silver el asunto, así que se dirigió de nuevo hacia abajo del barco y abrió la puerta del comedor. Pero el ambiente en el comedor era de lo más pesado.
-¿Qué quieres? -preguntó One Piece reciamente antes de que Rentarou pudiera pronunciar palabra alguna.
-Yo... sólo venía por un vaso de agua... -dijo Renta algo aterrado por la forma de ser de su compañera.
-Pues ve y sírvete. -dijo.
-No es necesario que te desquites conmigo, a menos que sea conmigo con quien estás enojada...

One Piece comenzó a derrumbarse en su asiento.
-Pero qué buen amigo tienes... -dijo One Piece a punto de llorar. -Todos preocupados por lo que le pasaba a Silver, y él sabiendo todo, suelta la sopa así como si nada...
-No deberías estar enojada con Fletcher. -le dijo Renta. -Al fin y al cabo, aquí nadie tiene la culpa de lo que le está pasando a Silver.
-¿Pero por qué no nos dijo nada el mismo Silver? -preguntó llorando One Piece. -¿Acaso no le importamos?
-Silver me dijo algo que me ha dejado pensar durante estos días en reposo... -dijo Renta tratando de calmarla. -Cuando estuvimos en mi aldea, y me enteré sobre mis orígenes... yo también me hacía la misma pregunta... A veces tratamos de ocultar la verdad para no lastimar a los que queremos... Porque no queremos que los demás sufran...
-¡Pero esto se pasó de largo! -gritó de nuevo One Piece buscando alguna explicación. -¿O qué? ¿No podemos hacer nada para ayudarlo? ¡Me siento una inútil de estar aquí y no saber cómo ayudarlo!
-Reacciona. -dijo serio el antiguo capitán. -No te imaginas cómo me siento yo también... La única razón por la que abandoné la marina fue para volver a navegar como antaño con todos ustedes, y lo único que he hecho es meterme en problemas por donde voy, ¡no he podido siquiera demostrar a Silver o al resto de la tripulación todo lo que he aprendido en estos años de distanciamiento! ¡Yo soy el que menos idea tiene de todo lo que ha estado pasando en torno a Silver! Sin embargo, sé que aunque me eche la culpa, eso no remediará lo que está pasando.
-Renta... tú... -dijo One Piece secándose las lágrimas. -No sabía que...
-Seguramente fue aquel ser quien le dijo a Fletcher lo que le sucedía a Silver. Tarde o temprano todos lo teníamos qué saber, eso explicaría por qué Roca se desmayó hace algunas horas y sobre todo lo que dijo cuando recuperó la conciencia. Así que lo que menos debemos hacer es ponernos tristes ni echarnos la culpa los unos a los otros, y no lo digo por defender a Fletcher.
-¿Y qué es lo que podemos hacer? -preguntó One Piece algo triste.
-No lo sé... pero si lo llego a descubrir, haré todo lo que esté en mis manos, incluso si tengo que dar mi vida, se lo prometí a Silver en Atonar y cumpliré mi palabra cueste lo que me cueste.
-Eso... eso no me deja nada tranquila... ¿Cómo que piensas dar tu vida?
-Así es... -dijo Renta levantándose de su asiento y acercándose a su amiga para tratar de calmarla, y más tarde siguió hablando mirándola a los ojos. -Le hice una promesa hace algunos meses y la pienso cumplir y...

Rentarou dejó de hablar al ver una misteriosa sombra a espaldas de One Piece. La iluminación de la cocina no era para nada la ideal como para que una sombra se formara a espaldas de ellos, así que instintivamente como había sido entrenado ante cualquier situación sospechosa, desenvainó su espada.
-¿Quién eres? -gritó.
-¿Qué pasa Renta? -preguntó extrañada One Piece al ver la violenta reacción de su compañero de barco.
-Esa sombra, se está comportando de una forma muy extraña. -dijo Renta a One Piece señalando aquella sombra.

Extrañamente, no se proyectaba en las paredes ni en el suelo, sino que más bien parecía una especie de ente con toda libertad, como si tuviera un verdadero cuerpo. Y en parte hasta silueta tenía, como si se tratara de un joven muchacho de estatura menor a la de alguno de los dos.
-¿Pero qué sombra? -preguntó One Piece extrañada al observar al mismo lugar donde señalaba Renta.
-¡Esa que está ahí! -gritó de nuevo el antiguo capitán.
-¿Cuál? -preguntó One Piece extrañada. -Yo no veo nada.
-¿Cómo que no la ves? -preguntó Renta aún alarmado. -Ahí está, frente a nosotros.

Pero antes de que One Piece pudiera responderle, Renta vio cómo aquella sombra cruzaba la entrada de la puerta saliendo del comedor. Instintivamente salió corriendo detrás de ella, saliendo a cubierta, llamando la atención de todos sus compañeros, incluido Silver. Pero aquel “ente” no se detenía, llegando incluso a la puerta de la bodega donde almacenaban los alimentos y las bebidas, al cual se introdujo incluso con la puerta cerrada. Rentarou habiendo llegado hasta este punto, abrió la puerta de la bodega, y con espada en mano caminó por los diferentes pasillos de la bodega.

Pero la puerta de la bodega se cerró inmediatamente dejando atrapado al antiguo capitán en la bodega.
-Así que me quieres dejar encerrado aquí, ¿eh? -preguntó Renta con el mismo tono en el que hablaba a sus oponentes.
-Es mejor así. -escuchó que una voz le decía. -Ya que quiero hablar contigo personalmente, Dkantun.
-¿Co... cómo sabes mi antiguo nombre? -gritó Rentarou al escuchar su antiguo nombre en “boca” de un desconocido, apretando con fuerza la empuñadura de su espada.
-Porque te vi desde el primer momento en que llegaste aquí, al Caledonia, cuando apenas eras un jovenzuelo que no sabía qué hacer con su vida. Has cambiado mucho desde entonces.
-¿Eres un polizón o qué eres? -preguntó Renta pidiendo explicaciones a lo que pasaba.
-Baja tu espada y te responderé a tus preguntas.
-¡No bajaré nada si no me dices quién eres! -gritó Renta nada dispuesto a ceder ante ese ser.
-¿Aún si tiene que ver con Silver? -preguntó ese ser.

Rentarou en ese instante dejó caer su espada al suelo. Al parecer ese ser conocía bien sus puntos débiles.
-Creo que sabes bien lo que está pasando, ¿verdad? -preguntó Renta.
-¿Más de lo que tus amigos o tú saben? Sí...
-¿Ahora sí me dirás quién eres? -preguntó nuevamente el antiguo capitán.
-Si tanto insistes en saberlo, te lo diré. -contestó aquel ser mostrándose nuevamente ante el pirata. -He viajado en el Caledonia desde que me construyeron... es decir, cuando lo construyeron.
-Entonces eres el espíritu de este barco. -contestó rotundamente Renta burlándose. -No tienes una voz dulce como el del Estrella Fugaz.
-No vengo a hablar de eso... -dijo el ente. -Sino que seguramente ya sabes que Silver se está muriendo.
-Eso lo sé... -dijo Renta bajando la cabeza. -Pero no me sirve de nada... todos nos sentimos unos inútiles... Seguramente tú sabes lo que pasó aquella noche, ¿qué ocurrió?
-Por tu estado de salud actual, no puedo decírtelo. Sería muy fuerte o incluso contraproducente. -contestó aquella sombra. -Y aún así, creo que el mostrarte lo que pasó esa noche no ayudará de nada.
-¿Entonces? -preguntó de nuevo el pirata. -¿Para qué me trajiste aquí?
-¿Cuál crees que es el motivo por el que Silver intentó reunirlos? ¿Crees que sólo fue por el hecho de que quería que viajaran de nuevo una vez más?
-Bueno... yo... -contestó Rentarou titubeando.
-Todos ustedes tienen un propósito en el viaje de Silver. ¿Cuál es? Yo no lo sé.
-¿Y entonces? -preguntó el pirata algo furioso.
-Antes que nada, debes calmarte. -le contestó la sombra. -El estar frustrado por ser de muy poca ayuda no te servirá de nada. Y en segundo lugar, esa pregunta que te hice, tú mismo la debes responder.
-¿Cómo que yo la debo responder?
-Así es, yo sólo puedo cumplir con el deber de informarles lo que está pasando. En ustedes está el encontrar el propósito de este viaje. -dijo aquel ser. -Además, ¿no dijiste que estarías en este barco hasta la muerte?
-Eso es cierto, pero...
-Una cosa más. No comentes a nadie sobre lo que hemos hablado.
-Pero, pero...

En ese instante, la puerta de la bodega se abrió por la fuerza. As había empujado con todas sus fuerzas para abrirla. Detrás de él estaba toda la tripulación esperando que Renta hablara o al menos explicara qué fue lo que había pasado.
-¿Sucede algo, Rentarou? -preguntó Silver. -One Piece me dijo que saliste como loco corriendo del comedor con espada en mano.
-Bueno, yo... -dijo señalando al lugar donde ese ser se le había aparecido, pero ya no había nadie en ese lugar. -No, no sucedió nada, creo que solo fue mi imaginación...
-¡Ya llegamos a Logue! -gritó Reyes desde el palo de observación.
-¡Bien! -gritó Mijok. -¡Todos en sus posiciones! ¡Bajen las velas! Vamos a desembarcar pronto.

Todos los tripulantes subieron a cubierta, excepto Renta y Silver. Éste último se acercó a su subordinado y le dijo:
-Jugar con fuego es algo muy peligroso. Espero que no cometas el mismo error que yo...

Después ambos se retiraron de la bodega. Lo que Rentarou había pensado que solo eran unos minutos, habían sido en realidad horas de encierro en la bodega junto a aquel ser, puesto que el sol ya estaba empezando a aparecer por el horizonte. Y a lo lejos, la isla de Loguetown, aquel lugar donde se suponía que el primer rey de los piratas había salido, y donde dio lugar su ejecución.

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-¿Quiénes desembarcarán? -preguntó One Piece.
-Todos a excepción de Fletcher y Rentarou. El primero porque tenemos que esperar unos días a que la revuelta de Red Village se tranquilice, y Rentarou no bajará hasta que se recupere por completo. -comentó Silver. -Se quedarán a cuidar el barco, eso sí. Si el profesor White o su asistente necesitan algo, no duden en ayudarles.

Rentarou bajó a la biblioteca del Caledonia, y en cuestión de menos de dos minutos se le vio subiendo a la cubierta cargando varios libros, todos con la misma temática, sobre cronología de la piratería en los últimos 40 años. Dejó los libros en el suelo, se sentó en las tablas y comenzó a darles una hojeada desde el primero que se encontraba arriba. Roca y Reyes, los dos pregonando sobre quién sería el que bebiera más en todo Logue, y los demás irían a comprar provisiones, todos bajaron a tierra firme.

-¿Qué está leyendo, capitán Satsuma? -preguntó su antiguo subordinado algo intrigado por aquella faceta de su capitán que no conocía hasta ahora.
-Matando el tiempo investigando mis orígenes. -le contestó Renta.
-No sabía que le gustara leer.
-En la marina no había ni tiempo para eso. -contestó. -Fue un logro haber escrito todas mis memorias sobre mi vida como marino en Aguas Fuertes.
-¿Dejó todo eso en el Estrella Fugaz, verdad?
-Mi hermano menor los tiene guardados. Espero que los tenga bien escondidos, o de lo contrario, todo lo que le dejé se volverá en contra suya. Pero confío en él, no es nada tonto.
-Al menos tiene un familiar en su tierra que lo espera... -contestó su antiguo subordinado apoyando su mentón contra la barda que separaba la cubierta del barco del resto del mar.
-Familia es el lugar donde te reciben. Podría decirse que este lugar es como mi familia. -contestó Renta tratando de sonreírle.
-¿Y por qué está buscando en libros sobre piratas?

Rentarou cerró el libro que estaba leyendo, no sin antes hacer una muesca con las hojas para indicar en dónde se encontraba su lectura, y comenzó a recitar.
-Desde el instante que me enteré que mi padre había sido un pirata, ese pensamiento me ronda por la cabeza día y noche. Quiero saber qué hizo mi padre, a qué lugares viajó y de dónde proviene, quisiera conocer mis orígenes.
-Usted nunca me comentó eso de su padre. -contestó el antiguo marino.
-Eso es porque no lo sabía hasta hace poco.
-¿Y ha encontrado algo?
-Hasta ahora nada, casi no hay datos sobre él, y seguramente si existen, deben estar enterrados entre un millar de libros en alguna biblioteca en el fondo del mundo. Pero no me rindo, estoy seguro que encontraré información sobre él.

En el otro barco, también estaban empezando a discutir sobre quienes bajarían. El resultado quedó en que Rido y Hilmar se quedarían a cuidar del barco. Mientras el segundo daba vueltas cantando por todo el barco, Rido tomó el enorme tablón que usaban como puente entre ambos barcos y subió al Caledonia.
-A mí no me engañas. -dijo Rido amenazando a Renta. -Tú no eres de los que ataca sin motivo alguno, así que estoy seguro que pasó algo mientras estabas encerrado en la bodega del Caledonia.
-¡Deja en paz al capitán Satsuma! -gritó Fletcher. -¿Qué no ves que aún se está recuperando?
-Tranquilos los dos. -dijo Renta tratando de evitar una discusión. -¿Ahora sí puedo saber de qué me hablas, Rido?
-De lo que ocurrió en la bodega.
-Eso... no puedo mencionar nada... por un lado porque lo prometí, y por otro lado porque no tengo idea de qué me quiso decir aquel ser.
-¿Qué ser? -siguió interrogando Rido.
-No te lo puedo decir. Así que no intentes hacer más preguntas porque no pienso responderlas. Por cierto, ¿cuánto falta para que lleguemos a Xartha?

Rido en ese instante se puso pálido, incluso comenzó a mirar a otro lado como si quisiera esquivar esa conversación.
-Sólo... sólo sé que debemos cruzar la Reverse Mountain.
-¿Seguro? -preguntó de nuevo Renta.
-Sí...y no me hagas más preguntas de eso.

Al escuchar eso Rentarou solo lanzó una sonrisa.
-De acuerdo, creo que será mejor que mantengamos lo que sabemos en secreto. Si no quieres hablar, lo respetaré.
-Lo único que ustedes dos me provocan es que les haga toda clase de preguntas. -bromeó Fletcher.
-¿Sabes muchacho? -preguntó Renta. -¿A qué lugar me gustaría ir nuevamente?
-No lo sé, capitán. ¿A dónde?
-A Aguas Fuertes. Me pregunto qué cara pondrían los habitantes del pueblo si nos vieran convertidos en unos malnacidos piratas.
-¡Capitán! -gritó Fletcher asustado. -¿Está loco? ¡Si nos ven allí nos fusilarán a los dos!

Rentarou comenzó a carcajearse, a lo que Rido comenzó a hacerlo instantes después.
-Es broma amigo, es broma. -contestó Renta aún riéndose. -Por supuesto que no quisiera volver allí, nuestros viejos conocidos nos matarán en cuanto nos vean por la zona. ¿Pero qué haríamos si nuestro viaje implicara volver a esa isla?

Luego tomó una bocanada de aire y siguió hablando:
-Hasta hace poco éramos fieles servidores de la justicia... Es irónico, ¿no? Ahora estamos huyendo de aquellos a los que servimos por muchos años... ¿Y sabes? Me gusta volver a mi vieja vida...

Continuará...
Ahora a mis pendientes... Si me buscan estoy en mis temas de siempre.
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kurokotetsu
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por kurokotetsu »

Bueno tardé más de lo esperado. Entre escuela y que al abrir Wrod pensaba en otras cosas este capítulo no terminaba de salir. Aún está sujeto a posibles cambios, pero de momento lo dejo así. luego comento a Gargadon, osín y el regreso de Silver.
Spoiler: Mostrar
Capítulo 06- unión

Lo había logrado. El gran mar se encontraba cerca, muy cerca, suficientemente cerca. Pero este paso para ingresar a la Grand Line sería el más difícil de la travesía. El subir la Reverse Mountain era un viaje peligroso, con una gran cantidad de embarcaciones que terminaban hechas pedazos contra la gran montaña, legendaria por su corriente ascendente, la única forma para entrar al Cementerio de Piratas. Ninguna embarcación comercial entraba por esa peligrosa ruta, quedándose en sus respectivos mares para evitar riesgos. Pues aún cuando hubieran logrado entrar estaban los rumores de extraños fenómenos y la mayor concentración de piratas, así como los más poderosos de esta calaña, no era exactamente un panorama acogedor para los comerciantes. Y menos cuando el último paso se había convertido en un lugar tan peligroso.

Después de que Smoker hubiera salido en búsqueda del último Rey de los piratas Loguetown había decaído. Esa ciudad, en un momento peligroso para cualquier infractor que quisiera entrar, se había vuelto una ciudad sin ley. Los delegados de los Marines, cada cual más débil que el anterior no habían podido controlar la afluencia de malhechores, que al darse cuenta de la libertad posible acudían con mayor frecuencia. Incluso se suponía que era base de un par de de bandas pirata bastante prominentes del East Blue., aunque no había nada confirmado y parecí improbable, pues no querrían tantos rivales pululando por su territorio. Pero el simple hecho de que existieran esos rumores indicaba lo mal que estaba la zona.

Y con todos los piratas había también una generosa ración de caza recompensas. De momento tenía suerte, pues parecía que mi vieja recompensa estaba olvidada, o no era lo suficientemente jugosa para llamar la atención de nadie. Ni piratas buscaban reyertas contra un “debilucho”, ni los cazadores de fortunas, pues era bastante poco jugosa. Te todo modos decidí vendarme la cara como si estuviera desfigurado, simplemente por precaución. Además alguien como yo sí podía llegar a ser presa de las autoridades, alguien poco notable, sin asociaciones peligrosas, pero con precio sobre mi cabeza, así que parecía una forma fácil de anotarse una victoria. Probablemente podría escaparme, pero era mejor evitarse los posibles problemas.

Aprovechando el disfraz y la cinta sobre los ojos exploré, haciéndome pasar por un mendigo. Si alguien tiraba una moneda era ganancia y sería bastante improbable que alguien quisiera pelear por un poco de calderilla. Además podía pasar desapercibido mientras conocía la ciudad y escuchaba por encima a los transeúntes, para ver a quien convenía presentarle mi ofrecimiento de unión. No quería a una banda cualquiera. Unos debiluchos podrían ser exterminados en cualquier momento, unos demasiado prepotentes se creerían demasiado buenos para mí, o unos buscapleitos pues se meterían en tantos problemas antes de poder llegar a la siguiente isla. Con la mente pensando en más bien que evitaría, no estaba seguro de que tipo de banda realmente quería.

El día era lento y aburrido. Algunas reyertas en abres y mucho comentando la aparición de los Outlaws en Red Village, ahí mismo en el East Blue, así como todo lo relacionado con dicho asunto, pues había rumores de un cuartel de la marina atacado y tomado por la banda. Eso era lo que se hablaba. Entre más tiempo pasaba más me decepcionaba. La mayoría de los piratas que me encontraba no parecían tener nada de prisa por emprender el viaje, disfrutando de los placeres de la ciudad. Parecían más vividores, ebrios de alcohol y prostitutas baratas, que piratas aventureros de los siete mares. Casi toda expedición que escuchaba era para salir a una isla cercana para asaltar y conseguir suficiente dinero para una temporada más de libertinaje. Algunos pocos parecían dispuestos a ir tras la montaña, pero en general eran tan peleoneros que terminaban con un par de heridos antes de terminar sus planes. Estaba resultando un esfuerzo fútil.

Pero las esperanzas renacieron. Estaba en una esquina cercana al muelle, mendigando cuando pasó una pareja, un hombre y una mujer. Él era musculoso y alto, olía fuertemente a madera. Ella parecía de una estatura más normal y la rodeaba el olor de antisépticos. Alguien que trabajaba con madera y una doctora, juntos. Podían ser sólo unos habitantes, pero entre un olor salino me hacían pensar más bien en marineros. Además se parecían fuertes. Así pues los seguí.

Tan pronto como me fijé en su conversación sabía que tenía a unos personajes interesantes entre manos. Enseguida me enteré de que su viaje parecía llevarlos a Xartha, pues mencionaron el nombre al decir que sus provisiones debían de durar hasta llegar a ese lugar, y dicha isla estaba en el Grand Line. Y mientras que ellos buscaban los suministros médicos me enteré que otros tres habían ido por otras provisiones. Y escuché un nombre interesante en el ese grupo, un nombre que había aprendido no hace demasiado y que podía darme cierta palanca. Podía aprovechar la situación, pero antes quería asegurarme un poco como eran. Los seguía a cierta distancia, aprovechando que no tenía que verlos para saber donde estaban. Caminaban seguros, pero sin intentar llamar la atención, y definitivamente sin intentar atraer problemas. Me deban una muy buena impresión. Y no dejaron de causarla, por lo que cuando salían de una de las tiendas, la última por lo que dijo la mujer de voz dulce, me acerqué.

-Disculpen mi atrevimiento, amables señores. ¿Podrían darle un poco de caridad a un pobre ciego?

-Por supuesto. Aquí tienes un billete de mil berries, espero que te pueda ayudar.- Dijo la mujer, con un tono muy amable alargándome la mano con un papel en mano, que presumía que era el billete.

-Es usted muy generosa señora. Pero estaba en otro tipo de caridad. Estaba pensando en sí podrían presentarme a sus tres compañeros.- Mi comentario pareció sorprenderlos y sólo sirvió para ponerlos en guardia, pues el hombre acercó su mano a la cintura donde se escuchaba un repiqueteo metálico, aunque no acorde de una espada, parecía más sólido como un martillo. Y ella también pareció prepararse a combatir, aunque no tenía ningún arma. Sería malo si me atacaban antes de poder hablar. Levanté mis manos en señal de rendición.- Por favor no lo mal interpreten. No desea hacerles ningún daño, ni a ustedes ni a sus amigos. Quiero hablar con uno de ellos. Escuché que mencionaban el nombre de Eratia.

-¿Y qué si lo conocemos? ¿Tú qué quieres de él?- Era el hombre quién me interrogaba.

-Tengo un mensaje para Eratia, el Maestro Navegante.

-¿Un mensaje? Si eso cierto puedes decírnoslo a nosotros.

-Me pidieron que lo entregara directamente al interesado.- Era una mentira, pero así podría reunirlos a todos para negociar.- Así que si me guían hacia su localización actual o donde pensaban reunirse con él tendrían mi eterno agradecimiento.- Para que dudaran un poco menos me quité el vendaje de la cara, para enseñarles que al menos ahí no escondía nada. Ellos dos mientras tanto estaban hablando en voz baja ente ellos, un poco alejados, intentando que no los escuchara, así que cortésmente decidí filtrar sus palabras y centrarme en los sonidos de la calle para ver si había algo de interés. Todo parecía normal pero la inspección duró suficiente tiempo para que hubieran tomado su decisión.

-Está bien. Puedes acompañarnos al barco. Pero como intentes algo raro te irá mal. Somos más que tú y bastante fuertes.- Advirtió el hombre, bajando un poco el tono de voz, sonando más amenazante por su ya profunda entonación.

-No intentaré anda. Lo aseguró.- Al menos nada violento me dije a mí mismo.

El camino de vuelta se notaba más tenso. Ellos ya no hablaban entre ellos y tampoco parecían dispuestos a dirigirme la palabra, aunque debían de estar observándome bastante para ver si no hacía algún movimiento sospechoso. Llegamos al mulle donde había empezado a seguirlos. Sin embargo tenían su embarcación algo lejos, un poco apartada. Y cuando estuve lo suficientemente cerca noté por qué. Su madera tenía una fragancia algo diferente, no era igual a la madera común usada, despedía una fragancia fuerte, como si aún fuera parte del árbol, un árbol joven y robusto. Una embarcación singular no era duda. Parecía estar vacía cuando llegamos, algo imprudente que hacer. Subí por la pasarela, con el hombre atrás mío y la mujer delante. Llegamos a cubierta cuando de repente una voz desde el castillo de popa me sorprendió. Una chillona voz gritó.

-¡Rido! ¡Estella! Por fin llega alguien, me estaba aburriendo. Y este, ¿quién es?

Mi cara debía de ser un poema. La voz llegaba muy claramente a mis oídos, casi como si hubiera un hombre muy cerca de mí, pero no podía recoger nada más de mí alrededor. No olía a nada, no se escuchaba la respiración, ni siquiera el débil latir de un corazón. Absolutamente nada, sólo esa voz con un ligero eco, saliendo de la nada.

-Dice que tiene un mensaje para Eratia, Hilmar.- Dijo la chica, que inferí que su nombre era Estella. Y la voz sin cuerpo debía de ser el tal Hilmar.

-Disculpe, pero ¿con quién está hablando?

-Si no trajeras esa cinta podrías verlo. Es un ghost, de un bardo.- Era el tal Rido quién hablaba.

-¿Un ghost? ¿Un fantasma es lo que quieres decir?

-¡No soy un fantasma! ¡Soy un ghost!

-Algo similar a un fantasma.- Dijo Rido, con un ligero suspiro de desazón. Eso, aunque raro explicaba la situación y sólo me quedaba intentar adaptarme.- No hay razón para quedarse con la cinta si ya te quitaste las vendas puedes también dejar el acto de ciego.
-Esto no es un acto. Realmente soy ciego.- Respondí sonriendo, para ver si se calmaba un poco. Fue entonces cuando habló la doctora.

-Si quieres puedo hacerte una revisión, para ver si puedo hacer algo por tus ojos. Soy médica después de todo.- Ella parecía más conciliadora, intentando relajar el ambiente.

-Muy amable de su parte, pero dudo que pueda ayudar a mi problema. ¿O acaso puede recuperar ojos que ya no están en sus cuencas?- Mi comentario fue demasiado cortante, pues el silencio se instaló en el barco. Y lo que lo hacía aún más incómodo para mí era la incapacidad de localizar a uno de los tripulantes. No sé, me daba un gran sentimiento de inseguridad el no poder localizar a alguien. Con mis otros sentidos no importaba como se escondiera alguien, ni lo que hiciera, podía localizarlo. Pero un muerto, un hombre sin cuerpo, era algo con lo que me era difícil de lidiar.

Pero las sorpresas no terminaban. Mientras intentaba pensar en si había alguna forma de localizar a alguien sin cuerpo, de alguna forma secundaria sentí algo raro. Era como si dos olas se acercaran desde tierra firme. Se sentía como si parte del mar se hubiera separado y se acercara por atrás. Fue entonces cuando escuché voces y pasos. Tres personas venían en esa dirección. No pude más que preguntarme que a donde me había dio a meter. Un ser incorpóreo y ahora que se sentía de forma más concreta, dos que parecían sentirse como el mar. Y como era de esperar reaccionaron mal. Los piratas estaban al otro lado del barco, así que yo debía de ser la única figura visible. Y alguien raro visto desde abajo debía de parecer problemas. Una de las personas, la única que parecía una persona normal lanzó un cuchillo contra mí, que estaba de espaladas. Me volteé a tiempo para agarrarlo, pero la aparición de un arma de filo en mi mano sorprendió a los que me habían llevado y se pusieron en guardia. Fue entonces cuando vi por que la doctora no usaba armas. Era una usuaria. Una gran cantidad de algo que sonaba como el cristal se dirigió hacia mí para aprisionarme. Podía intentar defenderme, pero quedaría peor, así que no opuse resistencia a la prisión que envolvió mi cuerpo. Además eso sirvió otro propósito pues por suerte se desviaron un par de esferas con olor marino que se dirigían también en mi contra, aunque habían hecho una bastante extraña por lo que podía oír. Y aun peor cuando en vez de caer, los objetos circulares regresaron por donde vinieron. Estaba en un barco de locos y raros. Así que un espadachín que no podía ver no sería tan raro. Al verme aprisionado los tres que venían se subieron al barco.

-¿Qué está pasando aquí?- Preguntó el único hombre de los recién llegados.

-Nos encontramos a este hombre en el pueblo y dijo que tenía un mensaje para ti.- Respondió Rido.- Pero al ver que tenía un cuchillo en mano Estella lo atrapó.

-Un momento.- Era necesario interrumpir antes de que expusieran nada más.- Esta arma no es mía, es de una de las señoritas que acaba de subir.

-¿Es eso cierto?- La doctora era quien preguntaba esta vez.

-S-sí.- Era una voz bastante más aguda y era la de la agresora.- Vi a alguien en l barco y como ustedes no estaban cerca ataque.

-Puesto que se ha resuelto ese asunto ¿podrían soltarme por favor?- Me pareció que era una petición razonable. Y por suerte no fui al único ya que después de una breve confirmación de los presentes se retiró el cristal que me impedía moverme. No había que seguir en el asunto, así que pasamos a lo siguiente. Eratia fue el que siguió con la conversación.

-Bueno me dicen que tienes un mensaje para mí, ¿es cierto?

-Lo es. Un mensaje de Senka. – Ligeras exclamaciones de sorpresa llegaron de los presentes.

-Bueno, ¿cuál es?- Eratia se controlaba muy bien. No parecía haber cambiado su talante, pero un muy ligero temblor en su voz demostró cierta ansiedad.

-A cambio de esta información me gustaría un favor. Quiero unirme a su tripulación.- Las exclamaciones de sorpresa volaron por el aire otra vez.- Siempre he querido viajar por los mares, y esta tripulación parece bastante interesante, tiene un aire especial.- Media mentira al aire. El viaje marino no me interesaba demasiado, pero con gente como esa tarde o temprano me encontraría con quien estaba buscando, además que sus aventuras ayudarían a afinar mis habilidades como espadachín.- Soy hábil con la espada, y además puedo ayudar a reunir información, pues como ven nadie sospecha de un ciego.- Se escuchó como movían las cabezas y se consultaban con la mirada.

-Esto tendríamos que discutirlo como tripulación, y nos falta un miembro.- Así que faltaba alguien, pero entonces cobraba más sentido los pasos que se acercaban. Era un hombre, y parecía venir al barco.

-Menos mal que no tendré que esperara demasiado, pues parece que su amigo está llegando.- Casi conjurado por mis palabras se escuchó que alguien ponía el pie en cubierta.
Después de saludar al compañero recién llegado, cuyo nombre era Kyo, lo pusieron en antecedentes con respecto a la situación que se encontró en el barco. Al terminar la exposición, empezó la discusión. Me interesaba saber que se discutía, así que está vez agucé el oído, para enterarme de las opiniones. Parecía que no había muchos problemas. Aunque había causado una impresión algo desfavorable y decían que no confiaban del todo en mí, tampoco parecía haber objeciones en mi inclusión en la banda, pues no había dado muestras de ser peligroso. Así que todos terminaron accediendo, pero con la condición de tenerme vigilado y que al menor acto sospechoso me sacaban de la tripulación. Y así me lo informó Eratia, quien parecía fungir como capitán de esa extraña tripulación.

-Muy amables por aceptarme, a pesar de lo raro de mi introducción. Y bueno como miembro de la tripulación, creo que compartir la información que tengo es mi deber.

Estaba de camino hacia Logue, pero a pesar de haber encontrado un pequeño barco mercante que me llevara, nos quedamos estancados por una tormenta repentina. Pudimos refugiarnos en una isla de tamaño bastante reducido, con un solo pueblo pesquero, que englobaba a la población del terruño. Y toda esa población estaba refugiada en la taberna, pero no era culpa de la tormenta, si no por una banda pirata que también decidió refugiarse en ese lugar. Los habitantes pensaron que en el número había seguridad, y el único edificio en el que todos podían estar al mismo tiempo era el establecimiento recreativo.

Así pues estábamos todos en un lugar que no se adecuaba a las necesidades, encerrados mientras escuchábamos al cielo llorar y rugir como un bebé enrabiado. La peor parte de la tormenta ya había terminado, pero aún llovía a cantaros. Y mi impaciencia ya no podía más. Tan cerca y tan lejos de mi objetivo, de poder entrar en el mar más grande del mundo e intentar cumplir mí objetivo. Estaba de un humor de perros y que cuando abrieran la puerta de repente y me tocara un baño de agua pluvial no ayudó para nada mejorar el ánimo. Y el ver a varios integrantes piratas entrar en el establecimiento tampoco fue bueno para el humor general.

Al haber amainado la lluvia parecía que algunas provisiones habían decrecido, así que venían en busca de lo que faltaba. Entraron como reyes del lugar, con pasos pesados y seguros, y para las pocas pulgas que tenía en ese momento la actitud de descaro fue lo que necesité para decidir que aunque no sabía quiénes eran debían demostrarme que tenían razones para esa actitud. Mientras eran atendidos, me levanté lentamente, dejé el dinero de la cuenta, saqué una espada y discretamente desenfundé y puse al filo sobre el cuello de uno de los que estaban recogiendo el botín. Un pesado silencio aferro el lugar, ignorando incluso el ruido externo.

-¿Qué diablos crees que haces?- La voz del pirata no delataba miedo, era fría, la de alguien que había visto esa situación muchas veces.

-¿Estás loco chico? ¿Acaso no sabes quiénes son? ¡Es la tripulación de Bianca! ¡Bianca, la Reina Blanca!- Había metido la pata hasta el fondo según esa voz masculina. Y sin embargo una sonrisa se dibujó en mis labios. Era una gran oportunidad. Aún me dolía la herida de Zoro, pero en la tripulación de un Yonkou debía de haber alguien hábil con la espada. Ya había visto mi nivel comparado con lo mejor de lo mejor, pero aún quería ver que eran las grandes ligas.

-¿En serio?- No había razón para negar mi ignorancia.

-Si no quieres morir más te vale quitar esa cosa rápido.

-La quitaré cuando escuches lo que quiero decir.- Los tres estaban acariciando sus armas.- Quiero ir a tu barco y lanzarle un reto al mejor espadachín de tu barco.- Las manos dejaron las armas, aunque fue para subir a cubrir las bocas, de las que unas estrepitosas risas salían sin poder.

-¿Quieres enfrentarte a Hakurón? ¿En serio? ¡Eres suicida chico! ¡Pero te servirá de lección! ¡Vamos!- De esa forma, casi sin sentido, al menos me llevarían al barco, aunque fuera acompañado de burlas y risas.

Cuando nos acercamos al barco, del que había escuchado que se recortaba como una sombra blanca contra el cielo tormentoso, parecía casi una fiesta adentro. Música y risas sobrevivían a los intentos del clima de subyugarlos. Así que era para la fiesta para lo que necesitaban el alcohol extra. Subimos a bordo y gritaron para llamar la atención. Salieron dos personas, ambas mujeres por los pasos, aunque una era bastante musculosa. Pero la otra era mucho más imponente. Su olor, su mera presencia delataba una gran fuerza, una fuerza que había que respetar. Esa era Bianca, y aunque no había escuchado su nombre no me quedaba la menor duda. Los que me habían llevado les explicaron rápido que pasaba, al menos tanto como sus risas se lo permitían. Al terminar el relato hubo una reacción inmediata.

-¡Alguien despierte a ese vago de Hakurón! ¡Tiene a alguien que atender!- En seguida hubo movimiento en el interior.- ¡Y tú! ¿Conoces a Eratia?- Ahora me estaba gritando a mí. Era realmente imponente la mujer.

-Creo que no.- Respondí con sinceridad.

-¿Estás seguro? Es un navegante y tiene un recompensa de más de 200 millones sobre su cabeza.

-Supongo que de haber conocido a una persona así me acordaría.- Cuando estaba a punto de seguir el improvisado interrogatorio, la persona que había ido a buscar a Hakurón regresó con el mensaje que el espadachín estaba tomando una siesta y decía que no quería ser molestado por nada. En ese momento Bianca se volteo, entró en el barco, diciendo cosas no muy agradables sobre lo que le haría al hombre por desobedecer la orden. Y las amenazas sirvieron, pues un hombre salió después de poco tiempo, bostezando y seguido por gritos.

-Me dicen que me buscas. Pero por favor se breve, quiero regresar a mi siesta.

-No le hables así al chico Hakurón, ten modales.- Era la mujer fuerte la que hablaba.

-Lo que tú digas Rita.- lo dijo con desgana pero se cuadró en ese momento.- Bueno, escucharé tú petición.

-Eres el mejor espadachín de este barco ¿no?

-Así es.

-Pues entonces me gustaría tener un duelo contra ti.

-Por supuesto.- No había dudado un segundo.- Aunque será más fácil en la costa, así que sería mejor bajar.

Esas palabras eran suficientes. El reto había sido lanzado y aceptado, mi segundo golpe de suerte en términos esgrimisticos. Primero Zoro y ahora el espadachín de la tripulación de Bianca. Y tampoco esperaba quedar demasiado bien parado de ese enfrentamiento. De todos modos agarré mis mejores espadas y me preparé, esperando mientras él iba a buscar su arma. En el tiempo que ambos estábamos listos el rumor se corrió y a pesar del clima se escuchó como una buena parte de la tripulación iba a cubierta, listos para observar desde lo alto el combate. Bastante poco tiempo después del reto, los dos estábamos en la playa armados y listos para pelear.

Su actitud era muy diferente a la del antiguo Mugiwara. El cazador de piratas había sido muy pasivo, defendiéndose y permitiéndome esforzarme al máximo. Sin embargo Hakurón fue el primero en atacar, dejando claro que quería zanjar el asunto lo antes posible. Con un trueno como señal se lanzó encima.

-Estilo de la Luna Triste Iai: Santsuki

A medio movimiento el hombre empezó a girar. Su técnica era clara y por un segundo pensé que a pesar de su gran velocidad tenía una ligera opción. El movimiento era claro, aprovechando el giro desenfundaría y atacaría. Todo oponente impaciente se descuidaba y tenía que aprovechar eso para poder ganar. Si no había algún trueno podría localizar perfectamente a mi oponente. Así con el chapoteo de sus pasos pude estimar en qué momento debía dar el paso hacia atrás, calculado para dejarme en una gran oportunidad para contraatacar. Justo cuando la espada pasaba a unos escasos centímetros de mi cuerpo supe que la técnica no había terminado. El pie que debía de estar anclado atrás se había levantado con un sonoro desplazamiento de agua. Se avecinaba otro golpe. Pero mi técnica podía aún detener el segundo golpe y darme la oportunidad de atacar. Con la izquierda agarré a Iga no Kami y con la derecha a Kagetora y empecé mi movimiento.

-Kururugi Nittoryu Iai: Mangetsu

Mi técnica constaba también de dos partes, para formar una luna llena. Mi espada de menor envergadura salió de la funda. Normalmente intentaría encontrar el cuerpo del oponente, pero desvié la trayectoria normal para interceptar el arma agresora. Cundo se encontraron empecé mi giro. La idea era que puesto que el ya había acabado su movimiento tendría la nuca desprotegida podía atacarlo con la otra espada. Además teniendo la mano en la funda no podría reaccionar a tiempo para agarrar la otra espada que llevaba para defenderse. Pero mi sorpresa fue grande cuando tampoco esa vez se detuvo e hizo un tercer giro al mismo tiempo que el mío. Pero su espada estaba inmovilizada y no había cambiado la mano de lugar así que tendría que sustituir el tercer movimiento por un golpe con la funda en el que yo tenía ventaja. Nuestra velocidad fue similar, aunque me superaba logré lanzar el golpe a tiempo y directo a la cabeza. La trayectoria era tal que colisionaría con la funda enemiga. Hubo una estrepitosa colisión y medio segundo después un ominoso trueno.

Mi espada debía de estar ya en carne de mi enemigo, o al menos haber causado una herida, pero no cabía en mí de sorpresa. El sonido del golpe había sido claro y no había forma que un ruido tan conocido que a pesar de lo extraño no me cabía duda alguna. La funda tenía un filo, y además de gran calidad, como una gran espada. Y puesto que ambas armas emitían ruido similar deduje que la otra era bastante similar, así que realmente me estaba enfrentando a cuatro filos, no dos como lo esperaba. Tenía frente a mí un infierno.

La gran diferencia se hizo pronto aparente. No había anda que pudiera hacer para contraatacar. Mi estilo a dos espadas y usando la espada menor exclusivamente para defensa podía reaccionar, pero los ataque venían de tantos lados que no encontraba un espacio para atacar. Al tener que seguir el rastro de cuatro peligros, dos de los cuales de forma automática ignoraba por costumbre me estaba agotando. Tanto que por un segundo deje de pensar en una de ellas, que me recordó de su peligro cortándome la pierna. No era grave pero le dio a mi oponente la libertad de ejecutar otra técnica.

-Estilo de la Luna Triste: Tsubame Gaeshi.

Al plantar el pie para su ataque se noto que estaba ligeramente fuera de posición. Podía resistir la técnica. Esquivé el primer corte, descendente desde mi lado izquierdo. El segundo que caía desde el lado contrario me causó un ligero corte en el hombro que quería cortar y en el tercero actué. Solté a Iga no Kami, dejándola caer y desenfundé Osafune de un golpe. Cuñado se alejo para evitar el golpe tuve tiempo de hacer un técnica propia.

-Seiryu Nittoyu: Tora no me

Los ojos del tigre también era una técnica a dos pasos. Primero un golpe ascendente con una mano y descendente con la otra. El chiste era el segundo paso, que requería que saltara y girara en el aire. Al principio del salto hacía un corte ascendente can la misma mano pero el lado opuesto y caer con otro golpe descendente al otro lado, habiendo quedado a dos por lado, ligeramente parecido a la forma de los ojos de un tigre si todos los cortes marcaban el cuerpo. Sabía que los primeros golpes eran demasiado evidentes, legibles y fueron esquivados de forma evidente. Pero el punto era dejarlo en una posición de menor equilibrio en la húmeda arena. El plan fue como previsto. Lo tenía a mi merced. El principio del salto lo puso en una situación aún más precaria, dejándome el otro hombro listo y desprotegido. No terminaría el combate pero me daría una gran ventaja. Pero yo no estaba listo para las grandes ligas.

El peligro lo hizo tomarse las cosas más en serio. Su movimiento de retirada fue tan rápido que me quedé desconcertado de no haber encontrado ninguna resistencia al corte. El suave olor a sangre me dijo que era una herida, pero había muy poca, era un olor que casi se perdía en el olor marino de no ser por lo distinguible que era el olor férreo que tenía. Era un simple rasguño desde una posición de ventaja increíble.

-No está mal. Pero creo que es suficiente. Estilo de la Luna Triste: Byakko no Hane.

Había estirado los brazos y empezó a girar las espadas a una velocidad increíble. Entonces se lanzó contra mí. No era difícil saber donde golpearía, pero la velocidad de giro hacia que las espadas fueran casi imposibles de detener. Cada vez que se acercaba yo tenía que correr o salía volando a pesar de detener los golpes. Y eso me estaba acabando. Hasta el momento había logrado mantener el dolor y el sangrado en un mínimo, en una cantidad controlable para pelear. Pero ahora que las cosas estaban serias las repercusiones en mi cuerpo de la pelea estaban aumentado, sentía como la sangre fluía más y el dolor era tan intenso que empezaba o no sentirlo. La pérdida de sangre me agotaba y no tardé en hacer una guardia demasiado débil. Evité que la espada giratoria fiera contra mí cuerpo pero en vez de rechazarlo bajo e hizo un profundo corte en mi pierna derecha. Caí de rodillas, pero hice un corte desesperado para evitar un golpe fatal. Logré que se alejara pero me tenía contra las cuerdas.

-Es el final. Estilo de la Luna Triste: Hiraijin

El dolor no me permitía reaccionar. Estaba preparando una técnica bastante poderosa, y tenía una oportunidad de atacar mientras la preparaba, pero no podía levantarme. Hakurón sacaba y volvía a meter las espadas en sus vainas. Las chispas empezaron a cargar el ambiente, con el característico olor de los rayos. Sólo me quedaba apechugar el golpe que venía. No se movió del lugar en el que estaba para atacarme. Después de unos segundos nació el golpe que voló por los aires, como un trueno que venía directamente hacia mí.

El mundo desapareció por un segundo. Cuando regresó estaba acostado sobre la arena mojada, adolorido y rodeado de un ligero olor a quemado. No sentía nada, no había nada. Todo parecía a punto de desaparecer. Escuché a alguien muy lejos en la arena, que se detuvo un momento y empezó a hablar desde la lejanía.

-Si te encuentras a Eratia, dile que su amiga Senka tiene un mensaje para él. Lo espera en la isla de Snowy Valley dentro de tres semanas.


-Eso fue todo. Perdí el conocimiento y desperté a bordo del barco mercante, que había zarpado temprano en la mañana, con las heridas curadas. Pregunté a la tripulación y me hablaron de Eratia, o los rumores que había de él, así como su pseudónimo. Después de la tormenta el viento era poco así que demoramos tres días más en llegar, así que esa Senka lo espera dentro de 18 días, aunque creo que es en la Grand Line el lugar. Eso es todo lo que tengo que decir.

Mi relato a mi nueva tripulación había acabado, y ahora tenía que esperar para saber hacia dónde me había embarcado.
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rido
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

@Renta
  • No es que esté mal, todo lo contrario. Argumentalmente y en cuanto al desarrollo del personaje está muy bien. Va siendo hora de recuperar al Rentarou que todos conocimos. Sólo espero que vaya perdiendo ese tono quejicoso y ultramelancólico... emo al fin de cuentas... y se convierta en un verdadero

    De todas formas, me gustaría señalar unos pequeños fallos que lo encontré. Primero, me pareció problemático que situaras todo esto el mismo día en que ocurre el capítulo de Silver. De hecho, repasando el capítulo de Silver me pareció problemático que lo pusiera tan cerca de la salida de Syrup, pero al unirse a la llegada a Logue ese mismo día... aún más. Lo segundo es que Roca, en teoría, no baja a la ciudad porque aún no está convaleciente, aunque se hubiera levantado en el capítulo de Silver. Lo tercero es que Rido sí tendría que bajar... de hecho, Kuro lo lleva a tierra en su capítulo como habíamos acordado él y yo. Por último... ¿qué sabe Renta de los problemas que le causa a Rido el ir a Xartha si eso es algo que sólo ha dejado entrever delante de Silver, Eratia y Estella? Porque en tu capi parece que la pregunta va dirigida a propósito, vamos... En cualquier caso, Rido respondería igual a la cuestión.

    Los tres primeros (el tercero he tenido que meter una cosa a calzador, pero no pasa nada xD) los he intentado resolver más mal que bien en mi Parte de Trabajo 21, que estoy puliendo, porque quiero abarcar los tres episodios que habéis posteado Silver, Kuro y tú y darle algo más de vidilla sin llegar a Reverse Mountain, que se lo ha pedido nuestro capitán. El cuarto... bueno, es un fallo de interpretación. Buscaré la forma de pulirlo un poquito y soslayarlo, pero, por favor, la próxima vez me consultas para evitar estas historias.

    Pero bueno, no te quedes con lo negativo. Te digo que el capi me ha gustado. Lo que sí... y medio lo menciono aun poco para todos, no sólo para ti, me parece excesivo meter al Klabautermann cada dos por tres... Medio menciono eso mismo durante el capítulo... pero, coño, fue sacar mi habilidad y ahora todo el mundo lo ve...

    Hummmm....

    Idea...

    No, muy sobrado... ¿o no? La consultaré con mis asesores xD
@kuro
  • Hay cosas que Rido no diría así (supongo que es a causa de las diferencias culturales entre uno y otro lado del charcho, que no se habla de la misma forma), pero en lo general está muy bien. Y esos fallos en el diálogo siempre se pueden subsanar rehaciéndolos cuando los aborde yo. Así que no problem. Eso sin contar que es culpa mía por estar un poco liado y no responder a los MPs.

    En general el capítulo me ha gustado, sobre todo la parte del flashback. Como siempre, muy bien construida la escena de combate contra YuGiOh... digo... contra Hakuron.

    Como te ha dicho Eratia, un poco forzada tu admisión en la banda... pero eso también es algo que se puede soslayar.

    PD: Rido lleva el martillo-hacha sujeto con correas a la espalda, pero eso un ciego no lo puede saber xD
Hoy me estoy tomando un pequeño descanso en mi tesina, así que mañana (espero) el Parte de Trabajo 21.
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Gargadon
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Gargadon »

Ya sabía yo que escribir 20 capítulos de un fic de Digimon traería consecuencias... Tampoco es que me excuse, pero sabía yo que varios meses de descanso iban a traerme problemas, además no había mucho de dónde seguirle...
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rido
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

Nada, no te preocupes.

Bueno, al final os mentí. No lo publiqué ayer, sino que lo hago hoy.
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Parte de trabajo 21: Piratas Crown

Llevábamos ya unos cuantos días de travesía después de zarpar de Syrup, aunque la monotonía en la que vivíamos me impedía decir exactamente cuántos. En nuestro empeño por evitar el caos provocado por Bianca en Serafia, nos hizo desviarnos de la ruta original y, por ello, nos dirigíamos a la Reverse Mountain, la montaña que daba paso al Grand Line, a través de la mítica ciudad de Logue, la ciudad del principio y del fin. No pensábamos hacer ninguna escala, aprovechando la buena cantidad de provisiones que habíamos adquirido en nuestra inesperada visita a la doctora Kaya, así que la travesía sería mucho más rápida de lo habitual, ya que no debíamos parar en ningún otro sitio por el camino.

Las cosas estaban bastante tranquilas en el barco, apenas había trabajo que hacer y, por primera vez en mucho tiempo, contaba con tiempo libre suficiente como para leer durante largo rato los libros que había dejado abandonados en las últimas semanas. Echaba de menos los momentos de estudio junto a Robin, pero sabía que podía acudir al profesor White y al Caledonia cuando quisiera, y eso me consolaba a ese respecto.

Lo más llamativo de todo es que había silencio. Mei-Lian no se peleaba más con Rentarou, que ahora viajaba a bordo del barco de Silver, y, sobre todo, faltaban las escandalosas excentricidades de Franky, ahora que había regresado con los Mugiwara en busca de su líder. Tampoco es que pareciera un monasterio como los que retrataban algunos libros, en los que se vivía en un absoluto mutismo, pero la diferencia era notable respecto a la situación anterior.

La calma sólo se veía perturbada por la batalla en la que se habían enzarzado Hilmar y el recién llegado, Kyo, quien había resultado ser también un juglar. Su duelo de canciones, historias y música ambientaba magníficamente nuestras veladas, en esos momentos en los que el sueño comenzaba a vencernos. Y lo mejor de todo, es que su dedicación artística había distraído a Hilmar de sus molestas e histriónicas manías. Sí, la vida estaba resultando bastante tranquila aquellos días.

Menos tranquila era la situación en mi cabeza. Seguía dándole vueltas y vueltas a lo de Silver. No podía evitarlo. La idea se había anclado en mi consciencia y se negaba a abandonarlo. A ello se sumaba el hecho de que un guerrero recién llegado al barco, al Caledonia, hubiera visto al espíritu.

– Rido, ¿me acompañas?

La dulce voz de Estella me sacó de mis cavilaciones. Levanté la vista del libro que había estado intentando leer hasta sus ojos verdes y la miré interrogante. Al fin y al cabo estábamos en alta mar y no había muchos lugares a donde ir. Ella mostraba una cierta preocupación por algo, como si hubiera ocurrido algo de lo que no me había dado cuenta mientras me encontraba encerrado en mis cavilaciones. De un salto me puse en pie, me sacudí el pantalón y dejé el libro sobre una repisa. Ya intentaría leer algo más tarde.

– ¿Qué ha pasado?

– Acaba de llamarme One Piece – explicó. – Parece ser que Roca se ha desmayado y no recupera el conocimiento.

– ¡¿Qué?!

Por supuesto, Estella no conocía aún nada de lo que había descubierto unas tardes atrás en Syrup, y aún no creía que fuera el momento de hacerle partícipe de ello, aún cuando Eratia ya lo supiera, pero yo no podía dejar de pensar que lo que acaba de ocurrirle al vigía de los Outlaws tenía algo que ver con lo que Fletcher y yo habíamos presenciado días antes.

– ¡Eratia! – grité, llamando la atención de nuestro flamante capitán, que se encontraba en el interior del castillo de popa, probablemente revisando los últimos cálculos antes de llegar, seguramente esa misma noche, a Logue. – ¡Maniobra de aproximación al Caledonia!

– Sabes que se supone que las órdenes las da él, ¿verdad? – me regañó la doctora.

– ¿Qué es lo que pasa? – preguntó Eratia al llegar hasta nosotros.

– One Piece llamó desde su barco – explicó ella. – Tengo que ir al otro barco.

– Roca se ha desmayado – añadí.

No sé si fue mi tono, mi expresión o qué, pero por cómo me miró supe que había atado cabos de una forma muy parecida a como yo lo había hecho. Nos pidió que lo mantuviéramos informado de la situación y comenzó a dar las órdenes necesarias para que nos pusiéramos a una distancia desde la que pudiéramos abordar cómodamente el navío de los Outlaws.

– ¡Fletcher! – llamé. – ¡La pasarela!

Poco después, toda la tripulación de Silver, a excepción de Miguel y White, se había reunido junto con Estella y conmigo en la cubierta, cerca del palo mayor, en torno al cuerpo inconsciente de Roca. La tensión se podía cortar con un cuchillo mientras la doctora examinaba al grandullón. Yo miraba, sin embargo, a Silver, en cuyo rostro se notaba, sí, la preocupación por su camarada, pero también una cierta dosis de curiosidad.

– Estará bien – dijo la médico al fin, aunque seguía examinando al vigía. – Sólo ha sufrido un colapso.

– ¿Un colapso? – preguntó Fletcher.

– Sí, un colapso – confirmó ella. – Provocado por una fuerte impresión…

– Pero si hace un momento me ha gritado que llamara a Silver – observó As, que no acababa de comprender qué estaba pasando. – Se le veía la mar de bien…

– Entonces… – intervine, sin apartar la mirada del capitán. – ¿Puede ser que haya visto algo?

– ¿El qué? – gruñó Mijok.

– O mejor… – sonrió con cierto misterio Silver. – ¿Qué? Deberíamos preguntarnos – concluyó, atrayendo las miradas de todos y encogiéndose al fin de hombros.

– Capitán… – susurró As, rompiendo el silencio que se había formado tras el último comentario y elevando progresivamente el tono de su voz a medida que hablaba. – Capitán, – repitió, tras un leve carraspeo – creo que es hora de que nos expliques algunas cosas…

– ¡¿Cómo te atreves, As?! – le recriminó, indignada, One Piece tras un incomodísimo instante de silencio. – ¡Pidiéndole explicaciones a Silver…! ¡¿Cómo te atreves?!

La cocinera rompió a llorar, probablemente a causa de la tensión que se vivía allí, ante la mirada atónita de todos. Ya antes, cuando me había encontrado con Fletcher el día en que ambos habíamos visto al klabautermann, la había visto bastante afectada por la inoportuna locuacidad del antiguo marine. Al verla en ese estado, el joven pirata que había impelido a Silver para que nos explicara lo que ocurría, pareció titubear durante unos segundos, pero su mirada mantuvo la misma decisión que en el primer momento.

– Creo que te has pasado, chico – le aleccionó el segundo de a bordo del Caledonia, en su habitual tono desafiante. – Ahora…

– Basta, Mijok – le detuvo el comandante de aquella carabela. – As tiene razón. Es hora de que os explique…

Al fin una explicación, Quizá después de esto podría entender bien lo que estaba ocurriendo y el porqué de aquella aura de misterio que envolvía al viejo lobo de mar. Como yo, todos lo miraban expectantes, en busca de las respuestas por las que muchos habían suspirado desde el día en que habían vuelto a pisar la cubierta del barco en el que se había forjado su vida como piratas.

– Bien, – se levantó Estella, tomándome de la camisa para llevarme con ella – creo que es hora de que nos vayamos. Roca está bien, sólo necesita descanso y se repondrá pronto. Además, – añadió – lo que tenga que decirse aquí creo que no nos incumbe.

– Se equivoca, señorita – la corrigió Silver con su acostumbrado tono cargado de galantería. – Todo lo que oiréis aquí os incumbe tanto a ti como a Rido, puesto que así como mi tripulación todos queréis las respuestas necesarias para enfrentarnos a eso… Pero primero llevemos a Roca dentro y vayamos a donde está Renta – indicó. – Esto también le interesa.

Una vez hicimos como Silver había indicado, todos alrededor de la cama del antiguo capitán de la Marina nos preparamos con atención para escuchar de una vez por todas el motivo de que todo lo que sucedía alrededor de Silver adquiriera ese cariz sobrenatural tan inquietante. Todos los Outaws a excepción de Mijok, quien ya conocía la historia, parecían fascinados, ansiosos, nerviosos, como si no se creyeran de verdad lo que estaban a punto de escuchar, y supongo que es así como debía de ver yo, pues esas mismas sensaciones se amontonaban en mi interior.

Silver comenzó así recordando la noche, fatídica para muchos de los allí presentes, en la que él y Mijok se habían separado de sus camaradas y habían sido devorados con el Caledonia por una brutal tormenta. Enseguida asocié aquel episodio con las fugaces y espeluznantes imágenes que el propio barco me había mostrado. Sin embargo, aquella historia no hacía más que empezar.

– Arribamos, no sé cómo, a una isla – prosiguió, después de un cierto tiempo que permitió a los oyentes asimilar un recuerdo tan doloroso y prepararse para lo que viniera a continuación. – No sé cual, ni quiero saberlo. Era… un verdadero infierno – añadió, dejando ver que era ahora él el que trataba de enfrentarse a un recuerdo especialmente amedrentador. –No podéis ni imaginar…

Una mano tranquilizadora de su fiel segundo se posó en su hombro derecho, invitándole a abandonar la descripción de aquel lugar y continuar con la historia.

– Era oscuro, más que en una noche sin luna ni estrellas… – siguió. – Y había algo… un… ser… Me dijo que estabais en peligro, todos vosotros, y que debía entregarle una parte de mí para protegeros…

No hizo falta que dijera que lo había hecho, conociéndole aún lo poco que le conocía todos sabíamos que aquello había ocurrido sin lugar a dudas. Tras la sorprendente noticia, se tendió un gran velo de silencio sobre el camarote. ¿Qué parte de él? ¿Qué era exactamente a lo que había tenido que renunciar para proteger a los Outlaws? ¿Sería eso por lo que el barco había afirmado que Silver se estaba muriendo? Como yo, la expresión de los demás indicaba que esos mismos interrogantes y temores, o unos muy similares, anidaban en el interior de cada uno de los presentes.

– ¿Qué?

Aquel monosílabo brotado de los labios de Fletcher condensó la carga de todas las inquietudes que albergábamos los espectadores de aquella historia, aunque nadie salvo él se había atrevido a expresarlas en voz alta. Mijok le recriminaba con la mirada, como si aquello no debiera preguntarse nunca. Tenía razón. Aunque en cierto modo estaba aliviado de que alguien lo hubiera preguntado, no cansaba de sorprenderme de la poca oportunidad y el poco tacto que el otrora subordinado de Rentarou en la Marina mostraba al hablar.

– Eso me lo guardaré para otro momento – respondió Silver. – Pero lo cierto es que desde entonces todo cambió.

– ¿Todo cambió? – me atreví a preguntar, aunque realmente más que un interrogante era una invitación a continuar con un relato que me tenía totalmente cautivado. – ¿En qué sentido?

No es que no fuera consciente de las grandes implicaciones que aquello tenía para todo el desarrollo de la aventura en la que nos veíamos, voluntariamente o no, envueltos y de la fuerte carga a nivel emocional que tenía para los Outlaws, pero, como siempre me ocurría, me había sumergido tanto en lo que Silver nos estaba contando que necesitaba saber el final, como si fuese uno de los volúmenes de mi biblioteca. Aunque este tenía una decisiva importancia en mi vida.

Nos relató entonces las aventuras que Mijok y él habían vivido desde entonces, unas veces más detalladamente que otras, desde cómo habían ido saliendo de aquel infierno hasta ahora. A medida que avanzaba, Silver se iba relajando y eso ayudaba a que los demás también lo hicieran, aunque ni la duda ni el temor se borraban de su rostro. Muchos habían pasado por muchos de los trances que iban surgiendo en la narración y asentían pensativos, como si estuvieran encontrándole el sentido a muchas otras cosas a la par que se le habían nuevos interrogantes. Estella y yo, que sólo habíamos vivido la escaramuza de Red Village, estábamos fascinados con la historia, aunque en ella podía notarse cómo no se lo acababa de creer.

– Lo más raro es que, de pronto, comprendía perfectamente lenguas y culturas antiguas que nunca había conocido – comentó, encogiéndose de hombros.

Ante aquella afirmación, As puso cara de que más extrañas habían sido las apariciones del kraken o de los damnes, por citar algunos de los episodios que su capitán acababa de relatarnos, pero no llegó a expresar en alto su parecer.

– Así que, en la isla de los kag… donde nos encontramos con el profesor Bauer – intervino el profesor White. – Los… kanagas. Así que eso fue lo que pasó, ¿correcto?

– Sí, profesor, algo así – asintió el que había sido su discípulo. – Es decir, no es que fuera un total ignorante en las culturas antiguas. Tuve un gran maestro – sonrió, inclinándose levemente hacia el anciano. – Pero nunca hasta entonces…

Contó entonces algo de la que había sido su vida anterior a la fundación de los Outlaws y se calló. La historia había terminado. Ahora era el momento de asimilarla y de reaccionar. La primera en romper el meditativo silencio, sólo trastornado por el casi regular sonido de los tragos que Reyes le daba a su inseparable botella de ron, fue One Piece, que había roto nuevamente a llorar. Silver la acogió entre sus brazos, intentando consolarla.

– ¿Por qué nunca nos dijiste que estabas sufriendo? – acertó a decir entre sollozos.

– Porque no quería preocuparos… ni a ti ni a nadie.

– ¡Pero somos tu tripulación! – protestó. – ¡Tu familia!

– Por eso mismo – trató de calmarla el capitán. – No podía dejar que sufrierais por mi culpa…

– Pero ahora, ahora… – dijo ella, hablando a toda prisa y sorbiéndose los mocos. – ¿Por qué nos has contado ahora todo esto?

– Pues porque…

– Porque se está muriendo – sentenció Fletcher.

No me dio tiempo a reaccionar más que con una mirada asesina antes de que el llanto de la cocinera se agravara aún más y Mijok se abalanzara violentamente sobre el ex-marine, levantándolo por la pechera de su camisa y gritándole. Había estado a punto de hacer algo parecido yo mismo. No era la primera vez que le advertía respecto de eso y cada vez me estaba formando una opinión más clara acerca de aquel hombre. Nunca le contaría un secreto, eso seguro.

– Es cierto – se defendió de la sarta de improperios que le había dedicado el espadachín. – Lo oí hace varias noches, en la bodega del barco – confesó, girando su cabeza hacia mí. – Él también lo sabe.

– Joder, te dije que guardaras silencio… – le repliqué, cuando todas las miradas se posaron en mí.

– Basta, Mijok – ordenó tranquilamente Silver a su segundo, que obedeció rápidamente, aunque a regañadientes. – Lo que ha dicho el muchacho es cierto. Me estoy muriendo.

Sólo faltaba eso para que todo el ambiente que había allí se desmoronase por completo. La congoja y la sorpresa se apoderaron de todos y cada uno de los que allí estaban. Cada cual tenía su propio motivo para admirar al capitán o, incluso, de tratarlo como un padre y la ligereza con la que Fletcher había planteado el problema y con que Silver lo había confirmado era casi insultante.

– Sin embargo, no es algo inmediato – repuso. – Ni tampoco una situación que me esté provocando grandes males o dolores – sonrió tranquilizador. – Sólo… Digamos que de alguna manera he visto el momento y el lugar en el que esto se va a producir – comentó. – De todas formas, no puedo revelároslo porque ni yo mismo sé exactamente dónde ni cuándo. Pero lo realmente importante es si estaremos listos para enfrentarnos a aquello hacia lo que vamos.

Antes de que nadie pudiera decir nada, apareció Roca, casi tambaleándose. Su aspecto no era muy bueno, había perdido el color y en su gesto todavía se notaba que no estaba plenamente consciente. Estella confirmó este diagnóstico con una mirada desaprobadora.

– ¿Puedes decirnos qué fue lo que viste y te dejó en ese estado, borracho del demonio? – le increpó Mijok.

– Yo… Pues… No lo recuerdo muy bien – contestó, rascándose la cabeza. – Sólo estaba allí cuando de pronto me pareció oír a alguien llorando. Miré por sobre mi hombro y vi una extraña sombra que no paraba de repetir que Silver se moría – explicó. – Me asuste y entonces salto hacia mí y ya no recuerdo más.

Mis ojos casi se salían de las órbitas. Yo poseía aquella extraña habilidad, era capaz de ver y de conversar con los espíritus de los barcos, de cualquier barco prácticamente. Pero, en teoría, ni Fletcher ni Roca compartían mi mismo “poder”. ¿Cómo es que podían ver, entonces, el klabautermann? ¿Era posible que el barco hubiera decidido comunicarse con todos para intentar ponerle freno a una situación desesperada?

Meditaba todo esto mientras, de regreso a La Joya, fui barajando millares de hipótesis que no me dejaban pensar en otra cosa. Tenía que darle vueltas a aquello. Algún sentido tenía que tener. ¿Por qué algo tan extraño como un klabautermann se había vuelto algo tan jodidamente común? ¿Qué es lo que estaba pasando? Seguramente estuviera relacionado con lo que nos había contado Silver, con lo que había ocurrido en aquella isla infernal, con… algo. En todo lo que había aprendido aquella tarde tendría que haber alguna pista, por mísera que fuera.

Me refugié en lo alto del palo mayor, en la cofia del vigilante, y comencé a rumiar toda la información que había llegado a mis oídos. Con la excusa de hacer de vigía durante la noche ahora que faltaba Rentarou, me quedé allí meditando hasta altas horas de la madrugada, pero por más que lo hacía, no encontraba una razón convincente para que estuviera ocurriendo todo aquello.

– ¡Tierra! – gritó Reyes desde la cofia del Caledonia. – ¡Ya llegamos a Logue!

Levanté los ojos. Era cierto. ¿Tan embobado estaba en mis pensamientos que no me había dado cuenta? Los ojos del viejo marinero de los Outlaws estaban más hechos a las labores de vigilancia que los míos. Eso también era cierto. Comuniqué la noticia al barco, despertando al personal y nos preparamos para la maniobra de aproximación al puerto.

– Tenemos que comprar provisiones – indicó Mei-Lian.

– Y medicinas – apuntó Estella.

– Hay un problema – señaló Eratia. – En Logue las tiendas sólo abren por la tarde.

– ¿Por la tarde?

– Cosas de piratas…

– En fin, id a estirar las piernas – les dije. – Yo me quedo esta mañana y ya bajaré para ayudar a Estella por la tarde.

Me retiré de nuevo a la cofia y, de allí a un rato, decidí abordar el Caledonia en busca de compañía, dejando nuestro barco en las eficaces manos de Hilmar o, mejor dicho, en sus gritos. Seguro podrían oírlos en Relthar si se diera el caso. Por lo menos, en el otro navío podría descansar de sus historias, que no estaba en disposición de oírlas en aquel momento. Fletcher y los convalecientes Rentarou y Roca se habían quedado guardando el barco de los Outlaws, así que me acerqué al camarote donde descansaba el que hasta hacía poco había sido compañero de navegación.

Por el camino paré, sin embargo, a conversar un poco con el vigía que había sufrido el colapso la tarde anterior. No es que hubiéramos tenido una gran relación hasta entonces, pero en su soledad, y su sobriedad, parecía necesitado de compañía, así que hablamos con total confianza. Por el medio me contó una curiosa historia que había ocurrido esa madrugada con Rentarou.

El antiguo marine había sido de alta ya por la doctora poco después de la conversación con Silver, aunque le había recomendado no salir del barco. Esa misma noche se había levantado y se había enfrentado a una “sombra” o algo parecido. Mi interlocutor tampoco sabía concretar más, porque había estado durmiendo a aquellas horas, pero en su mirada podía adivinarse que estaba pensando en lo mismo que él había visto y que le había conducido a aquella situación.

– ¿Él también? – murmuré por lo bajo.

– ¿Qué dices?

– Nada, nada… Voy a hablar con él – me excusé. – Descansa. Supongo que podré convencer a Estella de que te deje beber un trago esta noche.

Aquello le iluminó la cara y colaboró a que no se sintiera tan mal cuando lo dejé de nuevo solo en aquel camarote y me dirigía al de mi amigo, que estaba con su antiguo subordinado revisando unos libros bastante conocidos para mí que trataban sobre la historia de la piratería. También estaban en mi biblioteca personal de La Joya.

– No me rindo – decía Rentarou cuando llegué. – Estoy seguro de que encontraré información sobre él.

– A mí no me engañas – le dije a modo de saludo mientras entraba en el cuarto. – No eres de los que atacan sin motivo alguno, así que estoy seguro de que pasó algo mientras estabas encerrado en la bodega.

– ¡Deja en paz al Capitán Satsuma! – gritó el otro. – ¡¿No ves que se está recuperando?!

– Tranquilos los dos – sentenció el convaleciente. – Ahora… ¿Puedo saber de qué hablas, Rido?

– De lo que ocurrió en la bodega.

– Eso… – suspiró. – No puedo comentar nada. Por un lado, lo prometí, y, por otro, no tengo ni idea de lo que me quiso decir aquel ser.

– ¿Qué ser? – seguí, haciéndome el loco mientras seguía atando cabos en mi mente.

Así que era cierto, Rentarou también lo había visto. Fletcher, Roca, Rentarou, yo… Hasta ahora todos habíamos tenido muy poca relación con Silver. Los tres lo habíamos conocido después de la gran tormenta, pero Satsuma… No, él había sido un Outlaw también antes. Cierto que hasta ahora apenas había vuelto al Caledonia más que por un breve periodo de tiempo, pero… ¿Tendría aquello algún significado? ¿Por qué nosotros y no One Piece, As o Mijok?

– No te lo puedo decir – contestó, sin darse cuenta de que yo ya sabía de qué estábamos hablando. – Así que no hagas más preguntas que no pienso responderlas – se cerró en banda. – Por cierto, ¿cuánto queda para que lleguemos a Xartha?

Seguía atando cabos y por eso no supe captar si había hecho la pregunta conscientemente para provocarme o había sido pronunciada con total inocencia y sin ninguna doble intención, pero lo cierto es que, fuera a propósito o no, aquello me recordó lo irónico y fatal de nuestro próximo destino. Mi mente voló entonces hacia aquella isla, no muy lejos de Water Seven y no pude evitar que la desazón me dominara durante unos segundos. ¿Por qué? ¿Por qué el destino quería que fuera aquella isla precisamente y no otra?

– No… No lo sé – mentí. – Sólo sé que debemos cruzar la Reverse Mountain.

– ¿Seguro? – presionó.

– Sí… – asentí, adoptando la misma postura cerrada que él. – No me hagas más preguntas sobre eso.

– De acuerdo – sonrió, como si hubiera ganado una batalla. – Creo que será mejor que mantengamos lo que sabemos en secreto. Si no quieres hablar, lo respetaré.

– Lo único que ustedes dos me provocan es que les haga toda clase de preguntas – trató de bromear el que había sido su segundo.

– ¿Sabes, muchacho? – se volvió hacia él Renta. – ¿Sabes a qué lugar me gustaría ir nuevamente?

Comenzaron a recordar viejos tiempos y me fui escapando progresivamente de la conversación. Reí ante una o dos bromas, pero pronto decidí que sería mejor volver al Caledonia, no fuera a ser que los demás volvieran y no me encontraran allí. Además, la indiscreción del Outlaw me había recordado el siguiente destino en aquella extraña misión y, debido a cómo lo habíamos conocido, en La Joya estaba ahora el que mejor explicaciones me podía dar acerca de por qué esa isla y no otra.

– ¡Hilmar! – llamé al llegar a cubierta.

El espectro se materializó delante de mí con cara entusiasta, como si hubiera estado buscando por todas partes alguien con quien hablar. De hecho, comenzó a hacerlo rápida y atropelladamente, diciendo sinsentidos y sin interesarse por un momento por si le estaba atendiendo o no. Lo cierto es que durante un momento lo intenté, pero luego lo dejé por imposible.

– Calla… – le pedí. – Tengo algo que preguntarte.

– Oh, el caballero tiene algo que preguntarme. Cuando un servidor intenta ser amable y mantener una conversación con él, el caballero no tiene tiempo para atenderle, pero cuando el caballero tiene algo que preguntarle a Hilmar, entonces se supone que un servidor tiene que aceptar sus deseos y estar totalmente disponible, cuando a lo mejor tiene cosas más importantes que hacer o que cantar y…

– Xartha – le corté, después de descartar, por inútil, el primer impulso de cortarle la cabeza con mi hacha.

– ¿Xartha? – se paró. – Hubo una vez un reino de los gnomos que llevaba ese nombre… Bueno, realmente tenía el nombre de Kathlapplothka, pero los humanos se lo cambiaron cuando tomaron la tierra. Cuenta la leyenda que…

– Al grano – le volví a interrumpir antes de que contara una historia que a lo mejor no venía al grano. – Conozco la isla y su historia – afirmé, aunque seguramente la última parte fuera más mentira que verdad, sobre todo en referencia a la historia gnoma. – ¿Por qué Xartha? ¿Qué tenía de especial?

– ¡Es lo que estaba tratando de explicar! – se quejó. – Pero claro, el caballero no hace caso. Sólo a lo que interesa. Lee y lee y lee y lee… pero no le hace caso a las verdaderas historias, a las que cantamos los grandes juglares. ¡No! ¡Su arrogancia le maldice, barbado dragón ignorante!

Con ese insulto tan retórico, se esfumó, dejando tras de sí un resto de aquella extraña neblina azulada que le seguía a todas partes y que pronto se disipó. Habría que esperar a una próxima ocasión e ir con más tacto.

– Un carácter complicado, ¿verdad?

Me di la vuelta hacia la profunda voz masculina que ya conocía. Se trataba de Kyo, la última incorporación a nuestra tripulación, el bardo y pistolero que había acompañado durante varios años a Brook, el esqueleto gentil de los Sombrero de Paja. Estaba allí plantado, con la espalda y el pie derecho apoyados firmemente contra el palo mayor, como si lo estuviera sujetando para que no se cayera.

No había tratado mucho con él, la verdad, pero me daba la impresión de tener un carácter un tanto hosco y de ser bastante cabezón y entrometido. Siempre podía estar equivocado, pero por lo de pronto todavía no me inspiraba tanta confianza como el resto de los miembros de nuestra tripulación, incluido el histriónico espectro con el que acababa de pelearme por enésima vez.

– ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

– Lo suficiente para haberle visto bufar – contestó lacónicamente. – ¿Entonces vamos a Xartha?

– Sí… – respondí exasperado.

– Mala cosa… – musitó. – Tengo algún asunto pendiente con gente de allí. Ya sabes…

– Deudas de juego – sentencié, recordando una de las actividades principales de la isla.

– Sí…

– Pues ten cuidado – le recomendé, comenzando a caminar hacia la trampilla de la bodega.

– No será para tanto…

– Créeme – me giré. – Lo es.

Me encerré en mi camarote con un libro y me puse a leer tratando de distraer mi cabeza de todo aquello. Pero fue inútil, seguía pensando en Silver, en el Caledonia y en Xartha una y otra y otra vez, así que, para cuando llegaron los demás y Mei-Lian llamó para comer, hacía tiempo que ya había desistido en leer algo.

– ¿Qué te pasa? – me preguntó Estella cuando terminamos de comer. – Estás… raro. Más pensativo de lo normal.

– Nada – mentí, sacudiendo la cabeza. – Pensaba en lo de ayer…

– ¿En lo de Silver? Bastante increíble, ¿verdad?

– Sí, bueno… – resoplé. – Después de ver lo que vimos…

– También es verdad… Por cierto – se paró. – ¿Qué es eso de un espíritu y no sé qué historias que vio Roca y…?

– Verás… – la interrumpí.

Mientras caminábamos ya hacia la ciudad, le expliqué lo que era un klabautermann, lo de mi habilidad, lo que había ocurrido y compartí con ella mis teorías. Ella escuchaba atentamente, interrumpiéndome cada poco para que le aclarara tal o cual cosa que no lograba entender o apuntando alguna idea que le surgía al hilo de la conversación.

Era relajante compartirlo con alguien, sobre todo con ella. La pelota que se había formando en mi interior se iba disipando poco a poco a medida que iba vomitando todo lo que había ido acumulando en mi interior en forma de angustia, nervios y desconcierto. Realmente, era muy tranquilizador poder desembarazarse de algo tan agobiante y disfrutar de una visita tan especial como era aquella.

En otro tiempo, según se decía, la seguridad de la ciudad era la más alta de todo el East Blue, mayor aún que la que había en muchas islas del Grand Line. Ahora bien, según me había comentado Franky, después de que, allí mismo, Luffy Sombrero de Paja hubiera desafiado al mundo a comienzos de su travesía, Logue Town era un templo de la piratería, el caos hecho vida. Las calles bullían de una actividad no muy recomendable, lo que había obligado a que mucha gente de bien abandonara la isla. Por doquier teníamos que esquivar peleas, robos, mendicidad no siempre honesta… Todo lo que daba mal nombre a la piratería era ley allí…

En la plaza mayor, a donde nos llevaron nuestros pasos, se erguía la que hacía años era una de las más majestuosas plataformas de ejecución de todo el mundo y, sin duda, la más famosa, pues allí había asido ajusticiado Gol D. Roger y, por poco, Monkey D. Luffy, los dos Reyes de los Piratas. El célebre patíbulo era ahora, sin embargo, un altar para los piratas y servía de mástil en el que se izaban cientos, miles quizás, de Jolly Rogers que ondeaban en ella señalando que aquellas bandas habían emprendido desde allí su viaje al Grand Line, quizá para no volver jamás.

– ¿Sabes? – le dije a Estella en un tono un tanto nostálgico. –Me da un poco de pena no tener aún una bandera que colgar aquí…

– Ya, bueno…

– Por no tener no tenemos ni nombre – reí.

– Tampoco es que importe mucho – se encogió de hombros, también sonriente. – ¿Vamos?

Seguimos adelante con nuestro paseo, no sólo turístico, sino también en busca de un lugar donde proveernos de algunos medicamentos, dejando atrás aquella plaza central y dirigiéndonos hacia el otro lado de la isla. Era un alivio poder salir así, abiertamente, en lugar de tener que esconderse en el barco o en las sombras de los callejones o de tener que disfrazarse para poder estirar las piernas en tierra firme. Sin embargo, la ausencia de una autoridad militar firme y eficiente había convertido aquella ciudad en un auténtico vórtice de delincuencia y libertinaje que hacía incómodo el caminar por las calles. Lo único que seguía manteniendo, un poco, el orden eran los pactos tácitos entre algunas bandas que se habían acabado por asentar en la ciudad y la presencia de algún que otro cazarrecompensas que, debido a la abrumadora diferencia numérica, sólo actuaba cuando contaba con el respaldo clandestino de alguna de estas bandas.

– Estos son los cabrones que manchan el nombre de la piratería – comenté indignado, señalando un grupo de piratas que se habían enzarzado en una pelea a muerte frente a una taberna de mala muerte.

– ¿Te recuerdo que nosotros también somos fugitivos?

– Fugitivos, sí – repliqué. – Criminales… puede que también – suspiré. – Pero somos buena gente.

– Ya, ya… – rió. – Te entendí a la primera.

– Serás… – correspondí. – Mira, parece que allí podremos encontrar algo – señalé a lo que parecía una botica.

– Vamos a ver.

La puerta del establecimiento al abrirse hizo sonar una campanilla que avisaba al encargado de que llegaban nuevos clientes. Mientras esperábamos, no pude evitar fijarme en el buen estado de orden y limpieza en el que se encontraba toda la farmacia, algo extraño teniendo en cuenta lo que ocurría al otro lado de la puerta. Pero mi sorpresa se disipó en cuanto vi salir de la rebotica a un gigante, bastante más alto que yo, una cabeza aproximadamente, y más musculado. Los tatuajes que asomaban bajo su bata indicaban una anterior vida surcando los mares a bordo de algún barco pirata. Probablemente aún guardaba algún truco para evitar que el caos reinante en la ciudad se introdujera en los dominios.

Salimos de allí cargados con un par de bolsas repletas de medicamentos, principalmente gasas, hilo quirúrgico y antibióticos, y emprendimos el camino de regreso al barco. El paseo, la conversación y la visita a un lugar que condensaba tanta historia me había distraído de aquellos problemas que se me habían enquistado en la cabeza de los últimos días, así que ahora podía disfrutar plenamente de todo aquello.

– ¿Crees que esto llegará hasta…?

– ¿Hasta Xartha? – se me adelantó. – Hombre… – resopló meditabunda. – En teoría, sin paradas, sin incidentes y nada del estilo… debería llegar.

– Pero nunca se sabe – completé. – Por lo menos esto no caduca.

– Otra cosa es la comida.

– Supongo que Eratia, Mei y Seastone serán conscientes de ello – sonrió. – Si no, vamos a tener que comprar mucho suero. ¡Ah, mira! – se paró frente a un escaparate.

– ¿Qué quieres que mire?

– Acompáñame aquí dentro – me pidió.

– ¿Para qué? Tenemos que irnos…

– Venga… Es sólo un minuto – suplicó y, sin esperar respuesta, entró en la boutique.

“Un minuto” después y con dos vestidos nuevos en una bolsa de cartón, estábamos de nuevo en la calle. Con su promesa de no pararse en ninguna tienda más y la mía de dejarla sola si entraba en otra, reemprendimos la marcha hacia los muelles, con el sol empezando a caer en el horizonte.

– Disculpen mi atrevimiento, señores – nos llamó una voz desde detrás.

Ambos nos giramos hacia la persona que nos había hablado, que resultó ser un mendigo que llevaba una buena parte de la cara cubierta con vendas, como si quisiera ocultar un rostro desfigurado. Por la cinta que vestía sobre los ojos y por sus no muy hábiles movimientos, como si su entorno lo desconcertara, adivinamos que era un ciego. Pedía limosna, así que mi compañera le extendió un billete de mil berries, poniéndoselo ella misma en la mano.

– Es usted muy generosa, señorita – reaccionó al notar el acto del papel moneda. – Pero estaba pensando en otra clase de caridad… Estaba pensando en… ¿Podrían presentarme a sus tres compañeros?

¿Nuestros tres compañeros? ¿Cómo es que este hombre sabía que teníamos más gente en la isla? Recordé que poco antes habíamos estado hablando de Eratia y las chicas, que habían ido a por comida, pero eso había sido antes del largo rato que Estella había pasado eligiendo los dos vestidos a los que ya le había echado el ojo desde la calle. ¿Es que acaso nos había estado siguiendo? ¿Espiando? Inmediatamente, de una forma casi mecánica, dejé caer las bolsas y desabroché las correas del hacha-martillo. Estella también se puso en guardia. El ciego, tranquilamente, como si estuviera viendo todo lo que pasaba, levantó las manos en señal de paz, aunque ninguno de nosotros abandonó nuestra posición alerta.

– Por favor, no lo malinterpreten – se apresuró a decir. – No deseo hacerle ningún mal ni a ustedes ni a sus amigos. Quiero hablar con uno de ellos – explicó. – Escuché que mencionaban el nombre de Eratia.

– ¿Y qué si lo conocemos? – le pregunté con sospecha. – ¿Qué quieres de él?

– Tengo un mensaje para Eratia, el Maestro Navegante – anunció.

– ¿Un mensaje? – respondí. – Bien… Dínoslo a nosotros.

– Me pidieron que se lo entregara directamente al interesado, – se disculpó – así que, si me guiaran hacia su localización actual o donde tuvieran pensado encontrarse con él, tendrían mi eterno agradecimiento.

Acabado de hablar, comenzó a quitar poco a poco las vendas de su cara, dejando paso a un joven moreno, más o menos de mi edad. Lo único de lo que no se deshizo fue la tela que le ocultaba sus ojos, impidiéndole ver. Después de mirarlo un momento, retrocedí unos pasos y le dije a Estella que se me acercara para discutir la cuestión.

– Yo digo que lo mandemos a la mierda – opiné. – Si quiere hablar con el jefe, que lo busque solito.

– ¿Seguro? – cuestionó. – No parece que esté mintiendo…

– Pero nos estuvo siguiendo durante bastante tiempo – razoné. – Si lo que quería era hablar con Eratia, podía habernos parado en cuanto escuchó el nombre…

– ¿Qué quieres decir?

– A que nos ha estado espiando – sentencié.

– Somos dos contra uno y él es ciego – argumentó. – Si intenta algo extraño, nos encargamos de él, pero por lo de pronto…

– Caerá sobre tu conciencia – le dije.

– Es mi trabajo – se encogió de hombros, recordando la nueva función como segunda de abordo que le había encomendado Eratia.

– Está bien. Puedes acompañarnos al barco, – informé al mendigo, acercándome a su oído y bajando la voz para que sonara amenazante – pero como intentes algo raro… te irá mal. Somos más que tú – terminé – y más fuertes.

La doctora me indicó con un gesto que ella se quedaría atrás, vigilante y lista para apresar al mendigo en su cárcel cristalina. Yo marchaba delante y, misteriosamente, nuestro “invitado” era capaz de seguirme por entre la multitud sin ningún tipo de problema. ¿Y si realmente todo era una actuación, como las vendas de la cara? Pudiera ser que estuviera viendo a través de la cinta.

– ¡Rido! ¡Estella! – chilló el gnomo a modo de bienvenida. – ¡Por fin llega alguien, me estaba aburriendo!

Otra vez los cambios de humor del fantasma. Seguramente, Kyo, a quien le tocaba quedarse en el barco durante la tarde, tampoco había soportado la dialéctica de Hilmar y había desembarcado para dar un paseo por la ciudad.

– ¿Y este quién es? – preguntó.

Me giré hacia el recién llegado, cuya cara se había vuelto más blanca que los paños de las velas. Seguramente sería porque realmente no era ciego y habría visto que se trataba de un espectro. Una reacción normal, por otra parte. Me retiré un poco y me fijé que en una bolsa que llevaba y que contenía una extrañamente grande cantidad de espadas, lo que no hizo más que acrecentar mis sospechas.

– Dice que tiene un mensaje para Eratia, Hilmar – explicó Estella.

– Disculpe… – balbuceó el recién llegado. – ¿Con quién está hablando?

– Si no trajeras esa cinta podrías verlo – le recriminé. – Es un… ghost – aclaré, tras un ligero momento de duda en el que vencieron mis pocas ganas de enfrentarme al ínclito gnomo. – De un bardo.

– ¿Un ghost? – se extrañó. – ¿Quieres decir que es un fantasma?

– ¡No soy un fantasma! ¡Soy un ghost!

– Joder… – bufé por lo bajo. – Ya estamos. Algo similar a un fantasma – tercié. – No hay razón para que te quedes con esa cinta. Si ya te quitaste la cinta, puedes dejar de hacerte el ciego.

– Esto no es un acto – se defendió, aunque sonriente. – Realmente soy ciego.

– Si quieres puedo hacerte una revisión – se ofreció Estella, ante una mirada desaprobadora por mi parte. – Soy médico después de todo.

– Muy amable de su parte, – contestó agradecido – pero dudo que pueda ayudarme con mi problema. ¿O es que acaso puede recupera ojos que ya no están en sus cuencas?

El cortante silencio que irrumpió a continuación fue roto poco después por el sonido de unos pasos que subían por la pasarela que unía la cubierta con la dársena. Seguramente serían Eratia y los demás. Antes de que nos diéramos cuenta, el mendigo sacó una daga de algún sitio que no llegamos a ver y se puso en guardia, así que tanto la doctora como yo respondimos en consecuencia. Más bien ella, que inmediatamente conjuró la prisión de cristal para inmovilizar al que había dejado de ser nuestro invitado para ser nuestro rehén.

– ¡¿Qué está pasando?! – preguntó el capitán, entre preocupado y mosqueado.

– Nos encontramos a este tipo en el pueblo y dice que tiene un mensaje para ti – dije. – Al ver que tenía un cuchillo en la mano, Estella lo atrapó.

– Un momento, un momento – habló el prisionero. – Este arma no es mía. Es de una de las señoritas que acababa de subir.

– Mei-Lian – musité por lo bajo.

– ¿Es eso cierto?

– S… sí – admitió la cocinera. – Vi a alguien extraño en el barco y como no os vi cerca ataqué.

– Puesto que se ha resuelto este asunto, ¿podrían soltarme, por favor?

Estella buscó con la mirada a Eratia, que asintió levemente. Entonces, desactivó el conjuro y poco a poco el mendigo fue quedando libre de su cristalina prisión.

– Bueno, me dicen que tienes un mensaje para mí – dijo el navegante. – ¿Es cierto?

– Lo es – confirmó. – Es un mensaje de Senka.

Lo que nos faltaba, un mensaje de una de las cuatro emperatrices… Bueno, mejor dicho, un mensaje de la única emperatriz que seguía en libertad, a juzgar por las últimas noticias, y que daba la curiosidad de que era amiga de Eratia desde la infancia y a quien habíamos intentado evitar con aquel desvío hacia Logue.

– Bueno, ¿cuál es? – le instó ansioso nuestro capitán.

– A cambio de la información, me gustaría pedir un favor – objetó. – Quiero unirme a su tripulación.

Bravo. Había que reconocer que había jugado bien sus cartas. Probablemente había detectado nuestra reacción a la mención del nombre de la Emperatriz Blanca, especialmente la del destinatario del mensaje y había lanzado una oferta que sabía que nos sería difícil de rechazar.

– Siempre he querido viajar por los mares y esta tripulación parece bastante interesante – añadió. – Tiene un aire especial.

Jugaba la carta de la simpatía, la captatio benevolentiae de la que hablaban los clásicos, para ganar nuestra atención y nuestro favor. El chico se veía, al menos, inteligente, o experto en estas lides. Eso sí resultaba interesante.

– Soy hábil con la espada – informó. – Y, además, puedo ayudar a reunir información. Como ven, nadie duda de un ciego.

Bueno, en eso no podía negar que tenía razón. Nos había seguido a Estella y a mí durante, al menos, la tercera parte de nuestro camino por la isla y nosotros no nos habíamos enterado. De su capacidad con una espada… bien podía afirmarse que era un gran coleccionista, pero podría ser un simple farol para ganarse nuestro respeto.

– Esto tendríamos que discutirlo como tripulación – contestó Eratia al cabo de un rato cavilando – y nos falta un miembro.

Casi al instante en que había terminado de hablar, se escucharon unos pasos muy cercanos al barco en el muelle. Me asomé con un par de pasos a la borda y vi que se trataba de nuestro pistolero, Kyo. Cuando subió a cubierta, nos reunimos todos formando un corrillo a una distancia prudencial de los sensibles oídos del aspirante.

– Meter un desconocido en la banda así porque sí no me parece la mejor opción – afirmó el recién llegado, recibiendo a cambio unas miradas un tanto sarcásticas por mi parte y la de Mei.

– No me fío de él – dije al fin. – Pero el mensaje es de Senka, y eso significa algo importante seguro.

– Importante o surrealista – apuntó Eratia. – Pero tienes razón, es Senka…

– Y desde que se fueron Rentarou, Franky y Robin hemos perdido fuerza de ataque – recordó la doctora.

– Eso es cierto – asentí. – Pero… – me volví hacia él. – No… sé... Sí, sería interesante – opiné.

– Tiene un mensaje de Senka – reafirmó el capitán. – A mí eso me basta. ¿Alguien en contra?

Si alguien tenía algo en contra de la incorporación del ciego, bien fuera por miedo, vergüenza o por estar convencido de ello, no levantó la mano. Es cierto que yo aún tenía mis reticencias, pero decidí que era mejor darle un voto de confianza, sin contar con que Estella estaba a favor de admitirlo del mismo modo que habíamos acogido a Kyo. Y esa, aunque no tenía nada de racional, era una razón de muchísimo peso.

– Muy amables por aceptarme a pesar de lo raro de mi presentación – sonrió Seiryu, que así se llamaba. – Y… bueno, como miembro de la tripulación, es mi deber compartir la información que tengo.

Al parecer, nosotros no éramos los únicos que se habían encontrado con los Sombrero de Paja. También Seiryu se había encontrado con el mismísimo Roronoa Zoro y con Nami, la navegante del Rey de los Piratas. Después de eso había continuado su viaje hacia el Grand Line y, en mitad de la travesía hacia Logue, una tormenta le había obligado al mercante que le transportaba a refugiarse en una isla por el camino.

Allí se había encontrado con la tripulación del Belladonna, huyendo de la revuelta que habían originado en Serafia y refugiados allí por los mismos motivos que los comerciantes que transportaban al espadachín ciego. Llevado por su pasión por la espada había retado al mismísimo Hakurón y había sido derrotado justo delante de la Reina Blanca, de Senka, quien, antes de que el perdedor perdiera la consciencia le había dado el mensaje para Eratia. Una cita: encontrarse con ella en Snowy Valley, una isla al comienzo de Grand Line, en tres semanas.

Había amanecido de nuevo en el barco mercante, con las heridas curadas. Se había dedicado a buscar información acerca de Eratia entre los tripulantes y había descubierto lo más llamativo de su perfil: recompensa, pseudónimo, rumores… y se había puesto a buscarle al entender que estaba en el East Blue.

– Bien… – suspiró Eratia. – Parece que tendremos que tomarnos un pequeño desvío antes de ir a Xartha – me miró. – ¿Algún problema con eso?

– Ya te dije que por eso no te preocuparas – forcé una sonrisa. – Podemos ir en cuanto quieras.

– ¿Dará tiempo a llegar en dieciocho días? – se interesó Kyo.

– Estás en La Joya de la Corona, – afirmé orgulloso – el barco del Rey de los Piratas. Cualquier cosa es posible.

– ¿Del Rey de los Piratas? – preguntó, extrañado Seiryu.

– Sí… Es…

– Una larga historia – me cortó Eratia. – Estella, informa a los Outlaws del cambio de rumbo y que ellos decidan si nos siguen o no – ordenó. – Mei, acompaña a nuestro nuevo compañero a un camarote que esté libre.

– Muy amable, pero antes que nada… – habló el espadachín. – Creí entender que no tenían un nombre para la tripulación…

Sí que había estado tiempo siguiéndonos el muy cabrón, más del que yo pensaba, porque aquello lo habíamos comentado en la plaza mayor de Logue y eso había sido casi al principio de nuestra estancia en la isla.

– Sí – reí irónico. – Somos una tripulación sin nombre.

– Hace mucho que no reciben el periódico, ¿verdad?

Miré a Eratia, él a Estella, esta a Mei y la cocinera a Seastone, quien volvió a mirarme a mí. La verdad es que sí, no es que hubiéramos estado recibiendo el diario últimamente, pero tampoco nos habíamos dado mucha cuenta. Eso explicaba la falta de noticias del mundo exterior que teníamos últimamente, pero no tenía mucho sentido que, así, de repente, se hubiera detenido el ritmo de entrega. Bueno, si no lo habíamos notado es porque tampoco lo habíamos echado mucho en falta.

– Verán… Me gusta estar enterado de lo que pasa en el mundo – explicó. – Así que aparte de los rumores que voy escuchando…

– Y de las conversaciones en las que te entrometes – apostillé.

– Suelo pedirle a alguien que me lea el periódico – terminó, sin hacer caso a mi puya. – Ya les han puesto nombre. Debería haber un ejemplar en mi saca – indicó.

Kyo se adelantó a coger el diario de la bolsa de las espadas y lo hojeó. No reveló nada de la información que contenía, ya tendríamos tiempo de leerlo detenidamente más adelante. Fue directamente a una noticia que hablaba de que los causantes de la revuelta en Red Village, tanto los Outlaws como nosotros, a quienes nos consideraban una tripulación independiente, seguíamos desaparecidos

– Nos llaman “Piratas Crown” – leyó.

– No suena mal – sonreí.

– Cierto, no suena mal – asintió el Capitán, igualmente sonriente. – Pero en fin, habrá que mirar qué pasa con el periódico que no es plan de enterarnos los últimos de estas cosas.
Como os dije, recojo lo que publicaron Silver, Renta y Kuro y completo con algunas cosas importantes desde el punto de vista de Rido. Espero que os guste.

PD: Gracias a Ramsus por la inspiración.
PD2: Espero que Silver esté contento con el desarrollo de su historia xD
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Gargadon
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Gargadon »

Buena la desviación que vamos (o van) a tener, eso si es que nosotros no estamos invitados a su fiesta. Por otro lado, lo único que acabas de hacer es reforzar la desconfianza que le tienen todos los del Caledonia a su nuevo tripulante, me pregunto si algún día comenzarán a confiar en él (que no es tan malo como aparenta xD).

Por lo demás, esperando a ver qué ponen los demás.
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kurokotetsu
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por kurokotetsu »

Bueno commentation time. Hace ya una semana (o algo así) que había leído lo que había que leer, pero ahora vamos a decir.

@osín: Besdtial capítulo. Me gustó la fragmentada estrucutra, y saber un poco más del pasado de Osín, así como la interacción y peligros de contactar a Ramsus. Muy emotivo lo de Berto, y terminando de atar cabos de esta gran batalla. Ahora sólo nos queda esperar a ver que más pasa en la isla.

@Silver: Muy emotivo el capítulo, con las confesiones generls, así como las reacciones de los Outlaws ante las noticias. Y a pesar de las preguntas respondidas de toda la información os uedamos con la pregunta de que pasará ahora.

@Gargadon: El capítulo es bueno, aunque coincido con rido de que dar más tiempo entre los eventos no sería malo. Todo lo demás me gustó, a ver como intentará el ex-capitán mostrar su valor a los outlaws que parece que aún le molesta.

@Rido: Que trabajo te dimos hombre. Tener que ligar los tres capítulos debió de ser pesado. Y un resultado muy satisfactorio. Todo cae en el lugar adecuado (y luego arreglo los errores y modismos que debería de tener Rido y los otros como lo del hacha, y fue mi culpa por impaiente). Gran capítulo, aunque avanza poco, nos da otra perspectiva de todo y además por fin tenemos nombre. ¡Viva! Ahora a esperar a Eratia, mientras yo desarrollo lo mío que tengo algunas ideas Ah y advierto lo forzado de la incersión es proposito.
Si crees saber algo con certeza preocupate, quiere decir que no sabes nada del tema
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rido
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

Bien, voy a vencer la pereza que me da postear desde el movil papa hacer una simple pregunta:

¿Alguien sigue vivo?

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