CONCURSO MENSUAL

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MDragoon
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por MDragoon »

jajaja bueno Halane tu propuesta es bien recibida, solo que Kid se referia a otro "candidato" bueno no se si entiendes a que se refiere, por lo pronto por mi no hay problema, como tu te ofreces y dispones de el tiempo necesario, el candidato :gota: tendra que quedar relegado, aun asi te soy sincero, esperaba que participaras....pero bueno tenemos ya recogedora si es que candidato no se ofrece, que lo veo muy dificil.....bueno bye nakamas
Ya no se q cresta decir....quizas Plop?

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Shichibukai
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por Shichibukai »

¡DING! ¡DONG!

El tema lleva mucho tiempo dormido... y hay que despertarlo.

Mañana es el último día de entrega, espero que tengais los relatos preparados.
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Halane
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por Halane »

Anda, venía a decirlo yo y se me han adelantado!! Que esas son funciones de recogedora, jopé! :gota: :lol:
En fin, pues eso chicos, que las musas son caprichosas pero no tanto, ¡si no quieren ayudar chantajeadlas! XD
A ver si por una vez no hay que dar prórroga, que un día de estos nos vamos a penaltis (Dios, hoy no me tengáis en cuenta NADA :oops: estoy demasiado cansada como para decir cosas coherentes y/o inteligentes XD)
Kss!

EDITO: Como siempre.... Sólo está el relato de Gorry, que siempre cumple xDDDDDDDDD ¡A ESCRIBIR YA! ¬¬ ¡O ME COMO EL BOL DE PALOMITAS! :evil: (XDDDDDDD)
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Halane
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por Halane »

[saca una libreta negra del bolsillo, se acomoda el moño y las gafas y revisa]
-Mmm.... Tres relatos... Cinco participantes... ¿Hm? Me parece que aquí falta algo... Tch...
[sale de la oficina haciendo mucho ruido con los tacones y entra en la habitación donde los atareados escritores se afanan en dar vida a sus creaciones y todos se ponen a teclear como locos]
-¡Chicos! ¡El plazo de entrega acabó ayer! ¿TENGO QUE COMPRAR UN LÁTIGO? Aquí sólo hay tres que cumplen ¬¬


Vale, después de esta paranoia de domingo (y con doble post, lo siento >___< es que si edito no es van a enterar :oops: ), pasemos a los hechos (XD).

Tengo tres relatos y en la lista constan cinco participantes... Como veis, faltan dos :shock: (un diez en mate para mí YA jajajaja)
¿Hasta cuándo aplazamos? Yo os doy dos opciones: hoy a las 23 (a las 12 no que entre que hago el post y todo me acuesto a las mil topecientas y estoy de exámenes :cry: ) o el miércoles a la misma hora...

Que se presenten los perezosos a dar sus excusas y propuestas :lol:
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MDragoon
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por MDragoon »

bueno tampoco se trata de aplazarlo.....la verdad es que mi inspiracion se fue al tacho de la basura asi q no cuento con relato para este concurso (perdonenme chicos, que esta es la ultima vez que lo hago) solo darles los animos....y dicerles q no cuenten con mi relato :gota: espero q no se molesten, ya saludos que = leere sus trabajos bye
pd: disculpa Halane por mi irresponsabilidad, creo q te las mereces por ser la recogedora de esta edicion....espero q las recibas y aceptes :gota: .....cuidate
Ya no se q cresta decir....quizas Plop?

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Halane
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por Halane »

Pues entonces falta uno xDDDDDDD (al montóóón, qué muchos son, que si son muchos que salga uno xDDDDDDD)
A ver, "el ausente", que haga acto de presencia en la sala :lol:

¡Mirad que saco el látigo, eh!
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pacofly
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por pacofly »

Bueno lo primero pedir disculpas, porque he estado muy liado y no he podido escribir lo que tenia pensado

Que conste que el tema me interesa y mucho, pero no me ha sido posible (ni siquiera segui mi relato "la ascension...") Resulta que como estudiante que soy de nuevo, estoy por una epoca en la que no me queda mucho tiempo libre, asi que con la partida de rol ya lleno el cupo de mi "tiempo libre para inspirarme semanalmente"

Pues lo siento, no sabia que me estabais esperando... :| me encomendaré al angel del perdon:

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Halane
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por Halane »

¡¡¡¡¡¡Los relatos!!!!!!!
Relato 1
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HORARIO FLEXIBLE

La secretaria sollozaba como una persona que tiene demasiados planes en su vida como para morirse justo en ese momento. No era mera histeria, era absoluta frustración. Y yo me encontraba demasiado cerca de ella para pensar con claridad.
Antes de entrar en materia, me permitiréis unos pequeños preliminares. No creo que haga falta que os recuerde cómo la sociedad actual aplaude las prácticas paranoicas que ayuden a evitar el temido “ataque terrorista bioquímico-nuclear” que nunca se lleva a cabo, por supuesto. Pues bien, imaginaos a un ejecutivo de una multinacional –pongamos... ACME- que entra al despacho de su inmediato superior: “He estado pensando... verás, casi todas las policías del Mundo Libre cuentan con nuestros sofisticados sistemas de vigilancia marca ACME, y los ejércitos con nuestros equipos militares marca ACME. Pero, ¿qué ocurriría si un avieso terrorista burla todo eso e introduce La Bomba (marca ACME) en un país civilizado? He pensado que quizá los que sobrevivan tras haberse refugiado en nuestros refugios antinucleares marca ACME se encuentren con un problema: toda la comida contaminada, el suelo estéril y una guerra civil inminente... ¿crees que podemos vender esto?
“¿Que si creo? ¡Enhorabuena Mike, acabas de fichar al Cuarto Jinete del Apocalipsis para nuestro equipo!”
La paranoia sembrada por el amigo Mike no tardó en ser vendida al mejor postor, y ahí es donde entro yo, acuclillado tras un confortable sillón en la sala de visitas de una empresa biotecnológica de Kiev, Ucrania, intentando hacerme con los progresos que los ucranianos, con el campo de pruebas más famoso del mundo, habían conseguido.
Trabajo en el sector empresarial, pero con un horario más flexible y un salario más elevado de lo que cualquier otro trabajador pueda decir. Este caso, en concreto, me había llevado más de un mes de cuidadosa preparación, exploración del terreno, análisis de datos y suplantación de identidades. Y éste era el día en que, haciéndome pasar por un aspirante a becario, intentaría llevarme el gato al agua.
Pero llegaron ellos. Intec. Otra multinacional que seguía los pasos de los ucranianos y que optó por la poco sutil vía de los mercenarios armados para obtener lo que querían. Las buenas formas se están perdiendo, digan lo que digan por ahí. Semejante panorama, coreado por los berridos de la mujer que se encontraba a mi lado, me cabreó lo suficiente para hacerme saltar fuera de la cobertura. No había nadie en la salita, pero desde dentro se oía el tiroteo que el grupo de distracción mantenía con los guardias de la puerta principal. Un visitante no podía saberlo, pero había más guardias, aunque no eran muy eficaces en este caso, dado que sólo llevaban pistolas táser, disuasorias en cierta medida, pero ineficaces contra un Heckler & Koch MP5. Y yo necesitaba un arma.
Al salir de la salita, me encontré con un guardia de seguridad, bastante azorado, que al verme decidió considerarme hostil, y me apuntó con su táser. Por desgracia para él, yo no soy de los que se amilanan, y aparecí demasiado cerca de él. Alargué la mano, agarrándole por la muñeca, y tiré hacia mí, clavando la rodilla en su estómago. Luego, le lancé un puntapié a mentón, y cayó al suelo inconsciente. Comprobé que no estaba armado –armado de verdad- y salí a uno de los pasillos principales, buscando las escaleras.

Sabía que mi objetivo se encontraba en el tercer y último piso, y que las entrevistas las hacían en el primero, donde me encontraba. Tenía que darme prisa. Mi plan se había ido al carajo, pero el jaleo que los mercenarios de Intec habían montado cubriría mi huída. Eso, claro, si llegaba al objetivo antes que ellos.
Comprobé que esa posibilidad era difícil al ver aparecer a un tipo bien armado y equipado por el mismo pasillo que yo. Tenía delante de mí las escaleras, y su gruesa barandilla de cemento me animó. Antes de que el mercenario pudiera darme el alto, me lancé, y pude oír el traqueteo del subfusil y los consiguientes impactos de bala. Subí las escaleras a todo correr, oyendo a mi perseguidor detrás. De vez en cuando, un disparo suelto me hacía agacharme, pero sabía que si me movía lo suficientemente deprisa, las posibilidades de acertarme en aquellas escaleras eran escasas.
Llegué al tercer piso con muy poco tiempo de ventaja, y opté por el pasillo que me pareció más largo. Tenía la clásica distribución de puertas a uno y otro lado, algunas de las cuales distinguí como laboratorios. Fui probando una a una, y mis nervios aumentaban conforme iba encontrándolas cerradas. Por los números supe dos cosas: que no habría ninguna abierta, y que una de ellas era, precisamente, donde se escondía mi objetivo.
De pronto, una de las puertas cedió, dándome paso a un despacho pequeño pero lujoso, probablemente el del director científico, o lo que rayos fuese. Justo cuando me abalanzaba a su interior, sentí el chasquido de la bala en el quicio de la puerta. Tenía segundos. Recorrí la habitación con la mirada, y me lancé sobre la mesa. Al instante, el mercenario asomó la cabeza por la puerta, sólo para recibir en el entrecejo el golpe de un cenicero de mármol (benditos artículos de decoración de mármol, animo a todos los ejecutivos y aristócratas a que los adquieran). Disparó al aire su arma, atontado, y me lancé contra él, agarrándole de la nuca y estrellando mi rodilla contra su nuez. Tomé el subfusil del suelo y comprobé que otros dos mercenarios me estaban esperando. Dispararon nada más asomarme, dos buenas ráfagas, tan buenas que tuve que tirarme de espaldas al suelo, consciente de que las paredes de un despacho no eran necesariamente una buena protección.
Me cayó encima una buena montaña de polvo, astillas de la puerta y fragmentos de cartón yeso. Me incorporé de un salto y salí de nuevo, consciente de que mis cuadriculados atacantes habían gastado sus cargadores. Miré durante una fracción de segundo al primero. Había apuntado justo entre los ojos para lanzarle el cenicero porque intuía que todos llevarían un casco ligero, como así era. Equipamiento estándar. También llevaban antibalas, de modo que cuando apunté a los otros dos, lo hice sabiendo dónde. Disparé al primero, y una bala atravesó su garganta. Me pareció raro, porque creí haber apretado más fuerte el gatillo, y el H&K estaba en automático. Me giré al otro y le disparé también, sólo para comprobar que efectivamente había hecho lo que pensaba, pero que el cargador no era de esos infinitos de las películas.
El tipo pensó seguramente que acababa de nacer de nuevo, aunque perdió un poco de tiempo levantando los brazos instintivamente. El tiempo que tardó en bajarlos de nuevo y amartillar su recién recargado subfusil fue suficiente para que yo llegase a su lado y evitase que disparara. Forcejeamos, él intentando empujarme para dispararme, y yo intentando agarrarle de alguna zona dolorosa. Resolvió golpearme con su arma, pero lo vi venir. Paré el golpe con las dos manos, una en la culata y otra en la muñeca del tipo. Intenté voltearle, pero se plantó firme. En nuestro forcejeo, habíamos llegado al rellano de la escalera. Nadie subía para interrumpirnos, pero el combatiente armado seguía siendo él. Finalmente, conseguí pisarle la espinilla con fuerza, y oí rechinar sus dientes. Eso bastó para que dejara de hacer fuerza, y conseguí hacerle una estética proyección. Desgraciadamente, el entusiasmo me había hecho girar demasiado, y mi enemigo cayó por el hueco de la escalera, llevándose consigo la preciada arma.
Entonces la oí.

Hablaba con un acento francés algo obstinado. Obstinado para alguien que llevaba hablando muchísimos idiomas (igual que yo) desde hacía tiempo, y que era perfectamente capaz de eliminar cualquier rastro de su origen en una conversación relajada.
Su nombre era Marie Deschamps. Bueno, no su nombre, sino el que le decía a todo el mundo. Agente libre, mercenaria a sueldo, lo que quisiera llamarse. Trabajaba para quien pudiera pagar su minuta, pero yo sabía de buena tinta que llevaba unos meses en la nómina de Intec.
“Bonjour, mon amí. Le aggadeseguía que levantase las manos, trés bien, y que se gigase despasio paga que pueda vegle.” Tales formalismos estaban injustificados entre gente de la profesión, pero obedecí de buena gana, ya que Marie Deschamps era todo un espectáculo. Alta, rubia, casi artificial, vivía esclava –como todos- del imperio de la imagen, porque en el entorno de la alta empresa, el producto entraba por los ojos. Siempre. Aunque el producto fuera un soldado de fortuna con tendencias psicópatas. Si sabía combinar camisa y corbata, valía un poco más.
Marie lo sabía, y aunque era evidente que había invertido mucho dinero y mucha silicona en conseguir esa doble imagen de prostituta de ultra-lujo y asesina fría y sin sentimientos, a mí en ese momento me daba lo mismo que no fuera real. Lo cierto es que estaba buenísima. Me alegró el hecho de que se acercase a mí despacio, y su Glock 17 no era un problema, casi le hacía ganar un plus de sensualidad. Llegó justo fuera del alcance de mis brazos, y me miró con cara de entre asco y risa. Vamos, como miran los franceses. Me fijé en que una de las puertas de los laboratorios, a la que yo no había llegado en mi precipitada exploración estaba entreabierta. Marie probablemente había estado adquiriendo el objetivo mientras yo pateaba el culo a sus chicos. La miré fijamente, y ella sonrió, contestando abiertamente a mi muda pregunta.
Las leyes de la física son fáciles de predecir. Es muy probable adivinar dónde se encontrará un cuerpo en caída libre, o en ascenso, ya que Mamá Gravedad acelerará o frenará su movimiento según está establecido. Lo que ya no es tan fácil de predecir es cuando un prepotente ladrón y mercenario profesional va a desarrollar tendencias suicidas. Desde luego, no lo fue para Marie. Mi salto mortal hacia atrás la cogió desprevenida, de tal modo que disparó exactamente como lo tenía que haber hecho para matarme, pero décimas de segundo tarde. Sentí cómo las balas casi destrozaban el cemento de la escalera, y según caía, oí una de ellas peinándome con raya en medio. Justo cuando la gran mayoría de mi cuerpo se hacía invisible para Marie, moví las manos, y me agarré a la barandilla desde fuera, colgando de ella. La polvareda de los balazos, quería creer, ocultaría mis dedos a la mercenaria, y ella tendría que acercarse...
No dejé que lo hiciera demasiado. Cuando aún no había terminado de soportar mi peso sobre las manos, hice toda la fuerza que pude y me impulsé, saltando por encima del obstáculo –sin apoyo para los pies duele mucho- y lanzando una aventurada patada de tijera, de lado. Si lo hubiera planeado cuidadosamente, probablemente lo habría desechado, porque sin duda no podía salir bien, pero el caso es que la pistola de Marie salió volando unos cuantos metros, y yo caí a plomo sobre la mujer, provocando que ambos rodáramos por el suelo.
Me incorporé rápidamente, y le tiré un puntapié a la mandíbula antes de que ella hiciera lo propio. Sin embargo, me topé con su brazo, y acto seguido tuve que saltar hacia atrás para esquivar su barrido. Ya los dos en pie, no tenía más remedio que insistir, porque ella, que daba la espalda a la escalera, estaba demasiado cerca de la pistola. Lancé un puñetazo sin mucha convicción, pero ella leyó el amago y no contraatacó. Cuando intenté hacerlo por segunda vez, me sorprendió cogiéndome de la muñeca, y en menos de un segundo, me arreó dos patadas, en el costado derecho y en la sien, que me tuvieron viendo estrellas un rato. Retrocedí, comprobando que Marie pasaba de pistola. ¿Por qué no? Iba ganando. Sin embargo, pude rehacerme cuando lanzó una patada baja. Atrapé su pierna con la mía, y antes de que pudiera saltar para golpearme, lancé un puñetazo de revés a su rostro. Luego, al tiempo que soltaba su pierna, pateé su otra rodilla, cosa que hizo que la doblase, quedando su cara a la altura de una patada circular. Patada que no la alcanzó, porque Marie dio una voltereta por el suelo, y se colocó a mi espalda, hacia el fondo del pasillo, donde se veía una triste ventana. Antes de que pudiera girarme del todo, sentí un pisotón en el pie, que quedó atrapado, y los brazos de la mercenaria me retorcieron el mío contra –cielos- su pecho. En otras circunstancias habría disfrutado mucho aquello, pero todos, no sólo los hombres, debemos aprender que No es No. Retorciéndome como pude, lancé un codazo, que hizo crujir algo. No sé qué tienen los codos, pero son atraídos irresistiblemente por las narices. El caso es que Marie me soltó y pude reaccionar. Dando un par de pasos para atrás para coger impulso, intenté embestir a mi adversaria para tirarla al suelo, pero caí en la cuenta de que había cometido un error cuando sus manos agarraron mi ropa y sentí un violento pisotón en mi estómago, para luego salir volando y caer en el encerado suelo y luego resbalar casi hasta la lejana ventana.
Aturdido, alcé la cabeza, mientras Marie se acercaba con paso decidido, la vista fija en mis costillas. Que, por cierto, ya me dolían sin ayuda. Miré a la ventana y recordé un valioso dato, desechado en mi anterior plan de fuga por resultar tosco y predecible. Pero ahora me venía de perlas: un andamio, utilizado para reparar las cornisas del edificio. No me lo pensé dos veces y salté por la ventana a la estructura metálica. Mientras Marie aceleraba el paso, bajé casi a tumba abierta y oí como me seguía. Cuando llegó al suelo yo ya estaba corriendo hacia el final del callejón, pero entonces, oí el disparo, y sentí la bala en mi pierna. La muy puta había recuperado la Glock mientras yo volaba hacia la ventana, allí arriba.

Caí al suelo, dolorido, cansado, desanimado. Marie volvía a acercarse, relamiéndose por la victoria. Yo me encontraba tirado en el suelo, paralelo a la amplia calle por la que discurría bastante tráfico, pero poquísima gente. Vi algo a lo lejos, que se iba acercando. Parecía otra cosa, pero a mí me pareció que era un gigantesco letrero de SALIDA. Justo cuando Marie llegaba a mi altura, rodé por el suelo, y acabé mi giro bajo las ruedas de un enorme camión.
Me solté de los bajos del camión cuando me pareció oportuno, y eso fue en medio de un polígono industrial. Era martes, así que no tendría problemas en encontrar a alguien que me llevase. Cambié de calle, y el primer tipo que paró, conmovido con mi espantoso ruso -en realidad sólo es espantoso cuando me viene bien-, se creyó que algún desgraciado me había atropellado dándose a la fuga. La herida de la pierna, afortunadamente, podía pasar por cualquier cosa, incluso un balazo.
En la cabina de la furgoneta, saqué el diskette. Jugueteaba con él, mientras pensaba que si crees que tus pechos, de los que estás tan orgullosa, son el lugar más seguro, no deberías dejar que un ladrón de guante blanco te los toquetee.
Relato 2
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Vencidos, vencimos

Por fin, junto con el alba del tercer día de asedio los hunos habían entrado. La empalizada había sucumbido a los atacantes y su entrada había sido como el estallido de una tormenta. El tribuno de la Duodécima legión romana Publio Stenis escuchaba las súplicas y los gritos, el chasquido de las pezuñas de los caballos contra las calles embarradas y los gruñidos y los golpes desesperados de una resistencia fútil. Con el rabillo del ojo creyó ver el destello de un pájaro surcando el cielo, pero no era sino una flecha que, habiendo errado su blanco, descendía en dirección a la calle. “¿Es este el final?” se preguntó. Hacía dos días que los hunos habían aparecido bajo una columna de polvo que se alzaba como si de humo se tratara. Habían rodeado la fortaleza al galope y amenazaron con la aniquilación si no se rendían. En vez de rendirse, todos se habían preparado para la defensa y desde entonces la resistencia romana había sido feroz. Recordó con claridad las palabras que apenas un año antes, Flavio Aecio, el gran general romano le había dirigido personalmente:

«Hasta el niño más pequeño es capaz de romper un avispero, tribuno, pero incluso el más aguerrido de los soldados dudaría en hacerlo, ¿por qué? Por los fieros centinelas que lo custodian ¡Qué esos insectos te sirvan de lección! Convierte a tus hombres en avispas, soldado, antes de que sea demasiado tarde».

Era para este momento para lo que se habían preparado, era acerca de este día sobre lo que le advirtió el general un año antes. Mirando ahora aquellos hombres formados a su alrededor sintió un profundo orgullo; “sí” pensó, avispas es lo que son, tan disciplinados y letales como las antiguas legiones de Julio César. Aquellos eran los legionarios de la Duodécima y Stenis era su comandante. Aquellos y no otros eran los hombres que habían convertido lo que debía haber sido una victoria fácil de Atila en una lucha encarnizada, pues habían mantenido a raya al inmenso ejército del rey de los hunos durante dos días y dos noches atrincherados en un pequeño fuerte a orillas del río Neckar, en Sumelocenna, Germania. No pocos legionarios habían muerto durante las casi cincuenta horas de lucha continuada, pero entre las bajas atacantes las bajas se contaban por centenares.

Ahora, los enemigos habían penetrado las murallas sedientos de sangre y de venganza, y en pleno desastre, bajo la tibia luz del amanecer de aquel nuevo día de 450 d.C., se erguía la Duodécima en perfecta formación, cansados y magullados sí, pero terribles y orgullosos incluso en la derrota.

-¡Legionarios!- tronó la voz de Publio Stenis por encima del fragor de la batalla.- ¡Preparaos, para vender caras vuestras vidas!

Los gritos de aliento resonaron a su alrededor momentos antes de que una inmensa marea de enemigos se les echara encima.

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El griterío del exterior despertó al tribuno Stenis de su duermevela, se encontró empapado en sudor y sangre seca, y tendido en un suelo de roca. Trató de incorporarse pero el dolor le resultó insoportable, así que se contentó con arrastrarse hasta una pared que le sirviera de apoyo y permaneció sentado contra la pared hasta que su vista se hubo acostumbrado a la oscuridad. Se encontraba en una celda, probablemente en las mazmorras del fuerte. Era incapaz de racionalizar bien, no recordaba por qué estaba allí y la cabeza le dolía tanto que sentía como si estuviese a punto de estallar. Agotado, volvió a sumirse en un débil sueño. Esta vez tuvo pesadillas, vio una empalizada y multitud de enemigos penetrando las murallas, se vio a él rodeado de compañeros de armas muertos y después vio cómo él mismo caía fruto de un fuerte golpe en la cabeza.

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-¡Levántate, cerdo romano!- exclamó alguien en latín mal pronunciado mientras pateaba al prisionero. Publio Stenis abrió los ojos desconcertado y descubrió que había dos hombres más en su celda. El primero, el que no dejaba de golpearle era un hombre menudo de rasgos caucásicos, cuyo barbudo rostro se contorsionó en una divertida sonrisa al ver que el prisionero había despertado por fin; el otro era huno, sus rasgos orientales no dejaban duda al respecto, vestía una cota de malla de bella factura seguramente capturada del cadáver de un romano.

Venciendo a la fatiga y los vómitos, el tribuno logró ponerse en pie. Cuánto tiempo había permanecido allí entre la vida y la muerte, entre la lucidez y la inconsciencia o entre el sueño y la realidad no sabría decirlo; horas, tal vez días le parecían. El carcelero barbudo lo empujó fuera de su celda y le indicó que caminara con un gesto de la cabeza. Atravesaron un estrecho pasillo dejando atrás a ambos lados del corredor idénticas celdas a la que acababan de abandonar, en varias de ellas, el tribuno creyó percibir vagamente en la oscuridad diversas siluetas humanas, todas ellas inmóviles.

Por fin, tras ascender unas escaleras y atravesar una gruesa puerta de hierro salieron al exterior. Stenis llenó sus pulmones de aire, como si pretendiera purificarlos y percibió un fuerte olor a alcohol y a carne asada en el ambiente. El suelo estaba cubierto de cuerpos, la mayoría de ellos semidesnudos, pues se les había arrebatado todo objeto de valor. Por el aspecto de los cadáveres supuso que no deberían llevar muertos más de un día; reconoció a muchos de ellos, hombres con los que había bebido y reído pocos días antes y tuvo que hacer uso de toda su capacidad de autocontrol para no lanzarse contra los hombres que le custodiaban, los verdugos de su cohorte, la única familia que le quedaba.

Avanzó entre una ruidosa y vociferante multitud que lo contemplaba fijamente hasta alcanzar el punto central de un improvisado círculo de unos cincuenta pasos rodeado por cientos de espectadores bárbaros. Intentó localizar una posible vía de escape pero fue inútil. De repente, los bárbaros dejaron paso a otro hombre que entró en el círculo. El tribuno reconoció en aquella figura desafiante a su centurión mayor, Antonio Tito Aurelio.

-¡Aurelio! hermano, me alegro de verte.
-Por todos los dioses que te creía muerto, comandante.
-Es posible que pronto lo esté centurión, pero todavía no- el gesto del comandante se ensombreció por un instante.- ¿Queda alguien de la Compañía vivo?
-No queda nadie, excepto tú y yo, se lo oí decir a esos bastardos hace un instante, ni siquiera han perdonado a los niños. Sólo viven algunas mujeres que han pasado a ser sus esclavas, un destino peor que la muerte a mi juicio.

Stenis se volvió para contemplar la muchedumbre que les rodeaba, todos rostros brutales ya saciados de su orgía de sangre, saqueo y destrucción reían, aullaban y charlaban en un idioma desconocido.
-Esto no me gusta.
-Nos van a matar, comandante.

La multitud se silenció de improviso cuando un huno sentado sobre una improvisada tarima se levantó e hizo un gesto con la mano. Todos los rostros se volvieron hacía él y un silencio sepulcral se apoderó del lugar. Aquel no podía ser otro que el hombre que comandaba las huestes, el hombre que hacía tambalear los cimientos del imperio de Roma, Atila, el señor de la guerra más poderoso del mundo conocido y el mismo que amenazaba con reducir la civilización occidental a un montón de ruinas.

El gran kagan era como todos los hunos que Stenis había visto en su vida, era bajo, tenía las piernas cortas y la cintura alta; sus ojos, muy hundidos, parecían contemplar el mundo desde el interior de dos cavernas y sus mejillas aparecían atravesadas por las cicatrices rituales que marcaban a tantos de los suyos. Las manos, al igual que la cabeza destacaban por su gran tamaño. A simple vista apenas se diferenciaba de los hombres que le rodeaban, pues no llevaba distintivos de ninguna clase, pero el silencio sepulcral que había provocado entre sus tropas con un simple gesto de la mano indicaba a las claras su gran autoridad. Atila había matado a cien hombres y había mandado matar a cien mil más, y toda aquella sangre le había otorgado presencia y poder.

De improviso habló en latín dirigiéndose a los dos cautivos:

-Vosotros romanos, sois los responsables de la resistencia que encontramos aquí hace tres días y aunque no hay nada que desprecie más que a vuestro pueblo, ese corrupto y traicionero nido de gusanos, no soy tan cruel como pensáis y admiro a los buenos combatientes, por ello he decidido daros una oportunidad de salvar la vida. Os batiréis en un duelo a muerte el uno contra el otro y yo prometo liberar al vencedor.
Los dos romanos se miraron el uno al otro y fue Stenis el que habló:
-¿Sabes lo que es el honor, bárbaro? No mataría a un hermano ni aún amenazado de muerte.

El rey de los hunos taladró con la mirada al tribuno, el cual se la sostuvo impasible.

Bárbaros- dijo Atila empleando un tono bajo pero cargado de fuerza-. Sé que es así como nos llamáis los romanos, os creéis superiores tras los muros de vuestras ciudades, pero todo eso va a cambiar pronto. Escuchadme bien, ¡ahora es el Pueblo del Alba el que decide quién vive y quién muere, qué ciudad se construye y cuál arde, quién marcha y quién emprende la retirada! -Todos los hombres excepto los dos cautivos emitieron gritos de aprobación.
-Si no lucháis os crucificaré a los dos- concluyó.

Dos espadas desenvainadas fueron arrojadas a los pies de los romanos. Aurelio recogió la suya.
-Coge tu espada, comandante, démonos a uno de los dos la oportunidad de comprobar si lo que dice es cierto.
-Coge tu espada, romano- gritó uno de los lugartenientes y acto seguido se alzó un coro de voces que le exigían lo mismo.
Stenis hacía caso omiso.
-Te suplico que la cojas- repitió el centurión.
-Muy bien, si es lo que deseas, que así sea.

Ambos hombres se contemplaron durante unos instantes mientras la impaciencia de los allí congregados crecía, hasta que por fin el kagan alzó un brazo al cielo y lo hizo descender con un movimiento brusco. El combate debía comenzar.

-Suerte, comandante.
-Igualmente, soldado.

La multitud gritó al unísono cuando Aurelio se lanzó hacía su contrincante y le lanzó una estacada dirigida al pecho, pero la espada del tribuno, impulsada con la celeridad del rayo detuvo en seco el arma que caía sobre él, y saltaron chispas allí donde se encontraron las hojas de acero. Permanecieron así, con las espadas trabadas y los rostros a centímetros de distancia hasta que Stenis logró empujar a su rival que retrocedió dos pasos y lanzó un poderoso mandoble que Aurelio esquivó por milímetros.

Ambos hombres continuaron luchando mientras la multitud gritaba y silbaba, y a empujones estrechaban el círculo cada vez más. Los dos romanos describían círculos el uno frente al otro, buscando una brecha en la defensa del contrario y las espadas giraban y se movían a gran velocidad, hasta que por fin, en un rápido contraataque, Stenis logró estocar un brazo de Aurelio para acto seguido abrirle un corte profundo en una pierna. Fruto de las heridas, el centurión mayor perdía sangre a gran velocidad, lo que reducía sus ya de por sí mermadas fuerzas. Con rapidez, realizó una finta y atacó el costado derecho de su rival en un ataque desesperado, pero el tribuno lo esquivó y estampó con fuerza el puño en el rostro del hombre; éste, con un aullido de dolor cayó al suelo con el pómulo roto. Stenis aprovechó para desarmar a su rival, se apoderó de su espada y de esta forma el duelo quedó sentenciado.

El público continuaba estrechando el cerco presa de la emoción y hasta los dos romanos llegaba el olor de todos aquellos cuerpos tan juntos.
-¡Mátalo, mátalo, romano!- gritaban-. ¡Merece morir!

Stenis alzó la espada apuntando a la figura tendida en el suelo.
-Hazlo, comandante- logró decir Aurelio.
El vencedor clavó su mirada en la de su amigo.
-Ya dije antes- susurró-, que ¡jamás mataría a un hermano!
En ese preciso instante, valiéndose de todas las fuerzas que le quedaban arrojó su espada hacia la posición de Atila, y éste hubiese recibido el impacto de no ser porque uno de sus lugartenientes dio un paso al frente para sacrificar su vida a cambio de la del rey. Sin dar su brazo a torcer, el comandante empuñó la otra espada y corrió hacia el kagan dispuesto a morir matando.

Una docena de arcos apuntaron al tribuno y una docena de flechas silbaron para atravesar el cuerpo del romano antes de que hubiese sido capaz de dar tres pasos. El súbito encuentro con la muerte detuvo en seco la carrera de Stenis y lo hizo caer de rodillas mientras la espada resbalaba de unos dedos incapaces ya de sostenerla. Publio Sexto Stenis, tribuno militar de la quinta cohorte de la Duodécima Legión murió allí, a los pies de Atila, llamado el Azote de Dios. Un instante después se uniría a él Antonio Tito Aurelio, centurión mayor de la legión.

Atila se sentía satisfecho, con la muerte de los dos hombres, toda la guarnición de Sumelocenna, que con tanto ahínco había resistido en la batalla, había sido aniquilada por completo. Apoyó los pies sobre el cuerpo del tribuno y constató que la túnica del muerto se sostenía gracias a un broche de oro en forma de avispa que había permanecido oculto bajo los pliegues. Se agachó para arrancarlo. Nunca había visto un adorno como aquel y decidió regalárselo a su esposa. «El hombre que la llevaba, aguijoneaba», le diría.
Relato 3
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El comienzo del fin

-Es increíble Xavier, llevamos aquí más de cuatro años, metidos en esta guerra que no es guerra, sin el apoyo del pueblo de una nación supuestamente sometida, perdiendo conocidos en misiones sin importancia, ayer cuatro con el cargamento de víveres del pueblo, hoy 10 en misión de escolta con el mensajero a las tropas de la capital... ¿Cómo puedes seguir convencido de la utilidad de nuestros actos?
-Nos conocemos desde cachorros Nash, hemos sido inseparables durante 22 años, cuando nos conocimos allá en Safron, pero aún me sigues preguntando a propósito de mis lealtades y creencias. ¿Cuándo te darás por vencido?
-Cuando mis esperanzas de que recobres la cordura se vean satisfechas, y un día abras los ojos y me propongas que nos marchemos lejos de aquí, a nuestra patria, donde nos casemos con un par de sencillas y hermosas mozas con las que podamos disfrutar de la supuesta libertad por la que tanto se luchó.
Aquella que perdimos por el camino cuando tu querido general enano subió al poder y nos metió en esta “visionaria” expedición de conquista continental y de avance a una nueva era, ¿recuerdas?
-Tienes suerte de que seamos pocos los que hablemos el idioma entre las filas, pero un día de estos te encontrarás en el cadalso acusado de traición por algún exhaltado patriota.
-Bueno, para ello alguno de estos patanes debería aprender el idioma local, cosa que sus sesgadas mentes no harán porque “el Safronés es el idioma que sobrevivirá e implantará en todas y cada una de las regiones de Fryland”. Además, ellos están por encima de todas las “bárbaras” culturas sometidas bajo nuestro yugo.
-Sabes perfectamente que yo no soy así y no creo en esos enfervorizados discursos destinados a las masas, así que no trates de ironizar algunas de mis ideas.
Estoy comprometido con la idea de crear una Fryland fuerte y justa, unida bajo una misma bandera para que podamos avanzar juntos hacia una época de progreso, conservando las culturas de cada nación, pero unidos, sin importar la bandera a seguir.
-Eres un espécimen único, alejado de la masa y que sin embargo va con ella por propio gusto. Aún no se por qué no te dejo aquí sólo para seguir con tus vanos sueños de unidad... Por cierto, respóndeme a una última cosa; en el caso de que los sueños del querido general enano se hagan realidad, ¿qué sucederá?
-Sé en lo que piensas, y es probablemente en lo único que yo temo. Que no pararemos allí, y que seguiremos avanzando, conquistando y expandiendo hasta que no quede nada más, y que en el caso de que unifiquemos el mundo, no nos quedará más remedio que volver a escindirlo, porque la humanidad es incapaz de avanzar sin un enemigo...
-...
-Bueno, ¿para qué sirve tener fe si no es para confiar en que un día no nos desviemos del camino?
-Xavier, eso es probablemente lo más triste que he escuchado en toda mi vida, y supongo que también ha de ser duro para ti decirlo abiertamente, así que creo que por hoy te dejaré en paz.
Además, ya nos quedan tan sólo diez kilómetros para alcanzar Telura, allí podremos descansar y protegernos por un tiempo hasta que lleguen los refuerzos. Es un alivio, porque a juzgar de la errática retirada que estamos llevando a cabo desde hace una semana, no creo que el retrasado de Dupont tenga la más remota idea de comandar un ejército de 20000 hombres como el nuestro.


En Telura, a unos escasos diez kilómetros del lugar en que el ejército Safronés se encontraba, tenía lugar el encuentro de la cúpula del ejército de la resistencia que en el atardecer de ese día entraría en combate. El improvisado general Castillo no podía estar más reticente a entrar en combate.

-Es imposible retener la esperanza y la impaciencia por más tiempo general, si no atacamos en esta ocasión, cuando disponemos de hombres suficientes para hacer frente a los safroneses y de un equipo medianamente aceptable, nuestra oportunidad de asestar un verdadero golpe a la invasión habrá pasado.
-Comprendo perfectamente lo que dicen ustedes, pero carecemos casi por completo de artillería, nuestra mosquetería está muy obsoleta en comparación con sus modernas armas , y nuestras tropas apenas pasan por simples milicianos reclutados sobre la marcha, y dando gracias a haber levantado el ánimo de una cantidad tal de campesinos, ladrones, buscavidas y soldados de fortuna como para hacer frente en número a su ejército. Sin embargo, todos sabéis tan bien como yo que el número sin formación no es nada, y que muchos de ellos morirán merced a su inexperiencia o romperán filas al ver caer a compañeros y conocidos.
-Creo que aquí todos somos conscientes de eso, pero también sabemos que si seguimos manteniéndonos a la expectativa, se perderán las ganas de lucha y todo lo que hemos conseguido hasta ahora desaparecerá, quedándonos sin un ejército que dirigir y sin una esperanza que alimentar. Es ahora o nuca.
-... Vamos, hay que organizar a las tropas y darles un sueño por el que luchar y morir.


-Cuatro años son los que han pasado desde que se llevaron a la familia real merced a embustes y falsas promesas de tratados de paz y de no invasión. Las malas lenguas dicen que no fueron engañados, y que viven en lejanos palacios en los que son sumisos invitados de la nobleza safronesa, nos infunden el desánimo convenciéndonos de que no tenemos por quién luchar, que somos un pueblo bárbaro, sin educación ni inteligencia que se empeña en luchar contra el progreso y la modernidad que inunda el continente.
No tenemos armas que compitan de igual a igual con las suyas, y estamos menos preparados que sus experimentadas tropas, nuestras manos tiemblan al cargar un mosquete, y muchas veces experimentamos la frustración de que se encasquille frente a la visión de la muerte. Sin embargo, después de este tiempo seguimos luchando, con la esperanza de que algún día podamos volver a gobernar nuestros destinos y vivir como deseemos, así sea en nuestra feliz ignorancia o en brazos de la ilustración que tratan de imponernos.
Parece que somos pocos, pero no estamos sólos, puesto que a lo largo y ancho de Fryland otras naciones luchan con el invasor al igual que nosotros, así que no caigáis en el desánimo y recordar que no importa si lucháis por un soberano que se ha olvidado de vosotros, por un país que no tiene conciencia de vuestra existencia o por vuestra familia que espera vuestro regreso, puesto que todos y cada uno lucharemos por un mismo objetivo.


Cinco horas después de la arenga de Castillo, la batalla había comenzado en las afueras de Telura. La idea del alto mando era sencilla; el total de 25000 tropas con que contaban fue dividido en tres. Por un lado, el grueso de las tropas que constaba de 15000 hombres al mando de Castillo, aguantaría el embite frontal de las fuerzas invasoras contando con el apoyo y resguardo de las afueras de Telura, desalojadas de sus vecinos y atrincheradas con lo poco de que disponían. Ello les permitirían aguantar un tiempo el asedio de la artillería enemiga, que según los informadores constaba de entre diez y quince piezas móviles tiradas por caballos tales como culebrinas o bombardas, que aplastarían un ejército obsoleto e inexperto como el suyo en campo abierto en pocas horas.
Mientras que esas piezas estuvieran activas, las esperanzas de victoria tendían a cero, pero para ello estaban las dos compañías restantes de cinco mil hombres cada una, en general ex militares experimentados, entre las que se contaban mil unidades de caballería por compañía que tenían el objetivo de sembrar el caos en los flancos de la formación en cuadro para facilitar el avance de la infantería a las piezas de artillería, que tratarían, o bien de usarlas en contra de sus dueños, o bien de inutilizarlas.
Era una simple estrategia de doble envolvente facilitada por la irregular orografía de las afueras de Telura, pero contaban con la arrogancia safronesa. Que usaba una única formación en cuadro dada la supuesta carencia de artillería y estrategia enemiga, permitiendo usar una mayor cantidad de tropas en el frente dejando las mínimas atrás. Si a esto le sumamos un cierto avance de sus tropas que estiraría tanto la moral como la formación enemiga, el plan podría tener resultado.


Inicio de la calle mayor; línea de vanguardia y contención, oficial al mando Marker:
-¡No tratéis de avanzar terreno, recordar las órdenes; aplicar fuego de dispersión a la vanguardia enemiga mientras retrocedemos poco a poco hacia el interior del pueblo! ¡Tratad de infligir el máximo daño, pero que no se os pase por la cabeza que la verdadera batalla es esta, si dentro de tres horas el ataque a los flancos falla, podéis daros por muertos!
-Fuego de mortero, cubríos!
El proyectil impactó en las inmediaciones de la primera línea de trincheras, desmontando los endebles parapetos y castigando a los que se encontraban alrededor con la metralla. Para algunos, era la primera vez que veían un miembro cercenado o sentían la conmoción que causa en los oídos un grito de agonía, muchos sintieron miedo, algunos recularon.
-¡Maldita sea, recomponed la primera línea, no podemos ceder terreno tan rápido, vosotros, fuego de cobertura y vosotros, avanzad y rehaced como podáis eso, recordad por qué lucháis!
Ante una imperiosa orden directa, los temerosos despejaron las dudas y los dubitativos regresaron a sus posiciones. Marker sintió que merecía la confianza que el general le había dado al dejarlo comandando la unidad principal, la carne da cañón.
Sin embargo, no podía dejar de pensar que todos los que iban a caer bajo su mando en estas horas iban a pesar toda su vida en su conciencia. Menos mal que su vida tampoco iba a durar demasiado, se dijo con sarcasmo.


Flanco izquierdo de la formación izquierda safronesa; soldados rasos Nash y Xavier.
-¡Mierda, no veo nada con esta polvareda! Como se produzca un ataque por otro sitio nos lo vamos a tragar de lleno. ¿Te has enterado de algo Nash?
-Por lo visto es una ofensiva importante, al menos en número para lo que estamos acostumbrados, pero están muy mal equipados tecnológicamente. Según se comenta, están retrocediendo, pero combaten con ardor, así que nuestro número de bajas va a ser importante. No hay visos de que depongan las armas asta que estén muertos. ¿Te sigue pareciendo esto un acto loable en pos de una nueva era?
-Sabes bien que ningún derramamiento de sangre es un acto loable, así que no me toques la moral con sutilezas. Suficiente tengo con tratar de no pensar en los pobres muertos que están cayendo por culpa de una diferencia de opiniones.
-Claro, ellos opinan que el color blanco es mejor, y nosotros que lo es el negro, pero con la diferencia de que nosotros les estamos obligando a vestirse de negro mientras que a ellos no les importaba nuestra opinión.


Retaguardia del ejército defensor, inmediaciones del centro de Telura, cúpula militar; oficial al mando, general Castillo.
-Señor, el avance y poderío safrones es mayor de lo que esperábamos en un primer momento, el pueblo está sufriendo más daños de los previstos y el ejército enemigo ha tomado ya posiciones en nuestros antiguos parapetos y edificios y las bajas en el frente suman más de un tercio de las 15000 de la división principal. La maniobra envolvente va a tener que actuar en cuanto lleguen a sus posiciones, no va a haber tiempo de esperar a coordinarse entre las dos.
-Creo que hemos cometido el mayor error de nuestras vidas al mandar a estas tropas a la batalla. Si la maniobra falla, no creo que nos quede sino bajar los brazos y entregarnos a su dominio... Sin embargo, aún queda esperanza, envía a los mensajeros a pasar las órdenes.


Interior de la formación en cuadro; artilleros Millas y Proud, al cargo de la tercera culebrina.
-¿Te sientes bien haciendo esto?
-¿Te refieres que si me siento bien cargando este trasto? Pues no se, encuentro que hay mejores cosas que podría estar haciendo...
-Me refería a que si te gustaba el hecho de saber que estás acabando con vidas sin tan siquiera mirarles a los ojos, sólo cargando y disparando algo que sabes que causará daño a alguien. Hace tiempo que no existe el honor ni el componente humano en la guerra.
-Vaya, no sabía que fueras un romántico de la guerra clásica, de las espadas, los escudos, las lanzas y los arcos. Si quieres mi opinión, tanto da matar a alguien que conoces como que no, el resultado es el mismo, independientemente de los accesorios utilizados.
-Ya, pero... antes se honraba a los caídos, había tregua en el combate para enterrar los muertos... Ahora forma todo parte de una maquinaria, no existen héroes, sólo soldados...
-Deberías haber nacido en otra época Millas, esto no te va. Dispara de una vez.
-¡Cargaaaaaaaaaaaaaaaaaad!

El disparo de la tercera culebrina, a cargo de los artilleros Millas y Proud, quedó interrumpido por el fragor de una carga de caballería que irrumpió en las posiciones que ocupaban los cañones confundiendo y arrasando con la oposición que encontraba a su paso.
Tras el maremágnum montado por la caballería, los experimentados miembros de infantería encargados de envolver las tropas enemigas y de hacerse con los cañones corrieron a tomar posiciones en el interior del cuadro ya casi desecho acabando con la poca resistencia que quedaba a su paso. Entre ellos se encontraba Raúl, uno de los pocos que conformaban este grupo sin preparación militar, que se encontraba perdido en el caos del combate que había sucedido a la carga sorpresa.
-¡Vamos, avanzad, tenemos que hacernos con el control del centro antes de que sean capaces de reaccionar!
-¡Caballería, venid conmigo, el general Dupont se encuentra en ese extremo, tratad de retenerlo, puede ser una buena forma de terminar con esto!
-¡Aquí, tomad posiciones, lanzad una descarga!

Entre este caos de órdenes, disparos, polvo y muerte en que se encontraba, Raúl, desorientado de sus compañeros, se encontró cara a cara con un soldado enemigo arrodillado ante alguien, presumiblemente un amigo caído. Recuperando la sangre fría y la cordura, sujetó con fuerza su mosquete y apuntó, sin embargo, algo le empujó a hablar con él en medio de la locura.
-¿Por qué hacéis esto?
Extrañado, el hombre al que había preguntado giró la cara y miró con perplejidad al soldado que se dirigía a él.
-¿Yo? No lo se. ¿Por qué lo hacéis vosotros?
-... Porque queremos algo que vosotros nos intentáis arrebatar.
Nash miró con melancolía el cuerpo inerte que tenía ante sus rodillas y volvió a fijar la vista en Raúl.
-Conocí a alguien que creía en algo que vosotros no le dejabais conseguir, pero jamás creyó que esta fuera la mejor forma de conseguirlo.
-Lo siento, tengo que hacerlo, ¿lo comprendes verdad?
-Claro, es natural.

Las manos de Raúl quedaron detenidas por algo, los safrones arrojaban las armas y pedían piedad. Al parecer el general Dupont, apresado y temeroso de su muerte, había ordenado la rendición sin condiciones. Después de 12000 muertos entre los dos bandos, la batalla había concluido, y puede que la guerra fuera a cambiar de rumbo. Ajenos a todo esto, dos hombres seguían conversando.

-¿Sabes que esto no acaba aquí verdad? Habéis provocado la primera derrota de nuestro ejército, pero es mucho más grande de lo que jamás podrás imaginar. Pronto sabréis lo que es la verdadera guerra, y ojalá no esté aquí para conocerlo.
-Si, creo que todos lo tenemos asumido, y que nos esperan muchas derrotas antes de la siguiente victoria, pero algún día tendréis que caer. De todas maneras, tampoco me gustaría seguir aquí cuando eso llegue, ojalá fuera ese que está a tus pies.

Uffff, ya está [presión presión]
Revisad por si acaso, ¿ok? >___< Que es la primera vez que lo hago y a lo mejor olvidé algo importante o puse algo mal o lo que sea, que soy muy despistada y más cuando estoy nerviosa :oops: Os dejo que me riñáis en público y eso xDDDD

¡Suerteeee!
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Halane
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por Halane »

Hi!
pues traigo los resultados... Son divertidos :lol:
El ganador es....... [chanchan, chanchan, chanchaaaaaan]
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¡TODOS!
¡Es que sois tan majos que hicisteis un triple empate a tres! :love:
Bueno, dado esto... Revelo la autoría de los relatos aquí:
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El comienzo del fin-->Polizonte Nack
Horario flexible-->Ghorrhyon (me encanta el título ... Tenía que decirlo XD)
Vencidos, vencimos-->Shichibukai
Y ahora los comentarios, ¿no? [estoy un poco agobiada hoy, perdonad que no decore V.V]
Comentarios de Ghorrhyon:
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Vencidos, vencimos.

La temática romana me indica claramente la autoría de Shichibukai. Me ha gustado mucho el trasfondo, y cómo se desarrollaba la introducción y el combate. La única pequeña lástima en cuanto a éstos es que la primera es demasiado larga en comparación al segundo. Quizá si te hubieras extendido más en la batalla en sí, esta descompensación no habría sido tan evidente. En cuanto al final, me parece muy adecuado, consigue lo que pretende, y eso es más que suficiente.
Un último punto: corrección ortográfica, que se te han escapado un par de detallitos.
2 Puntos

El comienzo del fin

Algo me dice que deberíamos haber pospuesto la publicación de este relato para dentro de tres meses exactos XD. Muy puesto al día, creo sinceramente que los nombres ficticios eran innecesarios. A mí me hubiera importado menos que así, te digo la verdad, MJ. En cuanto al meollo del asunto, tiene buen fondo, pero la acción queda lejana y entrecortada. No has profundizado en los combates, probablemente porque tenías demasiados frentes a cubrir (nótese el bien traído símil). Nada que objetar al mensaje, pero esta vez no era lo que buscaba. Final súbito...
1 Punto

En cuanto a mi aportación, tenía tantas ganas de un relato de acción, que era incapaz de decidirme por una de las ideas que tenía en mente. Finalmente opté por esto, una historieta divertida de escribir, y espero que de leer. No es una cosa excepcional, pero pensándolo fríamente, no le veo defectos graves, excepto que está escrita a la ligera, oye, y eso se nota.

Enhorabuena a todos, literalmente XD
Comentarios de Polizonte Nack: (que se ha marcado una señora autocrítica, en serio XD)
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Dos puntos: Relato 1: Horario flexible
Me decanto por esta historia como vencedora porque me lo ha hecho pasar pipa, cosa que, siendo a mi forma de ver esencial en esta temática, ha sido pasada por alto en el otro relato y en el mío mismo.
No es una historia compleja, ni falta que le hace, pero la calidad en la descripción de la acción, un héroe arquetípico pero que no por ello deja de ser carismático y el hecho de que el autor no se toma en serio a si mismo en ningún momento hacen que para mi esta historia sea merecedora del bol de palomitas.
Del autor... pues no se, quizá sea Ghorrhyon (por favor, que lo haya escrito bien), porque de Shichibukai siempre recuerdo un tono más parecido al de la otra historia.

Un punto: Relato 2: Vencidos, vencimos
Pese a que la historia está algo más elaborada y cobra más importancia en este segundo relato, el menor protagonismo de la acción "pura" y la sensación por algunos momentos de que estoy viendo escenas de "300" hacen que la ponga por detrás del anterior relato.
Con una buena factura en general, no destacan grandes fallos, mientras que en la parte de virtudes, me quedo con la buena ambientación, que hace al relato accesible a la lectura a la vez que fidedigno.

Autocrítica: El comienzo del fin
No se si aún se sigue haciendo esto (vale, lo admito, aún no me he puesto al día con este tema ¬¬), pero dada la abundancia de participantes este mes, pues aquí va.
En un principio tenía pensado hacer una crónica bastante libre de la batalla de Bailén, pero la falta de tiempo, la incapacidad para obtener información del transcurso de la batalla y formaciones y mi carencia de imaginación para plasmarla de forma amena y concisa hicieron que saliera... esto ¬¬.
Total, que entre unas cosas y otras fui metiendo ideas abstractas y (lo reconozco) bastante sesgadas que tenía por ahí guardadas acerca de la guerra moderna y la de independencia en particular.
Así que en un tiempo récord de tres horas y sin hacer una maldita revisión presenté este relato, mal estructurado y con algunas faltas ortográficas, sin contar con el hecho de que la acción tiene una aparición más bien testimonial.
Comentarios de Shichibukai:
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Horario flexible:
Bueno, tenemos aquí un claro ejemplo de acción frenética, una sucesión continuada de escenas de tiros y lucha cuerpo a cuerpo como a mí me gusta. Ni que decir tiene que la has cargado de tópicos, como el malo, en este caso mala, que no aprieta el gatillo cuando tiene que hacerlo, la mala guapa experta en artes marciales, etc. Lo que no me ha gustado tanto es que hayas situado un relato de estas características bajo el punto de vista del protagonista, porque las descripciones tan precisas de unas situaciones tan comprometidas en primera persona no me las llego a creer. Creo que es un relato más adecuado para la tercera persona. Por momentos me ha recordado el tipo a Steven Seagal, pero al final, cuando no ha sido capaz de partir el brazo a la mercenaria has echado por tierra mis grandes expectativas, que sepas que si le llega a partir el brazo me hubiese gustado más. Viva Steven Seagal. En definitiva, el relato me ha parecido entretenido, pero en una complicada elección entre dos, me voy a quedar con el otro.
Puntuación: 1


El comienzo del fin
Este es un relato de mucho trasfondo, en pocas líneas has conseguido una buena reflexión acerca de la guerra con un mensaje antibelicista bastante claro me ha parecido. Fryland, Safron, son lugares que no existen, por lo tanto supongo que la batalla que describes no ha tenido lugar nunca, en cierto modo si el escenario hubiese sido una batalla histórica real hubiese sido un relato con más fuerza. Los diálogos son parte importante en el relato pues casi toda la historia está compuesta de ellos, esto tampoco me ha desagradado, me ha recordado a esa gran película Cartas desde Iwo Jima donde los soldados tampoco sabían exactamete por qué morían. En definitiva, me ha gustado bastante, así que le voy a dar los 2 puntos.
Puntuación: 2
Y aquí acabamos, chicos... más justo imposible! jajajaja
Kss! Felicidades!


PD: Creo que el Concurso es el tema con más dobles posts de la historia del foro.... xDDDDDDDDD
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Ramsus
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Re: CONCURSO MENSUAL

Mensaje por Ramsus »

Un triple empate en un concurso mensual al que se presentaban 3 personas? Lo raro sería que no pasara! :lol: :lol:

Pues nada, ahora os ponéis los tres de acuerdo para elegir el tema del siguiente concurso... que será en otro tema, ya que este, con toda la historia y las historias que trae a sus espaldas a llegado a su fin. Creedme cuando os digo que me siento realmente orgulloso de ser yo quien vaya a cerrar uno de los temas más emblemáticos y antiguos (mirad a su creador :lol: ) de la historia del foro. Hasta pronto "Concurso Mensual".

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