The Digital World Chronicles [38/??]

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Gargadon
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Re: The Digital World Chronicles [Prelude]

Mensaje por Gargadon »

Esta historia es un completo spin-off de “The Digital World Chronicles”. Fue algo complicado condensar toda una historia similar a la que llevo escribiendo durante tanto tiempo en algo cercano a 38 páginas. Como notarán en páginas posteriores, hay una extraña incongruencia: el familiar de Steve no aparece, además notarán que el año “actual” fue disfrazado. Pueden tomar el año que quieran, aunque ciertas referencias tecnológicas les harán delimitar esa imaginación. Así que tomen este capítulo como si fuera un spin-off de precuela y no como la historia verdadera, aunque en realidad tenga algunos detalles relevantes para la historia original de Daisuke y los demás.

Este capítulo me llevó mucho tiempo hacerlo, y me había prometido a mí mismo terminarlo el 31 de diciembre, y lo logré... Bueno, lo terminé antes, pero eso es lo que cuenta.

Espero regresar pronto a “The Digital World Chronicles”, cuando me regrese la inspiración de terminar los capítulos. No quiero dejar abandonada esa historia. Para no hacerla larga, les dejaré con “Prelude of The Digital World Chronicles”, donde unos niños hace varios años viajaron a un mundo totalmente desconocido para todos: el Digital World.

Y si alguien preguntó... Sí. Son los padres de los niños elegidos de “The Digital World Chronicles” y la relación va así:
• Kaito: Padre de Daisuke y Ayano.
• Misuzu: Madre de Daisuke y Ayano.
• Yui: Madre de Akio.
• Ryouta: Padre de Mizuki y Rina.
• Isao: Padre de Hiroshi.

Sin más que decir, los dejo con “Prelude of The Digital World Chronicles”. Está dividido en 3 "actos", cada acto en un post diferente (motivos de restricción de caracteres utilizados).
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00. Prelude of “The Digital World Chronicles”

Esta historia comenzó hace varios años. Algunos dicen que fue hace unos cien, otros dicen que fue hace unos veinte... La verdad, fue hace algunos. Sí... 19XX... Pacman estaba haciendo de las suyas en nuestro país, y las computadoras sólo se veían en series futuristas llenas de luces y manijas que se movían. ¿Una red de computadoras alrededor del mundo? ¿Acaso es eso posible? ¿De España a Rusia y luego a Japón al instante? Es una locura, nadie puede inventar algo así.

Pero bueno, no estoy aquí para darles una larga charla sobre las computadoras y los videojuegos. De ser así, no estaría hablando acerca de 19XX y del incidente en el que estuvieron involucrados varios niños. Un grupo de niños cualquiera, sin fuerza especial o armas, pero quizás con una gran determinación...

Todo niño a la edad de 9 años sueña con ser un superhéroe y vencer a los malos, pero si conocieran a este muchacho, se darían cuenta de que él ya lo logró. Claro que con ayuda de unos seres de otro mundo paralelo, pero darse cuenta de que él estuvo frente al malo y aun así logró burlarlo, cambia la cosa y por mucho.

Esta historia ocurrió en una pequeña ciudad de Japón. ¿Pequeña dije? Sí. La gente vivía en paz y no existían demasiados edificios tan grandes como sucedía en la zona metropolitana de Tokio. Algunos decían que se podía respirar el aire puro del mar. Otros que se podían ver las estrellas después de las nueve de la noche.

“Otra vez volví a salirme de la tangente”, me digo.Sí, lo hice. ¿Hay algún problema? En fin, esta... es la historia del Digital World hace XX años, historia que tuvo como protagonista a un joven niño llamado...

-¡Kaito! ¡Ven aquí a desayunar! -gritó una señora. -¡Tienes que ir a la escuela!
-¡Ya voy, mamá! -grité para tratar de apaciguar a mi mamá.

Acto 1.- Todo por curiosidad

Tomé mi randoseru [1] y salí de mi habitación. Vivíamos en un departamento pequeño en los adentros de la ciudad. Pero era cómodo vivir allí, y una familia de cuatro era feliz viviendo en un lugar así. Bueno, todo sería feliz si no fuera por una cosa: tengo nueve años y hace siete que llegué a esta casa. Sí, precisamente, soy adoptado. Mis padres y Azumi, mi hermana mayor, siempre me han tratado como uno más de la familia, pero se ve la diferencia de cuando se trata de Azumi o cuando se trata de mí. Podría hacerme el tonto respecto a eso si no recordara lo que pasó en aquel entonces, pero todavía tengo en mi mente el recuerdo de mi llegada a casa. Azumi era toda risueña, y ninguno de los dos nos parecíamos. A veces siento que no me hicieron bueno para algo. Mientras Azumi es la mejor en sus clases de gimnasia olímpica, yo soy el problemático y al que siempre llaman sus padres para que lo calmen.

-La profesora de matemáticas volvió a tener quejas de ti. -dijo mi madre sirviéndonos el desayuno a ambos. -Kaito, no te vuelvas a pelear con tus amigos de la escuela.
-¡Kenta comenzó! -grité.
-¿Isao también? -preguntó mi madre de nuevo.

Sí, buscaba pleito por todo.

-Kaito... -dijo mi padre saliendo de la ducha. -Tu madre y yo no queremos que vuelvas a repetir el tercer grado.

-¿Qué tiene? Soy malo para los números. -dije mirando hacia el plato de huevos fritos que estaba frente a mí.
-Kaito debería ir a clases particulares. -recomendó Azumi.
-¿Para qué? -pregunté. -No lo necesito, ni que fuera a terminar de gerente en una agencia de autos.
-Tienes razón Azumi. -dijo mi madre. -A Kaito le faltan más maestros particulares.
-Gracias por la comida. -dije levantándome de la mesa.
-Pero si no comiste nada. -dijo mi padre sentándose en la mesa.
-Dije “Gracias por la comida”. -contesté tomando mi randoseru y saliendo por la puerta del departamento.

Tomé el camino largo a la escuela. Aquel que pasaba por el parque. En ocasiones me preguntaba por qué terminé así. Debía confesar que me gustaba meterme en problemas, pero a la vez sentía la necesidad de hacerlo. Tal vez si cambiaba mi actitud podría ser el preferido de mis padres. Me preguntaba qué habría sido de mi verdadera familia... si eran felices sin mí o cómo les iba en la vida ahora que no estaba junto a ellos... Suena triste, pero a pesar de que no me faltaba nada en casa, tenía un pequeño vacío que no sabía por qué estaba ahí y mucho menos cómo llenar.

-Kaito... Kaito... -dijo una voz a mi alrededor.
-¿Quién es? -grité apretando mis puños y mirando hacia todos lados.

Extrañamente no había ni un niño por la zona. Ya era la hora de caminar hacia la escuela, pero parecía que por algún motivo especial nadie quería pasar por aquí.
-Por fin te encontré Kaito... -dijo de nuevo aquella voz.
-¿Dónde estás? -pregunté de nuevo.
-Por aquí. -dijo.

Tomé con fuerza mi randoseru y corrí hacia donde provenía la voz. Provenía de detrás de unos arbustos frente a una enorme roca. Traté de despejarlos y me encontré que aquella enorme roca en realidad era una cueva. Al entrar en la cueva, de lo oscura que estaba, caminé tomando la pared con una de las manos, hasta que mi mano chocó contra lo que parecía ser un aparato electrónico. Traté de palparlo y al oprimir un botón que se encontraba en ese mismo lugar, una serie de luces frente a mí se encendieron mostrando lo que se escondía allí: una enorme máquina conectada a diferentes computadoras como las que había visto en televisión, formando una especie de arco.

-¿Pero qué es esto? -pregunté al ver lo que había encontrado.

La campanada de la escuela, que se encontraba a pocas cuadras del parque, me distrajo de lo que estaba mirando. Ya era hora de la primera clase.
-¡Mierda! -grité. -¡La vieja esa de la clase de mate no me dejará entrar!

Salí corriendo tratando de pensar en lo que había visto, o más bien en llegar cuento antes al salón. Afortunadamente cuando llegué, noté el alboroto en los salones.
-Finalmente llegas, Kaito. -dijo una niña de cabello lacio y corto.
-Yui, no te hagas la importante. -dije cruzando los brazos.
-Soy la jefa del grupo. -dijo pegándome con un abanico. -Y tienes suerte que la profesora esté enferma de gripe, de lo contrario con este retardo reprobarías de nuevo el año.
-Pues bien por ti. -contesté.
-¿Qué acaso no piensas pasar el tercer grado de manera limpia? -preguntó de nuevo Yui.
-Me da igual. -contesté.
-¡Siempre te da igual todo! -dijo Yui nuevamente. -¿Qué no te interesa nada?
-Sólo me interesa en este instante en largarme del salón e irme a cualquier lado de esta ciudad. -contesté sin mirarla.
-Miren lo que... está pasando en el parque. -dijo uno de nuestros compañeros de clase mirando hacia la ventana.

Nos encontrábamos en el tercer piso del edificio, así que los niños podíamos ver desde allí nuestras casas y los lugares más cercanos como el parque del barrio. Grandes camionetas blancas, y unas otras con insignias del ejército nacional, salían a toda marcha de la zona.
-¿Se habrán llevado el...? -pensé en voz alta.
-¿Se llevaron qué? -preguntó una compañera mía detrás mío.
-¡Ah! ¡Misuzu! -grité. -¡No, nada!
-¡Anda! ¡Vamos! ¡Dímelo! -dijo Misuzu tratando de convencerme de hablar.
-No. -contesté mirando de nuevo hacia la ventana.

Misuzu era hija de los dueños de una zona habitacional cercana a la mía, pero consideraban una tradición estudiar en la misma primaria pública que sus padres o abuelos, por eso la llevaron junto con nosotros en vez de mandarla a una primaria particular. Mi preocupación era el que se hubieran llevado aquel aparato que encontré en esa cueva. Seguramente se habían dado cuenta de su existencia. Mal para mí, quería saber que era y, más importante, mostrarlo a los demás.
-¿Y te mudarás dentro de un mes? -pregunté.
-Sí... -contestó bajando la mirada.

Así es, Misuzu se iba a ir a estudiar a la zona metropolitana de Tokio el próximo ciclo escolar. En lo personal me entristecía. ¿El por qué? Creo que ustedes lo saben bien. Pero era un niño y en ese instante no entendía esas cosas. Cosas de adultos, decían mis padres.
-¡Deja de mirar a la ventana! -gritó Yui golpeándome de nuevo con su abanico. -¡Como la profesora no vino, nos va a tocar realizar servicio en las instalaciones!

Me dejó un balde con agua, un trapeador y algo de detergente para comenzar las labores.

Habiendo terminado las clases del día, me fui a mi casillero y tomé otra mochila deportiva para correr hacia el campo de soccer.Qué decepción, la práctica había sido suspendida.
-¿Qué? -pregunté.
-Me temo que hoy no habrá práctica. -contestó el entrenador.
-Tontos militares. -contestó el portero del equipo.
-No insulte, Inoue. -contestó nuevamente el entrenador.

Inoue... Creo que ya saben de quién se trata. Ryouta. Es un año mayor que yo, y jugamos en el mismo equipo. Somos vecinos de piso, estamos separados por 5 departamentos.

-¿Los militares que vinieron esta mañana? -pregunté.
-Así es Yanami. -contestó nuestro entrenador. -Dicen que la zona del parque y el campo es muy peligrosa para los civiles y por eso pusieron vallas y soldados para resguardar la zona.
-Escuché que tienen un ovni escondido en el parque. -dijo el delantero.
-¿Cómo? ¿Ovnis? -preguntó otro de los chicos.
-¡Basta de rumores! -mandó a callar el entrenador. -Me temo que si esto sigue así, no podremos entrenar, a menos que nos vayamos al campo de soccer del norte, y eso si sus padres se los permiten.

Todos protestamos, no nos iba a ser tan fácil trasladarnos de un extremo a otro de la ciudad para practicar.
-Pues está decidido, no habrá práctica de soccer hasta que se resuelva todo esto. -dijo el entrenador.

Volvimos a protestar, ¿por qué no podíamos jugar? Los torneos estaban casi a la vuelta de la esquina, y era ahora donde debíamos entrenar más duro.

-Malditos militares. -dijo Ryouta en el camino a casa.
-Oye... Ryouta... -dije. -¿Puedo decirte algo?
-Mientras no sea amoroso todo está bien. -contestó bromeando.
-De acuerdo. -dije sin mirarlo. -Fue mi culpa, al parecer...
-¿Tu culpa? -preguntó. -¿Qué cosa?
-Encontré en el parque una especie de maquinaria, en el monte que en realidad era una cueva cubierta por arbustos. -contesté.
-¿Maquinaria? -preguntó Ryouta.
-Sí. -le dije. -Si los militares llegaron a esa zona es porque tienen algo qué ver, ¿no crees?
-Seguramente. -contestó Ryouta. -Pero sería sacar conclusiones precipitadas.

Habiendo llegado a nuestra zona habitacional, Ryouta y yo nos dirigimos cada uno a nuestras casas. Entré a mi habitación sin antes saludar a mis padres y me puse frente a la ventana. Los militares seguían allí, rodeando toda la zona del parque y de la cancha de soccer. Unos vestían con el uniforme típico militar, otros vestían enormes batas blancas, y otros más llevaban trajes blancos de una sola pieza que les cubrían desde los pies a la cabeza. Todos manejando maquinaria extraña.
-Siguen allí... -murmuré.
-Dicen que están desactivando una bomba. -contestó Azumi.
-¡Ah! ¡Azumi! -grité al escuchar a mi hermana a mis espaldas. -¡Ya te dije que no entres a mi habitación sin tocar antes! ¿Una bomba dices?
-Sí. -contestó mi hermana. -Lo acabo de ver en las noticias. Dicen que un grupo terrorista del norte de Japón está extendiendo sus terrenos hasta aquí, pero por fortuna no explotó nada.
-Entiendo... -contesté para que mi hermana saliera de la habitación.

“Una bomba... no pude ser...”. Me dije a mí mismo. Puedo tener 9 años pero no soy tonto, había algo allí que no querían que descubriéramos, eso me daba más ganas de investigar sobre el asunto. Pero había algo que no me dejaría seguir con esa investigación.
-No vas a salir.
-Pero... pero... -traté de convencer a mi madre.
-Nada de eso Kaito. -terminó papá. -Ya lo viste en las noticias. Solo van a salir de aquí para ir a la escuela, y los llevaré en el auto. Eso te incluye a ti también, Azumi.
-¡Pero ya estoy grande! -protestó Azumi.
-Ya me oíste. -dijo mi padre.

Aquella noche en la zona, pude ver cómo, a pesar de que no bajaban la guardia, había menos vigilancia en los perímetros del parque.
-Una bomba no debería durar tanto allí. -dije.
No quería seguir pensando en ello, pero la curiosidad podía en mí más que otra cosa. Me fui a la cama intentando desconectar esos pensamientos.




-¡Esto es injusto! -protestaba Ryouta a la hora del recreo. -¡Ahora no podremos ir siquiera a las eliminatorias distritales!
-¡Yo también estoy molesto, Ryouta! -le contesté. -Una de mis pocas distracciones que tanto me agradan y me la quitan.
-Esto... -dijo un chico de mi clase acercándose a nosotros. -¿Puedo hablar con ustedes?
-Por supuesto. -contestó Ryouta.
-Quisiera saber si puedo entrar al club de soccer. -dijo tímidamente.

Un chico más joven que yo (cabía aclarar nuevamente que era el más grande del grupo 3-2 y con razón), de complexión delgada y totalmente débil y tímido quería entrar a nuestro club. Isao. Sí, el mismo Isao al que me gustaba buscarle pleito.
-Si pasas las pruebas con gusto podrás entrar con nosotros. -contesté.

Creo que eso provocó una reacción algo diferente en Isao, pues no esperaba que yo también estuviera dentro del club.
-Pero por ahora las pruebas y los entrenamientos están suspendidos. -dijo mi amigo.
-¿Y cuál es el motivo? -preguntó Isao.
-Esa maldita bomba que está en el parque. -dije refunfuñando.
-Kaito dice que hay algo más allí. -reveló el portero.
-¡Ryouta! -grité. -¡Te dije que no le dijeras nada de esto a nadie!
-Lo siento... -contestó Ryouta.
-Mi padre sólo me ha dicho que hay una bomba por allá, pero por lo que sé, las bombas se desactivan rápidamente, con cuidado y evacuando los alrededores. -contestó Isao.
-¿Estás diciendo que...? -pregunté.
-Te creo Kaito... aunque seas un bravucón. -contestó Isao.
-Iré esta noche a ver qué hay allí. -dije.
-¿Eh? -preguntaron los otros dos.
-¿Como que vas a ir, Kaito? -preguntó asustado Isao.
-Hay alguien allí. -dije. -Él me habló, me dijo que lo siguiera.
-¿Alguien? -preguntó Ryouta. -¿Quién?
-¿Y cómo voy a saberlo? -contesté. -Nunca lo vi.
-Entonces está decidido. -dijo Ryouta. -Hoy a medianoche a las afueras de la zona habitacional Hashiba.
-¿Qué? -preguntó Isao asustado. -Tú no Ryouta. ¿De verdad están locos ustedes dos?
-Yo sí. -le respondió el portero. -¿Y tú Kaito?
-Por supuesto. -contesté sin dudar. -Hay algo en esa cueva y sólo nosotros podremos saber qué esconde.



-¿Pero cómo se les ocurre ir a ese lugar? -insinuó Yui.
-¡Te dije que no lo gritaras en público, Isao! -grité.
-¡Entonces fue tu idea! -gritó Yui. -¡Si bien decía yo que Isao no podía pensar en algo tan arriesgado!
-¡Hay algo ahí y voy a descubrir qué es! -dije. -¡Y tú no me lo vas a impedir!
-Eres un ingenuo Kaito. -dijo Yui con sus aires de grandeza. -Como si tus padres no se dieran cuenta cuando te sales de casa!
-No sería la primera vez que me salgo de casa. -contesté. -Nunca se han dado cuenta.
-¿Dijiste que hay algo allí? -preguntó Misuzu acercándose hacia nosotros. -Entonces no soy la única que cree eso.
-¿Qué dices Misuzu? -preguntó Yui muy confundida.
-¡Escuché una voz que pedía ayuda... Cerca de aquel monte de rocas! -siguió hablando Misuzu.
-Entonces no fui el único. -le dije.
-¿Van a empezar con sus alucinaciones? -preguntó Yui.
-No es normal que los militares sigan cerca del parque si ya debieron desactivar esa bomba. -contestó Isao.
-De acuerdo... De acuerdo... -dijo Yui. -Sólo porque están locos los acompañaré. Quiero ver cuánto durarán antes de que los militares los encuentren y los lleven a sus casas.
-¿Van a ir a ver qué ocurre allí? -preguntó Misuzu.
-Sí. -le contesté.- Tal vez así podamos saber de una vez por todas de qué se trata toda esa maquinaria.


Así, decidimos que saliéramos todos a media noche y que nos reuniéramos fuera de la zona habitacional donde Ryouta y yo vivíamos. No fue fácil salir de casa pese a que no era la primera vez que lo hacía sin que la familia se diera cuenta. Me había vestido por completo a excepción de los zapatos para que nadie escuchara los pasos en la sala. Pero Azumi parecía hacer, no sé si involuntariamente o a propósito, que todos mis planes se frustraran. Pero esta vez no iba a ser así. Me escondí detrás del pequeño muro que separaba la sala del comedor, entre el muro y el mueble de la televisión. Intenté no hacer ruido, pero todo indicaba que Azumi sospechaba de mi presencia en la sala.
-Creo que estoy alucinando... -dijo mi hermana al colocar el vaso en la mesa e irse a su habitación a seguir durmiendo.

Conocía la manera de abrir la cerradura de la casa sin que escucharan, así que lo hice, y de esa forma salí del departamento. Me puse mis zapatos y corrí hacia el departamento de Ryouta. Al cabo de cinco minutos salió por la puerta.
-¿No tuviste problemas? -preguntó.
-Ninguno. -le dije. -Nadie se dio cuenta.
-Bien, entonces salgamos del edificio. -me dijo.

Corrimos por las escaleras hasta llegar a la entrada del edificio. Allí nos estaban esperando Yui, Isao y Misuzu.
-Finalmente bajaron. -protestó Yui.
-¿Vamos a ver qué es eso? -preguntó Isao.
-Creí que tenías miedo de ir. -pregunté.
-¡Todos tenemos miedo! -gritó Yui, no había perdido el tiempo llevando su abanico para pegarme como siempre. -¡No entiendo cómo terminé aquí a media noche fuera de casa!
-Yo te traje. -dijo Misuzu con timidez.
-Cierto… -contestó Yui decepcionada. -¡Pero esto es arriesgado! ¿Qué dirán nuestros padres? ¡Yo, la jefa de grupo del salón 3-2! ¡El orgullo de mis padres! ¿Qué van a decir si me ven metiéndome en problemas con el ejército japonés?
-¡Pues ya estamos aquí y gallina el que se quiera regresar a casa! –grité fastidiado, queriendo ir a inspeccionar la zona.

Caminábamos por la calle, visualizando la gran cantidad de patrullas por la zona.
-De… deberíamos regresar a nuestras casas… Ryouta, Kaito… -dijo Isao bastante asustado.
-¡Alguien tiene miedo! –contestó Ryouta burlándose del miedo de Isao.
-¡Vamos Isao! ¡No va a pasar nada! –le dije colocando mi mano sobre uno de sus hombros. Cabe señalar su enorme susto al sentir un peso sobre su cuerpo.

Esto de caminar en las calles de la ciudad a media noche no era de lo más agradable. Personas de edad fumando y bebiendo apoyados en los postes, mujeres con ropas demasiado ajustadas hablando con los conductores de los automóviles. Parecía que cerca de allí estaba ocurriendo una balacera. No, desde ese entonces había prometido no salir de casa a tan altas horas de la noche. Además, el sueño me estaba venciendo, y creo que a los que iban conmigo también.

Llegando a los alrededores del parque, nos dimos cuenta de lo complicado que sería llegar a dicha cueva. Militares por doquier, tratábamos de escondernos detrás de los árboles, pero era fácil ver que los soldados sabían que estábamos cerca.
-Maldita sea… -refunfuñé al vernos en tan complicada situación. –Esto no se ve bien.
-Tengo una idea. –dijo Ryouta quien llevaba una enorme mochila deportiva a sus espaldas.

Ryouta abrió su mochila y sacó un balón de soccer.
-¿Por qué traes eso? –pregunté.
-No lo sé. –contestó. –Pero de algo debe servir.

Ryouta nos contó su plan. Uno de nosotros debía correr unos metros lejos de nosotros para lanzar el balón. Los soldados curiosos irían a ver el balón y a buscar al sujeto que lo habría lanzado. Por esa razón me eligieron para lanzarlo, pues yo era el más rápido del grupo. Al lograrlo, los soldados, uno por un grupo que fue a buscar el balón, y otro que se dirigía hacia mí, salieron lejos de sus puestos.
-Ahí vienen. –dije en voz baja algo asustado.

Corrí de nuevo hacia mi grupo para alcanzarlos en su camino. Éxito. Los soldados se distrajeron y no notaron nuestra presencia, despejando el área podíamos llegar a la cueva sin problemas.
-¡No quiero caminar junto a estas ramas! –protestó Yui.
-Silencio… -dije en voz muy baja. –Si siguen gritando nos van a descubrir.

Cuidadosamente llegamos a la cueva, limitados tan sólo por las ramas de los árboles, tanto colgadas de ellos como caídas en el suelo. Lo que nos comenzó a asustar fue los gritos de los soldados quienes todavía no nos lograban localizar.
-Esto me está dando miedo… -dijo Isao.
-Nada va a pasar. –contestó mi compañero de prácticas.

Con cada paso que dábamos notábamos que las voces de los adultos comenzaban a hacerse más bajas. Finalmente, iluminados únicamente con la luz de la luna, logramos encontrar la dichosa cueva, a la que habíamos ido antes pero que nunca nos habíamos animado a entrar.
-¡Se fueron por allí! –logré escuchar.
-¡Mierda! –grité. -¡Entremos todos!

Tratando de huir, lo único que se me pudo haber ocurrido fue la grandiosa idea de escondernos en el lugar más obvio para los científicos y soldados. Nótese el sarcasmo con el que he contado la oración anterior, pues tratábamos de no hacer mucho ruido para no ser descubiertos. Éramos muy inocentes en aquel tiempo, y era más que obvio que los adultos (y sobre todo un militar con años de experiencia) ya sabía un método de escondite tan simple como el de unos niños.

-¿No nos encontrarán aquí? –preguntó Misuzu.
-Espero que no. -contestó Ryouta.

Tomé aire y grité:
“¿Quién me estaba hablando? ¿Dónde estás?”
-Kaito, no grites. -dijo Isao muy asustado.
-¡Por aquí! -gritó alguien con una voz igual de infantil que la nuestra.
-¿Eh? -grité de nuevo al no poder ubicar la voz en la oscuridad. -¿Dónde?

Al dar tan solo un pequeño paso, sentí que golpeaba algo metálico. Solté una pequeña maldición debido al dolor.
-¡No golpees mi jaula, mocoso! -gritó de nuevo.
-¡Te las verías conmigo sólo porque no sé dónde estás! -le contesté furioso.
-¡Ya te contesté! ¡Estoy en esta jaula! -gritó de nuevo.
-¡Tranquilo Kaito! -contestó Yui para tratar de calmarme.
-Por favor chicos. -contestó Isao. -No podemos pelearnos ahora. ¿Qué tal si nos regresamos a casa y olvidamos todo esto?

Pero al parecer Isao estaba muy cerca del interruptor ya que no tuvo necesidad de moverse mucho para encender las luces que iluminaban la cueva. Al iluminarse el lugar, pude ver de nuevo la infinidad de maquinaria, computadoras y papeles regados en las mesas, y algo que no había notado antes: Dos jaulas con extrañas criaturas en cada una. Una traía un extraño dragón pequeño de color rojo, y la otra una especie de flor, planta o semilla, de colores rosa y verde. Lo raro de todo: hablaban igual que nosotros.

-¡Misuzu! –gritó la planta. -¡Qué bueno que viniste! ¡Tengo miedo de esos humanos!
-¿Cómo es que sabes mi nombre? –preguntó asustada.
-Dejen a esos monstruos en paz. –escuché que dijeron desde la entrada de la cueva.
-So… so… ¡¡Soldados!! –gritó Isao.
-¡Maldición! –gritó Yui. -¡Ahora sí estoy en problemas! ¡Y todo es su culpa! ¡Kaito, Ryouta!
-Vengan aquí niños. –nos dijo uno de ellos, con un tono recio. –No les haremos nada si nos acompañan.
-¿De qué se trata todo esto? –pregunté muy confundido.
-¡Esos hombres! –gritó el dragoncito. -¡Todas las tardes vienen a picarnos con cosas raras!

Misuzu, quien estaba más adentro de ese “laboratorio” que todos nosotros, accidentalmente chocó con una especie de arco metálico, que contenía un interruptor en el marco. Cuando se oprimió ese botón, una brillante luz comenzó a surgir entre el arco, y de pronto formándose en un enorme vórtice.

-¡Auxilio! –gritó Misuzu. -¡Esta cosa me está tragando!

Nos dimos la vuelta al ver que Misuzu, o solo la mitad de ella, había sido tragada por esa extraña energía. Ryouta, siendo el más grande de todos y el más fuerte, tomó a Misuzu de los brazos, pero fue inútil. La fuerza del vórtice fue mucho mayor y Misuzu había sido tragada por aquella cosa.
-¡Misuzu! –grité aterrado.
-¡Se llevó a Misuzu! –gritó Yui.
-No teman niños. –dijo un hombre de blanco por completo. –Vengan con nosotros y los ayudaremos a rescatar a su amiga.
-Cre… creo que es lo mejor… -dijo Isao.
-Sólo entréguennos a esas dos criaturas. –contestó un uniformado.
-¡No quiero ir con ellos! –gritó la plantita.

Por alguna extraña razón, sentía que debía ponerme del lado de aquellas criaturas. No sé si fue la rabia de ver desaparecer a una de nuestras amigas, o si era el hecho de que estaban enjaulados. Instintivamente, tomé las dos jaulas, y con una fuerza que no parecía provenir de mí, las arrastré hacia cerca de ese extraño arco.
-¡No les creo! –grité y amenacé. -¡O nos devuelven a Misuzu o estas cosas también se van al vórtice!
-¡No lo hagas, niño! –gritó uno de los científicos.
-¡No hagas las cosas más difíciles, Kaito! –aconsejó Ryouta. -¡Será mejor que regresemos con los adultos!
-¡No! –grité necio. -¡Y no crean que…!

Pero al intentar mover las jaulas de aquellos monstruos, tropecé con un grueso cable que estaba en el suelo y perdí el equilibrio hacia atrás. Fue en ese momento que el vórtice comenzó a atraparme. Intenté irme hacia adelante pero fue inútil. Y la fuerza de esa cosa era inmensa a tal grado que las jaulas que tenía sostenidas en las asas con mis manos se levantaron con facilidad como si de una pluma se tratase.
-¡Auxilio! –grité asustado.
-¡Kaito! –corrió Isao a tomarme de las piernas.

A lo que le siguieron Yui y Ryouta. Pero el vórtice comenzó a jalar con más fuerza levantándonos a todos nosotros, pude ver cómo nos alejábamos del laboratorio mientras dábamos vueltas en ese “tornado”, mientras la luz blanca se hacía más fuerte y me cegó a tal grado que por unos minutos no supe qué estaba pasando.

Fin del acto 1.
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Re: The Digital World Chronicles [Prelude]

Mensaje por Gargadon »

Ahí va el acto 2.
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Acto 2.- Guía básica de cómo sobrevivir en el Digital World y no morir en el intento

Hola. Mi nombre es Yanami Kaito, y en este acto y páginas siguientes les relataré cómo ha sido vivir durante casi dos semanas dentro del Digital World. En un principio no sabía siquiera de qué trataba este mundo, pero en cuanto nos pusimos a buscar alimento y un lugar dónde pasar la noche, pudimos constatar que este mundo es nada similar a nuestro mundo humano. Hay una serie de reglas que existen en este mundo. La primera y la más importante es: El Digital World y el mundo de los humanos es muy diferente...

Sentí cómo una gota caía sobre mi rostro.
-¿Eh? -pregunté mientras abría los ojos. -¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?

Abrí los ojos y pude ver la noche oscura y a lo lejos tres enormes esferas blancas.
-¿Tres lunas? –pregunté.

Miré a mi alrededor. Había caído en una extraña selva, con árboles mucho más grandes que nosotros. Era de noche, o eso era lo que parecía indicar el cielo.
-¡Mi…! –grité reaccionando a lo que había sucedido hace unos minutos. -¡Misuzu! ¿Dónde estás, Misuzu?
-Por fin despertaste, Kaito. –escuché una voz, la cual no se parecía a ninguno de mis compañeros.

Al levantarme y voltear a un lado, pude ver a aquellas dos criaturas fuera de sus jaulas, estirándose de haber estado al parecer varios días dentro de sus prisiones.
-¡Por fin pudimos regresar al Digital World! -contestó el dragón.
-¡Misuzu! -gritaba la plantita dirigiéndose a Misuzu, quien estaba inconsciente en el suelo. -¡Despierta Misuzu!

Tomé una rama tirada en el suelo y traté de ahuyentar a aquella cosa.
-¡Deja en paz a Misuzu! –grité.
-Nuts Shoot. -contestó aquel monstruo planta lanzando semillas las cuales traté de apartar con la rama.

Sí, la segunda regla es: Los Digimon hablan… y atacan… Sólo que no sabía cómo se llamaban sino hasta más tarde.

-¿Pero qué es esa cosa? –pregunté tratando de acercarme a Misuzu.
-¿Eh? –preguntó nuestra amiga despertando de su corto periodo de sueño. -¿Qué pasó?
-¡Misuzu! –grité de alegría. -¡Qué bueno que estás bien!
-¡Misuzu! -gritó la planta al parecer bastante alegre de ver a nuestra compañera.
-¡Déjala en paz! -volví a gritar.
-¡Nuts...! -intentó atacar la planta, pero un fuerte rayo que cayó muy cerca de nosotros nos asustó.

Dicho rayo partió un árbol y dicho árbol se desintegró desapareciendo en el aire.
-¿Qué fue eso? -pregunté.

Nadie pudo responderme esa pregunta, pues de pronto logré sentir que el agua caía sobre nosotros. Extendí mi mano para confirmar esa sensación, y asombrado vi cómo las “gotas” que caían sobre mis manos se quedaban en forma cúbica durante unos pocos segundos antes de esparcirse por la superficie. Y de ahí desemboca la tercera regla: No pierdas el tiempo intentando entender el mundo Digimon, no tiene lógica…

-¿Qué cara...? -pregunté, pero mi cuestionamiento fue interrumpido por un fuerte aguacero que se desató justo después.
-¡Hay que buscar refugio, Kaito! -me aconsejó Misuzu.
-Claro. –contesté tratando de correr hacia algún lugar.

No sé si era la fuerte lluvia la que no nos dejaba escuchar los alrededores, o si en realidad no había nadie cerca de nosotros. La verdad era que habíamos corrido por más de cinco minutos sin encontrar algún rastro de una casa o de una luz de poste. Era como si en realidad no hubiera rastro de civilización a los alrededores.
-Esto me da mala espina... -le comenté a Misuzu mientras tratábamos de resguardarnos de la lluvia.
-Tengo frío... -escuché que Misuzu me contestaba.
-¡Ah! ¡Mira! ¡Una cueva! -grité al ver una cueva frente a nosotros. -Nos refugiaremos allí esta noche.
-Quiero ir a casa... -contestó mi compañera.

Al entrar a la cueva, vi que aquellos dos monstruos intentaban meterse a la cueva.
-¡Aléjense de aquí si no quieren recibir un golpe de piedra en la cabeza! -grité tomando unas piedras para ahuyentarlos y evitar que Misuzu se asustara más.
-¡Por favor! -contestó la planta/semilla. -¡Déjanos estar dentro de la cueva!
-¡No! -gritó Misuzu asustada. -¡No quiero que esas cosas estén cerca de mí!
-No les haremos nada. -gritó el dragoncito. -Pero por favor. ¡Les pedimos que no nos dejen afuera en la lluvia!
-De acuerdo. -dije resignado. -¡Pero ni se les ocurra acercarse!

Y así, pasó nuestra primera noche fuera de casa, en un lugar que no conocíamos. La lluvia no cesaba y Misuzu se había dormido del cansancio, al igual que nuestros compañeros de cueva.

Cuando los primeros rayos del sol aparecieron a iluminar el interior de la cueva, me levanté de mi puesto de guardia y pude ver a esas extrañas criaturas durmiendo una junto a otra, y a Misuzu durmiendo con los ojos llorosos. Había estado llorando toda la noche.
-Misuzu... -dije suavemente para que no se asustara.
-Kaito... -dijo despertándose todavía. -¿Dónde estamos?
-En la cueva donde nos refugiamos de la lluvia de anoche. -dije.
-¿Y esos monstruos? -preguntó.
-Están allí. -dije señalándolos a un costado de la pared.

Misuzu gritó asustada de nuevo. Al parecer había alguien en esa cueva y los gritos lo despertaron de su letargo, pues una sacudida nos sacó de onda en ese preciso momento.
-¿Qué pasa? -preguntó Misuzu.
-No lo sé. -contesté.
-¡Ah! -gritó el dragoncito. -¡Es Drimogemon!
-¿Drimo... qué? -pregunté.
-¡Drimogemon! –gritó la plantita.
-¡Aaaahhhh! –gritó Misuzu frente a mí.

Miré hacia atrás y vi a un enorme topo morado con un gran taladro por nariz.
-¿¡Quién se atrevió a molestar mi sueño!? –gritó el topo haciendo girar su taladro-nariz.
-¡Aaaaahhh! –grité al ver a semejante monstruo frente a nosotros.
-¡Fuiste tú! –gritó antes de taladrar la superficie y esconderse en el suelo.
-¡Oh no! –gritó el dragoncito. -¡Hay que huir de aquí rápido!
-¿Pero qué…? –pregunté.

Pero un fuerte impacto de la superficie me hizo volar por los aires hasta estrellarme en una pared de la cueva.
-¡Kaito! –escuché que Misuzu gritaba muy asustada.
-¡Nuts Shoot! –gritó la planta lanzando semillas de su boca y explotando contra el enorme topo morado.
-¡Afuera, Kaito, Misuzu! –gritó el dragón tomándonos a los dos de las manos y haciéndonos correr a toda velocidad.

Pensé que el topo nos iba a perseguir al haber salido al sol, pero recordé que era un topo. En cuanto los rayos del sol le pegaron en su cara, éste retrocedió y se resguardó de nuevo en su cueva.
-¡Uf! –dije algo asustado. -¡Estuvo cerca!
-¡Muchas gracias Lalamon! –contestó el dragoncito a su amiga planta.
-Gracias por salvarnos. –contestó Misuzu agitada.

Miré hacia arriba, y noté el cielo fragmentado en pequeñas mallas que se ondeaba conforme el viento soplaba.
-¡Ah! -grité señalando al cielo.

Estaba totalmente fragmentado, como si una gran malla se tendiera en el cielo y ondeara con el paso del viento.
-¿Qué clase de mundo es este? -pregunté gritando.
-Es el Digital World. -contestó lo que se llamaba Lalamon. -Es donde vivimos nosotros, los Digimon.
-¿Di... Digimon? -preguntó Misuzu.

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-A ver... -seguí interrogando a tan interesantes criaturas. -¿Están diciendo que este no es el mundo de los humanos?
-Así es. -contestó el dragoncito.
-¿Y cómo llegaron a nuestro mundo en esa jaula? -pregunté de nuevo.
-Esos hombres de bata blanca… -contestó Lalamon. -¡Nos atraparon y nos llevaron encerrados en esas jaulas!
-¡Qué horrible! –dijo Misuzu. -¿Y para qué harían eso?
-No lo sé. –contesté. –Esto explica por qué tenían la zona rodeada… supongo… ¿Y cómo es que no tienen miedo de nosotros? –pregunté pensando en que hasta nos habían ayudado a escapar del taladro de ese topo enorme.
-Siento que ustedes son diferentes. –contestó el dragón pequeño. –Estoy seguro que ustedes nunca nos harían daño.
-Sí, claro... -dije bromeando.
-¡Kaito! -se disgustó Misuzu.

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Habíamos caminado cerca de media hora sin encontrar rastro de personas. Eso era una mala señal, pues el sol ya estaba justo sobre nosotros y, al menos los humanos, sin idea de saber en dónde nos encontrábamos. Y ahí iba la regla tres: No intenten entender el Digital World, no tiene explicación alguna.

-¿Dónde están todos? -preguntó Misuzu totalmente cansada.
-Deberíamos descansar cerca de esos árboles. -señalé. -Por cierto... -pregunté al dragón rojo. -¿cómo te llamas?
-Ryuujoumon. -contestó.
-Ah... -contestó Misuzu. -como aquel portaaviones de la...
-¡Cállate! -grité. -¡O de lo contrario los estadounidenses nos censurarán cuando llegue esta historia en sus manos!
-Ya tenemos suficiente con que te vayan a llamar Ken y a mí Michelle. -dijo Misuzu.
-No... no quiero pensar en eso. -dije un poco avergonzado. -Por cierto, siento mis bolsillos algo pesado.
-Kaito se hi... -contestó cantando Ryuujoumon.
-¡No se puede mencionar esa palabra! ¡Es horario infantil! -grité. -¡Además no es eso!

Metí mi mano a uno de mis bolsillos y saqué un extraño aparato con una pantalla y unos botones.
-¿Qué es esto? -pregunté observando ese aparato mientras le daba vueltas para tratar de ver qué era.
-Se parece a ese... Walkman que sale en la tele, pero más pequeño. -dijo Misuzu.
-Me pregunto dónde se le meterá la cinta. Está muy chico para que le entre una.
-¡No es para escuchar música! -me reprendió el dragoncito mientras me arrebataba ese tocacintas miniatura. -Esto es un Digital Device, o Digivice para abreviar. Esta es la prueba de que su llegada a este mundo no es una casualidad, sino que fueron elegidos por nuestro dios.
-¿Un dios? -preguntó Misuzu.
-Tiene puntitos en la pantalla. -dije mirándola. -¿Serán para jugar?
-Eso significa que hay más elegidos cerca. -contestó Lalamon.
-¡Es por aquí! -corrió el dragón esperando que lo siguiéramos, cosa que no sucedió pronto. -¿Por qué no me siguen?
-¡Porque todo esto es muy extraño! -grité. -Aparecemos en un extraño lugar y lo primero que obtenemos es que un topo gigante estuviera a punto de matarnos. Y ahora nos salen con cuentos chinos de que somos “elegidos” de algo o de alguien.

Hubiera aplicado la regla tres y nada de eso habría pasado. Por fortuna no fue necesario que el dragón Digimon me insistiera de ir con él, pues escuché unos gritos cerca de nosotros.
-¿Y cómo vamos a mencionarles esto a los papás de Isao?
-Esa voz... -dijo Misuzu- ¡Yui!
-¡Ah! ¡Misuzu! -contestó Yui.

Estaban detrás de un árbol. Parecía que hubieran caminado por casi una hora, igual que nosotros. Ryouta se veía el más cansado de ambos, tal vez porque Isao no tenía ni fuerzas para caminar. Sí, cuando llegamos hacia ellos, vimos a Isao, el más joven de los cinco, totalmente pálido y ardiendo en fiebre.
-¿Pero qué le pasó a Isao? -corrió preocupada Misuzu.
-¡Todo esto es tu culpa Kaito! -gritaba Yui. -¡Tuya y de nadie más!
-¡Ahora resulta que es mi culpa! -grité furioso.
-¡Por supuesto! ¿De quién más? -Yui volvió a contestar. -¿Quién fue el de la brillante idea de meterse a una cueva resguardada por el gobierno? ¿Quién fue el que quería hacerse el héroe salvando a esos monstruos de sus jaulas? ¡Por supuesto que el “gran” Yanami Kaito, el héroe, el queama meterse en problemas y de paso meternos a todos los que lo rodeamos!
-¡Te voy a meter una que te van a escuchar en todo el mundo! -grité amenazante.
-¡Basta! -gritó Ryouta. -¡Yui, Kaito! ¡Dejen de pelear! ¿Qué no ven que Isao está grave? Debemos ir con sus padres de inmediato.
-Ese es el problema.- contestó Yui a punto de sacar su abanico. -Hemos estado caminando cerca de media hora y no hemos encontrado a ninguna persona. ¡Esto me está dando miedo!
-Ya traje algunas hierbas, amo Ryouta. -contestó un engranaje que se acercaba hacia nosotros.
-Gracias, Hagurumon. -contestó Ryouta. -Y deja de llamarme “Amo Ryouta”.
-Entendido, humano. -dijo la maquinaria.
-Mejor olvídalo. -contestó de nuevo mi compañero de prácticas.
-Petición con muy pocos argumentos. -contestó el engranaje de nuevo. -Orden descartada.
-Esta cosa me va a sacar de quicio... -dijo Ryouta llevándose las manos a la cara.
-No me dejes sola con tantas hierbas, Hagurumon. -contestó un extraño perrito llevando en su hocico una hoja enorme.
-Muchas gracias, Plotmon. -dijo Yui.

Ryuujoumon se acercó hacia Isao, y nos dio un veredicto muy desconsolador.
-No se ve bien. Hay que llevarlo a un médico.
-Genial. -contestó Yui. -¿Ves algún médico en kilómetros a la redonda?
-Conozco uno muy bueno en Light City... -dijo un extraño búho ninja regresando de su vuelo. -Sólo que está lejos, y necesitamos llegar en tren. Los puedo llevar hacia la estación de trenes más cercana.
-De acuerdo, Falcomon. -contestó Ryouta. -Sólo que esta vez te encargas de llevar a Isao.
-¿¡Yo!? -gritó el ave.
-Sí, es tu acompañante y tu deber es llevarlo.

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-Ya me cansé... -dijo el ave llevando a Isao volando. -¡Ah! ¡Ahí está!
-¡Vamos! -grité corriendo.

Al llegar, vimos la terminal del ferrocarril, llena de lo que parecía gente, pero que en realidad no lo era. Eran miles de esos monstruos, al parecer esperaban lo mismo que nosotros: pasear en ferrocarril. Falcomon dejó a Isao sentado en una banca vacía, mientras yo me dirigía a cualquier lado de la estación a buscar a quien vendiera un poco de agua.
-Disculpe… -me acerqué a un extraño peluche. -¿Sabe dónde venden agua?

De pronto, ese extraño “peluche” se volteó hacia nosotros, llevando un pescado en la boca.
-Eh… yo… -me puse un poco incómodo.

Aquel monstruo soltó el pescado de su boca y lo único que atinó a gritar fue:
-¡Humanos!
-¿Eh? –grité.

De pronto todos los asistentes de la estación se voltearon hacia nosotros. “¿Son humanos?” “¿Qué hacen aquí?” “No quiero morir”, esas frases lográbamos escuchar a nuestro alrededor.
-¿Qué es lo que pasa? -pregunté de nuevo.
-¡Son humanos! -gritó uno de ellos.

De pronto todo el lugar comenzó a alborotarse con los Digimon corriendo y gritando por todos lados.
-¿Pero qué es lo que pasa? -preguntó Yui.

De pronto llegaron unos seres que parecían ser ángeles con unos atuendos entre rojos y rosas, quienes nos mantuvieron rodeados.
-Me está comenzando a dar miedo... -dijo Ryouta.
-¡Esperen! -contestó Falcomon. -¡Estos humanos no son malos! ¡Son...!
-¡Cállate de una vez, Digimon traidor! -gritaron los ángeles al unísono.
-¡Esos humanos vienen conmigo *pi*! -escuchamos una voz bastante aguda a lo lejos.

Los ángeles se hicieron hacia atrás dejando ver a una extraña bola rosada, de ojos saltones y con un báculo en sus manos.
-¡Alcalde Piccolomon! -contestaron. -¡Creíamos que usted...!
-Sólo vine por unas vacaciones *pi*.

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-¡Ah! -contesté. -¡Gracias por salvarnos, bola rosada-kun!
-¡Me llamo Piccolomon *pi*! -gritó la bola rosada. -Niños elegidos, disculpen los problemas que hayan tenido *pi*.
-¿Esta cosa no deja de decir “pi” todo el tiempo? -preguntó Ryouta.
-¿Otro monstruo de esos? -preguntó Yui.
-Entiendo que estén algo confundidos. -contestó Piccolomon. -Seguramente nunca habían escuchado sobre el Digital World *pi*.
-Nos lo han estado mencionando todo el tiempo, pero no sabemos de qué nos están hablando. -dije.
-Este es un mundo donde únicamente vivimos nosotros, los Digimon *pi*.

Se hizo un silencio bastante largo en el vagón que amablemente Piccolomon nos había conseguido para descansar en lo que llegábamos a Light City.
-¿Y por qué estamos aquí? -preguntó Misuzu.
-Porque ustedes son los niños elegidos que tanto estábamos esperando *pi*.
-¿Niños elegidos? -preguntó Yui.
-Sí. ¿Todos ustedes tienen sus Digital Devices *pi*?
-Yo sí. -dije sacando de mi bolsillo aquel tocacintas portátil.
-¡Ah! -gritó Ryouta sacando de sus bolsillos el mismo aparato. -¡Yo también tengo uno!
-Y yo. -dijo Misuzu, lo mismo que Yui.
-Recuerdo que Isao tenía uno igual. -contestó Falcomon.
-Entonces ustedes son los niños elegidos por nuestro dios Yggdrasil. -contestó la bola rosada.
-No entiendo nada aún… -contestó Ryouta.
-Todo ha pasado de un instante a otro. –dije mirando hacia una de las ventanas del vagón. –Apenas es mediodía y ya nos ha atacado un topo morado gigantesco y estuvimos a punto de ser arrestados. Por cierto, ¿por qué nos querían arrestar?


Piccolomon comenzó a volar y se asomó por una ventana.
-¡Ah! –gritó Ryouta. -¡Esa cosa vuela!
-Hace siete años llegaron unos seres cubiertos todos de blanco. –dijo la bola rosada. –Hicieron destrozos por todos los continentes del Digital World. Dijeron que eran humanos. Torkaimon aprovechó esa oportunidad para hacerse del gobierno de NCP[2], convenció a la gente de que los humanos eran malos y que sólo con su gobierno podrían librarse de ellos *pi*.
-¿NCP? –preguntó Yui.
-El Digital World está dividido en diferentes continentes *pi*. –siguió hablando. –El continente en el que estamos se llama NCP *pi*… Pero…
-Ya me hartaron sus *pi*. –le contesté a mi amigo el dragoncito.
-A mí también.
-¿Pero qué? –preguntó Ryouta.
-Ese maldito Digimon está hambriento de poder *pi*.
-¿Digi… mon? –pregunté. -¿Así se llaman ustedes?
-Sí *pi*. –dijo. .-Pero eso es lo de menos *pi*. Lo importante ahora es que Torkaimon está detrás de ustedes *pi*. Sé que está tramando algo, pero no puedo asegurarles nada.
-Torkaimon ha sido un buen gobernante durante todo el año, no creo que trame algo en contra de nadie. –contestaron por el altavoz.
-¿El tren habló? –preguntó Yui.
-Lo sé Trailmon *pi*. –contestó el hada rosada. –Pero hay algo en él que me hace desconfiar de sus actos… Además… no quería decirles esto, pero…
-¿Pero qué? –preguntó Yui.
-Torkaimon me está buscando, y sé que no es para algo bueno *pi*. –contestó. –Aunque somos de diferentes continentes, me ha estado acusando de crearle pruebas en su contra de daño al Digital World *pi*. Por eso vine a NCP *pi*, para hablar con él frente a frente *pi*.

Ninguno de los presentes habló, ya sea para estar del lado de uno o de otro desconocido, o porque en verdad no sabíamos de qué nos estaban hablando. Todos estos conceptos eran nuevos para nosotros.
-¿Se encuentra bien su amigo *pi*? -preguntó Piccolomon.
-No. -dijo Yui quien lo seguía cuidando. -Sólo pudimos bajarle la fiebre, pero creo que le duele la garganta. Suele ser muy enfermizo, y por eso falta mucho a la escuela.

Bajé la mirada. Era mi culpa que Isao estuviera así, hacía algo de frío aquella noche en que nos fuimos, y después la lluvia en el Digital World. Sí, esta vez era mi culpa...
-Isao... -contestó el búho ninja.
-Lo siento... -dije murmurando.
-¡Deberías sentirlo y con toda razón! -gritó Yui. -¡Estamos perdidos en no sé qué lugar, rodeados de criaturas extrañas, tengo hambre, quiero regresar a casa! ¡No fui a la escuela y hoy tocaba revisión de uniformes! ¡Y ahora tenemos que ver la manera de que Isao se recupere ahora que no sabemos hacia dónde vamos! ¡Así es! ¡Todo es tu culpa!

El silencio reinó mientras tanto los Digimon como los humanos veían la escena que se había montado. Por un instante los Digimon de los demás vagones también se unieron al chisme.
-Lo sé. -dije mirando indiferente hacia la ventana y me dejaba caer en mi asiento.
-¡Kaito! -volvió a gritar. -¡Nunca te tomas las cosas en serio! ¡Ni siquiera cuando uno de nosotros se encuentra en un grave riesgo!
-No pienso discutirte eso. -dije levantándome de mi asiento.

Yui se enojó más de lo que ya estaba, y corriendo, sacó su abanico a punto de pegarme, pero fui más rápido y logré detenerlo con mis manos.
-¿Crees que no me preocupo por ustedes? -pregunté.
-¿Eh? -dijo Yui algo asustada.
-Si no me tomara las cosas en serio, en este mismo momento habría tomado mis cosas y estaría buscando por mi cuenta la manera de irme de aquí. -contesté.

Con mis fuerzas, rompí su abanico y seguí hablando.
-Pero si tanto lo deseas, con gusto me largo de aquí y los dejaré a su suerte, y yo a la mía.
-¡Deja en paz a Yui! -gritó su amiga la perrita Plotmon.
-¡Yui comenzó! -salió a mi defensa el dragoncito.
-¡Basta! -gritó Ryouta tratando de evitar más pleito. -¡Dejen descansar a Isao!
-¡Tú no te metas! -le gritamos los cuatro.
-¡Qué insolentes! -gritó Ryouta nuevamente.

Ese momento se volvió bastante tenso, de pleitos, de un Digimon que al final supimos que era importante, únicamente mirándonos sin poder decir nada, hasta que los gritos de los Digimon nos alertaron de que algo estaba pasando. Cosa que nos confirmó el paro brusco del tren,lo que nos hizo caer a todos al suelo.
-¡No! -gritaba el tren por el altavoz.-¡No me haga nada por favor!
-¿Qué pasa? -pregunté, cuando un extraño olor me hizo preguntar otra cosa. -¿Qué es eso que apestaa tres días sin bañarse?
-¿Tres? -preguntó Yui. -¡Yo le daba dos, pero dos semanas!

De pronto el tren desapareció como si nada, y todos los pasajeros Digimon comenzaron a gritar.
-¿Pero qué pasó? -preguntó Yui desconcertada.
-¿El tren... desapareció? -pregunté.
-No... -dijo Piccolomon. -¡Lo mataron *pi*!
-¿Qué? -gritamos todos algo aterrados.

Como dije antes, este mundo era complicado de entender, y cuando creíamos haber entendido lo que pasaba aquí, sucedía algo que nos hacía confundirnos aún más, pero no era el momento para ese tipo de cuestiones. Algo estaba pasando ahora mismo.
-¿Qué pasa? -pregunté.
-¡Ah! -gritó Misuzu. -¡Allí!
-¿Eh?

Vimos que frente a los Digimon pasajeros se apareció un monstruo extraño y verde, con un enorme martillo atado con correas a sus espaldas.
-¡O... Onagimon *pi*! -gritó Piccolomon.
-¿Un ogro? -pregunté.
-¡Mas que eso! -contestó el extraño ser presente. -¡Piccolomon! ¿Cómo te atreves a pisar NCP con esa horrenda cara? ¡Torkaimon-sama está muy molesto contigo por levantarle falsos!
-¡Nunca le he levantado falsos *pi*! -gritó la bola rosada. -¡Por eso vine hasta aquí!
-¡Deberías haberte quedado en Folder en vez de venir a este nuevo mundo! -gritó de nuevo el enorme monstruo verde.

Onagimon, o como se llamara ese Digimon, tomó su martillo y golpeó el piso. De pronto todos los Digimon que se encontraban en los “vagones” adyacentes desaparecieron como si nada, convertidos en una especie de polvo que se esparcía por los aires, pero que el monstruo del martillo logró atraer hacia él.
-¡Eres un...! -gritó mi amigo el dragón.
-¿Qué está haciendo? -grité asustado.
-¡Absorbió sus datos! -contestó Lalamon.
-¡Esto será suficiente por hoy! -contestó el Digimon del martillo. -¡Ahora! ¡Ven conmigo, maldita bola rosada!
-¡Qué cruel eres *pi*! -gritó furioso Piccolomon. -¡Ellos no merecían morir así *pi*!
-¡Cállate! -nos contestó de nuevo.
-¿Los mató? -murmuró Misuzu muy aterrada.
-¡Quiero ir a casa! -gritó Yui.

Onagimon se percató inmediatamente de nuestra presencia, y nos dijo:
-Humanos, ¿eh? Saben perfectamente que en NCP no son bienvenidos, no después de la masacre en masa que hicieron el año pasado.
-¡No! -gritó Yui aterrada. -¡No nos haga nada, Onagimon-sama!
-¡Pit Bomb! -gritó Piccolomon, mientras lanzaba una mini bomba hacia el Digimon del martillo, la cual explotó ocultándonos dentro de una fuerte humareda.
-¡Por aquí *pi*! -gritó la bola rosada.
-¡No crean que escaparán! -contestó Onagimon quien logró superar la trampa de humo.
-¡Ahí viene! -gritó Ryouta aterrado.

El Digimon del martillo de nuevo volvió a golpear la tierra, abriendo un enorme boquete, y separándonos a todos. Isao y yo habíamos caído en el cráter que había abierto dicho impacto, junto con nuestros respectivos Digimon.
-¡Isao! -grité corriendo hacia él tratando de protegerlo.
-¡Cayeron dos estúpidos niños! –gritó Onagimon. –Dicen que los datos de los humanos son deliciosos, pero nunca he probado uno.
-¡No te acerques a Isao! –grité a punto de estallar.
-Si no hablaba por ese niño enfermo. –contestó el Digimon del martillo. –Lo decía por ti.
-¡Flash Head Bonk! –gritó mi amigo el dragoncito estampando su cabeza contra Onagimon.

Lamentablemente el Digimon del martillo tenía excelentes reflejos ya que Ryuujoumon salió volando por los aires hasta estamparse en un árbol cerca del camino del ferrocarril, que extrañamente no tenía vías.

-¡Ryuujoumon! –grité asustado.

Instintivamente corrí a ayudar a mi amigo, pero no me había dado cuenta de que me había interpuesto en el martillazo de Onagimon. Yo también salí volando por los aires, aterrizando sobre el pasto.
-¡Kaito! –escuché que mis amigos gritaban.
-Es hora de tomar tus datos y terminar contigo, insolente. –contestó Onagimon alzando su martillo sobre mí.

“Es mi fin”, pensé. Hasta que un fuerte resplandor se desató justo donde mi amigo Digimon se había estampado, cubriéndolo a él. Y de pronto, se escuchó un disparo que hizo volar el martillo de Onagimon.
-¿Pero qué carajos…? –gritó el Digimon del martillo.

De pronto, una figura más marcada, con los rasgos de mi antiguo amigo, aparecieron, mostrando una enorme pistola sostenida en sus brazos.
-Intenta tocar a Kaito y te las verás conmigo. –contestó el justiciero que se acababa de aparecer.
-Mierda… -refunfuñó Onagimon. –Uno ya evolucionó… Tengo que informarle a Torkaimon-sama de esto. ¡Pero la pagarán, malditos niños elegidos!

Y así, Onagimon tomó un extraño reloj que llevaba en uno de sus brazos y desapareció como si nada.
-¿Desapareció? –preguntó Yui.
-No, sólo se aplicó pintura invisible. –contesté. -¡Claro que acaba de desaparecer!
-¿Y Piccolomon? -preguntó Misuzu.
-¡Maldito! -gritó nuestro nuevo “acompañante”. -¡Se lo llevó!
-¿Y tú quién eres? -pregunté.
-¿No me recuerdas? -preguntó. -¡Tu viejo amigo Ryuujoumon!
-¡No! -grité asustado. -¡Tú no lo eres!¡Eres más grande, y con el rostro más marcado!
-Es un poco extraño de explicar... -dijo Lalamon. -Sólo evolucionó y ya.
-¿Evo... lucionó? -pregunté,
-Así es. -dijo el enorme. -Ahora llamame Gargadomon.
-¿Garga... qué? -pregunté.
-¡Gargadomon! -gritó con la voz chillona de siempre.
-No, ahora eres Ryuujoumon. -dije y le señalé su aspecto.
-¡Aaaaahhh! -gritó el dragoncito al notar su aspecto de siempre. -¿Pero qué pasó?
-Al parecer el efecto de la evolución es temporal. -contestó Falcomon.
-Quisiera evolucionar como tú. -dijo Plotmon.
-¡Je! -levantó el pecho mi amigo. -¡Ahora soy el único en este grupo que puede evolucionar! ¡Y todo gracias a ti, Kaito!
-¿Eh? -me cuestioné. -¿Y yo qué hice? ¿Ponerme en peligro?
-Bueno... no tanto como eso, pero gracias de todos modos.

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-¿Te encuentras bien, Isao? -preguntó Yui mientras Ryouta llevaba sobre sus hombros a nuestro amigo.

Habíamos caminado por casi dos horas. Se notaba que el entrenamiento en las canchas hacía a Ryouta demasiado fuerte para cargar durante todo ese tiempo a Isao.
-Un poco. -dijo despertando.
-Qué bueno. -dijo Yui.
-Según este mapa, -contestó Misuzu. -pronto llegaremos a Light City, justo bajando esta colina.

Al llegar a la pendiente, al frente nuestro estaba lo que parecía llamarse Light City. Una ciudad pequeña. Muy similar a lo que nosotros como niños conocíamos en nuestro ambiente local. Básicamente era una réplica de nuestra ciudad. Y el sol cayendo a descansar y la costa detrás de la ciudad, le daban el toque que cualquier persona quisiera ver antes de ir a dormir.
-¿Habrá humanos por allá? -preguntó Yui.
-Ustedes son los primeros humanos que veo. -dijo Lalamon.
-Sin contar a los que los tenían encerrados en esas jaulas. -contesté.
-Creo que necesitarán un guía. -escuchamos hablar a alguien.
-¿Eh? ¿Quién eres tú? -preguntó Isao.
-Llámenme Rakugamon. -contestó de nuevo esa voz.

Todos volteamos a mirarlo. Estaba detrás de nosotros, un Digimon completamente rojo encarnado, una espada en el cinto y vendajes en ambos brazos, además de portar un extraño uniforme azul con una gorra algo simpática.
-¡He escuchado de ti! -gritó Hagurumon. -¡Eres como un héroe para Light City!
-No tanto como un héroe, pero intento que la paz del Digital World reine en esta zona. -nos dijo.

Parecía ser un buen chico, pero había algo en él que no me convencía del todo. Sentía que sus actos eran fingidos, y no sabía por qué tenía esa sensación dentro de mí.

Al llegar a la ciudad, todos los Digimon habitantes de Light City comenzaron a salir de sus casas a mirarnos. Éramos como unos bichos raros para ellos, o al menos eso nos hacían sentir. Rakugamon se portó de maravilla con nosotros. Inclusive nos llevó al hospital de la ciudad para que Isao pudiera ser atendido. Pero en cuanto nuestro “guía” se fue, comencé a hablarles a mis amigos sobre mis sospechas.

-¿Tú losientes, Ryuujoumon? -pregunté.
-¿Qué cosa? -preguntó con la boca llena de frituras con forma de aros.
-Sobre Rakugamon. -dije. -Hay algo en él que no me convence.
-Ahora que lo dices, siento lo mismo. -contestó el dragoncito. -Ahí viene.

Rakugamon llevaba entre sus manos una deliciosa charola llena de carne (no recuerdo ahora mismo de qué tipo), fue bastante deliciosa esa cena. Lástima que Isao no había podido acompañarnos en ese instante por estar en un cuarto de hospital y fuera de las horas de visitas. Fue entonces cuando comencé con mi lluvia de preguntas.
-¿Quién eres? –pregunté.
-¿Yo? –me contestó el Digimon. –Soy sólo un Vigilante de la frontera entre el Digital World y el mundo de los humanos.
-¿Vigilante? –pregunté de nuevo.
-Sí. –me volvió a contestar. –Es como una policía que actúa para evitar que los Digimon y los humanos crucen la barrera hacia el mundo al que no pertenecen. Y también detenemos a aquellos que intenten alterar la paz en ese mundo.
-¿Y por eso nos estás vigilando? –pregunté.
-En parte sí. –contestó el uniformado unos dos segundos después. –Hace años esperábamos a unos niños humanos que serían como héroes para nosotros. Nos encontramos con algo peor: Unos sujetos cubiertos de blanco comenzaron a matar a una buena parte de la población de NCP. Si salen a las calles de Light City, aún podrán notar miles de casas destrozadas. Esta era una ciudad apenas en desarrollo, pero después de lo sucedido, el desarrollo se ha detenido por completo.
-Es por eso que los habitantes de la ciudad nos siguen mirando raro. –dijo Ryouta señalando a los que nos miraban comer, provocando que los comensales volvieran a voltear a sus respectivas mesas, murmurando o algo por el estilo.
-Y sin embargo, -siguió hablando nuestro nuevo acompañante. –hay un grupo de malvados que está intentando dominar NCP y Folder.
-¿Qué es Folder? –preguntó Yui.
-El Digital World está dividido en varios continentes. –contestó. –Folder es uno de los más grandes, mientras que NCP se puede recorrer en tan sólo 2 días. Folder es el más grande y el más poderoso, mientras que NCP es tan sólo un pequeño montículo de tierra. ¿Y qué van a hacer una vez que su amigo se recupere?
-Irnos inmediatamente de aquí. –contestó Misuzu. –Este no es nuestro lugar, y veo que a nosotros nos señalan como bichos raros.
-Podría acompañarlos hasta la Frontera Digital. –contestó el “policía”. –No cualquiera puede cruzar esa frontera, a menos que sea con permiso de un vigilante.
-De acuerdo. –contestaron todos.

Sin embargo, y volvía mencionárselo a mis amigos la noche en que nos quedamos durmiendo en el hospital y nuestro nuevo amigo haciendo rondines por toda la zona.
-¡Ese Rakugamon no me convence! –dije. –Creo que nos está ocultando algo.
-¿Cómo qué? –preguntó Yui. –Es buen tipo, y nos va a ayudar a regresar a casa.
-No lo sé. –dije. –Pero hay algo en él que no me da buena espina.

Traté de insistirles de que nos cuidáramos de ese sujeto, pero nada parecía hacer efecto en mis amigos. Me levanté de los asientos para las visitas en el hospital junto con mi amigo el dragoncito, a buscar alguna máquina vendedora de bebidas. Al llegar, vimos a un lado la tele. Traté de cambiar de canal pero no llegaba a alcanzar la perilla. Tan sólo podíamos ver un canal, no sabía cuál pues era muy extraña la numeración que ellos tenían, como puros unos y ceros. Y no había nada.
-¿Cómo se usará esto? –pregunté viendo que la máquina expendedora no tenía ranura para monedas.

De pronto, una pata como de león se extendió hacia mí y dijo:
-Esto te puede servir para un refresco.

Era una especie de cubitos brillantes. Muy similares a los que había visto cuando el tren y los Digimon que nos acompañaban murieron.
-Gracias. –contesté, poniendo esos cubos frente a un compartimiento.

La máquina expendedora sacó una lata de refresco de la cual le convidé a mi amigo dragón.
-¿Quién eres? –preguntó mi amigo confundido.
-Cuídense de aquellos que dicen ser sus amigos. –contestó el sujeto quien se encontraba detrás de un pilar. –A veces ellos pueden ser sus peores enemigos.

Ryuujoumon y yo rodeamos el pilar, pero no había nadie detrás de él.
-¿Qué carajos…? –pregunté algo asustado.
-¿Sucede algo, Kaito? –preguntó Rakugamon quien al parecer vio lo que estaba sucediendo.
-No… nada. –dije para no desconcertarlo.
-Deberías ir a dormir. –dijo. –Es tarde y todos tus amigos ya están descansando.

--------------------------------------------------------------------

A la mañana siguiente, el doctor quien era un dinosaurio anaranjado con bata de doctor dio de alta a Isao.

-¿Te sientes bien, Isao? –preguntó Falcomon muy desconsolado.
-Sí. –contestó Isao. –Gracias a todos. Hubiese querido ayudarlos cuando Onagimon nos atacó.
-¿¡Onagimon los atacó!? –gritó el “vigilante”. –Ese maldito…
-Sí. –contestó Isao. –Pero Kaito y su Digimon nos salvaron, ¿verdad?
-No fue para nada. –traté de cambiar la conversación de lo apenado que estaba.

Noté que mis amigos estaban algo molestos cuando Isao les dijo eso. Los entendía, había sido Ryouta quien lo había cargado el resto del camino hasta llegar a Light City.
-Ya no puedo esperar a ver a mis padres… -dijo Yui.
-Sí, que bien… -dije.

Salimos de Light City y nos fuimos a dirección de a donde nos llevaba nuestro vigilante. Hacía fresco esa mañana, así que le presté una de mis camisas a Isao para evitar que tuviera una recaída, aunque como solo llevaba una sin mangas, tuve que soportar algo de frío.
-¿Falta mucho para llegar a la frontera digital? –preguntó Ryouta.
-Detrás de esa colina está. –contestó nuestro guía.
-¿Tan lejos? –preguntó Isao. –No sé si podré resistir tanto.
-Tienes que hacerlo Isao. –dijo Yui. –Sólo así podremos regresar a casa.

Un sonido de arbustos moviéndose me apartó de la conversación del grupo. Me traté de acercar hacia esos arbustos, pero Rakugamon me detuvo.
-¿Qué pasa Kaito? –preguntó.
-A ti te quería ver, maldito desertor. –gritó alguien detrás de los arbustos.
-Esa voz… -dije en voz baja.

Era la misma que anoche me había dado esos cubos brillantes.
-¡Rakugamon! –gritó saliendo de los arbustos.

Un Digimon en forma de un león en dos patas, con una larga melena, una espada al cinto y portando el mismo uniforme que Rakugamon portaba, apareció frente a nosotros.
-¡Ustedes! –gritó el león. -¡Apártense de este criminal!
-¿Qué es lo que quiere, capitán Leomon? –preguntó el que nos guiaba.
-¡Eres un cínico Rakugamon! –contestó quien supimos se llamaba Leomon. -¿¡Cómo puedes portar ese uniforme cuando hace tiempo abandonaste la organización!? ¡Eres una deshonra para nuestra corporación!
-¡¿Qué!? –preguntó Yui. -¿¡Entonces Rakugamon no es un vigilante!?
-No lo es. –dijo Leomon. –Hace siete años abandonó la corporación después de cometer demasiados errores, y durante ese año lo he estado investigando, y finalmente lo encontré. ¡Contesta Rakugamon! ¿¡Qué tenías pensado hacer con esos humanos!?
-¡Lo sabía! –grité.

Rakugamon bajó la mirada y comenzó a reírse.
-Eres hábil, Leomon. –contestó. –Pero hay muchas cosas de las que no te has dado cuenta, ¿verdad?
-¿Qué cosas? –preguntó Leomon.

Rakugamon se quitó el disfraz de Vigilante, y dejó mostrar unas enormes alas plegadas a su espalda, además de unas extrañas marcas en forma de cráneos en ambos brazos.
-Ah… -dijo estirando sus músculos. –Ya no necesito ese disfraz.
-¿Qué es lo que quieres de nosotros? –grité furioso.
-Sólo quería llevarlos a la guarida secreta de Torkaimon-sama. –dijo. –Ustedes humanos no son bienvenidos en este mundo. Y sólo están interfiriendo en sus planes de tener un Digital World puro y limpio.
-¡Así que tú también trabajabas para ese maldito! –grité. -¿¡Cómo pudiste engañarlos así!?

Rakugamon no contestó a esa pregunta. Mejor prefirió lanzar su ataque de espada contra Leomon, quien lo bloqueó con su propia espada.
-¡Deberíamos huir de aquí! –grité.
-¡No tan rápido! –se escuchó otra voz detrás nuestro.

Rakugamon se apartó de Leomon y dijo:
-Por fin ha llegado, Torkaimon-sama.
-¿Es él? –preguntó Yui al verlo.
-Sí. –dijo Hagurumon. -Es él.

Era una especie de humano, llevaba una armadura oscura, tenía un báculo, y lo más extraño de todo: podía volar. Sí, ese era.[3]

-No entiendo cómo un guardián de la justicia puede estar del lado de unos asquerosos humanos. –contestó de nuevo aquella voz.
-Cállate. –dijo Leomon. –Yo estoy del lado del bien, y no de un bando o de otro por ser de diferentes mundos. Además… ¿cómo es que te interesa tanto eliminar a estos niños?
-Esos niños. –dijo esa voz. –Esos niños son aquellos que, designados por Yggdrasil, traerán la paz entre los humanos y los Digimon. ¡Están interfiriendo en mis planes de tener el Digital World a mis pies!
-Así que era eso. –contestó Leomon. -¡Entonces considérate enemigo de los Vigilantes!

Torkaimon y Rakugamon comenzaron a atacar contra Leomon. Era una pelea totalmente desequilibrada, pues eran dos contra uno.
-¡Tengo miedo! –gritó Misuzu.
-¿Qué debemos hacer? –preguntó Isao.
-Hay que ayudar a Leomon. –contesté. –Amigo, es hora.
-¿Pero cómo? –preguntó el dragón.
-Pues… ¡Arrrghhh! ¡No lo sé!
-¡Rápido! –gritaron los demás Digimon. -¡Hay que ayudar a Leomon!

Y así, los Digimon salieron corriendo a ayudar al verdadero Vigilante, pero Torkaimon los aventó con una ráfaga de viento que había provocado con un movimiento de su brazo.
-¡Amigos! –gritó el dragoncito bastante preocupado.

Así, quizás la voluntad era necesaria únicamente para evolucionar, ya que de pronto, pude ver de nuevo a mi amigo dragón convertido en aquella bestia.
-¡Ve! –grité. -¡Ayuda a Leomon!

Gargadomon comenzó a disparar, hiriendo levemente a Rakugamon, pero Torkaimon fue más rápido y lo tomó de uno de sus brazos, voló por los aires y lo lanzó al suelo. Era una lástima que mi amigo no pudiera volar.
-¡Gargadomon! –grité.
-¡Basta! –gritó Isao. -¡No puedo soportar viendo esto!

Una luz salió de sus bolsillos, y se estampó sobre Falcomon, convirtiendo a éste en un enorme avestruz ninja.
-Kunai Bane. –gritó el ave lanzando una extrañas cosas puntiagudas estrellándose contra Rakugamon.
-¡Hay que retirarnos, señor! –gritó Rakugamon.
-¡No sin antes llevarnos a estos dos! –gritó sosteniendo a Misuzu y a Lalamon.
-¡Misuzu! –grité aterrado.
-¡Lalamon! –gritó mi amigo pistolero.
-¡Quítame las manos de encima, monstruo! -gritaba Misuzu desesperada.
-¡Ahora sí! –gritó Torkaimon. -¡No nos pueden detener! ¡Espero que logren encontrar nuestra guarida! ¡Ah, y Piccolomon les manda saludos desde donde lo tengo encerrado!
-¡Eres un maldito! –grité con todas mis fuerzas, pero no logré nada con eso, pues esos dos Digimon habían desaparecido.

Intenté contener las lágrimas, pero fue imposible. Ahora sí, todo era mi culpa. Y ahí aprendí la cuarta regla: No te fíes de ningún Digimon.

Fin del acto 2.
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Re: The Digital World Chronicles [Prelude]

Mensaje por Gargadon »

Y por último, el acto 3.
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Acto 3: La traición de Kaito

Habíamos atendido a Leomon de sus heridas, se despertó. Había pasado todo el día durmiendo, y por fin había despertado.
-Por fin despertaste, capitán Leomon. –dijo Ryouta preparando la comida en medio del camino.
-¿Dónde estoy? –preguntó Leomon.
-Torkaimon y Rakugamon te dieron una paliza. –le dije. –Además…
-Lamento lo que pasó, niño humano. –dijo. –Debí defenderlos, y no pude.
-Todo esto es culpa de Kaito. –dijo Yui.
-¿Mía? –pregunté molesto. -¿Y yo por qué? ¡Yo les avisé que Rakugamon no era de fiar!
-¡Ha sido tu culpa desde un principio! –contestó de nuevo Yui. -¡Tú nos arrastraste a este mundo! ¡Por tu culpa hemos tenido que pasar la noche en un hospital!
-Creo que Yui tiene razón esta vez. -dijo Ryouta. -Tú insististe mucho en venir a ver qué pasaba, y mira en lo que estamos ahora.

Respiré un poco y dije:
-Pero ustedes fueron los que decidieron venir conmigo. Esto era algo que quería hacer solo, nunca los obligué a ver lo que pasaba aquí.

Me enfoqué en caminar hacia otro lado para intentar escapar, a lo que mi amigo me siguió, algo preocupado.
-Iré a verlos. -dijo Leomon siguiéndonos.

Después de haber caminado ya varios metros alejados del resto del grupo, Leomon comenzó a cuestionarnos.
-Esperen... -dijo.
-¿Qué es lo que quieres? -grité muy molesto.
-Sólo quiero hablar con ustedes un momento. -dijo el león. -Veo que están teniendo conflictos entre el grupo.
-¿Y? -pregunté. -Tienen razón. Yo los traje aquí, y por mi culpa ahora secuestraron a Misuzu.

Y así, entablamos una plática bastante reconfortante, pues logré sacar lo que tenía guardado dentro de mí. Pero bueno, creo que eso no es lo más relevante. Habiendo terminado de hablar, Leomon se despidió de todos nosotros, y nos deseó suerte en nuestro viaje. A todos nos contó lo que estaba sospechando, que Torkaimon en realidad quería hacerse dueño de Folder y de NCP, y que por esa razón había secuestrado a Piccolomon. También nos dijo que era mejor olvidar nuestras diferencias y enfocarnos en lo que teníamos que hacer: salvar a Piccolomon y a Misuzu.
-¿Pero cómo? -preguntamos todos.
-Nadie sabe dónde se esconde ese Digimon. -nos contó Leomon.-Pero sé que ustedes lograrán obtener todas las pistas necesarias para dar con su escondite.

Esa misma noche se nos encargó a Ryuujoumon y a mí recoger algo de leña para iniciar una fogata, así que a eso fuimos. Después de haber cortado bien los troncos y de ahumarlos para que quedaran listos, los llevamos arrastrando, pero no pensé que algo muy extraño sucedería allí.
-Alguien nos está observando. -le comenté a mi amigo dragón.
-¿Quién? -preguntó.
-¡Sal de allí, quien quiera que seas! -grité.
-¡Fufufufufufu! -contestó aquella voz. -Veo que eres bastante instintivo, niño elegido.
-¡Torkaimon! -dije al verlo, y caí de espaldas.
-¿Qué es lo que quieres maldito? -gritó mi amigo.
-No se asusten. -comentó. -Sólo vine en plan de camaradas.
-¿Camaradas? -pregunté.
-Verás... -comenzó a contarnos. -Veo que tienes un buen colmillo para saber qué está bien y qué está mal en una situación. Fuiste el único que sospechó de Rakugamon, y eso es bueno, puedes distinguir quién finge y quién no.
-Quieres que trabaje para ti, ¿no? -pregunté.
-Este niño es más inteligente de lo que creí. -dijo en voz baja.
-¿Qué dijiste? -pregunté.
-Así es. -contestó aquel sujeto. –Me gustaría que fueras uno de los comandantes de mis tropas armadas.
-Vámonos, Kaito. –dijo el dragoncito algo asustado.
-¿A cambio de entregar a Misuzu? –pregunté ingenuo.
-Claro que no. –dijo caminando dando vueltas. –Sólo por interés tuyo. ¿O qué? ¿Acao no te gustaría trabajar para mí?
-¿Y por qué? –pregunté amenazante.
-Veo que tus amigos no te respetan. –dijo como si me conociera. –No saben apreciar tus cualidades. ¿No te gustaría explotar todo lo que tienes y convertirte en uno de los amos del Digital World junto conmigo?
-Yo…

No sabía qué responder. Y es que era cierto, hacía lo posible por enmendar mi error pero nadie lo comprendía así. Y por alguna extraña razón, sentía que era eso lo que debía hacer, a pesar de que sabía que estaba mal.
-No es necesario que me contestes ahora. –contestó ese Digimon. –Mañana en la mañana vendré a pelear, y será en ese momento en que tomarás tu decisión.

Y así, desapareció sin poder contestarle o decirle algo.
-No lo hagas, Kaito. –contestó el dragón.
-No sé qué hacer… -dije un poco confundido.
-¡Ahí estás, Kaito! -gritó de nuevo Yui. -¡Deja de holgazanear y trae esos troncos que nos hace falta!

Me comencé a molestar.
-Kaito, no te molestes. –trató de confortarme mi amigo.
-Está bien. –dije. –Tranquilo Kaito, todo va a estar bien.

Y así, pasamos la noche algo calientitos. Era nuestra segunda noche en ese extraño mundo, y ya queríamos regresar a casa. Pero no sabíamos cómo…

----------------------------------

-¿Y por qué no nos pueden llevar al mundo real? –preguntó Yui.
-Para garantizar la seguridad de su mundo, no podemos abrir ni una puerta de esa frontera. –contestó Leomon. –Ya tenemos las pruebas suficientes para ordenar una aprehensión contra nuestro gobernante de NCP, pero tenemos la sospecha de que ha estado usando la frontera para viajar entre mundos.

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Así es. Creíamos que los Vigilantes podrían ayudarnos, pero no fue así. Ahora estábamos en un mundo diferente, a merced de extraños monstruos que se aparecieron durante la noche. Y al amanecer, por fortuna Ryouta sabía cocinar, o de lo contrario nos hubiéramos muerto de hambre.
-¿¡Cómo conseguiste esa televisión!? –preguntó Isao sorprendido.
-Hay un sendero de televisores por allá. –señalé.

Todos se quedaron algo asombrados ante semejante respuesta.
-¿Qué? –pregunté. –Hay por allí un camino de televisores, y todas funcionan sin conectarlas a la electricidad.
-¡Silencio! -gritó Ryouta.-¡Están pasando algo en la tele!
-Y así... -hablaban en la tele. -Light City se ha convertido en una zona llena de caos. El gobernante de NCP, Torkaimon, no descansará hasta que toda la ciudad y sus alrededores sean destruidos. Todo parece indicar que está involucrado en la desaparición del gobernante Piccolomon de Folder...
-¡Ya no puedo seguir viendo eso! -gritó Yui.
-¡Tenemos que rescatar a Misuzu y a Piccolomon! -grité.
-¡Listo, genio! -contestó de manera sarcástica Yui. -Ahora respóndeme cómo.
-Bueno... yo...-dije titubeando.
-¿Ves? -preguntó Yui. -¡Ni tú sabes cómo llegar hacia ese maldito monstruo!
-Esto... -contestó Isao algo tímido. -Si Torkaimon nos quiere, él vendrá hacia nosotros. ¿No creen?
-En eso tiene razón. -le siguió Ryouta. -Somos un blanco muy fácil si no nos movemos desde ya.
-¿Y a dónde? -preguntó Yui. -Light City está siendo destruida. No podemos regresar hacia allá.
-Solo nos queda seguir en el camino al que Rakugamon nos llevaba. -dije. -A final de cuentas, Torkaimon nos está buscando. No podemos escondernos de él.

Y así, emprendimos de nuevo el viaje. Sabíamos que ese sujeto nos estaba buscando, pero mi preocupación era mayor. Ese tipo me había anunciado que esa mañana nos atacaría de nuevo. Había que estar alertas. Esa noche había meditado todas las opiniones, y ya había tomado mi decisión.

-Por fin los encuentro. -contestó esa voz. -Sean chicos buenos y ríndanse.
-¡Eso nunca! -gritó Ryouta. -¿Dónde tienes a Misuzu? ¡Suéltala!
-Si la soltara, este juego no sería para nada divertido. -contestó ese sujeto. -Además, ya tengo mi carta fuerte, ¿o no?
-Es hora de evolucionar. -dije a mi amigo.
-¿Podemos, Isao? -preguntó Falcomon.
-¿Tenemos qué hacerlo? -me preguntó Isao.
-¡Sería recomendable! -grité viendo que mi amigo el pistolero no podía contra semejante fuerza.

Y así, Gargadomon y Peckmon se enfrentaron a nuestro enemigo. Peckmon hacía muestra de su espíritu ninja, y mi amigo pistolero era mucho mejor con las armas de fuego. Pero Torkaimon esquivaba fácilmente sus ataques, y lo peor de todo:volaba. Mi amigo pistolero estaba en total desventaja ante esa habilidad. Justo cuando Torkaimon atacó exclusivamente a Peckmon, fue cuando tomé mi camino.
-¡Gargadomon! -grité. -¡Es tu turno! ¡Ataca...! A Peckmon.

Y así, Gargadomon le dio un balazo a Peckmon en uno de sus costados, haciéndolo caer de un fuerte dolor.
-¿Pero qué estás haciendo, Kaito? -gritó Isao muy asustado.
-Estoy haciendo lo que debí hacer desde un principio. -dije encaminándome hacia donde se encontraba Torkaimon.

Eso era. Decidí unirme a ese sujeto. Creo que era lo mejor para todos... bueno, no para los que creí eran mis amigos.
-¡Esto es una locura, Kaito! -gritó Yui. -¿Por qué vas con él?
-Torkaimon-sama me prometió convertirme en uno de los amos del Digital World. -dije. -Por fin puedo ser alguien en alguno de los dos mundos existentes.
-Bien hecho, chico. -contestó mi nuevo jefe. -Sabía que no me defraudarías. ¡Es hora de irnos, Yanami Kaito!

Así, Torkaimon nos envolvió a mí y a Gargadomon en una enorme burbuja, y ésta comenzó a desplazarse.
-No lo creí de ti... Kaito... -dijo Ryouta. -¡Yo siempre te defendí! ¡Como buenos colegas que éramos! ¡Pero se acabó! ¡Nos la pagarás! ¡Cuando te vea te juro que te mato!
-Kaito... -dijo mi amigo.
-Lo sé... -dije bajando la mirada mientras nos alejábamos del grupo.

Habíamos caído muy bajo. En 15 minutos habíamos llegado a la guarida secreta de Torkaimon, y durante ese tiempo no habíamos hablado nada. “Hablaremos cuando mis secuaces y nosotros estemos reunidos en mi castillo”, me dijo.

Y así, llegamos a su castillo. Un enorme recinto, con una gran sala en la entrada.
-Por fin llegó, Torkaimon-sama. -contestó Onagimon, quien se inclinó ante él.
-¿¡Pero qué hace ese niño con usted!? -gritó Rakugamon desenfundando su espada.
-Yanami Kaito va a ser uno de mis comandantes, al igual que ustedes. -contestó nuestro jefe. -Tiene una excelente intuición, es un estratega nato.
-No me halague, señor. -dije.
-¡Debe ser una broma! -gritó de nuevo el Digimon espadachín.
-No es ninguna broma. -le dije. -Estoy aquí por mi propia voluntad. Además... estaré muerto si intento traicionarlos. ¿No es así?
-Precisamente. -dijo mi jefe. -O estás conmigo, o estás en contra mía.

Rakugamon me llevó a los exteriores de forma agresiva. En un principio intenté resistirme, pero decidí no hacerlo.
-Bien, -dijo. -si de verdad eres uno de los nuestros, demuéstramelo. ¡Mata a alguno de ellos!

Rakugamon llamó a toda la cuadrilla de soldados que teníamos a reunirse.
-Gargadomon. -contesté.
-De acuerdo. -contestó el pistolero.

Mi amigo fue rápido y certero. Un Digimon dentro de un bote de basura fue el desafortunado en morir frente a nosotros.
-¿Eso es todo? -pregunté.
-Garbamon era solamente basura. -contestó Rakugamon. -Bien hecho.

Todos los aliados del bando enemigo estaban completamente asustados.
-¡Y que esto les enseñe una lección! -gritó Rakugamon a los reclutas. -¡Ustedes no son más que basura!

Sonreí al escuchar eso. Eso significaba que habíamos pasado la prueba. Esa noche se nos permitió ingresar a los calabozos de los prisioneros, escoltados por alguno de los dos comandantes restantes. Era un lugar totalmente lúgubre, frío, húmedo y oscuro.
-Prácticamente todo NCP nos ha declarado la guerra. -contestó Onagimon, quien me acompañaba a los calabozos. -Aquí es donde se quedan encerrados aquellos personajes importantes y que suponen una amenaza para nosotros.
-Gracias por acordarse de uno *pi*. -dijo Piccolomon quien se encontraba en la celda del fondo.
-Te dijimos que no siguieras investigando, estúpida bola rosada. -contestó Onagimon burlándose de Piccolomon. -Bien que pudiste haberte callado y quedado en Folder, pero abriste la bocota. Estoy seguro que fuiste tú quien llamó a los niños elegidos.
-¿Y qué si lo hice *pi*? -preguntó molesto Piccolomon. -¡No podía quedarme de brazos cruzados mientras los niños elegidos corrían un grave peligro sin saber lo que pasaba en NCP *pi*!
-Ingenuos...-dije en voz baja.
-¡Ah, Kaito *pi*! -dijo Piccolomon algo desconcertado. -¿Qué haces aquí *pi*? ¿Te atraparon *pi*?
-No me compares contigo ni con esos niños elegidos. -contesté.
-¿Qué quieres decir *pi*?
-Esos niños nunca valoraron lo que hice por ellos. -contesté. -Por esa razón decidí servir a Torkaimon-sama.
-¿Qué dijiste, Kaito? -preguntó una voz a un lado, quien resultó ser Misuzu.
-Que les he declarado la guerra a los niños elegidos. -contesté sonriente. -Siempre quise hacer algo por el bien de todos, y ahora es mi oportunidad.
-¡Te han lavado el cerebro, Kaito *pi*! -contestó Piccolomon bastante asustado. -¡Torkaimon y sus cómplices sólo quieren dominar el Digital World *pi*!
-Solo quieren un mundo mejor donde los Digimon puedan vivir de forma tranquila. -contesté algo contrariado. -Y si hay que matar a toda una raza, lo haremos sin ningún problema.
-Kaito... -dijo Misuzu triste.
-Y ustedes serán los primeros en ver este nuevo amanecer en el Digital World. -dijo Onagimon. -¡Vámonos Kaito! ¡Es hora de la cena!

--------------------------------------

Los días siguientes fueron bastante complicados. Torkaimon me enseñó en persona muchos de los elementos utilizados para escape.
-Esto... -me entregó un pequeño cubo. -Esto es un generador de Digital Gates.
-¿Qué es un Digital Gate? -pregunté.
-Un Digital Gate nos permite ir de un lugar a otro cuando queramos. -me contestó mi jefe. -Siempre y cuando conozcamos ese lugar.
-¿Podemos probarlo? -preguntó mi amigo dragón.

Torkaimon lanzó uno de esos generadores al suelo, y creó un agujero en el suelo.
-Entren allí. -nos dijo. -Kaito, piensa en algún lugar de este castillo.

Algo asustado, entré y de pronto, una luz cegadora apareció y desapareció de pronto, mostrándonos justo detrás de Torkaimon.
-Interesante. -dijo nuestro jefe. -Pudiste controlar el generador de Digital Gates sin ningún problema. Creo que estás más que listo para enfrentarte a esos niños.
-Por cierto... -pregunté, a pesar de que no debía hacer demasiadas preguntas. -¿Por qué los niños elegidos son un problema para nosotros?
-En realidad ustedes no eran los niños elegidos a los que esperaba. –contestó mi jefe. –Sólo sé que el descendiente de uno de ustedes será mi peor enemigo.“Proyecto”. Así le llamarán a ese niño.
-¿“Proyecto”?
-Un niño que traerá la paz al Digital World, ya que será el símbolo de la unión entre los humanos y los Digimon. Un joven humano que no sólo podrá utilizar a los Digimon a su antojo, sino que podrá volverse uno de ellos a su voluntad.
-¿De verdad puede existir algo así? -preguntó Ryuujoumon.
-No lo sé. -contestó mi jefe. -Pero es mejor tomar medidas antes de que esosuceda.
-¿Entonces nosotros no somos los niños elegidos? -pregunté mientras sacaba mi Digivice. -¿Y qué significa esto?
-¡¡Aleja eso de mí!! -gritó mi jefe. -¡Esa luz nos ciega a los Digimon malignos!
-¡Sí señor! -contesté apresurado guardando el Digivice en mi bolsillo. -Sólo quiero saber para qué nos dieron eso.
-Se los dieron para protección dentro del Digital World. -me dijo mi jefe. -Un humano sin armas es inútil en el Digital World.

Fue en ese entonces cuando comencé a sospechar de él en ciertos aspectos.
-Pero no perdamos tiempo en eso. -siguió hablando. -¿Por qué decidiste traicionar a tus “amigos”?
-La verdad... -contesté algo incómodo. -La verdad es que siempre he sido como el chico malo de todas las situaciones. Mis padres adoptivos no me escuchan para nada, esos niños están enojados porque los traje a este mundo sin saber cómo regresar... Ya estaba harto de escuchar gritos... Por eso me alejé de ellos. Todos me ven como el malo del cuento, y por primera vez estoy completamente firme en mis decisiones.
-¿Padres adoptivos?
-Sí... -dije de nuevo, esta vez bajando la mirada. -Creen que todavía me chupo el dedo, pero no saben que recuerdo a la perfección el día que me sacaron del orfanatorio.
-¿Siempre quisiste saber tu verdad?
-¿Es posible, señor? -pregunté asombrado.
-Ahora vayamos a la pieza de la verdad.
-¿Pieza de la verdad? -pregunté.
-Es aquí. -dijo deteniéndonos frente a una de las tantas puertas de los infinitos pasillos. -Sólo yo tengo la llave, y ni Rakugamon ni Onagimon saben de esta sala. Es más, casi no la uso.

Torkaimon sacó una llave para quitar el oxidado candado que bloqueaba la puerta. La puerta rechinó al abrirse, y encontramos una enorme televisión sin perillas y sin antena.
-Esa televisión que ves allí... -me dijo mi jefe. -Esa televisión revela lo que tú quieras ver. Sólo muestra realidades, nada de fantasías.

En ese instante tragué saliva. Sólo esperara que Torkaimon no me hubiera investigado por esa televisión.
-Pregúntale lo que quieras.
-Está bien... -dije avanzando hacia la televisión, con mi amigo el dragón agarrándome la mano. -Quiero saber quiénes son mis verdaderos padres y dónde están.

De pronto, la televisión mostró la imagen de un cementerio. Unas lápidas bastante descuidadas, la maleza no dejaba siquiera ver sus nombres grabados. No creí que mis verdaderos padres estuvieran muertos.
-Entonces... -dije formulando otra pregunta, esperando que no fuera tan triste de ver. -quiero saber cómo murieron mis padres.

La televisión cambió de imagen. Esta vez me mostró un hombre y una mujer completamente asustados, siendo balaceados por los que parecían ser científicos. La escena era horrible. Un bosque en llamas, con cadáveres por doquier. Quería apartar la mirada de la pantalla, pero era tanta mi curiosidad que vi toda la cruel realidad.
-Ahora... -dije a punto de llorar. -Quiero... quiero saber cómo están mis padres adoptivos.

En ese momento la televisión me mostró el comedor de mi casa. Mis padres y Azumi cenando juntos. Aquella silla vacía junto a Azumi era la mía.
-Es mi casa... -dije a punto de tocar la pantalla.

“Extraño a Kaito...” -contestó mi hermana desde la televisión.
-¿Por qué se fue? -contestó llorando mi madre. -¿Fue mi culpa?
-Fuimos los dos... -contestó mi padre abrazándola. -Creo que en el fondo ya sabía que no es nuestro verdadero hijo.
-¡Fue nuestra culpa! -gritó mi madre desconsolada mientras Azumi se retiraba de la mesa, quizás para llorar en silencio en su habitación. -Nunca lo tratamos como si fuera nuestro hijo...

Volteé hacia atrás, y murmuré.
-No... fue mi culpa...
-Kaito... -dijo mi amigo tratando de comprenderme.
-Quisiera estar a solas, Torkaimon-sama... -le dije a mi jefe, quien se retiró dejándonos a mí y a mi Digimon en esa extraña habitación.

Ahora me daba cuenta de lo que había provocado con mi irresponsabilidad. No sólo había arrastrado a mis amigos a un mundo extraño. También hice que mi familia sufriera mi desaparición. Tenía que regresar de alguna manera. ¿Pero cómo?

Uno hubiera querido que la guerra prolongada hubiera resultado como se esperaba. Sin embargo, no todo estaba resultando como se esperaba. Según los reportes de Rakugamon, el Hagurumon de Ryouta había evolucionado en un Guardromon. Un enorme robot de color cobre con una escotilla en el pecho. Esto se estaba complicando más. Y mientras Onagimon y Rakugamon luchaban sin éxito contra los niños elegidos, yo me tenía que encargar de eliminar muchas de las aldeas. Fue allí, cerca de una pequeña aldea llamada Shin Jipangu, a las afueras de Light City, donde sucedió nuestro nuevo encuentro con mis ahora enemigos.

-¡Deja en paz a esos aldeanos, Kaito! -gritó Yui.
-Qué bueno que llegaron, chicos. -contesté.
-¿Cómo te atreves a perturbar la paz en el Digital World? -gritó Isao. -Creí que querías paz y armonía en este mundo.
-¡Eres igual a ellos! -gritó Ryouta. -¡Mírate! ¡Eres todo un asesino a sueldo!
-No intentes juzgarme. -grité.
-¡Claro que podemos! -gritó Yui. -¡Así te atreves a ayudar a los que tienen cautiva a Misuzu! ¡Qué vergüenza me das!

Fue en ese momento cuando Rakugamon y Onagimon aparecieron frente a ellos y dijeron:
-Torkaimon-sama nos envió a auxiliarte. -contestó Onagimon.
-¡Ya era hora! -dije. -¡Esos chicos son una lata!

Ryouta se ofreció a pelear conmigo. Guardromon contra un excelente pistolero. Me equivoqué por la apariencia de ese robot.
-¡No te detengas, Guardromon! -gritó Ryouta.

Así, Guardromon comenzó a bloquear los disparos de mi amigo. Bueno, en realidad no era necesario. Su cuerpo era inmune a los ataques del pistolero.
-Tenemos que buscar otra manera de atacar, Kaito. -dijo Gargadomon.
-Sí, ¿pero cómo? -pregunté.

Fue cuando noté que se cuidaba demasiado la espalda, a excepción de cuando atacaba. Fue en ese momento cuando Guardromon lanzó una bomba hacia nosotros.
-¡Ahora! –grité. -¡A su espalda!

Gargadomon corrió entre la humareda provocada por la explosión, lanzando un disparo concentrado en la espalda de Guardromon, provocando que éste degenerara en su forma anterior, Hagurumon.
-¡Hagurumon! –gritó Ryouta asustado y corriendo hacia él.
-¡Entiéndelo Ryouta! –dije. -¡Ustedes no tienen oportunidad contra nosotros! ¡Nos hemos vuelto mucho más fuertes ahora!
-¡Eso es cierto! –contestó en tono de burla Rakugamon. -¿Por qué no van a sus casitas a llorar con sus papis? ¡Es cierto, no pueden!

Los tres comandantes comenzamos a reírnos de esas declaraciones.
-No importa lo que hagan. –dije. –Jamás nos superarán. Entiéndanlo.
-¿Cómo puedes hablar así, Kaito? –dijo Yui a punto de llorar.
-¿Se siente feo cuando se burlan de ti, cierto? –contesté burlándome.
-Esto es horrible... -dijo Isao abrazando al pobre Falcomon, dando a notar que los otros dos comandantes lo habían dejado peor que un puré. -Kaito, despierta... Reacciona. No nos puedes hacer esto.
-Claro que podemos. -le contesté. -¡Vámonos chicos!

Los tres comandantes nos fuimos de la zona, pero deliberadamente logré soltar un pequeño trozo de papel con el que había anotado algo. Esperaba que ese recado lograra llegar a quien verdaderamente debía llegar. Tenía miedo. Si Torkaimon descubría lo que estaba haciendo, era hombre muerto.

Esa noche, traté de dormir. Pero no podía dejar de pensar en lo que había visto en aquella sala. La imagen de mis padres muertos no se me quitaba de la cabeza. Tomé aire saliendo de mi habitación. Esa noche, el Digital World estaba completamente despejado. No había ni una sola nube en el cielo.
-¿Cuánto tiempo más vamos a seguir con esto? -preguntó mi compañero Digimon.
-Sólo un poco más. -dije. -Aún falta la prueba clave.
-¿No pueden dormir? -preguntó Rakugamon acercándose a nosotros.
-Estaba pensando en algunos asuntos del pasado... -dije mirando hacia el vacío.
-Mejor distráete con algo de provecho y llévale esta comida a los prisioneros. -contestó el ex-vigilante. -Recuerda que tú eres el comandante de más bajo rango de entre los tres.

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-Tonto Rakugamon... -dije refunfuñando bajando las escaleras hasta llegar a las mazmorras. -”Eres el comandante de más bajo rango...”
-¿Hay alguien allí? -preguntó Lalamon quien escuchó nuestra voz.
-Es hora de la cena. -contesté.
-¿Servirán algo mejor que basura *pi*? -preguntó Piccolomon.
-Cómanselo, porque no va a haber más hasta mañana. -dije dejando los platos de comida en sus celdas.
-Kaito... -dijo Misuzu acercándose a mí. -Deja de hacer esto, reacciona.
-¿Hacer qué? -pregunté inocentemente. -¿Hacer lo que siempre he querido? Reacciona Misuzu... Puede que yo sea un don nadie en el mundo real, y finalmente ya tengo un lugar en dónde ser alguien. No importa cuántas vidas deban desaparecer.
-Un niño elegido no puede hablar así *pi* -contestó Piccolomon regañándome.
-Hace tiempo que dejé de ser un niño elegido. -contesté. -Ahora le sirvo a Torkaimon-sama y a su ideal de un mundo mejor. Es hora de dormir, chicos. Puede que mañana sea un largo día.

Me retiré de los calabozos. Esperaba que los elegidos y Piccolomon pudieran captar mis indirectas. Tenía miedo, en cualquier momento Torkaimon me descubriría. No quería pensar en lo que me haría si me descubría en cualquier instante.
-Ryuujoumon... -dije algo asustado. -Prométeme que me defenderás si Torkaimon nos descubre.
-Lo prometí desde que nos propusimos hacer esto. -dijo mi amigo.

Y así, nos fuimos a dormir. No sé si era demasiada mi preocupación por ser descubierto, o lo que fuera. Pero esa noche, tuve un sueño bastante revelador. Era la misma escena que me había mostrado la televisión, pero esta vez logré reconocer la zona donde había pasado. La masacre era la misma, mucha sangre derramada y cadáveres por todos lados, pero esta vez tuvo un detalle que me hizo levantarme de la cama rápidamente.
-¡El sendero de televisores! -grité asustado.
-¿Qué pasa? -preguntó Ryuujoumon.
-¡Esa es la clave que hacía falta! -grité asombrado. -¡El sendero de televisores!
-¿De qué hablas? -preguntó de nuevo mi amigo acomodándose a seguir durmiendo.
-¿No lo entiendes, Ryuujoumon? -pregunté. -¡Creo que mis verdaderos padres llegaron aquí! ¡Al Digital World!
-¿Queeeeeeé? -gritó mi amigo asombrado. -¡Pero eso es imposible!
-¡Pero todo encaja! –contesté. -¡A los dos años recuerdo que me sacaron del orfanatorio! ¡Eso fue hace siete años! ¡Hace siete años fue la masacre Digimon en masa!
-Debe ser alguna coincidencia esas etapas de la vida. -contestó Ryuujoumon.
-¿No lo entiendes? -pregunté. -Si los humanos fueron asesinados hace siete años, podría ser que ellos no iniciaran la masacre porque no estaban preparados para el Digital World. Estoy seguro que ellos no iniciaron esta guerra.
-¿Y cómo lo vamos a comprobar? -preguntó. -No podemos salir de la habitación o sospecharán de nosotros.
-Conozco una forma. -dije.

Lancé uno de esos generadores de Digital Gates al suelo y dije:
-A buscar la verdad, amigo.

Y así, en esa noche oscura y fría en esa zona del Digital World, nos pusimos, mi amigo dragón y yo frente a aquella pantalla de la verdad.
-¿Estás listo, Kaito? –preguntó el dragón. –Todavía podemos regresar a casa.
-No. –dije sin siquiera mirarlo. –Ese ha sido nuestro propósito desde que decidimos venir aquí.

Di unos pasos antes de escuchar pisadas afuera de la sala.
-Silencio… -dije en voz baja. –No se deben dar cuenta de que estoy aquí…

Cuando los pasos se dejaron de escuchar, seguí avanzando en dirección a aquella pantalla. Miré al frente de ese frío aparato y dije:
-Qui… quiero saber… ¡Quiero saber todo lo que ocurrió en la masacre Digimon de hace siete años!

En ese momento comenzaron las imágenes, y lo que vi me dejó helado.
-Bingo… -dije sin dejar de mirar aquella pantalla. –Esta es la prueba clave que necesitábamos… Hay que reportárselo a los superiores.

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Esa mañana fue la más larga de todas. Un soldado encubierto nos había dado el pitazo de estar a la defensiva. Los Vigilantes ya sabían de nuestra ubicación. ¿El por qué no nos habían encontrado antes? Era una serie de detalles que nos escondían de ellos. El primero era que estábamos en una zona que no se podía mirar desde afuera. Algo así como una casa invisible. El segundo lugar era que NCP apenas era una isla en formación. Los pocos habitantes que la conformaban no llegaban ni a los cien mil, y nadie había dibujado un mapa de la zona aún.

Pero bueno, eso no era relevante. No había podido dormir del descubrimiento que había hecho, aunque Ryuujoumon sí, escuché las carreras fuera de mi habitación. Fue entonces cuando Torkaimon entró a mi habitación algo agitado.
-Te necesito en la línea de frente. -gritó.
-Sí señor. -contesté.

Al llegar a la orilla del nivel más alto del castillo, pude ver una escena sacada de una película: Todo un batallón de los Vigilantes, cada uno con el mismo uniforme, rodeando nuestro cuartel. Y en la línea de frente, estaban mis viejos amigos.
-Ríndete Torkaimon. -gritó el capitán Leomon quien se encontraba junto a los niños.
-¡Torkaimon-sama jamás se rendirá! -grité.

Corrí hacia mi jefe, y le dije:
-Torkaimon-sama, la situación es muy crítica. Tenemos todo el castillo rodeado.
-Lo sé. -contestó mi jefe. -¡Rakugamon! ¡Tú te encargarás de las tropas! ¡Onagimon! ¡Tú lo cubres!
-¿Y yo qué hago? -pregunté.
-Te toca traer a los rehenes. -dijo. -Ellos son los únicos que evitarán que nos ataquen. No pueden lastimarlos, así que no los lastimes para que el enemigo los pueda ver.
-¡A la orden, señor!

Ryuujoumon me acompañó hasta los calabozos. Justo en ese momento comenzaron los ataques. La zona era oscura y las ventanas se encontraban casi pegadas al techo, haciendo imposible la vista al exterior. Pero se podía ver la sombra de la lluvia de escombros.
-¡Sáquennos de aquí *pi*! -gritaba Piccolomon asustado.
-¡Ya voy! ¡Ya voy! -grité. -¡Torkaimon-sama los quiere vivos, así que sólo síganme!
-¡No te vamos a seguir para nada! -gritó Misuzu.

No dije nada, así que sólo abrí la celda y le quité a los Digimon unas esposas especiales que se les habían colocado para evitar evolucionar y atacar.
-¡Misuzu! -grité aterrado. -¡Hay que irnos de aquí rápido y volver con los niños elegidos!

En ese momento Misuzu me lanzó una cachetada tan fuerte que me dejó tirado en el suelo.
-¡Kaito! -gritó Ryuujoumon asustado.
-No te preocupes... -dije levantándome del suelo sobándome la mejilla. -Es normal que Misuzu reaccione así, no sabe lo que en realidad estamos haciendo.
-¿Qué están haciendo? -preguntó Misuzu algo confundida. -¡Kaito! ¡Eres un traidor! ¡Un tonto! ¡Creí que estabas buscando la forma de ayudarnos a salir de este mundo y regresar a casa!
-¡Y lo estoy haciendo! -grité.
-¡Ah claro! -dijo de nuevo. -¡Te uniste al bando enemigo! ¡Me tenían aquí encerrada y lo único que hacías era burlarte de nosotros!
-¡No tenía otra opción! -grité. -¡No podía levantar sospechas de Torkaimon ni de alguno de sus aliados!
-¿De qué hablas? -preguntó Lalamon.
-¿No se suponía que colaborabas para Torkaimon *pi*? -preguntó Piccolomon.
-¡No! -grité. -¡Yo...! ¡Yo...! ¡Yo soy un Vigilante encubierto!
-¿Qué? -preguntó Misuzu en voz baja.

Se hizo un silencio que ni los bombardeos fuera del castillo podían interrumpirlo. Me sentía aliviado por fin de contarle la verdad a alguien.
-¿Qué dijiste *pi*? -preguntó Piccolomon.
-¡Es la verdad! -dije nuevamente. -¡El capitán Leomon me ofreció ser un Vigilante encubierto y descubrir la guarida de Torkaimon!
-¿Hiciste eso por nosotros? -preguntó Misuzu.
-Hay que irnos de aquí. -dije. -Estas mazmorras colapsarán en cualquier momento.

Misuzu, Lalamon y Piccolomon me siguieron. Yo era su guía y debía conducirlos hacia Torkaimon, tal como se tenía planeado. Al llegar a lo que se suponía era mi jefe, tomé una pistola y dije:
-¡Aquí están los prisioneros, Torkaimon!
-¡Gracias, Kaito! -dijo Torkaimon. -¡Pero se te olvidó el honorífico “sama”!

Al voltear para tratar de corregirme, todos presenciaron un extraño momento. Yo, apuntando un arma al que se suponía era mi jefe. Torkaimon no podía contener la cara de asombro. Yo, en cambio, estaba muy asustado. Había liberado a los rehenes y ahora, tembloroso, le apuntaba con una pistola a Torkaimon.
-¿Qué estás haciendo, Kaito? -me regañó.
-Lo... lo que debí hacer desde un principio. -dije. -Entregarte a los Vigilantes.
-¿Quieres decir que me estás traicionando?
-No, tan sólo le estoy entregando esta pistola para que me la envuelva como un regalo. -dije con gran sarcasmo. -En realidad no sé si llamarle “traición”, pues jamás tuve la intención de ayudarlo en sus planes, y menos a un mentiroso como lo eres tú, Torkaimon.
-No lo entiendo... -contestó mi ex-jefe. -Creí que odiabas a los niños elegidos, que ellos te habían dado la espalda. ¿Por qué los ayudas ahora?
-Porque por fin comprendí que debo ayudar a quien esté del lado del bien. -contesté a punto de llorar. -Puede que mis viejos amigos me odien por haberlos traído a este mundo, y que no me hayan perdonado por haberlos dejado a la deriva. Pero me da igual, soy consciente de mis actos. Por eso quise borrar esa deuda que tenía con ellos. Así es, Torkaimon. En realidad soy un Vigilante encubierto. Sólo tuve que aprovechar la oportunidad que me diste.

Mientras en el campo de batalla, el ahora Gargadomon comenzaba a pelear contra Rakugamon. El espadachín hacía gala de sus mejores sablazos, pero Gargadomon era bueno con su enorme pistola.
-¡Así que eras un traidor junto con Kaito! -gritó Rakugamon enfrentándose a él.
-Si Kaito por algún momento hubiera considerado la oportunidad de ser en realidad un comandante de Torkaimon, lo hubiera abandonado en ese instante. -contestó Gargadomon.

Gargadomon comenzó a correr con fuerza hacia Rakugamon. En cuanto Rakugamon lanzó un rayo de su boca, un Red Blast, Gargadomon de pronto se colocó detrás de él.
-Nunca bajes la guardia. -contestó mi amigo el pistolero. -De lo contrario podrías morir.
-Tü no me intimidas -contestó Rakugamon. -No te imaginas a cuántos Vigilantes maté antes de renunciar.
-Y tú serás el siguiente. -dijo Gargadomon.
-Ya lo... ¿eh?

Rakugamon pronto se dio cuenta de que había sido esposado con aquellos grilletes que le habíamos quitado a los prisioneros.
-¿Te diste cuenta ya? -preguntó Gargadomon burlándose de él.
-¡Maldito tramposo! -gritó Rakugamon tratando de liberarse.
-¡Es tu fin! -gritó mi amigo.

Gargadomon concentró en su pistola toda su energía, y un fuerte rayo de color naranja se disparó de él. El efecto fue inmediato. Rakugamon había desaparecido.
-¡Bien hecho, Gargadomon! -grité sonriente.
-Eres un... -refunfuñó Torkaimon.
-Y tú lo eres más. -dije sacando una cinta Betamax de mi camisa. -¿Ves esto? Esta es una copia de la cinta original. Esta copia contiene todo lo que pasó hace siete años en la masacre Digimon, y se las hice llegar a los Vigilantes.
-¡Los humanos atacaron! -gritó.
-No lo hicieron. -dije. -Ellos estaban asustados... Un Digital Gate se abrió frente a ellos, tragando a varios humanos hacia el Digital World.
-Eso no es cierto. -gritó. -Ellos estaban armados... ¡Destrozaron a un pequeño NCP que estaba naciendo!
-Estuve a punto de viajar al Digital World en ese entonces. -dije. -Pero el Digital Gate estaba lejos de mí y me dejó en el mundo de los humanos. ¡Así es! ¡Mis verdaderos padres fueron aquellos que llegaron al Digital World hace siete años!
-¿Qué? -gritaron todos mis amigos presentes, quienes lograron escuchar esa charla.
-¡Tú los mataste! -grité furioso. -¡Te disfrazaste de unos científicos que también viajaron con ellos! ¡Rakugamon, Onagimon y tú se hicieron pasar por humanos y continuaron ese baño de sangre! ¡Engañaste a los sobrevivientes y te hiciste del gobierno de NCP!

El silencio reinó entre los presentes. Esa era la verdad que había descubierto. Extrañamente el sendero de televisores era la pista que me llevaría a esa deducción.

Miré hacia el exterior y vi a mis amigos sorprendidos.
-¡Piccolomon! -grité. -¡Lleva a Misuzu y a Lalamon con los demás!

Y Piccolomon así lo hizo, llegó con Misuzu y Lalamon sanos y salvos hacia los demás elegidos. Pero la suerte cambió de lugar, me había descuidado por un segundo. Torkaimon con un puñetazo logró quitarme la pistola que lo tenía apuntado. Acto seguido me agarró inmovilizándome. La sensación fue terrible. Era un frío y un miedo inmenso.
-¡No creas que soy un debilucho! -gritó mi antiguo jefe.
-¡Kaito! -gritó Misuzu desde abajo.

Torkaimon saltó conmigo hacia abajo del castillo, frente a frente con Leomon y con los niños elegidos.
-Lamento nunca haberles dicho sobre el plan de Leomon. -les dije a punto de llorar.
-Si tan solo pudiera hacer evolucionar a Plotmon... -refunfuñó Yui.
-¿Eso es todo lo que tienes que decir? -preguntó Torkaimon. -¡Perfecto! ¡He asesinado a muchos vigilantes! ¡Y tú serás el próximo!

Torkaimon comenzó a elevarse por los aires. Fue algo totalmente mareador. Comencé a gritar desesperado por no saber qué es lo que iba a hacer conmigo.
-¡Gargadomon! -grité llorando.
-¡¡Kaito!! -gritó mi amigo.

De pronto escuché una fuerte explosión que cegó mis gritos, y de allí no recuerdo qué más pasó.

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Hola, mi nombre es Hino Misuzu. Y ahora me toca relatar esta parte en lo que Kaito no recuerda absolutamente nada.

-¡Kaito! -grité llorando al ver a mi amigo Kaito explotando en los aires.

No podía ser... dije. No podía creer en todo lo que se había metido Kaito para rescatarnos. Vi su cuerpo tendido en el suelo y corrí hacia él.
-¡Kaito! -comencé a llorar.

Por primera vez sentía que la vida se me iba al ver morir a uno de mis amigos.
-¡No te perdonaré lo que hiciste! -grité.
-¡Yo tampoco! -gritó Yui. -¡Kaito hizo esto por nosotros! ¡No puedo quedarme mirando a ver que mis amigos mueren uno tras otro!

Una luz comenzó a salir de mi Digivice, lo mismo que con Yui. Iluminando a nuestras respectivas amigas, convirtiéndolas en monstruos más grandes. Lalamon se había convertido en un enorme girasol.
-Sunflowmon ha florecido para ayudar a Misuzu a vencer a Torkaimon. -dijo mi amiga.
-¿Eres tú, Lalamon? -pregunté.
-Ahora soy Sunflowmon. -dijo volando hacia Torkaimon.
-¿Y tú? -preguntó Yui tirada en el suelo.
-Darcmon. -dijo un bello ángel con un báculo y una espada acompañándola.

Darcmon voló hacia nuestro enemigo, al igual que Sunflowmon, y comenzaron a atacarlo.
Baptême d’Amour. -dijo Darcmon moviendo su espada como si de una danza se tratara, impactando contra aquel monstruo.
-Sunshine Beam. –dijo Sunflowmon lanzando un rayo muy brillante.
-Kunai Bane. –lanzó Peckmon sus plumas filosas.
-¡No pueden contra mí con esos ataques! –gritó Torkaimon esquivando los ataques de nuestros amigos.
-¿Cómo que no podemos? –gritó Ryouta. -¡Guardromon, cubre a Gargadomon!
-Entendido, amo. –contestó Guardromon. –Destruction Grenade.
-¿Cubre a Gargadomon? –preguntó Torkaimon.
-¡Deja de hacer preguntas estúpidas! –gritó aquel extraño pistolero Digimon.

Torkaimon había esquivado el ataque de Guardromon, pero no el del amigo de Kaito. Cuando el humo se desvaneció por completo, el disparo de Gargadomon había hecho un enorme hueco en el abdomen de nuestro enemigo.
-Esto va por Kaito. –contestó el pistolero.
-Puede que aquí hayas terminado conmigo… -contestó Torkaimon desapareciendo de la misma forma en que lo habían hecho los Digimon asesinados tiempo atrás. –Pero sólo recuerden una cosa… ¡Uno de sus descendientes será la nueva luz del Digital World! ¡Y lo encontraré antes de que intente algo!

Sus restos desaparecieron de la nada, y así, todo había terminado. Excepto para Kaito, quien…
-¡Apártense todos! –llegó un extraño humanoide con partes robóticas hacia donde se encontraba el cuerpo de Kaito.

El “doctor” comenzó a revisarlo y lanzó su diagnóstico.
-Su respiración es muy débil. –contestó.
-¿Entonces está vivo? –pregunté.
-Si no lo llevamos pronto al hospital de Light City, no lo estará. –dijo.
-¡Agárrense todos de mí! –gritó Leomon sosteniéndonos para de pronto lanzar algo al suelo.

Del suelo se formó un extraño agujero de luz. El Capitán se lanzó hacia aquel agujero, y de pronto nos encontrábamos dentro del hospital de Light City.
-¿Pero qué fue eso? –preguntó Yui asustada.

Y no era para tanto. De pronto nos habíamos teletransportado de un lugar a otro. Y los pacientes de la sala de espera estaban igual de asustados al vernos… O más bien no tanto, parecía serles normal aparecer de un momento a otro.
-¡Hmmm! –dijo Leomon sonriente. –Sabía que Rakugamon estaba con Torkaimon. Esta tecnología era única y exclusiva para nosotros.

Unos Guardromon parecidos al de Ryouta pero con uniformes blancos y el androide, entraron a la sala de urgencias, dejándonos a nosotros esperando algo bueno o algo malo de lo que pasara en los siguientes minutos.
-¡Fue mi culpa! –comenzó a llorar mi amiga Yui. -¡Al final, Kaito hizo lo posible para rescatar a Misuzu!
-No… - dijo Ryouta tratando de ocultar su tristeza, pero era más que obvia al ver sus ojos llorosos. –Kaito siempre es así… No se rinde hasta lograr lo que quiere. Una vez casi se fractura la pierna al intentar un tiro desde lo lejos.
-¿Hizo todo esto por mí? –pregunté.
-¡Anímense chicos *pi*! –contestó Piccolomon. –Kaito no se dejará vencer así de fácil *pi*.
-Sabía que iba a ser peligroso… -contestó el dragón que acompañaba a Kaito. -¡No pude cuidarlo!

Unas dos horas después, el androide sale del quirófano.
-¿Cómo se encuentra Kaito, doctor Andromon *pi*? –preguntó Piccolomon.
-Pudimos salvarle la vida. –contestó con una mirada fría. –Pero aún está demasiado débil, en estos momentos está durmiendo. Vengan mañana a visitarlo, es tarde en estos momentos.

Hicimos caso a las recomendaciones del doctor Andromon. Qué bueno, Kaito estaba bien, o al menos descartando su cuerpo algo malherido por la explosión.

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-¿Dó… dónde estoy? –pregunté aún debilitado.

Había comenzado a abrir los ojos, cuando al abrirlos por completo me encuentro con todos mis amigos, además de Piccolomon y el capitán Leomon.
-Chicos… -dije de forma pausada, o al menos eso era lo que me permitía hablar sin poder cansarme mucho. –Se encuentran bien… ¿Y Torkaimon?
-Gargadomon lo mató. –contestó Leomon.
-¡Así es! –gritó contento mi amigo.
-¿Y Onagimon? –pregunté nuevamente.
-No sabemos. –dijo Leomon. –Se desapareció y no hemos encontrado rastro alguno de él. Es como si el suelo del Digital World se lo hubiera tragado.
-Chicos… -dije de nuevo. –Lo lamento tanto… Lamento haberme portado de esa forma con ustedes…
-No tienes nada de qué disculparte. –dijo Yui acomodándome la almohada de mi cama. –Igualmente nosotros te debemos una disculpa. No pensé que de verdad hicieras algo como eso.
-Lo que no entiendo es cómo no supimos que Kaito era un Vigilante encubierto. –preguntó intrigado Ryouta.
-Puedes decírselos, Kaito. –contestó el capitán Leomon. –Ahora que todos saben que eres un Vigilante, no es necesario ocultarlo.
-Verán…

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-Esperen... -dijo Leomon.
-¿Qué es lo que quieres? -grité muy molesto.
-Sólo quiero hablar con ustedes un momento. -dijo el león. -Veo que están teniendo conflictos entre el grupo.
-¿Y? -pregunté. -Tienen razón. Yo los traje aquí, y por mi culpa ahora secuestraron a Misuzu.
-No es su culpa. –dijo Leomon. –El destino los trajo hasta aquí.
-Pero… pero… -dije a punto de llorar. -¡No sé qué puedo hacer…! ¡Quiero sacar a mis amigos de este mundo! ¡Quiero rescatar a Misuzu! ¡Pero no sé cómo!
-Mis informes me dicen que Torkaimon te quería dentro de su ejército. –dijo el capitán.
-¿Por qué? –pregunté.
-¿No te has dado cuenta? –preguntó. –Eres bastante intuitivo. Y también tienes un extraño don para planear buenas estrategias.
-¿Yo? –pregunté. –Pero si nunca he podido hacer algo bien…
-A veces las mejores dotes sólo se explotan si las descubres. –dijo el león acomodándose sobre una piedra.
-Pero eso no me va a ayudar a sacar de aquí a mis amigos. –contesté resignado.
-Hay una forma… -dijo Leomon algo sonriente. –Quiero que trabajes para nosotros los Vigilantes.
-¿¡Yo!? –grité.
-¡Silencio! –contestó en voz baja. –No pueden escuchar eso por ahora.
-¿Por qué? –pregunté.
-Porque necesito que entres al ejército de Torkaimon como infiltrado. –dijo.

Abrí los ojos y puse una cara de asombro.
-¿Cómo infiltrado? –pregunté.
-Sí. –contestó el capitán. –Torkaimon te seguirá buscando hasta que aceptes ir con él, y esta ha sido una llamada de atención.
-¡Pero yo… no puedo! –grité asustado. -¿Cómo voy a poder contra él?
-Lo primero que debes hacer es quitarte ese miedo y actuar con responsabilidad. -contestó de nuevo Leomon. -Torkaimon va detrás de tus amigos, y sólo si decides seguirlo, los dejará en paz.
-¿Y mis amigos no me considerarán un traidor? -pregunté mirando a donde se encontraban mis amigos.
-Es un riesgo que debes tomar. -dijo Leomon.
-¿Y por qué tanto interés en que forme parte del ejército de Torkaimon? -pregunté por si había algún cabo suelto.
-Porque tenemos la enorme sospecha de que Torkaimon está detrás de la masacre Digimon de hace siete años. -dijo. -No es que desconfíe del gobernante de NCP, pero ahora que se ha enfrentado a un Vigilante, nos ha declarado la guerra a todos.
-Lleva a mis amigos al mundo real mientras yo me quedo aquí. -contesté.
-Al final tienes un buen corazón. -dijo el vigilnte. -Pero, soldado Yanami Kaito, eso es imposible. Las entradas de la barrera digital han sido selladas y no se abrirán mientras esta nueva guerra no termine. -dijo el león. -Lo siento, pero tus amigos tendrán que verse involucrados en este asunto. Además los necesitamos. Su poder es mucho mayor que el nuestro.
-E... está bien. -dije, aunque ya Leomon me había considerado uno de sus soldados. -Ryuujoumon y yo seremos sus nuevos soldados.
-Y su primera misión será infiltrarse en la guarida de Torkaimon, dirigirnos hacia esa zona y recoger todas las pruebas en su contra.

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-Lamento lo de tus padres. -dijo Leomon bajando la mirada. -No creí que tus padres hubieran sido asesinados por Torkaimon.
-Creo que las cosas se dan por algo. -dije. -No pensé que encontrar la verdad sobre mis padres nos ayudara a ganar una batalla que habíamos dado por perdida desde un principio. Los echaré de menos, cuando mucho puedo agradecerles por haberme dado la clave para vencer a ese Digimon.
-¿Y qué hay de las aldeas que arrasaste? -preguntó Yui.
-El único Digimon al que hicimos daño, aparte de Torkaimon, fue un soldado de su ejército. -contestó Ryuujoumon.
-Estos chicos fueron bastante inteligentes para usar la tecnología que ellos tenían a la mano para salvar a los aldeanos. -contestó el capitán Leomon.
-Usábamos sus generadores de Digital Gates para llevarlos a la terminal de la costa de NCP. -dije. -Justo donde viajamos por primera vez en tren en este mundo.
-Increíble. -dijo Ryouta. -Ese es el Kaito que conozco.
-Pero... la cinta... -dije bajando la mirada. -Creo que se destruyó cuando Torkaimon me hizo estallar.
-Aquí la tengo *pi*. -dijo Piccolomon tomando entre sus pequeñas manos la cinta.
-¿¡Cómo fue que esa cinta se mantuvo intacta!? -gritó Ryouta completamente dentro del asombro.
-Fácil. -dijo Yui. -Es una cinta Betamax.
-¿Eh? -preguntó Misuzu.
-Las cintas Betamax de Sony son muy resistentes y otorgan una excelente calidad de imagen y sonido para tus películas y evidencias favoritas. -dijo de nuevo Misuzu.
-Espero que los de Sony te hayan pagado por hacer ese anuncio. -dijo Isao riéndose.
-No... -contestó Misuzu apenada.
-No hay nada que un pitido no pueda arreglar. -contesté.
-¿Un pitido? -preguntó Yui.-¿Cada vez que mencione a S***?
:-Exactamente *pi*. -dijo Piccolomon.

Nos pusimos a reír en ese momento. Ya era turno de reír después de tanta preocupación y una guerra que no parecía terminar.
-Qué bueno que ya terminó todo. -dijo Isao. -Creo que es hora de regresar a casa.
-¿Bromeas? -pregunté. -¿No te dan ganas de explorar este lugar?
-Bueno... -contestó Isao.
-Kaito tiene razón. -dijo Ryouta. -Está amaneciendo aún. Podríamos quedarnos un día más en este mundo antes de regresar a casa.
-¿Qué dices Yui? -preguntó Misuzu insistente. -¡Por favor! ¡Quiero conocer el Digital World!
-Creo que un día más no nos podría hacer daño. -dijo Yui.
-Esa es la Yui que no conozco. -dije bromeando.
-¿Quieres que sea la misma de siempre? -preguntó gritando y sacando un abanico.
-¿De dónde sacas tantos abanicos? -preguntó Isao.
-Hay una tienda de abanicos tradicionales japoneses afuera del hospital, y quería llevarme uno como recuerdo. -dijo Yui abriendo su abanico para darse un poco de aire.
-Sí... -dije. -Vamos a ser como niños exploradores... en un nuevo mundo.

Y así, terminaron nuestras aventuras en el Digital World. Ese día fue de lo mejor. Leomon no nos pudo acompañar, pero nosotros podíamos cuidarnos sin problemas. Fue el mejor día de nuestras vidas.
-¿Ya se van? -preguntó llorando Ryuujoumon.
-Nuestros padres deben estar preocupados. -dije.
-¿Volverán? -preguntó Lalamon.
-Lo haremos... -dijo Misuzu. -Si nos dan permiso...
-Lo tendrán. -contestó Leomon quien se encontraba frente al Digital Gate que nos llevaría de vuelta a casa. -Si Kaito viaja con ustedes, podrán movilizarse por todo el Digital World sin complicaciones.

Fue una despedida triste, a pesar de que ninguno de los presentes quiso llorar para no entristecer a los demás.

Así, llegamos al mundo real. Había pasado casi dos semanas desde que nos habíamos ido al Digital World. Y todo había cambiado para bien. La relación con mis padres cambió por completo. Misuzu y Yui ahora eran más comunicativas, y Yui era menos presumida. Isao era más bromista, inclusive un día nos dijo que quería ser un militar. Ryouta en cambio, no cambió en mucho. Siguió siendo el mismo portero del equipo de sóccer. Nuestra desaparición no afectó en nada nuestro desempeño en los torneos de la ciudad, siendo los campeones de la fase regional. Isao, la nueva incorporación del equipo, demostró ser un excelente medio campista. Nuestros padres y amigas estuvieron allí para apoyarnos en todo momento.

No puedo decir que el viaje al Digital World fue un desafortunado incidente, sino todo lo contrario. Creo que fue el mejor momento de nuestras vidas, y es algo que no cambiaría por nada de este mundo.

Lástima que habíamos bajado nuestra guardia... Nunca creímos que Torkaimon volvería a hacer de las suyas... con lo más preciado que teníamos...

Fin del acto 3.
[1] La mochila oficial de las primarias públicas de Japón.
[2] Debido a que la WWW se inventó oficialmente en 1990, el autor (o sea yo) decidió cambiar el nombre del continente a NCP. Esto no es oficial en la historia del Digital World, solo un cambio fanmade debido a que las circunstancias lo ameritaban. Busquen en Wikipedia (en inglés) sobre el “Network Control Program”. Aquí ya hay otra limitación. Esto sucedió antes de 1990.
[3] Si no me equivoco, esta es la primera vez que describo físicamente a Torkaimon (Digimon fanmade).
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Re: The Digital World Chronicles [38/??]

Mensaje por Gargadon »

Ahora viene un poco de la historia de Yanami Daisuke y de los demás. Adelanto una nota: ya viene la segunda temporada, ¿podrán soportar los próximos aproximadamente 10 capítulos hasta el final? Espero que lo hagan, y espero que yo también pueda hacerlo.
Spoiler: Mostrar
38. En la morada de Yggdrasil

-¿Niebla? –pregunté asustado.

Nuestro barco había zarpado de las orillas de Shin Jipangu, rumbo a un extraño lugar, la morada de Yggdrasil. Pero algo parecía indicar que nuestro viaje no iba a salir del todo bien, pues no sabíamos siquiera a dónde nos estábamos dirigiendo. La niebla que comenzó a cubrirnos ni siquiera nos dejaba ver a nuestro alrededor.

-¿Dónde están todos? –preguntaba mi hermana.
-¡Aquí estoy! -grité tratando de ubicarla.
-¿A dónde se fue, Akio-san? -preguntaba Gaomon.
-¡Creo que choqué con Gotsumon! -dijo Mizuki. -¡Siento un saco de rocas junto a mis piernas!
-¿¡A quién llamas saco de rocas!? -gritó Gotsumon furioso.

Pero la niebla comenzó a desaparecer, o al menos en todo lo que estaba el barco, ya que poco a poco pude ver a mi hermana y a Gotsumon.
-¿Eh? -preguntó Hiroshi. -¿Dónde está Akio?
-En el mar… la vida es más sabrosa… -contestó.

Extraña sorpresa nos llevamos al ver a Akio recostado en una silla de playa sin camisa, con un traje de baño y una pelota de playa a un lado, además de sostener una caña de pescar con sus manos.
-¿Se te ocurre pescar en medio de esta densa niebla? –lo reprimió Rina.
-Es mejor que no hacer nada. –dijo. –Además seguramente debe haber buenos peces por aquí.

No encontró peces, sino algo diferente. El hilo de la caña comenzando a quemarse y, al llegar a la punta de la caña, quemándose esta también, causó una enorme conmoción entre todos nosotros. ¿Qué clase de mar era este?
-¡No puede ser! –gritaba desesperado Hiroshi. -¡Este barco se va a quemar, y nosotros también!
-Tranquilízate Hiroshi. –dije tratando de serenarlo. –Este barco lleva más rato en el mar que la caña de pescar de Akio. No ha crujido lo que sea de lo que esté hecho.
-Tienes razón. –contestó nuestro amigo resignado. –Lo que me preocupa es que estamos navegando en un mar de ácido o de lo que sea… ¿¡Y si no llegamos con Yggdrasil!? ¿¡Y si se nos acaba la comida!? ¿¡Cómo vamos a sobrevivir!?
-¡Tranquilízate Hiroshi! –gritó desesperada mi hermana. -¡Nos estás desesperando a todos!
-Lo mejor es guardar la compostura. –dijo Rina. –Además, Armadimon-san nos preparó mucha comida para el viaje.

No dijimos nada, sabíamos que su comida era más letal que el veneno.
-Yo le ayudé a prepararlo. –contestó Akio mientras se colocaba frente a él un espejo bronceador, después de haberse puesto unas gafas de sol.
-¡Esto no es un crucero de lujo, Akio! –grité al ver sus acciones en el barco.
-¿Y qué quieres que hagamos? –contestó lo más fresco posible. –Este barco nos va a llevar por sí solo hasta nuestro destino.
-Al menos podrías dejar de seguir pescando en el mar, que es inútil. –dije señalando su caña de pescar quemándose de nuevo.
-Es menos inútil que quedarnos esperando. -contesto de nuevo.
-Al menos podrías preocuparte por los demás. -dije. -En vez de estar acostado en tu silla a tomar el poco sol que hay.

Fue cuando Akio se levantó y gritó muy furioso:
-¿Y quién eres tú para decirme lo que debo de hacer?
-¡Akio-san! ¡Por favor cálmese! -contestó Gaomon levantándose rápidamente del suelo.
-Akio.... -dije mirándolo a los ojos. -Necesitamos concentrarnos en nuestro objetivo ahora mismo...
-¿Nuestro? -preguntó molesto. -¡Vencer a Torkaimon es TU objetivo! ¡Solo te estoy acompañando porque no tenía otra cosa mejor qué hacer!
-¡Basta Akio! -gritó Rina tratando de defenderme. -¡Todos estamos aquí porque de alguna manera fuimos afectados por ese Digimon! ¡No vengas a decir que este problema no te incumbe!
-Ahora salió la que defiende todo el tiempo a Daisuke. -dijo Akio molesto. -¿No crees que eres demasiado predecible? ¡Todos sabemos que si defiendes tanto a Daisuke debe ser por algo!
-¡No voy a permitir que le hables así a mi hermana! -gritó Mizuki.
-¡Le hablo a quien quiera como se me pegue la gana! -gritó de nuevo Akio.

Pero una golpiza tremenda en la mejilla lo hizo reaccionar.
-¡Basta, Akio-san! -gritó Gaomon preocupado. -¡Reaccione! ¿No recuerda cuando intentaron atacar a su padre?
-Gaomon y Rina tienen razón. -dije. -Torkaimon y sus secuaces nos han hecho mucho daño. A nosotros y a quienes más queremos. No podíamos quedarnos de brazos cruzados mientras el mundo real se colapsaba.
-Secuaces... -dijo con un tono de desprecio. -Precisamente tengo a uno de los secuaces de Torkaimon frente a mí.
-No voy a caer ante tus provocaciones. -dije molesto dándome la vuelta. Quería evitar a toda costa una pelea.

Pero el detonante fue diferente esta vez.
-“¡Oh, Torkaimon-sama!”. -dijo Akio tratando de imitar mi voz. “¡Esa maldita bola rosada va a arruinar nuestros planes!” “¡Tiene que encargarse de callar a esa cosa cuanto antes!”
-¡Basta, Akio-san! -le aconsejaba Gaomon con mucha insistencia. -¡Todo eso ha quedado en el pasado!
-¡No para mí! -gritó Akio. -Pero bien que Piccolomon-sama te sigue defendiendo a pesar de haberte portado así con él.
-Ya valiste... -grité furioso dándome la vuelta apretando mis puños.

De pronto, la sacudida furiosa del barco nos hizo perder el equilibrio a todos. La niebla comenzó a despejarse, aunque no del todo, dejando ver frente a nosotros todo un bosque.
-¿Llegamos? -preguntó Ayano-chan algo consternada.
-Eso creo. -dijo Mizuki.
-¿Podemos bajar? -preguntó Fanbeemon.
-Creo que sí. -dije saliendo de la cubierta del barco y cayendo de pie sobre el suelo.

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Habíamos caído en un extraño lugar. Los mapas del Digivice no reaccionaban cuando los poníamos en acción. La niebla apenas nos dejaba caminar a velocidad normal, ya que para no perdernos, todos estábamos muy pegados uno cerca de otro.
-¿Seguros que es este el lugar? -preguntó Mizuki.
-Pregúntale a Daisuke. -dijo Akio. -Él es el que soñó con ver al dios del Digital World.
-¿Que yo lo soñé? -pregunté. -Para nada...
-“Bifröst.” -logramos escuchar un grito a lo lejos.

Una flecha llameante que se estrelló contra un árbol desintegrándolo nos hizo detener el paso.
-¿Qué es eso? -pregunté al ver el árbol desaparecer.
-¡Miren! -gritó Ayano-chan señalando a un lado nuestro. -¡Por allá!
-¿Qué es esa cosa? -gritó Akio asustado.
-¡Es.... es... Sleipmon! -gritó el Digimon azul.

Frente a nosotros se nos presentó una especie de centauro color carmesí con un tipo de arco-ballesta adjunto a uno de sus brazos.
-¿Pero por qué nos atacas? -preguntó Rina.
-Nadie puede pasar más allá de este bosque. -contestó Sleipmon preparándose para volver a atacar.
-Veo que tienes problemas con esos sujetos, Sleipmon. -contestó otra voz a lo lejos.
-Y tú siempre interrumpiendo, Dukemon. -contestó el centauro bajando la mirada.

Un extraño caballero con una armadura blanca y roja, una capa roja, además de estar armado con una lanza y un escudo, bajó de los cielos.

-Las armas que Yggdrasil-sama nos ha dado sirven para eso, para usarlas contra las escorias que intentan profanar nuestro templo sagrado. -contestó aquel extraño caballero.
-Son... Royal Knights... -dijo Gotsumon asustado mirando a los dos Digimon que se habían presentado.
-¿Royal Knights? -preguntó Mizuki.
-Los sirvientes más cercanos a Yggdrasil si no me equivoco... -dije contestando su pregunta.
-Precisamente, indignante humano. -dijo Dukemon apuntando su lanza contra nosotros. -Y no vamos a permitir que unos seres tan sucios como ustedes vengan a pisar tierra sagrada.
-Yggdrasil-sama nos está esperando en su morada. -contesté. -Quisiera saber si nos pueden llevar hacia él.
-Antes muertos. -dijo Dukemon.

Este Digimon salió a toda velocidad con su lanza al frente. De no haber sido rápidos, nos hubiera exterminado con un golpe similar, ya que se estrelló contra el suelo dejando un enorme agujero el cual pudimos ver a medias cuando el polvo desapareció.
-¿Pero qué ta pasa? -grité. -¡Ya te dijimos que tenemos que ver a Yggdrasil!
-Los humanos no entienden cuando no son bienvenidos en nuestra zona. Eso no es hermoso. -comentó alguien más a lo lejos, con un tono un tanto afeminado.
-¿Otro más? -gritó Ayano-chan. ¡Ya no!

Frente a nosotros se apareció un caballero delgado con una armadura rosa.
-LordKnightmon... -dijo Sleipmon mirándolo. -No era necesario que vinieran más a ayudarme.
-Es bello ver morir a los intrusos. -dijo el caballero rosado con ese tono demasiado afeminado.
-¿Morir? -gritó Rina asustada.
-Vamos a tener que pelar contra ellos. -dijo Fanbeemon poniendo su guardia arriba.
-Me temo que sí. -dije. -Gotsumon...
-Cuando digas... -contestó mi amigo de roca.

Y así, todos nuestros Digimon evolucionaron. Personalmente no lo hice, a pesar de la insistencia de Rakugamon de querer pelear. Leomon y Waspmon se encargaban de LordKnightmon, mientras que Gaogamon y Unimon se encargaban de Sleipmon, y los demás de Dukemon. Lamentablemente a pesar de que los superábamos en número, no éramos suficientes contra ellos. Birdramon y Leomon fueron los primeros en caer rendidos, y los demás estaban a punto de hacerlo.
-Tenemos que buscar la morada de Yggdrasil nosotros mismos. -dije corriendo hacia Gotsumon, tirado en el suelo.
-Pero... nos van a seguir atacando... Y seguramente tienen refuerzos... -dijo Gotsumon.
-¡Pero...! ¡Pero...! -contesté tratando de convencer a Gotsumon de seguir adelante.

Sin embargo, tenía razón. No parecían ser los más fuertes, y sin embargo teníamos la guerra perdida desde un principio. Además nuestros mapas no ubicaban la zona, y no sabíamos a dónde ir. Fuéramos a donde fuéramos, ya estábamos rodeados por esos tres y seguramente vendrían más.
-Hay que huir de aquí, hermano...-dijo Ayano-chan aferrándose a mí.
-¡Vámonos todos! -gritó Hiroshi haciendo que nuestros Digimon dejaran de atacar.

Nuestros Digimon regresaron a su forma original y trataron de seguirnos, pero Ayano perdió el equilibrio y cayó al suelo junto con su compañero Digimon.
-¡Ayano-chan! -grité tratando de correr hacia ella, aun cuando el que se hacía llamar Dukemon aparecía frente a nosotros para intentar eliminarnos.
-¡Onii-chan! -gritó mi hermana muy asustada.
-Este es su final. -contestó el caballero Digimon

Dukemon comenzó a cargar una especie de energía a través de su escudo, y cuando se dispuso a intentar lanzarlo hacia nosotros...
-¡Ojou-san! -gritó V-mon lanzándose sobre ella para intentar protegerla.

Los tres Royal Knights detuvieron en ese momento su ataque.
-Esa era la clave que esperábamos. -dijo Sleipmon. -No queda duda. Los llevaremos al árbol donde habita nuestro Dios.
-¿Eh? -preguntó el Digimon azul levantándose para comenzar a caminar, acto seguido ayudando a Ayano a levantarse. -¿Pero por qué dejaron de atacarnos?
-Sea como sea, -dijo Rina. -si nos van a guiar, espero que no intenten nada durante el camino.
-Yggdrasil-sama les tiene mucho aprecio. -contestó LordKnightmon. -Básicamente desde antes de que nacieran.
-¿Eh? -preguntó Steve. Esa explicación calaba sin importar en qué idioma habláramos.

Después de caminar por alrededor de diez minutos, habíamos llegado a un enorme árbol, por no decir inmenso, cuyo suelo a su alrededor estaba tapizado de cables. Al ponernos frente a ese árbol, una puerta apareció de pronto.
-Yggdrasil-sama dice que pueden pasar. -contestó Dukemon.

Al comenzar a caminar por el pasadizo que se nos ponía enfrente, los caballeros que nos habían escoltado prefirieron quedarse afuera. Las paredes cubiertas de antorchas que iluminaban el camino daban un aspecto tétrico.
-Creo haber estado aquí antes... -dijo el compañero de Ayano-chan.
-¿De verdad? -preguntó mi hermana.
-¡Eso es cierto! -contestó Gotsumon. -¡Yo también siento haber estado aquí antes!
-¿Pero cómo? -pregunté algo confundido.
-Este lugar no me es conocido. -dijo Patamon.
-Ni para mí. -le contestó Gaomon.

Esto sonaba de lo más extraño. Comenzaba a sospechar del Digimon de Ayano, ¿pero de Gotsumon? ¿Por qué habría estado aquí? ¿Y en qué momento?

Conforme caminábamos por el pasillo, de pronto vimos al frente un enorme salón con un barandal a lo alto.
-Bienvenidos, niños elegidos. -sonó una voz que nos parecía familiar.
-¿Eh? -preguntó Mizuki. -¿Quién habló?

Mizuki no recibió respuesta alguna, a excepción de una silueta que se asomó por aquel barandal. Una silueta de una persona que habíamos conocido antes. Cuando lo, o más bien, la vimos, no pudimos quitarnos la cara de asombro.
-¡Esto es imposible! -grité.
-¿Es una broma? -preguntó Akio.
-¡No puede ser! -contestó Rina. -¿Eres tú, Norn?

Así era. Mikihara Norn, la niña del vestido que parecía estar en todo lugar y en todo momento, hacía su aparición frente a nosotros, esta vez mostrando su verdadero rostro.
-Así es. -contestó Norn sonriendo. -Me alegra que hayan podido venir a mi hogar. Jamás dudé de ustedes ni de su capacidad para lograr lo que se propusieran.
-¿Qué clase de broma tonta es esta, Norn? -grité furioso. -¿Todo esto era un plan tuyo?
-Si desean tomar asiento... -dijo bajando por una escalera. -Se ve que están muy cansados del viaje. Entiendo que estén confundidos, los humanos son seres por naturaleza temerosos de lo que desconocen.
-¿Por qué no dejaste que tus sirvientes nos llevaran contigo? -preguntó Hiroshi.
-Un Dios tiene derecho a divertirse un rato. -dijo Norn con una sonrisa maligna.

Unos sillones de piel habían aparecido de la nada, pero estábamos cansados así que nos sentamos en ellos.
-No tengas miedo, “Proyecto”. -contestó Norn.
-¡Deja de llamarme “Proyecto”! -grité de nuevo. -¡Ahora sí me vas a dar una buena explicación de lo que está pasando y no quiero que te salgas del tema!
-Está bien, pero primero déjenme presentarme -contestó aquella niña. -En realidad soy el Dios del Digital World. He tomado esta forma para ser más amigable con el usuario humano.
-Siempre sospeché de ti. -contestó en voz baja aquel que no hablaba, bien por temor a que no le entendiéramos, o bien por introversión, con un japonés tan fluido como el de cualquiera de nosotros.
-¿Hablas japonés? -preguntó Hiroshi.
-Mientras dialogábamos, instalé en sus dispositivos sagrados una aplicación que les permitirá escuchar a los demás en el idioma que mejor entiendan. -contestó Norn. -Así podrán comunicarse mejor.
-Cada vez me das más miedo, Norn-chan. -contestó Akio algo confundido. -¿Por qué nos llamaste?
-Sus padres no desencadenaron esto. -contestó Norn lanzando un enorme discurso. -Torkaimon los tenía a ustedes en la mira. Tenía miedo de que el héroe de la luz, “Proyecto”, apareciera en un futuro próximo, el presente. Por eso citó a sus padres para tratar de eliminarlos, pero su plan resultó un fracaso. Sus padres creyeron que la amenaza había terminado, mientras que ese Digimon se escondió en el Dark Area para fortalecerse aún más.

Escuchar a Norn era como escuchar un diálogo ya pensado. No respondía precisamente a nuestras preguntas, sino que daba una idea general de lo que esperábamos oír.

-¿Y nosotros qué tenemos qué ver en esto? -pregunté confundido.
-Es un principio, ni Ayano ni tú iban a formar parte del grupo de los niños elegidos. -contestó Norn. -Antes de que se desencadenara todo, consideré prudente no meterlos en estos asuntos. Quería protegerlos. Pero Torkaimon nunca iba a darse por vencido. Él sabía que tú, Daisuke, eres el héroe que narran los viejos mitos en este mundo. Y que tú, Ayano, eres el detonante de ese héroe.
-¿Yo? -preguntó mi hermana confundida.
-Pero para enfrentarse a la bestia, -siguió narrando. -iban a necesitar aliados, y además de esos aliados, unos de ellos designados para cuidarlos en todo momento.
-Por eso nos elegiste. -contestó el joven más grande de todos.
-Sí. -contestó Norn. -Steve Grant. Nadie de tu familia o tus allegados formó parte del incidente de hace años. Pero tú tienes un poder especial, tú le serás de ayuda a “Proyecto”.
-No lo entiendo... -dijo Rina. -Mis padres hablaron de una tal...
-¿Kate Higgins? -preguntó Norn. -Solo fue un holograma que creé. “Designio”, a diferencia de “Proyecto”, tu poder es nato. “Proyecto” apenas lo obtuvo hace cuatro años.
-¿Hace cuatro años? -pregunté más confundido que de costumbre.
-Sí. -dijo el Dios del Digital World disfrazado de una tierna jovencita. -Un Digimon dio la vida por ti hace cuatro años en un accidente en el que perdiste la vida momentáneamente.

Cuando Norn dijo eso, todos nos quedamos callados. Lo del accidente de auto era algo que nosotros sabíamos, pero nunca pensábamos que Norn hubiera estado involucrada en esto.

-Por cierto, Royal Knight. -dijo Norn. -Cumpliste tu misión de traer a la niña Yanami con el resto del grupo, te felicito.
-¿A quién le habla? -preguntábamos todos.
-A ti, el compañero Digimon de Ayano. -contestó Norn.
-¿Qué? -preguntó el Digimon de Ayano. -¿Pero... pero qué...?
-Veo que perdiste la memoria. -comentó Norn acercándose a él. -Pero es verdad, yo te di la orden de buscar al catalizador de Proyecto y protegerlo a como diera lugar. Para resumir, todos ustedes tienen un propósito en esta lucha, ya sea en menos o en mayor cuantía.
-Eso explica por qué conocía este lugar... -comenté a mí mismo. -Pero... Gotsumon...

Vi en ese momento que Norn sonrió.

-¿Por qué ella? -pregunté desafiante.
-Porque ella es la fuente de tus emociones. -dijo Norn. -Si ella no está presente en tus pensamientos, no podrás activar tus poderes. Sin ella, necesitabas el Digivice para poder evolucionar. Junto a ella no lo piensas dos veces y puedes ser ese héroe sin ningún problema. Bien, respondidas todas sus preguntas, debo proceder a...
-Olvídalo Norn. -contesté dándome la vuelta dirigiéndome hacia la entrada. -No voy a ayudarte en lo que sea que hayas planeado.
-Hermano... -contestó preocupada mi hermana.
-¡No lo entiendo Daisuke!-gritó Akio. -¡Tú querías venir hasta aquí! ¿Ahora te vas a retirar? ¿Por qué?
-Porque me he dado cuenta que el dios del Digital World no puede hacer nada más que dar órdenes y jugar a su antojo con el curso de este mundo. -dije apretando los puños.
-Mi deber es hacer lo más conveniente para el bien de este mundo. -dijo Norn.
-¿¡Entonces por qué permitiste que me hicieran esto!? -grité a punto de llorar, enfrentándola de una vez.

Era un escenario extraño. Yo, enfrentándome al dios del Digital World. Pero quería respuestas claras, no una misión más.

-¡Yo no quería ser Proyecto! -grité nuevamente. -¡Quería ser un chico normal sin preocupaciones! ¡Y de pronto soy aliado de un gran Digimon demonio! ¡No conforme con eso ahora sacas un cuento de que soy un héroe diseñado por ti! ¡Si de verdad soy tu guerrero, ¿por qué permitiste que sirviera en el bando del mal?! ¿¡También fue tu decisión!? ¿¡Te gustó verme como la basura del Digital World, sirviendo a las fuerzas del mal, para decirme después que mi deber es eliminar a esas fuerzas!? ¡Si de verdad eres un dios, entonces sabrás a la perfección que odio que jueguen conmigo, y más de esta forma! ¡Permití que Torkaimon jugara conmigo! ¡Permití que todo el sistema de justicia del Digital World me declarara como el ser más repugnante en la faz de este mundo, para retractarse de su sentencia dos días después! ¡Pero no voy a permitir que alguien que dice ser un dios haga eso de nuevo! Lo siento Norn, pero si las cosas van a ser así, entonces me retiro para siempre del Digital World dejándolos a merced de mi antiguo jefe. No me importa vivir aislado tecnológicamente mientras mi familia esté conmigo.

Vi a mi alrededor cómo mis amigos bajaban la mirada. Los entendía. No sabían qué decir, o con quién quedar bien. Lo único que hice fue darme de nuevo la vuelta hacia la entrada de la morada de Norn, cuando alguien me tomó de la mano y me impidió salir. Era la misma Norn.

-No tenía otra opción. -dijo. -¡Torkaimon iba a matarte de todas formas!
-¿Qué dices? -pregunté contrariado, pero sin mirarla aún.
-Torkaimon está muy enojado con tu padre, a tal grado de vengarse de sus descendientes. -dijo de nuevo. -Hace seis meses comenzó su plan de encontrar a “Proyecto”. Fue una casualidad que uno de sus rehenes era hijo del humano que se aprovechó de él. Esa cápsula que contiene a Rakugamon... Nadie puede asimilar tanto poder contenido de la esencia de un Digimon en algo tan pequeño, y un humano común hubiera muerto apenas ingresara ese Digimon a su organismo. Él no sabía que tú eras “Proyecto” y que tú podrías controlar esos poderes. Por eso te ofreció trabajar para él a cambio de que lograras soportar tener a un Digimon maligno dentro de ti. Se iba a cobrar la venganza de cualquier modo. Si no eras “Proyecto”, haría sufrir a Kaito matando a su hijo. Si lo eras, te habría dado un entrenamiento intensivo sobre el Digital World y sobre tus poderes. No podía permitir que Kaito sufriera por algo que hizo en su niñez. Lamento no haberte consultado sobre lo que querías hacer, no tenía otra opción. Si dejé que trabajaras para él, era porque necesitaba que entrenaras lo suficiente como para enfrentarte a él en un futuro próximo. Y ahí va el punto que quería comentarles...

Fue en ese momento cuando logré tranquilizarme. Por fin había estallado toda la ira contenida por semanas.

-¿Te encuentras bien, Daisuke? -preguntó la niña diosa.
-Sí. -contesté secándome las lágrimas. -Quería una explicación real a lo que estaba pasando, y buena o mala, creo que la tuve.
-Pues bien. -contestó Norn trayéndonos de nuevo a su sala improvisada. -El punto débil de “Proyecto” es el siguiente: Solo puede realizar el pacto de híbrido con un Digimon a la vez. Una vez que lo hace con un Digimon, este pacto es inquebrantable.
-¿Pacto? -pregunté.
-Una alianza mutua entre “Proyecto” y los Digimon. -dijo Norn. -A cambio de que el Digimon pueda aumentar su fuerza, “Proyecto” debe alojarlos en su cuerpo. Pero solo puede soportar un Digimon dentro de sí mismo a la vez, y esa alianza no se puede romper una vez hecha.
-¿Y cuál es ese punto débil? -preguntó Gotsumon.
-Que Rakugamon no es el Digimon con el que “Proyecto” debió haber hecho el pacto. -dijo Norn. -El Digimon con quien debías hacer el pacto, es con Ejemplar 1, Gotsumon.
-¿Conmigo? -preguntó Gotsumon confundido.
-Así es. -dijo la niña del vestido. -Sólo les puedo decir que lo que uno otorga a otro, muchas veces se regresa. Y eso va para ustedes dos, Daisuke y Gotsumon.
-¿Lo que uno otorga a otro...? -preguntó Gotsumon.
-¿Muchas veces se regresa? -pregunté confundido. -¿Y cómo puedo deshacer esto?
-Hay una forma, pero ustedes tendrán que buscarla. -dijo Norn. -No hay mucho tiempo, Torkaimon y su jefe están preparando el caos en ambos mundos.
-¿Ambos mundos? -preguntó Rina.
-¿Su jefe? -pregunté. -¿Torkaimon tiene un jefe?
-Sí. -dijo Norn. -Él no está actuando solo, ese alguien lo regresó a la vida y como un pago ahora están colaborando juntos.
-¿Quién? -preguntó Hiroshi.
-No se los puedo decir. -contestó el dios del Digital World.
-Norn-san. -dijo Akio. -Sé que te molesta mucho que te pregunten esto, ¿pero por qué nos das respuestas a medias? Creí que los dioses podían hacer lo que quisieran...
-¡Akio! -gritó Mizuki para regañarlo.
-Sigo explorando nuevas formas de promover la paz entre el Digital World y el mundo humano. -contestó. -Hace algún tiempo el mundo humano estuvo a punto de desaparecer por mis actos. Allí, aprendí que ambos mundos pueden convivir sin matarse mutuamente. También entendí que la palabra de un dios no es absoluta, que lo que considera bueno para su mundo podría no serlo. Que los habitantes de ambos mundos pueden convivir sin dañarse mutuamente y que un dios no debe intervenir día y noche. Lo siento, Daisuke. No puedo revelarte más cosas de las que ya sabes. Sólo puedo decirles que ninguno de ustedes tiene la fuerza suficiente para llegar al enemigo.
-¿Y qué debemos hacer? -preguntó mi hermana.
-Eso se los responderé yo *pi*. -dijo una voz escondida.
-¿Piccolomon-sama? -preguntó Hiroshi.
-¿Es él? -preguntaron los demás.

Piccolomon apareció frente a nosotros, escondido detrás de Norn.
-Norn-sama me dijo que ustedes estaban en problemas *pi*. -contestó dando varios golpes con su báculo.

No pude evitar correr hacia él y preguntarle preocupado:
-¡Cuanto tiempo sin verlo, Piccolomon-sama! ¿Está bien? ¿Y Gargadomon-sama?
-Él está bien *pi*. -dijo el hada rosada. -Puedo confirmarte que lo han ascendido a líder de los Vigilantes.
-¿De verdad? -contesté alegre. -¡Qué bien! ¡De verdad se lo merecía!
-Creo que no es momento de perder el tiempo, Daisuke, Piccolomon. -contestó Norn.
-Cierto, Norn-sama *pi*. -dijo el hada voladora. -Niños elegidos, y en especial Daisuke *pi*, estoy seguro que conocen los poderes de su enemigo en común *pi*, y saben bien que ninguno de ustedes podrá vencerlo aún *pi*. ¿Cuáles son los problemas que han tenido al evolucionar?

Akio dio un paso al frente y dijo:
-Varios de mis amigos y yo estamos un nivel por debajo de los tres restantes.
-Entonces los cuatro deben nivelarse a la etapa Perfecta *pi*. -dijo Piccolomon.
-Y no solo eso. -contestó Hiroshi señalando a Kamemon. -Nuestros Digimon llegan a la etapa Perfecta, pero en cuanto su energía se va, involucionan a una etapa bebé.
-Cierto. -dije. -Así se quedan durante casi un día hasta que regresan a su forma original.
-Entonces todos deben tener un mínimo de fuerzas para que no solo se nivelen, sino para que sus evoluciones sean estables *pi*. -contestó el hada rosada muy pensativa. -¡Ya lo tengo *pi*!
-¿Tiene qué, Piccolomon-sama? -preguntó Rina.
-Rina, Hiroshi, Daisuke *pi*. -contestó Piccolomon. -Ustedes que pueden logar que sus Digimon lleguen a la etapa Perfecta, serán los mentores de los otros cuatro que no pueden hacerlo *pi*. Pero no solo eso, mientras ustedes ayudan a sus pupilos a evolucionar, sus Digimon aprenderán a estabilizar sus energías *pi*. ¿De acuerdo *pi*?
-¡Sí! -contestamos todos.

Fue entonces que Piccolomon-sama realizó unos golpeteos al suelo, abriendo un enorme agujero oscuro debajo de nosotros. Pensábamos que era una broma, hasta que la gravedad hizo que cayéramos por él.
-Entonces esa será su prueba *pi*. –escuchamos que nos decía a lo lejos.
-¿¡A dónde va a parar esta cosa!? –grité asustado.

Una gran sensación de vacío, de caer hacia la nada. Eso era lo que sentía. No recuerdo mucho qué pasó en ese instante. Mis gritos y los de los demás cegaban mis pensamientos. Lo único que logro recordar es que apenas la imagen de Piccolomon desaparecía de nosotros, todo oscureció, despertando en una alfombra de pasto.

Continuará...
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Re: The Digital World Chronicles 2 [01/??]

Mensaje por Gargadon »

No lo había puesto por aquí pero creo que este será mi tema de bocetos en general aunque tenga otro nombre.

Como había explicado anteriormente en mi blog, este es otro fanfic que planeo comenzar (o más bien ya empecé pero quiero tener algo bien definido) a mediados de julio al ser basado en Digimon Xros Wars. Hay muchos detalles que podrían estar incorrectos (nombres de Zones, diferentes formas de DigiXros, inclusive inventé algunas y las llamaré con el nombre de algunos Digimon ya existentes, fechas como por ejemplo la llegada de Shoutarou al Digital World y el hecho de poder viajar entre mundos antes de convertirse en malo, etc.), por eso este capítulo es un borrador entero, espero tenerlo bien definido para julio o un poco después. Tenía pensado cambiar el nombre del fanfic pero creo que seguiré con las denominaciones 1, 2, 3, etc. Así no me tardo escribiendo, no me quemo la cabeza, etc. XD

A pesar de que tiene la coletilla "2", no es una continuación del fic actual que estoy escribiendo. Absolutamente ningún personaje de la historia actual aparecerá en este nuevo fanfic. Así que háganse de cuenta que es otro universo, otro año, otro mundo, otra cosa.

Argumento:
El ejército Death Riders domina el Digital World. Las olas de masacre y destrucción hacen mella en todo el mundo digital. Esta historia se centra en el protagonista y el antagonista: Sato Ryousuke (Ryo) y Watanabe Shoutarou (Shou). Ryo es el bueno, aquel que ante una injusticia no puede quedarse callado, sin importar que su vida se ponga en riesgo. Y Shou, callado, reservado e inteligente. Primer lugar en matemáticas de la prefectura, cientos de diplomas colgados en su habitación... pero nadie sabe que es un general del ejército Death Riders. ¿Cómo terminará esta pelea en la que dos jovenes representan a dos bandos diferentes? Pero ellos no son los únicos...
Spoiler: Mostrar
1. Hora de conocer a los Generales

Kanagawa-ku, un barrio de la ciudad de Yokohama, en la prefectura de Kanagawa, a pocos kilómetros de Tokio, en Japón. Así transcurría la vida en esa ciudad. Agitada por ser la capital de la prefectura, y dentro de la zona metropolitana de Tokio. Sí, eso era.

Uno podría pensar que este es de las pocas veces en que sucede algo en una ciudad agitada, pero no se esperaba que un suceso extraño viniera pronto.

Allí, en un parque de la ciudad, un domingo en la mañana, un joven de apenas 13 años, de gorra roja, chaleco café y pantalones de mezclilla miraba la televisión en su celular. La presentadora anunciaba tiempo soleado para el lunes, pero las cosas no iban a ser así.

-¿Por qué me citaste aquí, Shoutarou? -preguntó una jovencita de 12 años de blusa verdiazul y pantalones acercándose a la banca donde estaba sentada aquel joven.
-Ah... Karin... -dijo apagando la televisión y volteó a ver a los niños correr en el parque. -¿No te lo dijo el jefe?
-¿Decirme qué? -preguntó de nuevo Karin.
-Mañana va a ser el gran día. -contestó Shoutarou escondiendo su celular y sacando del otro bolsillo un aparato similar de color negro.
-¿El gran día? -preguntó extrañada Karin. -¿¡No estarás hablando de...!?
-Sí. -dijo Shoutarou comenzando a oprimir los botones de ese aparato. -Mañana comenzará la cacería... El jefe quiere resultados y pronto.
-¿Por fin comenzaremos a comer como reyes? -contestó una voz de ese extraño aparato.
-Tú sabes que los datos no son alimento para humanos, así que tú solito te darás tu festín. -contestó el joven sin apartar la mirada de su aparato. -Además, esos “modificados” tienen más datos que un normal, así que con uno solo que mates tendrás alimento para toda una semana.
-¡Ya basta! -gritó Karin asustada, tratando de arrebatarle el aparato electrónico negro de las manos a Shoutarou. -¿Hasta cuándo vas a seguir con esto?

Pero Shoutarou fue más ágil y no permitió que Karin le quitara ese aparato.

-¿Seguir con qué, Karin? -preguntó con un tono burlón.
-Con esta “cacería”. -contestó Karin. -¡Tú no eras así! ¡Tú no eres así! ¡Quiero ver de nuevo a ese Watanabe Shoutarou que conozco desde el jardín de niños! ¡Aquel niño tímido y tierno!
-He cambiado y para bien aunque no quieras aceptarlo. -contestó el joven levantándose de su asiento. -Ese Watanabe Shoutarou del que hablas ha quedado en el pasado. Ese tipo tímido, aburrido y del que se pueden burlar ha desaparecido. ¡El jefe me ha cambiado y se lo agradezco!
-¡El jefe! ¡El jefe! -gritó Karin molesta. -¿No te das cuenta? ¡Ese horripilante monstruo sólo te está utilizando para su beneficio propio!
-¿Y qué si fuera así? -preguntó Shoutarou sin voltearla a ver. -Sólo son datos, ¿por qué te preocupan tanto?
-¡Ya no quiero seguir con esto! -gritó la joven a su viejo amigo. -¡Sólo te sigo porque no quiero que te hagan daño! ¡Esos monstruos sólo están asustados cuando vienen a este mundo! ¡El jefe y tú se han encargado de matarlos a todos!
-¿Pueden callar a esa niña fastidiosa? -preguntó de nuevo la voz desde el aparato negro. -No dejan dormir a gusto.
-Perdona... -dijo Shoutarou mirando aquel extraño aparato. -¡Ya despertaste a mi amigo, Karin! ¡Y por si no te has dado cuenta, tú también trabajas para el jefe!
-¡Pero yo no tengo un Xros Loader ni un monstruo como lo tienes tú! -dijo Karin. -Shoutarou, sólo te pido que renunciemos a esto. Aún es tiempo.
-Ya tomé mi decisión. -contestó el joven retirándose del parque pese a los gritos de Karin. -No voy a renunciar, y deberías hacer lo mismo. El jefe te matará si intentas traicionarlo.

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-Esa Karin va a interferir en los planes del jefe. -contestó aquella voz que emanaba de ese aparato negro.
-Lo sé. -contestó Shoutarou mientras caminaba por las calles. -Pero la conozco desde que éramos niños. No va a hacer nada contra nosotros. Y bien sabe lo que haría el jefe si intenta rebelarse.
-En eso tienes razón. -contestó de nuevo esa voz que salía de aquel dispositivo negro. -No es la primera vez que tu amiguita se pone en ese plan.
-Espero que puedan resistir hasta mañana. -dijo el joven sin despegar la vista de ese aparato.
-¡Mis muchachos ya están impacientes de hacer picadillo a esos Generales! ¡General Watanabe! -contestó una voz diferente saliendo del mismo aparato.
-Si mis deducciones son correctas, -dijo de nuevo Shoutarou. -no solo aparecerán los Digimon de los Generales ocultos. Seguramente se desate una lluvia de Digimon que por accidente llegarán al mundo humano.
-¿Vas a reclutar a alguno más, Shoutarou? -preguntó la voz anterior.
-Sólo si vale la pena como ustedes. -contestó el joven. -De lo contrario, podrían utilizarlos como refrigerio.
-¡Ese es nuestro General! -gritó la otra voz que había contestado con anterioridad, esta vez de forma alegre y maligna.

Shoutarou ingresó a una zona departamental, ingresó al elevador, apretó unos botones y se puso en marcha, deteniéndose unos pisos más adelante: nueve para ser específicos. Luego de salir, dobló hacia la izquierda y en el número marcado como 912, abrió la puerta. Un departamento como el de casi todos, pero con una limpieza impecable desde la puerta hasta detrás de los estantes. Libros, libros y más libros en tres libreros que ocupaban gran parte de la pequeña sala.

-¡Estoy en casa! -contestó Shoutarou mientras se quitaba los zapatos.
-Llegas muy temprano, Shoutarou. -contestó un señor que se encontraba leyendo el periódico en la pequeña sala. -¿Ya terminaron las tareas?
-Sí papá. -contestó feliz el joven. -Mañana será la presentación en clase y solo estábamos dando los últimos toques.
-Que bien, Shoutarou. -dijo una señora que secaba las sábanas al sol. -Qué bueno que sigas así. Eres mi niño adorado.
-Gracias mamá. -contestó el joven Shoutarou. -Si me disculpan, voy a descansar.
-Pero si todavía son las 11 de la mañana. -contestó su madre.
-He estado despierto más de 20 horas al día toda esta semana por tanta tarea. -contestó el joven titubeando un poco. -Quiero descansar algo el día de hoy.
-No te sobresfuerces tanto, hijo. -dijo su padre mirándolo.
-No puedo evitarlo. -contestó el joven General. -No me gusta estar atrás de los demás.

Y así, Shoutarou entró a su habitación y colocó el cerrojo a su puerta. Esa habitación podría ser la envidia de todos los padres de familia. Igual de ordenado que el resto de la casa, estantes con libros, diplomas de excelencia tapizaban las paredes, y una cama sin decorados en el colchón ni en las sábanas.

Tomó aquel aparato, y gritó:
-¡Ir a Zone!

Un enorme túnel de color verde apareció frente a Shoutarou, y en el cual el joven General ingresó. Cuando salió de él, se encontró en un lúgubre lugar, oscuro por todos lados, excepto por una pequeña zona frente a él.
-He llegado, Beelzebumon-sama. -dijo Shoutarou arrodillándose ante un extraño ente.

Vestido con atuendo de motociclista, con una pistola en las manos, y lo más impactante: con un tercer ojo en la frente, ahí estaba lo que parecía ser el jefe de Shoutarou.
-Te tardaste mucho, Shoutarou. -contestó ese extraño demonio. -¿Qué te trae por aquí?
-Creo que esa pregunta está de más, señor. -contestó levantándose. -Mis muchachos están desesperados, no pueden esperar a conocer a los nuevos Generales de mañana. Así que los traje aquí a que se diviertan un poco.
-Tú y tu sed de sangre, humano. -contestó otro ser a lo lejos.
-Y tú tampoco te quedas atrás, Lucemon. -contestó el joven volteando hacia atrás. -¿Cuántas Code Crown llevas contigo?
-Unas 15 si no me equivoco. -dijo el ser, apareciendo frente a él. Tenía la cara de un ángel totalmente dulce, con una toga que lo vestía y unas alas blancas que eran la envidia de cualquiera. Pero bajo esa apariencia de ángel se escondía un demonio, más oscuro que lo que parecía demostrar. -¿Y tú cuántas llevas?
-21. -dijo Shoutarou. -Considerando que apenas llevo dos meses conociendo el Digital World y uno con ustedes y que tengo que viajar entre mundos, me parece un excelente número.
-Con los que tiene NeoDevimon, se hacen unas 48. -gritó Beelzebumon molesto. -¡Aún les faltan más!
-¡Sí, señor! -contestó Shoutarou algo asustado al escuchar semejante grito. -¡No se preocupe señor, iré por más!

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-¡Es... es el Dark General! -gritó un insecto de color rojo, un Tentomon. -¡Corran todos!
-¡Aquí nadie corre! -gritó un joven con gafas oscuras, capa gris y túnica del mismo color que le cubría hasta el cabello.
Sosteniendo un aparato de color negro, gritó con fuerza.
-¡Reload, Tankdramon, Tankmons!

Un increíble armamento Digimon, literalmente, aparecía frente a los pobres aldeanos de Bug Zone. Unos pobres aldeanos que tuvieron la mala suerte de haberse puesto en el camino del Dark General.
-¡De la orden de atacar y lo haremos de inmediato! -contestó el líder del ejército Digimon del Dark General: Tankdramon.
-¡Tankmons! -gritó el joven General. -¡Rodeen la zona del parque! ¡Si alguno de los aldeanos de Bug Zone desea pasarse de listo, atáquenlo de inmediato y sin dudar!

Dos Kabuterimon intentaron cruzar la valla que habían construido los Tankmons, pero fueron exterminados por sus Hyper Cannon. Ese joven General se había subido a las espaldas de Tankdramon para darle nuevas órdenes a sus Digimon.
-¡Tankdramon! -gritó el General. -Si mis informaciones son correctas, el Code Crown se encuentra dentro de esa estatua de AtlurKabuterimon.
-¡A la orden, General! -contestó el Tankdramon, y apuntando sus cañones, disparó contra la estatua de AtlurKabuterimon que se encontraba frente a ellos.

Los planes del Dark General habían salido a la perfección. El Code Crown de esa Zone estaba allí, y era para él.
-¿Ahora qué haremos, General Wa... digo, Dark General? -contestó Tankdramon.
-¿Quieren divertirse, mis Tankmons? -preguntó el Dark General.
-¡Sí, General! -gritaron los Digimon tanques al unísono.
-Entonces... -dijo esbozando una macabra sonrisa el general oscuro. -¡Arrasen con todo!

Fue en ese momento que Bug Zone dejó de ser el paraíso de los Digimon insecto. La selva fue arrasada por completo y muy pocos lograron sobrevivir.

---------------------------------------------------------------------------------

Ryousuke despertó sobresaltado. Su respiración estaba muy agitada y se veía muy preocupado.
-¿Eso... fue un sueño? -se preguntó muy asustado.

No era la primera vez que soñaba con esa historia de destrucción. Ya había pasado una semana y ese sueño se repetía todas las noches en el subconsciente de Ryousuke.
-El Dark General... -dijo aún recuperándose del susto. -Pero si parece de mi edad... ¿Qué eran esas cosas?
-¿Ya despertaste, Ryousuke? -preguntó una señora afuera de la habitación de nuestro nuevo objetivo.
-¡Ya mamá! -gritó Ryousuke quitándose la pijama y poniéndose el uniforme de secundaria.

Tomó su celular y gritó al ver que se le había hecho tarde.
-¿No vas a comer, Ryousuke? -preguntó su madre al ver que Ryousuke tomaba un pan tostado untado con mermelada de fresa y se dirigía a la puerta de la casa.
-A esta hora ya debería estar en la entrada de la escuela... -contestó sin voltear, saliendo de la casa y cerrando la puerta.

Corriendo por las calles del vecindario, comenzó a preguntarse sobre lo que estaba pasando en sus sueños. ¿Por qué le preocupaba tanto?
-¡Ryousuke! ¡Estás muy raro! ¿Qué te pasa?
-¡Ah, Hiromi! –contestó Ryousuke asustado y desconcentrado al escuchar a su amiga hablándole a sus espaldas. -¡No… nada!

Sato Ryousuke y Kobayashi Hiromi eran amigos del vecindario. Hiromi había llegado a la ciudad de Yokohama hacia cuatro años, pero se habían formado lazos de amistad entre ellos dos, casi como los de Shoutarou y Karin. Ryo y Hiromi, como los llamaremos más adelante, aunque estudiaban en la misma secundaria pública, no iban en el mismo grupo. Sin embargo Hiromi siempre iba a buscar a Ryo después de sus prácticas de kendo.

La clase 1-2. La única clase en la que Ryo, Shou (como lo llamaremos de ahora en adelante) y Karin iban totalmente juntos, en las mismas asignaturas a excepción de los talleres deportivos y culturales.

Sin embargo, esa tarde del lunes cuando Ryo acababa de ducharse de la práctica de béisbol de la última hora, Karin se acercó al banco donde se encontraba guardando sus cosas, estaba muy preocupada.
-Sato-kun... -dijo muy tímida la joven Karin. -¿Puedo hablar contigo?
-Claro, Goto-san. -contestó Ryo un poco desconcertado.

En las afueras de los vestidores, ambos compañeros de clase comenzaron a platicar. Algo que Karin debió haberse reservado para sí pero creyó que era mejor externar con alguien más.
-Verás... Sato-kun... -contestó Karin preocupada. -Hay un amigo que aprecio mucho... creo que él no se ha dado cuenta... y quiero lo mejor para él.
-¿Hablas de mí? -contestó bromeando Ryo.
-¡Para nada! -contestó furiosa y sonrojada. -Es... no quiero decirte su nombre...
-Si no quieres decirme su nombre, no tienes por qué hacerlo. -contestó Ryo.
-Está bien. -dijo Karin aliviada. -Verás, ese amigo últimamente se ha metido en malos pasos. Ha estado haciendo cosas terriblemente malas, y no quisiera que siguiera haciendo esas cosas.
-¿Por qué no se lo dices? -preguntó Ryo.
-Está cegado de poder. -dijo Karin asustada. -Está seguro de que quiere ser igual que sus jefes... Sólo lo acompaño porque no quiero que le pase nada, pero no sé si pueda seguir apoyándolo.
-Si no estás de acuerdo con él, entonces hazle saber que si no vuelve a ser bueno, no serás su amiga. -contestó el joven.
-No quiero dejarlo solo... -dijo Karin bajando la mirada. -Pero creo que no tengo otra opción... Gracias Ryo...

Karin salió de los casilleros rumbo a la salida de la escuela, cuando encontró a un grupo de bravucones aprovechándose del joven Shou. Un grupo de tres jóvenes del segundo grado estaban jugando con el portafolios de Shou, y un Shou gritando a súplicas que dejaran sus cosas en paz.
-¡Dejen mis cosas! -gritaba a punto de estallar.
-¡Uy! ¿¡Y qué va a hacer el presidente del club de lectura!? -dijo uno haciendo colgar ese portafolios. -¿¡Llamar a Edogawa Rambo!?
-¡Es Rampo, idiota! -gritó Shou algo furioso.
-¿Qué están haciendo con Shoutarou? -preguntó Ryo acercándose hacia el tumulto de gente.
-¡Ah! -gritó otro de ellos.
-Dije... ¿Qué están haciendo con Shoutarou? -preguntó de nuevo Ryo. -¿O acaso se están metiendo con él por ser el presidente del club de lectura?
-¡Corrección! -dijo el tercero. -¡El único miembro del club de lectura de toda la secundaria!
-¿Saben qué es esto? –dijo Ryo desenfundando una shinai que llevaba para guardar.

No tuvo ni tiempo de mostrar que eso era un sable de madera, antes de que los tres salieran corriendo del susto.
-¿Te encuentras bien, Shou? -preguntó Ryo escondiendo la shinai y acercándose a Shou.
-Muchas gracias, Ryousuke. -dijo el joven apurado recogiendo sus cosas del suelo. -Pensé que terminarían ensuciando mis libros...
-¿Cómo es eso que eres el único miembro del club de lectura? -preguntó confundido Ryo.
-Verán… el antiguo presidente del club fue transferido a otra ciudad… -dijo triste Shou. –Todos los miembros antiguos se cambiaron a otros clubes cuando renunció… intenté lo posible para convencerlos de que se quedaran… pero me quedé solo... No quiero que cierren el club, sería una decepción para los futuros integrantes…
-Podríamos hacer una campaña para que más jóvenes entren al club. –dijo Ryo acercándose y mirándolo a los ojos. –No te desanimes, todo va a salir bien.
-¿De verdad, Ryousuke-san? –preguntó contento levantándose del suelo. -¡Sería genial!

Y así, parecía que esa iba a ser una tarde normal para los tres jóvenes, pero de la nada comenzó a nublarse el cielo de Yokohama con nubes intensamente negras, como si la noche hubiese caído repentinamente. Y de pronto, la lluvia incesante.
-¡Rápido! –gritó Karin. -¡A la escuela!

Ryo, Shou y Karin se refugiaron dentro de los edificios de la escuela, en el pasillo principal del edificio justo antes de llegar a la puerta.
-¡Ah! –gritó Karin molesta. -¡Y justo hoy que quedé con mamá para preparar la cena!
-Podríamos adelantar el libreto para el proyecto final de teatro. –contestó Hiromi acercándose a ellos.
-¿Teatro? –preguntó Shou. -¿Un libreto?
-¡Ah! –exclamó Hiromi acercándose a Shou. -¡Watanabe-san! ¡Necesitamos tu ayuda!
-¿Ayuda? -preguntó Shou.
-¡Sí! -gritó Hiromi. -¡Estoy seguro que nos podrás ayudar en la redacción de un libreto para nuestro proyecto final de teatro! ¿Qué dices? ¿Podrás ayudarnos?
-Bueno... -contestó Shou rascándose la cabeza. -No soy muy bueno escribiendo guiones teatrales, pero puedo ayudarles al cien por ciento en la redacción y en ortografía.
-¡Perfecto! -contestó muy contenta Hiromi. -¡Eso es todo lo que necesitamos! ¿Ves Karin? ¡Te dije que Shoutarou nos iba a apoyar...!
-¡General! -gritó un Digimon. -¡Ya vienen!
-¿Eh? -preguntó Hiromi. -¿Qué fue eso?

Shou estaba muy nervioso. Sus Digimon nunca hablaban dentro del Xros Loader a menos que Shou se los permitiera, para evitar sospechas, eso decía. Karin igualmente estaba nerviosa, no por escuchar dichas voces, sino por el contexto que eso implicaba. Ryo no tuvo tiempo siquiera de escuchar lo que estaba pasando, ya que un rayo cayó muy cerca de ellos, haciéndolos caer al suelo.

Shou tomó a Karin de la mano y salieron corriendo rumbo al segundo piso, mientras Ryo se acercaba instintivamente hacia donde había caído el rayo. Había incendiado un árbol cercano, pero lo más extraño de todo era que de cerca del árbol incendiado apareció un extraño dragón pequeño con un cabeza con una punta superior y unas aletas adjuntas a los brazos.
-¡Espera Ryo! -gritó Hiromi tomando a Ryo de la mano. -¿Qué es esa cosa?
-No lo sé... -dijo Ryo intentando llegar hacia el dragón pequeño.

Estaba totalmente malherido, con fuerzas apenas para ponerse de pie y decir unas tristes palabras...
-Los Death Riders... Mi pueblo... No...

Se le habían acabado las fuerzas para poder hablar, pues se desmayó frente a los ojos de Ryo. Ryo corrió soltando su equipamiento de kendo y trató de auxiliarlo. Un enorme dragón color rojizo con alas destrozadas moradas y con armas en vez de manos y garras, además de un casco metálico cubriendo la mitad de su cabeza, apareció desde los cielos tratando de intimidar a los pocos presentes.
-¡Esto es muy peligroso! -gritó Hiromi.
-Los Death Riders... -contestó Ryo algo confundido. -¿Quiénes son los Death Riders?
-Mi General y yo. -contestó el nuevo aparecido entre el grupo. -Veo que no solo causas problemas en el Digital World, ahora vienes a este mundo a querer que te destruyamos.
-¿General? -preguntó Ryo recordando su sueño. -¿El Dark General?
-¿De qué hablas Ryo? -preguntó Hiromi confundida.
-Veo que has escuchado hablar de mi General. -dijo aquel dragón. -Así que te lo dejaré claro: entrega a ese Digimon y no te haremos daño.

Ryo dio unos pasos y se puso de frente al dragoncito morado.
-No. -dijo. -No sé qué serán ustedes. Pero de una cosa estoy bien seguro: no permitiré que le hagas daño a un indefenso.
-No me dejan opción. -contestó el feroz cyborg volador.

Apuntó sus armas y lanzo varios misiles contra ellos. Hiromi y Ryo esperaban lo peor, pero una luz los envolvió a los tres protegiéndolos de esos proyectiles.
-¿Dónde estamos? -preguntó Hiromi viendo lo que estaba pasando.
-No lo sé. -contestó Ryo mirando hacia todos lados.
-¿Quieres salvar la vida de este Digimon y de muchos más? -gritó una voz a lo lejos, aunque no parecía estar tan lejos ya que no se escuchaba nada del exterior.
-No sé de qué hablas. -dijo Ryo. -Pero... ese monstruo está pidiendo ayuda. ¡Quiero ayudarlo!

Un extraño dispositivo, muy similar mal que portaba Shou pero en color verde, apareció frente a él de la nada.
-Si aceptas convertirte en un General y liderar tu propio equipo Digimon, podrás salvar a Monodramon. –contestó la voz.
-¡No! –gritó Hiromi tratando de advertir a Ryo. -¡No lo toques! ¡No sabemos qué es eso!

Pero Ryo hizo caso omiso de las palabras de Hiromi, tomó ese extraño aparato verde, y sintió que la luz los tragaba, pues se volvió tan brillante que ninguno de los dos podía ver al otro. Ryo, su amiga y el Digimon que estaban tratando de salvar desaparecieron de ese lugar.

Desde el segundo piso del edificio principal de la secundaria, Shou se encontraba mirando lo que estaba pasando.
-¡Maldita sea! –gritó molesto. -¿Cómo pudiste dejarlos escapar, Megadramon?
-Lo lamento, señor. –dijo el enorme dragón acercándose a la ventana del salón de clases donde se encontraban.
-¿Lo lamentas? –gritó Shou molesto. -¡Ahora Beelzebumon-sama nos va a castigar por haber dejado enviar a un General al Digital World!

Shou hizo regresar a su mega Digimon a su Xros Loader.
-Creo que no nos va a quedar de otra... -continuó. -Karin, iremos al Digital World.

Karin había bajado la mirada, y luego titubeando un poco, dijo.
-No.
-¿Qué dijiste? -preguntó Shoutarou al ver la reacción de su amiga.
-No voy a continuar en esto. -dijo Karin nuevamente. -¡No puedo creer que quisieras hacerle daño a Ryousuke y a Hiromi!
-Uno de los dos es un General y es mi deber eliminarlos. -continuó. -Es mi deber como miembro del ejército Death Riders.
-Lo siento, Shoutarou. -dijo Karin. -No voy a ir contigo, renuncio.

Karin salió corriendo del salón donde se encontraban, a punto de llorar.
-¡No puedes hacerme esto, Karin! -gritó Shou. -¡Maldita sea! ¿Ahora cómo le vamos a explicar esto al jefe?
-No hay tiempo que perder, General. -dijo Tankdramon desde el Xros Loader.
-Cierto, Tankdramon. -dijo el General. -Debemos ir al Digital World cuanto antes.

---------------------------------------------------------

Mientras tanto, en un mundo diferente al nuestro, allí habían aterrizado Hiromi, Ryo y el extraño Digimon. Unos seres raros de color amarillo, pequeños y con orejas que usaban como alas, extrañados de ver a esos “intrusos”, se llevaron a los tres a una choza en el interior de su aldea.

Continuará…
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Gargadon
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The Digital World Chronicles 2 [02/??]

Mensaje por Gargadon »

Bien, había prometido que no continuaría con este fanfic a corto plazo, pero el gusano de la ociosidad regresó en mí y quiero seguir escribiendo, muy a pesar de todos los problemas de salud y emocionales que he tenido en las últimas semanas. En cuanto a salud, ya todo está bien, a excepción de una gripa que debería desaparecer en unos días. Y en cuanto a lo otro, a darle vuelta a la página, vamos a ser dignos y no rebajarnos al nivel de otros.

Como ustedes saben, este fanfic está basado en los lineamientos de Digimon Xros Wars (que son más inestables que la planta nuclear de Fukushima), así que advertidos están. Este capítulo, juro que es el último que escribiré antes de terminar con la saga anterior, ya que, aunque prometí… bueno, mejor descubran lo que sucederá en este capítulo, solo puedo advertir que lo que vaya a suceder en esta saga está relacionado con lo que escribiré a futuro en la saga anterior. Lo dejaré aquí para que vayan sacando sus conclusiones.
Spoiler: Mostrar
2. ¿Quién es ese sujeto de capa?

-¡Olvídalo! -gritaba Karin ante las insistencias de Shou. -¡No iré contigo al Digital World!
-¡Tienes que ir! -gritó Shou. -¡No puedo dejar mal a Beelzebumon-sama!

Shou le estaba insistiendo a Karin de que lo acompañara al Digital World.
-Lo lamento, Shou. –contestó Karin como un “no” rotundo. –Ya no quiero ser tu amiga.
-¿De qué hablas? –contestó enojado Shou.
-¡Déjame en paz! –gritó llorando Karin, corriendo del lugar y dejando solo a Shou.

Shoutarou solo se quedó a mirar lo que pasaba y atinó a decir:
-¡Maldición! ¿Ahora qué le diré al jefe?
-No debería preocuparse por esa mocosa, general. –contestó Tankdramon desde el Xros Loader.
-Tankdramon tiene razón, Shou. –dijo Megadramon. –El jefe nos espera cuanto antes en el Digital World para detener a esos generales.
-Tienes razón… -dijo Shou. –Aunque nunca he estado tanto tiempo en el Digital World…

Shoutarou alejó sus pensamientos de preocupación pues su prioridad era acabar con los generales. Tomó su Xros Loader y se dirigió al Digital World. Allí, en frente del jefe, Shou se inclinó ante él.
-¿Dejaste que los generales entraran al Digital World? –preguntó el Digimon motorista.
-¡Perdone, señor! –contestó Shou apenado. –No pude atacar al general verde, fue como si algún extraño escudo lo protegiera.
-Y te olvidaste del general azul. –contestó Lucemon saliendo de la oscuridad.
-¿Eh? –preguntó Shou asustado al mirar a los dos Digimon. -¿General azul?
-¿O ibas a creer que el general verde era el único que llegó al Digital World? -contestó Lucemon riéndose del pobre Shoutarou.
-No... -dijo Shoutarou asustado, y más aún cuando vio el rostro de enojo de su jefe. -¡Puedo explicarlo! ¡Estaba tan entretenido con el general verde! ¡No me había dado cuenta de que había otro general...!

Beelzebumon se levantó de su asiento, y apuntando con su arma sobre la cabeza del Dark General, dijo:
-Si fueras un soldado de bajo rango, en estos momentos estarías hecho trizas, y sobre todo si tu amiga Karin no está contigo. Pero tú eres el general con más Code Crowns en todo el Digital World, no puedo perderte así de fácil.
-Pierda cuidado, señor. -contestó Shoutarou cayendo de rodillas al suelo. -No pensaría en traicionarlo ni un momento. Además… Karin no tiene un Xros Loader, no podría traicionarnos ni aunque lo deseara.
-¡Atención! ¡Lucemon! ¡Dark General! -dijo el Digimon jefe de ambos. -¡Ustedes vayan a conseguir los Code Crowns que faltan!

Los dos Señores Demonios presentes en el recinto caminaron uno y otro a los lados de Shoutarou, aún hincado en el suelo un poco impactado.
-¡Shoutarou! -gritó el jefe. -¡Levántate del suelo y ve a trabajar!
-¡Sí señor! –contestó apurado el Dark General.

------------------------------------

Mientras tanto, en la aldea de los Patamon, perteneciente a Plain Zone, la conmoción se hacía más y más grande al ver a dos humanos y un Digimon muy debilitado cayendo del cielo. Los habían llevado a una de las chozas y los cobijaron y les trataron de curar sus heridas antes de que despertaran.
-Están despertando. –dijo un Patamon en voz baja al ver que Ryousuke abría los ojos.
-¿Dónde… estamos? –preguntó Ryo algo aturdido.
-¡Esta es la aldea de los Patamon! –contestaron todos al mismo tiempo.
-¿Eh? –preguntó Ryo confundido. -¿Hiromi? ¿Dónde está Hiromi?
-Aquí… -dijo Hiromi asustada en una esquina de la choza, estaba sentada en el suelo sosteniendo sus piernas con las manos.

Ryousuke se levantó por completo al ver a la multitud de Patamon frente a él y a su amiga Hiromi asustada en una esquina de la choza. No pudo evitar gritar al ver tantos monstruos extraños frente a él y a su amiga.
-¿¡Qué clase de lugar es este!? –gritó Ryo completamente asustado.
-Esta es la aldea de los Patamon. –contestó un extraño Patamon con barba blanca, bastón y con sus orejas-alas algo destrozadas. –Bienvenidos.
-Esto no es Yokohama, Ryo… -dijo Hiromi asustada en el suelo sin siquiera moverse.
-No. –dijo el Patamon anciano. –Esto es Plain Zone, una de las tantas Zones del Digital World.
-El Digital World… -dijo Ryo pensativo. –Es de donde viene… ¡Monodramon! ¿Dónde está?
-Aquí. –dijo una voz saliendo de los bolsillos de Ryo.

Ryo tomó un extraño aparato de sus bolsillos y lo sacó enseñándolo a toda la multitud.
-¿Cómo entraste allí? –preguntó Hiromi.
-No lo sé. –contestó el dragoncito morado. –Pero ya me siento mucho mejor. Gracias, Ryousuke.

Los Patamon se asustaron al ver el Xros Loader de Ryo. Retrocedieron y el más anciano de todos dio un paso adelante.
-Un Xros Loader… -dijo el Patamon anciano. –Eso significa que eres un General designado por nuestro dios para acabar con la maldad en el Digital World.
-Eso mismo dijo del General anterior. –dijo un Patamon joven del fondo de la multitud. –Y ya vio cómo acabó.
-Cierto, cierto… -dijo el anciano rascándose la cabeza. –No quiero darles grandes expectativas a los demás, pero no puedo dejar de hacerlo.
-¿El General anterior? –preguntó Ryo. -¿Tiene algo que ver con el Dark General?

Los Patamon callaron y se asombraron. ¿Cómo era posible que Ryo supiera de la existencia de tan semejante monstruo?
-¿Podrían explicarme todo lo que pasa? –preguntó Hiromi por fin levantándose del suelo.
-Verás… -dijo Ryo recordando. –Anoche tuve un sueño muy extraño… Un joven muy de nuestra edad estaba destrozando una zona llena de insectos. Pensé que era un sueño extraño, pero cuando vi a Monodramon pidiendo ayuda, me di cuenta de que era real.
-¿Es ese tal Dark General? –preguntó Hiromi.
-Sí. –contestó Ryo. –Tiene un aparato muy parecido a este. –dijo tomando entre sus manos el Xros Loader. – Pero el de él es negro.
-Eso no fue un sueño. –dijo otro Patamon. –Hoy en la mañana recibimos informes de una Zone de Digimon insecto que desapareció a manos de uno de los generales del ejército Death Riders.
-Malditos… -dijo Ryo refunfuñando. –Muy pocos sobrevivieron, o al menos eso vi en mi sueño.
-¿Y quiénes son los Death Riders? –preguntó Hiromi.
-Son el ejército más poderoso de todo el Digital World. –dijo el anciano Patamon bajando la mirada. –Fragmentó este mundo en varias zonas y se ha adueñado de la mayor parte de ellas.
-Ryousuke… ¿puedo salir del Xros Loader? –preguntó Monodramon. –Tengo hambre.
-¿Xros Loader? –preguntó Ryo sosteniéndolo. -¿Es esto? ¿Y cómo te saco?
-Solo apunta la pantalla hacia el suelo y grita ¡Reload! –dijo el anciano Patamon.
-¡Reload! –dijo Ryo haciendo lo que le pidieron, y así Monodramon apareció frente a ellos.

Habiendo terminado la cena, Hiromi y Ryo discutían sobre lo que debían hacer.
-¿No pensarán en irse del Digital World? –preguntó Monodramon.
-Bueno, yo… -contestó Ryo dudando sobre lo que debía hacer.

Era un dilema. Hiromi no tenía nada que ver en este asunto y sin embargo estaba en ese extraño mundo. Pero Monodramon requería su ayuda.
-Quiero irme a casa. –contestó Hiromi bajando la mirada. –Mamá y papá deben estar preocupados.
-Debe haber una manera de regresar a casa. –dijo Ryo.
-¡Por favor, tienen que quedarse aquí! –dijo el dragón morado. -¡El Digital World está en peligro! ¡Mis amigos fueron secuestrados por un miembro de los Death Riders! ¡Ayúdenme a rescatarlos!
-Yo… -dijo Ryo de nuevo confundido. –Está bien. Mañana partiremos a buscar a tus amigos, luego podremos irnos a casa.
-¿De verdad? –contestó. -¡Muchas gracias!
-Ryousuke… -contestó Hiromi.
-No sabemos cómo regresar a casa. –dijo Ryo. –Pero podríamos averiguarlo en el camino.

Y así, Ryo y Hiromi se dispusieron a descansar. Apenas llevaban un poco de tiempo en el Digital World y no lograban entender lo que ocurría. Digimon, Death Riders, Dark General… ¿qué era todo eso? Era una especie de sueño de la cual querían despertar, pero parecía imposible, y más aún porque ni Ryo ni Hiromi podían dormir en las camas de los Patamon de lo pequeñas que eran.

Habiendo entrado al sueño, no durmieron ni apenas 30 minutos, pues un estruendo los despertó en señal de alerta.
-¿Qué fue eso? –preguntó Hiromi.
-¡Los Death Riders! –gritó un Patamon alertando a nuestros héroes.

Los dos jóvenes salieron de la choza donde dormían y vieron tres siluetas colocadas cada una sobre la copa de un árbol.
-Así que aquí está ese rebelde de Monodramon. –dijo uno de ellos.
-Fue fácil encontrarlos, Lucemon. –dijo otro.
-Sé que te encargaron este caso a ti, NeoDevimon. –contestó una silueta de capa. –Pero mejor déjamelos a mí. Son unos debiluchos y en cuestión de segundos estarán fuera de la faz de este mundo.
-¿Quiénes son ustedes? –preguntó Ryo desafiante.
-Así que tú eres el general verde. –contestó el joven de capa. –Pues recuerda bien mi apodo. Soy el Dark General, y estamos aquí para mantener el Digital World sumido en un caos total.
-Esa voz... -pensó Ryo al escuchar la voz del Dark General.
-¿Y qué es lo que quieren de nosotros? –preguntó Hiromi asustada tratando de abrazar lo primero que se encontrara, en este caso a Monodramon, quien trataba de luchar para liberarse de los brazos de la joven.

El ángel dio un paso adelante y dijo:
-Eliminarlos cuanto antes. Ese rebelde de Monodramon debe regresar a la prisión junto con el resto de sus aliados.
-¿Rebelde? –preguntó Hiromi.
-Es una historia muy larga… -contestó el dragoncito. -¡Se los explicaré luego!

Ninguno de los tres tuvo oportunidad de continuar con su charla. Tres rayos se dirigieron hacia cada uno de los oficiales de los Death Riders, pero estos fueron ágiles y lograron bajar de los árboles antes de que les impactara. Los árboles comenzaron a incendiarse y se derrumbaron. La iluminación de los árboles incendiándose permitió ver a los tres oficiales. Un ángel con las alas más bellas que podían verse, un demonio de alas rojas con cuernos en la cabeza, y un joven de mediana estatura bajo un atuendo que no dejaba ni mostrar su rostro.
-Maldita sea. –contestó Lucemon. –Tenía que ser él.
-¿Quién, Lucemon? –preguntó intrigado el joven de capa.
-Vámonos de aquí. –contestó NeoDevimon.
-De acuerdo… -dijo el joven de capa.

Los tres oficiales desaparecieron de la Zone casi como llegaron.
-¡Esperen! -gritó Ryo muy tarde. -¿Quién eres tú, Dark General?
-¡Déjalos, Ryousuke-kun! -dijo Hiromi.
-¡No -gritó Ryo. -¡Esa voz la he escuchado antes!
-Puede ser otra persona. -dijo Hiromi.
-No... -dijo Ryo. -No sé quién sea, pero su voz es muy conocida. No descansaré hasta descubrirlo.
-Ese Dark General es un humano de la misma edad que tú. -dijo alguien acercándose hacia nuestros amigos.
-¿Quién dijo eso? -preguntó volteando a todos lados el dragoncito morado.
-¡Por ahí! -gritó Hiromi señalando un punto acercándose hacia ellos.

Un sujeto de túnica y capa marrón, muy similar a la del Dark General, pero mucho más alto en aspecto, vistiendo una gorra de color azul de la cual sólo se veía la visera, y sosteniendo un dispositivo negro más pequeño que el Xros Loader de Ryo, aparecía frente a ellos. Nunca se acercó de frente a nuestros nuevos amigos, siempre guardó su distancia.
-¿Quién eres tú? -preguntó Ryo desafiante.
-Mi nombre es lo de menos. -dijo el extraño.
-¿Tú también eres un General? -preguntó el dragón morado.
-No. -contestó. -Solo soy alguien que pasaba por aquí.
-Este sujeto me da mucha desconfianza. -dijo Hiromi en voz baja.
-Más desconfianza me daría estar con un General que no sabe siquiera cómo utilizar su Xros Loader. -dijo el joven extraño.
-¿Y qué es ese Xros Loader del que tanto hablan? -preguntó Ryo.
-O que no sabe que lo que tiene entre sus manos es un Xros Loader. -dijo el sujeto señalando las manos de Ryo. -Creo que sobrestimé al General verde.
-¿Qué dices? -preguntó enfadado Monodramon.
-¿Puedo hacerte unas preguntas, sujeto extraño? -preguntó Ryo.
-Adelante. -dijo el joven de la capa. -Les responderé todas sus dudas.
-¿Qué estamos haciendo aquí? -preguntó Hiromi asustada. -Quiero regresar a casa...
-Están aquí... -dijo el joven nuevo. -O más bien, Sato Ryousuke está aquí porque el dios del Digital World lo ha elegido como un General que guiará a un ejército de Digimon hacia un mundo lleno de paz y seguridad para todos. Los Digimon son los seres que viven en este mundo alterno, el Digital World. Están compuestos de datos, pero han evolucionado a tal grado que pueden sentir, llorar, reír, y ser nuestros amigos. Pero un grupo de Digimon malignos, los Death Riders, encabezados por el señor Demonio Beelzebumon, han convertido ese sueño en una extrema utopía.
-¿El Dark General pertenece a ese ejército? -preguntó Monodramon.
-Sí. -dijo el joven misterioso. -Lamentablemente los Death Riders tienen una carta fuerte en ese Dark General. Es el General con más Zones dominadas, y eso su jefe lo sabe muy bien.
-No lo entiendo... todo es tan confuso... -dijo Ryo mirando el Xros Loader, luego a Hiromi y por último a Monodramon.
-Sé que te parecerá confuso todo esto. -dijo el joven misterioso de capa. -Pero recuerda estas tres cosas, “reload” a tus Digimon, DigiXros e ir a Zone.
-¿Qué es todo eso? -preguntó Hiromi.
-Un General debe tener presentes esas cosas. -dijo el joven. -Y una cosa más. Con Monodramon no podrás hacerle frente siquiera a alguno de los soldados de los oficiales de los Death Riders. Deberías irte al poblado próximo mañana al amanecer, allí encontrarás muchos Digimon que podrían formar parte de tu equipo. Esta es la segunda vez que salvo a Monodramon de los Death Riders, pero no pienso hacerlo de nuevo.
-Una pregunta más… -dijo Ryousuke antes de que el sujeto misterioso desapareciera. -¿Por qué un humano está colaborando con los Death Riders?
-Los Generales fueron elegidos para traer la paz a este mundo, fueron elegidos por tener corazones puros y buenos. Pero algunos terminan siendo corrompidos por la oscuridad. –contestó el joven de capa. –No termines como el Dark General, General verde.

Y así, el joven de capa se retiró de la aldea de los Patamon rumbo a un lugar desconocido. Quisieron detenerlo pero en cuanto intentaron darse la vuelta para tratar de llamarlo, desapareció.
-¿Quién era ese sujeto? –preguntó Hiromi.
-No lo sé. –dijo Ryo. –Pero si dice que nos salvó, deberíamos seguir sus consejos.
-Lamento no haber sido de ayuda. –dijo triste el dragoncito morado bajando la mirada.
-No pasa nada. –Contestó Ryo.- Ni siquiera los Death Riders tuvieron tiempo de atacar.
-Y yo que quería regresar a casa. –contestó Hiromi muy triste.
-No podemos hacer mucho para regresar. –dijo Ryo poniendo su mano sobre los hombros de Hiromi. –Deberíamos descansar, mañana va a ser un día muy agotador.

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-Veo que estás aquí, Beelzebumon. –contestó el sujeto de capa sosteniendo aquel dispositivo negro. -¿Qué es lo que quieres ahora?
-No sé qué es lo que pretendes salvando a esos niños, “dios”. –dijo el motorista.
-Recuperar al Dark General de tus garras. –contestó el joven mirando fijamente a los ojos de aquel maligno Digimon.

Esa noche que sólo podía ser iluminada por el reflejo de una de tantas lunas disponibles, ambos sujetos extraños comenzaban a discutir, lejos de los poblados cercanos para evitar cualquier clase de sospecha.
-Solo le mostré los dos bandos, él decidió venir con nosotros. Tú, que ponías toda tu fe en ese niño, terminaste siendo traicionado por tus decisiones.
-Por eso puedo llamar a cuantos Generales necesite, solo para recuperarlo. –contestó el extraño humano. –No todos son tan fácilmente corrompibles como Watanabe Shoutarou.
-Oye, ¿no crees que deberíamos irnos, amigo? –contestó un Digimon de aquel aparato negro que sostenía el joven de capa. –No llegaremos a nada discutiendo así…
-Tranquilo, Gotsumon. –contestó el joven. –Somos inmortales. Este sujeto no nos puede hacer nada.
-¡Maldito mocoso! –gritó el motorista Digimon antes de apuntar sus armas contra el joven de capa.
-En todo caso, -siguió hablando el supuesto “dios”, esta vez caminando hacia Beelzebumon, tomando sin miedo las pistolas que lo apuntaban y apartándolas de su dirección. –no faltará mucho para que termines de jugar con él. Ese día lo lamentarás, tu amado General se convertirá de tu más grande aliado a tu peor enemigo, y te lo digo por experiencia.
-Un dios no sabe nada de nada. –contestó el motorista.
-Antes de ser un dios, fui un humano. –dijo el joven sin moverse un milímetro. –Y muy parecido a Watanabe Shoutarou, así que te lo advierto. Algún día los Death Riders se desintegrarán, y no seré yo quien lo haya propiciado.
-¡Eres un…! –gritó Beelzebumon dando una vuelta completa para tratar de liberar sus armas de las manos de aquel joven misterioso.

Pero al hacerlo, de dio cuenta de que aquel “dios” ya había desaparecido del lugar.
-Cobarde… -fue lo único que atinó a decir antes de regresar a su base.

Continuará…
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