Historias Piratas, Volumen3.

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Ramsus
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Ramsus »

A la vista del enorme éxito que ha alcanzado mi último capítulo, no podía quedarme quieto y defraudar a los fans de las Historias Piratas XDD.
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Lo que ocurrió aquella noche

Osin tenía razón. Tal y como le había anunciado apenas una hora antes en aquella vieja casa, dos hombres acababan de presentarse ante él para hablarle del paradero de Alira. Pero lo que aquel misterioso tipo no le había dicho era que aquellas personas no serían precisamente unos desconocidos para Ramsus… ni que, a juzgar por la expresión de sus rostros, inesperadamente traerían malas noticias.

- Vicealmirante Ramsus. Mi nombre es Geralt Witcher, honorable cazarecompensas. –Dijo el primer tipo desde el umbral de la puerta con un tono realmente solemne, disimulando casi a la perfección una ligera incomodidad. La misma que Ramsus comenzó a sentir al escuchar su voz.- Y mi compañero es…
- Mi nombre es MaNe. Probablemente me recuerde de…
- Eres el nakama de Ghorrhyon. –Sentenció Ramsus- Me alegra saber que tienes nombre, “kohai”. Gracias a tus cuidados en el Architeuthys las heridas que me produjo aquel Rey del Mar son cosa del pasado.

El joven científico bajó la cabeza algo ruborizado por las palabras del Vicealmirante, pero para nada borró de su rostro la expresión pétrea que tanto él como su acompañante tenían desde que habían entrado en aquel lugar.
Ramsus reparó en ese momento en el aspecto de ambos. El ayudante de su viejo amigo vestía prácticamente igual que el día en que se conocieron, con ropa amplia y cómoda para la navegación, pero con ese extraño toque a “científico excéntrico” que tenían todos los miembros de la tripulación del Architeuthys. Quizá por eso le sorprendió aún más que llevase dos espadas ceñidas al cinto. ¿Uno de los hombres de Ghorrhyon luchando con espadas? ¿A qué clase de peligros se habían enfrentado esos dos visitantes para llegar hasta ese punto? No había visto a ningún miembro de la tripulación de su viejo amigo empuñar una desde aquel fatídico día…
Antes de llegar a sumergirse en amargos recuerdos, el Vicealmirante centró su atención en el otro tipo. Si algo destacaba de él, era sin duda la impresionante armadura que protegía su cuerpo. A juzgar por la brillantez del metal de que estaba hecha, para aquel hombre esa protección corporal era un verdadero tesoro digno de ser cuidado hasta el extremo. Pero para Ramsus, incluso por encima de su armadura, lo que llamaba poderosamente la atención era el rostro de aquel hombre. Pelo moreno, ojos marrones, perfectamente afeitado, gesto impertérrito… Estaba totalmente seguro de que lo había visto antes en algún lugar, pero no era capaz de recordarlo. Primero Berto “El Sanguinario” y ahora ese tipo. El marine maldijo con rabia en su cabeza a la incurable enfermedad que jugaba con sus recuerdos de semejante manera.

- Vicealmirante, nos hemos reunido con usted para informarle de un asunto realmente importante. –Volvió a tomar la palabra el acorazado caballero, tratando de sacudirse la incomodidad que le provocaba ser observado por el marine.
- Sé que tenéis noticias acerca del paradero de Alira. –Las palabras de Ramsus hicieron que tanto Geralt y MaNe, como la propia Ailing dieran, en mayor o menor medida, un respingo de asombro- Esperaba una simple ubicación y un pequeño informe acerca de su estado actual, pero a juzgar por vuestras expresiones desde que habéis llegado, me temo que la cosa se ha complicado más de lo que esperaba.

El silencio sepulcral de los dos hombres, a quienes Ailing comenzó a mirarles de forma inquisitoria fue la única respuesta.
- Como si lo del Saint Andrews y lo de esta noche no hubiera sido ya suficiente… -murmuró Ramsus antes de continuar- Muy bien. Si tienen una historia que contarnos, ha llegado el momento de hacerlo. Les ruego que empiecen desde el principio, incluido el por qué un joven científico ha abandonado la seguridad de su barco de exploración submarina y ha decidido navegar solo acompañado de un cazarecompensas.

MaNe abrió los ojos como platos y miró a su compañero, quien no varió su posición casi marcial ni un ápice. El rostro del científico empezó a enrojecerse y comenzó a balbucear algunas palabras. Estaba claro que no entraba en sus planes ser él quien empezara contando la historia.

- Ehh… bueno… eh… verá, hace… unas semanas mi senpai… es decir… su amigo… me pidió que yo… -MaNe paró un momento y respiró hondo- Verá señor: El motivo por el que salí del Architeuthys es meramente científico, y mi encuentro con Geralt fue meramente casual. Nada que tenga que ver con lo que nos ocupa.

Ramsus arqueó las cejas impresionado ante la firmeza con la que el dubitativo científico había pronunciado esas últimas palabras.

- Lo que realmente nos interesa es que hace apenas 3 días nuestros pasos nos guiaron hasta el llamado “Archipiélago de las Cinco Muertes” en el Nuevo Mundo. Había recibido la orden de ir hacia allí de parte del comandante Ghorrhyon, quien de algún modo sabía que la Almirante Alira se encontraba retenida en alguna parte de aquel lugar. –Prosiguió MaNe algo más calmado- Tras visitar dos de sus islas y sobrevivir a sus peligrosas fauna y flora, encontramos una isla envuelta en niebla que no aparecía en las cartas de navegación.
- Thriller Bark… -Murmuró pensativo Ramsus- A pesar de que todo apuntaba a ese lugar, aún albergaba mis dudas. Aun no logro entender los motivos que puede tener Moria para secuestrar a toda una Almirante de la Marina. ¿Por qué a ella y por qué ahora? ¿Y qué demonios pinta Ghorrhyon en todo esto?

Tras esta última pregunta, Ramsus lanzó una mirada inquisitiva a Ailing, quien directamente miró para otro lado.

- Lamentablemente nosotros tampoco pudimos averiguar eso. –Prosiguió MaNe- La orden del jefe la recibí por carta y en Thriller Bark ni siquiera llegamos a encontrarnos con el tal Moria. Al poco pusimos el pie en aquel maldito lugar fuimos atacados sin descanso por las creaciones de ese hombre y el infame doctor Hogback, lo que nos obligó a separarnos.
- Y nosotros perdiendo el tiempo en una cochambrosa copia de mierda… -se quejó Ailing visiblemente enfadada.
- Por suerte el Comandante nos había revelado el secreto para derrotar a esas abominaciones, lo que nos dio una oportunidad para escapar de allí con vida una vez hubiéramos logrado rescatar a los prisioneros.
- Sal. –Dijo Ramsus- Sin embargo con eso no fue suficiente…
- No. Su creador resultó aún más peligroso que todas aquellas criaturas juntas. –MaNe miró hacia el suelo fijamente, inmerso en sus recuerdos- Fue en el jardín de entrada a la mansión cuando escuché claros sonidos de batalla. Cuando apenas me había acercado, encontré tirado en el suelo a un chico algo más joven que yo vestido con el uniforme de oficial.
- ¡¡Overon!! –gritaron los dos marines al unísono.
- Si. Apenas estaba consciente y tenía aspecto de haber recibido una verdadera paliza.
- Pero… ¿Cómo? Había imaginado que estarían encerrados en algún lugar de ese sitio.
- Por lo que pudimos averiguar después, tanto él como la Almirante lograron escapar de su cautiverio y estaban tratando de abandonar Thriller Bark cuando nosotros llegamos. Pero aquello no resultó tan fácil.
- Alira y Overon escaparon. –Interrumpió Ramsus- ¿Y el resto de marines atrapados?
- Vicealmirante… -MaNe bajó la cabeza y apartó la mirada- Muchas de las criaturas a las que nos enfrentamos aquel día aún llevaban puesto el uniforme de la marina.

Ramsus apretó los puños con fuerza tras escuchar aquellas palabras. Por su culpa, por abandonar a sus hombres en busca de un traidor asesino habían corrido semejante destino. Todos habían muerto por su maldita culpa.

- Lo siento de veras. –Acertó a decir MaNe- Si hubiéramos podido…
- Continúa, por favor. –Dijo Ramsus tratando de calmar su ira.
- Eh… Sí… Overon. Apenas pudo pronunciar el nombre de la Almirante y cayó inconsciente. Y al instante apareció ante mí el autor de todo aquello: Hogback. Aquel maldito tipo no se parecía en nada al que los libros describen como el legendario cirujano, aunque sí que era un gran ejemplo de su retorcido talento. De alguna manera, había modificado su cuerpo, implantándose a sí mismo todo tipo de mejoras animales hasta convertirse en una auténtica aberración. -MaNe se detuvo un instante, negando con la cabeza al revivir todo aquello- Fue realmente duro para mí derrotar a ese maníaco, pero por suerte logré salir del combate bastante bien parado. Al menos con las fuerzas suficientes para cargar con el malherido Overon y dirigirme hasta el acantilado de Scurvy Island, lugar que había concertado como punto de reunión con mi compañero Geralt.

El joven científico respiró profundamente y dio un paso hacia atrás. Era como si acabase de soltar una pesada carga. Estaba claro que su parte de la historia había terminado.

- Todos los tripulantes del Saint Andrews muertos y Overon malherido… -dijo lentamente Ramsus, tratando a duras penas de sobreponerse a todo aquello- Ahora entiendo el gesto serio de vuestras caras. Qué noticia tan terrible…
- Pero… ¿qué pasó con Overon? –Inquirió Ailing visiblemente preocupada- ¿Se ha recuperado? ¿Está a salvo? ¿Y Alira? ¿Dónde estaba ella cuando ocurrió todo eso?
- No se preocupe por él, señorita. –Respondió MaNe- Ayer mismo lo dejamos en la base de la marina que controla la frontera del Nuevo Mundo. Sus heridas eran serias, pero sobrevivirá. De hecho, recuperó la consciencia antes de que abandonáramos el lugar y dijo que él informaría en persona al alto mando de todo lo ocurrido. En cuanto a la Almirante…

El nakama de Ghorrhyon miró de nuevo a Geralt, quien, esta vez sí, le devolvió la mirada y asintió con la cabeza.

- La Almirante Alira cayó sobre mí desde lo alto de la mansión. –Afirmó Geralt, tratando de borrar de su mente la inoportuna imagen de la marine completamente desnuda- Apenas tuve tiempo de presentarme como es debido cuando apareció ante nosotros la criatura más terrible que habitaba en aquel lugar: Habían devuelto a la vida el cadáver de un dragón.
Ramsus y Ailing se miraron atónitos ante aquellas palabras, y en un instante su sorpresa se tornó en amargura.

- Traté de hacerle tragar la bolsa de sal que llevaba, pero para nuestra sorpresa aquel engendro conservaba su capacidad para escupir fuego por la boca y acabó con aquella posibilidad. Aquello nos dejó desconcertados a ambos, y solo gracias a las habilidades de la señorita Almirante creando tornados logramos escapar del dragón y salir de Thriller Bark. En unos minutos habíamos alcanzado el punto de reunión en el acantilado y una vez allí, libres de peligro mientras esperábamos a mi compañero y al sobrino de la señorita, intenté informarme acerca de todo lo ocurrido hasta el momento. –Geralt hizo una mueca de rabia- Nos pilló por sorpresa. Jamás habríamos imaginado que el dragón podría seguirnos hasta allí. Logré sobreponerme a su ataque para hacerle frente, pero la señorita Almirante perdió la consciencia.

Los dos marines y el científico miraban fijamente al cazarrecompensas sin moverse ni un ápice, pendientes de sus palabras.

- Luché con todas mis fuerzas y toda mi alma contra la criatura. Le infligí varias heridas de muerte, perdí mi espada y volví a recuperarla… pero aquel maldito engendro incapaz de sentir dolor era indestructible. Casi sin energías decidí que la única manera de acabar con él era arrojarlo al mar por el acantilado, y a duras penas logré arrinconarlo. Juro por mi honor que le asesté el mejor golpe que conozco. Una antigua técnica de esgrima que envolvió mi espada y todo mi cuerpo en llamas. –Geralt, avergonzado, bajó la cabeza y la melancolía comenzó a inundar sus palabras- Fue inútil. El fuego que me cubría me hizo sentir una agonía insoportable y caí al suelo incapaz de continuar, pero al dragón apenas le hizo moverse un centímetro. Solo el viento hizo que se apagaran las llamas. En apenas un segundo surgió de la nada el tornado más grande que haya visto en mi vida. En lo alto pude apreciar la silueta de la señorita Almirante, que tras flotar en el aire unos instantes, se abalanzó contra el dragón envolviéndolo totalmente. Y entonces… ambos… cayeron al mar.

Un grito sordo escapó de la boca de Ailing. Ramsus se quedó completamente petrificado. Aquellas palabras solo podían significar una cosa, pero era totalmente imposible. El más absoluto silencio se apoderó de la vieja caseta durante unos eternos segundos.

- Ella… ella me salvó la vida. –Afirmó pausadamente el acorazado cazarrecompensas- Permanecí en aquel lugar durante horas hasta que llegó mi compañero.
- Geralt me contó todo lo que había ocurrido cuando lo encontré en el acantilado. Buscamos a la Almirante durante horas por el fondo marino con el Architeuthys pero no encontramos rastro alguno de ella. Tuvimos que abandonar su búsqueda porque temíamos por la vida del oficial malherido. Sus heridas necesitaban una atención médica que escapaban a nuestras posibilidades.
- Ni siquiera pude darle las gracias. –Se reprochó Geralt con tristeza- Lamento mucho todo lo ocurrido. Si hubiese sido lo bastante fuerte como para derrotar yo solo a aquella maldita bestia…

Ramsus se desplomó sobre una silla, con la cabeza entre las manos, negando débilmente, la mirada perdida. “¡No puede ser!” Pensaba una y otra vez. Ni en el peor de sus malos augurios hubiera imaginado una noticia semejante. Era imposible que aquello estuviera pasando. Alira no podía haber muerto. Cientos de escenas de la vida de su amiga comenzaron a desfilar por su mente en aquel momento. Como capitana pirata y como marine. Batallas, juergas, discusiones, risas, lágrimas… Podía sentirla ahí, delante de él, tan cerca y tan real, que no podía asumir que se había ido para siempre.
“Si hubiera sido lo bastante fuerte…” Las palabras de Geralt volvieron a resonar en la mente de Ramsus y súbitamente una de aquellas miles de escenas regresó frente a sus ojos.
Espero que os guste.
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Eratia
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Eratia »

Buf... Se va a desatar el infierno, me parece a mi. Eso como poco. La verdad es que resulta raro verte poner no uno, sino dos capítulos, pero ya has decidido poner toda la carne en el asador, por lo que veo...

Por un lado me ha encantado la charla con Osín y ver a Ramsus plantearse cosas como que es lo correcto. De todas formas, me gustaría saber porque puñetas la ex-Almiranta hizo lo que hizo, pero parece que eso es un misterio para otro día.

De todas formas, ahora que Ramsus sabe lo de Alira... ¿Para el funeral de Moria sería mejor una corona de flores tamaño normal o una tamaño gigante? No acabo de decidirme... XD
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rido
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por rido »

Ramsus escribió:¿Alguien ha dicho "Nostalgia en Pirateking"?

¡¡¡Que vuelvan las Historias Piratas!!!
Venga, va, a ver si de esta es de verdad... Coincido con Eratia en que ver a Ramsus publicar, y no una, sino dos veces seguidas es algo que no se ve todos los días. Ojalá esto suponga que esto puede volver a andar, aunque, si os soy sinceros, viendo que esto va a arreones y el efecto de los mismos en las últimas intentonas... pues... qué queréis que os diga. Porque antes teníamos la excusa de la Guerra para irlo posponiendo, pero ahora...

Y bueno, yo tampoco soy nadie para decir nada que estoy más desaparecido que los millones del Dioni...

En fin, que voy a comentar lo que no había comentado hasta ahora...

@Cabezahuesobone
  • Raro que no te hubiera comentado yo esto, pero bueno... A ver... Bien, el capítulo bien. Avanzando por la senda que más o menos tenía preparada. La cuestión va a ser combinar todo esto con la otra saga de Xartha, pero eso es algo que estaba ya visto hace bastante. (Hace milenios, me parece, :ok: ) Bien... Bien... vamos progresando :mrgreen:
@Ramsus
  • Esta saga de Sabaody que os habéis montado principalmente Osin y tú me encanta. Me parece de lo mejorcito que ha pasado por las Historias, aunque lamentablemente entre parones y no parones me se ha hecho eterna, y he tenido que releerme algún capítulo así de vez en cuando. Pero bueno, eso nos ha pasado a todos, ¿verdad? Con estos dos capítulos que parece que más o menos vienen cerrando todo a falta de lo que le queda por aportar a Osin pones un broche de oro perfecto, con el relato de la muerte de Alira en la boca del caballero Geralt. Enhorabuena ^^
Y ahora... que pase el siguiente xD
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Terreis
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Terreis »

El siguiente no se, pero yo sigo esperando a cierto pájaro plumoso rojo para que ponga nuevo capitulo. De todos modos hasta que no termine lo que tengo entremanos, dudo mucho que le pueda dedicar tiempo a la parte que me toca en los relatos.
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Ramsus
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Ramsus »

¡Hola de nuevo! ¿Es posible que vaya a publicar otra historia en menos de una semana? La respuesta es sí, pero antes un par de comentarios:

@Eratia: Para lo de Moria aún queda bastante. Todo a su tiempo (espero no perder más XDD).

@Rido: Esto aún no ha acabado. Yo te aconsejaría que te volvieras a leer todos los capítulos de Osin y míos desde que empezó el tema de Sabaody para entenderlo todo mejor (salvo el mío de la ex Almirante Samba, que fué devorado por el Maëlstrom particular que habita en este tema y del cual no guardé copia :cry: . ¿Alguien tiene una? :cry:). Es lo que he hecho yo para escribir todo esto.
También sería aconsejable que te repasaras los últimos capítulos de Ghorry, Alira y el único que nos dejó Geralt. Sí, es mucho XDD, pero así podrás comprender absolutamente todo lo que llevo escribiendo desde... ¡Dios! ¿Ya ha pasado un año?

@Terreis: El pájaro está en proceso. Mi insistencia de los últimos días le ha despertado de su letargo. Por cierto, ya eres oficialmente "Almirante" en el foro. Ye estoy barajando varias ideas sobre tu nombramiento "Historiapiratilmente" XDD.

Y ahora sí, aquí va el relato que llevaba tanto tiempo en mi cabeza y que tantas ganas tenía de poner aquí. Bueno... o al menos una parte XDD. Que lo disfrutéis:
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Mission Failed (Primera Parte)

- ¡He dicho que no! ¡No voy a consentir que este barco se haga a la mar en el estado en que se encuentra!
- ¿¡Y a ti quién coño te ha nombrado capitán!?
- No soy el capitán, ¡pero sí el carpintero! ¡Y si te digo que este barco no puede navegar tienes que creerme!
- ¿¡Y entonces qué pretendes que hagamos, eh!? ¡¡Se las han llevado, Ramsus!! –Gritó Koraxan desesperada, siendo su voz maximizada por el eco de la cueva- ¡Enies Lobby! ¿Sabes lo que significa? ¡¡Esos hijos de puta de la marina van a ejecutar a Terreis y a Nico!! ¿¡Vas a quedarte aquí parado sin hacer nada!?

Tenía razón. La situación era realmente desesperada.



Parecía increíble que tan solo una horas antes el Espíritu del Mar navegara sin mayor novedad hacia el cruce de Red Line. El plan era sencillo: Llegar a Sabaody sin armar escándalo, conseguir un coating de calidad lo antes posible y poner rumbo a Isla Gyojin donde ya se reabastecerían como es debido. Y después, el ansiado Nuevo Mundo.
Era ya noche cerrada cuando el Espíritu del Mar atravesaba lentamente la zona conocida como “Los Colmillos del León”. La inoportuna tormenta de hacía 2 días les había obligado a variar su rumbo considerablemente hacia el norte, viéndose forzados a cruzar por aquella especie de bosque de piedras puntiagudas y afiladas que surgían como estiletes desde el fondo del mar. Aunque el ritmo de navegación era realmente lento, lo habría sido mucho más tratar de rodear toda aquella zona. Además, según las últimas noticias recibidas, las otras 3 bandas piratas que competían con los Dark Hunters por conseguir el mítico “Tesoro de la Isla sin Nombre” iban por detrás de ellos con bastante desventaja. Lamentablemente, aquellas noticias resultaron no ser del todo ciertas.
El silencio reinaba en la cubierta del barco pirata. Ripple sujetaba con firmeza el timón en el castillo de popa, mientras Franxo desde el puesto de vigía y el resto de la tripulación asomados por la borda en distintos puntos, daban la instrucciones a la navegante para evitar los peligrosos filos de piedra. Terreis, en pose triunfal (como casi siempre) miraba hacia el horizonte desde la proa del barco con su habitual sonrisa confiada. Bajo sus pies, en la bodega, Ramsus paseaba nervioso por delante de la puerta abierta de su taller aguardando el momento de entrar en acción con sus herramientas.
Un silbido prolongado y agudo rompió el silencio reinante. De la nada surgió un proyectil de cañón que atravesó limpiamente la vela del palo mayor y se estrelló con un enorme estruendo sobre un islote de piedra cercano.
El carpintero logró mantener el equilibrio a duras penas tras la onda expansiva y rápidamente sus sentidos se activaron. Miró a su alrededor, comprobó que no había ningún daño de relevancia en el casco, y como una flecha se dirigió hacia las escaleras que llevaban a cubierta. Aquello no había sido el choque contra una roca.
“¿¡Qué coño ha sido eso!?” “¡Nos atacan!” “¡¡Yo solo veo piedras por todas partes!!” Las voces de sus nakamas se iban haciendo cada vez más distinguibles a medida que se acercaba a la puerta que daba al exterior, pero un nuevo estruendo mucho más potente hizo que todo temblara de manera violenta. Ramsus, incapaz de mantener el equilibrio, cayó escaleras abajo y se golpeó fuertemente la cabeza, quedando aturdido.

No sabía cuánto tiempo había pasado exactamente cuando recuperó el control de su cuerpo, pero a juzgar por las voces que venían de arriba, el peligro seguía cerniéndose sobre ellos. El carpintero apretó los dientes con rabia, y lamentándose por el valioso tiempo perdido, se lanzo espada y pistola en mano hacia la puerta que llevaba a cubierta.

“¡¡¡AKASUGOOOOOOOIIII!!!”

La voz de Franxo sonó con fuerza sobre el caos de la batalla mientras bajaba acrobáticamente por una soga desde lo alto del palo mayor. Bajo los pies del vigía, alumbrada por la luz de la luna creciente y las luces de los candiles, se estaba fraguando una lucha sin cuartel en toda la superficie de la cubierta entre sus nakamas contra otros piratas. Ramsus, desde el umbral de la puerta, necesitó un par de segundos para comprender aquella sorprendente situación: Inexplicablemente y de la nada había aparecido el Red Claw, barco de los Akasugoi al que supuestamente aventajaban en varios días de viaje, y tras haber atacado su navío a cañonazos se habían lanzado a un abordaje realmente temerario.
El carpintero pasó al ataque y rápidamente derribó a dos piratas novatos con sus técnicas de esgrima aprendidas en el cuartel de la marina.

-¡Ramsus! –Gritó Aroica unos metros delante de él- ¿Dónde demonios estabas? ¡Ayúdanos a echar a estos mal nacidos de nuestro barco!
- Heyyy guapaa –una voz desganada llamó la atención de la médico de los Dark Hunters- Mírameee... ¡“Nikkon Shot”!

Aroica se giró hacia el tipo y de pronto un fogonazo de luz blanca la envolvió por completo. En un instante, después de que la luz se disipara, en el lugar de la bella Aroica no quedaba más que una enorme fotografía a tamaño natural de la chica con cara de asombro tirada sobre la cubierta. “¡Virgil!” Pensó Ramsus mientras cerraba instintivamente los ojos.

- Vamos carpinteroooo. –Dijo el capitán de los Akasugoi- ¿No te alegras de vermeee? Me encantaría añadirteee a mi coleccioón.
- Mejor otro día. –Respondió Ramsus sin abrir los ojos y en guardia, tratando de evitar el poder de la Foto Foto no Mi- ¡¡Traed agua salada por aquí!!
- ¡¡¡FUERA DE MI BARCOOOO!!! –Como un vendaval, la capitana de los Dark Hunters apareció en escena sais en mano, derribando a Virgil con un potente golpe de viento y colocándose al lado de Ramsus, lista para pelear.
- Vigila tus ataques Terreis. –Aconsejó el carpintero- Un tornado sobre el barco es lo que menos necesitamos ahora mismo.
- Créeme, llevo ya un rato conteniéndome. –La capitana miró a Virgil furiosa- ¡¡TÚ!! ¿¡Como coño habéis llegado hasta aquí!?
- Fáaacil. –Contestó con total tranquilidad el capitán de los Akasugoi tumbado en el suelo y colocándose cuidadosamente su estrambótico sombrero con un pájaro en lo alto- En la última islaaa, en vez de esperar a que cargara el Log, le robamos el suyo a unos que ya se ibaaan. Así ahorramos dos semanaaaas. Ahora queremos vuestro barcooo porque es más ráaapidooo.
- ¡Tramposos! –gritó Terreis fuera de sí.

Al tiempo que la mujer pirata gritaba, el sonido ensordecedor de una enorme salva de cañones tronó por todas partes. Asombrados, todos los combatientes se detuvieron al unísono tratando de explicarse de donde había salido aquel estruendo. Y entonces se desató el infierno.

Apenas dos segundos después, los dos navíos piratas fueron alcanzados por más de una docena de proyectiles de cañón que produjeron una gigantesca explosión, al tiempo que infinidad de fragmentos de piedra puntiaguda comenzaron a caer por todas partes tras ser alcanzados varios islotes cercanos. La práctica totalidad de los combatientes de ambas tripulaciones cayeron al suelo o salieron despedidos, abandonando el combate que mantenían hasta el momento.

“¡¡¡LA MARINAAAAA!!! ¡¡¡ES UNA EMBOSCADAAAAA!!!”

De entre el infierno de llamas, rocas y agua surgió una voz para desvelar la realidad. Tras permanecer escondidos en los islotes más grandes de aquel lugar, acababan de surgir nada menos que 4 buques de guerra de la marina, rodeando a las dos tripulaciones piratas y disparando sus cañones.
Con un par de salvas más como aquella habrían reducido a astillas los dos barcos en apenas segundos, pero sorprendentemente decidieron acercarse para abordarlos y luchar cuerpo a cuerpo contra los piratas. Una estrategia totalmente extraña e incomprensible para todos los presentes… menos para Ramsus, que incorporándose a duras penas tras lo ocurrido, miró a Terreis luchando ya lejos de él y recordó las palabras que el Almirante Citan le había contado hacía meses. “No podéis matarla.” Pensó para sí. “Su padre no lo consentiría. ¿Ya se ha cansado de ver en lo que su hija se está convirtiendo?”
Como una fiera, sintiendo un dolor inmenso provocado más por las “heridas” del barco que por las suyas propias, el carpintero se lanzó al ataque para proteger a sus nakamas del asalto de los soldados que invadían en tromba la cubierta del Espíritu del Mar. La batalla fue encarnizada. Piratas contra piratas y a su vez contra marines, luchando en un escenario en llamas y que se hundía poco a poco. Los Dark Hunters combatieron con todas sus fuerzas para repeler a los atacantes, retrocediendo cada vez más ante el empuje de las decenas de marines que ocupaban el barco.
Y de repente, cuando todo parecía perdido, la orden de un oficial cambió el signo de la batalla: Retirada. Los soldados de blanco que quedaban en pie comenzaron a abandonar la cubierta del Espíritu del Mar y regresaron a sus buques ante la atónita mirada de los exhaustos piratas. Por su parte, los miembros de los Akasugoi, aprovecharon para regresar al Red Claw, ligeramente mejor parado que el Espíritu del Mar.

- ¡¡Mierda!! –Gritó Koraxan con sus armas en alto- ¡¡Se llevan a Nico!! ¡¡Esos cabrones la han capturado!!

Efectivamente, así era. De entre la amalgama de marines que regresaban a toda velocidad a los navíos de la marina, apareció la figura familiar de su nakama siendo retenida y arrastrada por dos soldados. Junto con ella, tres miembros de los Akasugoi estaban corriendo el mismo destino.
Sin pensarlo dos veces, Koraxan y varios Dark Hunters se lanzaron al ataque contra los soldados que abandonaban su barco para tratar de rescatar a Nico, pero fueron detenidos por una fuerte ráfaga de viento. Diez metros por delante de todos ellos acababa de plantarse la capitana del barco.
- ¡¡NADIE!! ¡¡¡NADIE TOCA A MIS NAKAMAS!!! –Voceó con incalculable rabia mientras levantaba los brazos de manera intimidatoria- ¡¡¡SUPERIOR TWIST!!! ¡¡¡F5, FINGER OF GOD!!!
- ¡¡Terreis, NO!! –Gritó Ramsus desesperado tras adelantarse un par de pasos a todos los demás- ¡¡Es una trampa!!

Pero ya era tarde. Alrededor de la figura de Terreis comenzó a formarse el que en apenas segundos se convirtió en el mayor tornado que jamás habían visto todos los presentes en sus vidas. El mar se embraveció de forma brutal y los maltrechos maderos del Espíritu del Mar comenzaron a crujir y arrancarse de sus clavos, arrastrados por la violenta espiral de viento, al igual que decenas de indefensos marines que no acertaron a agarrarse a ningún lugar.
En aquel momento desde la cubierta de uno de los buques de la marina, apartando a sus compañeros, surgió la figura de un fornido oficial que sostenía una cadena de metal. Tras llegar hasta la borda, comenzó a girar la cadena a toda velocidad hasta que finalmente la soltó y esta comenzó a dar vueltas alrededor del tornado atraída por la enorme fuerza del viento. Casi al instante, el ataque de Terreis empezó a perder fuerza dejando caer todos los objetos y personas que giraban con él, y en apenas segundos la capitana de los Dark Hunters apareció tumbada en el suelo inconsciente rodeada por la cadena, formada probablemente por eslabones de Kairouseki. Como un resorte, los últimos marines que a duras penas permanecían en pie sobre el Espíritu del Mar, se lanzaron a por la mujer pirata y la subieron en volandas a uno de los buques antes de que sus nakamas pudieran evitarlo.

- ¡Misión cumplida muchachos! –Voceó un marine por un Den Den Mushi megáfono- ¡Alejad los buques a distancia de tiro! ¡Mandad a esos bastardos al fondo del mar! Nos llevamos a los prisioneros a Enies Lobby.

Al instante, los 4 buques comenzaron a maniobrar acatando las órdenes recibidas. El barco de los prisioneros desplegó las velas y avanzó a toda velocidad en línea recta hacia el este disparando sin piedad sus cañones de proa para hacer añicos los islotes de piedra puntiaguda que se interponían en su camino. Mientras tanto otro se colocó a su popa, virando poco a poco a estribor para enfocar su batería de cañones directamente a los dos maltrechos barcos pirata y haciendo de parapeto ante un más que improbable ataque pirata al primer buque. Por su parte, los otros dos restantes se alejaron a distancia de disparo a babor y estribor de los navíos piratas para encerrarles completamente en la línea de fuego.
Koraxan, desesperada, trataba de imponer el orden en el tremendo caos que reinaba en la cubierta del Espíritu del Mar. Gritaba órdenes a sus nakamas para que se organizaran y plantaran batalla ante lo que parecía el inminente final, al tiempo que los valientes Dark Hunters corrían de un lado para otro intentando evitar que su barco se fuera a pique. Todos, menos Ramsus. El carpintero permanecía de pie, inmóvil, en medio de la cubierta mirando fijamente al buque que se alejaba cada vez más con sus dos nakamas. No podía permitirlo. No de aquella manera. Daba igual que él fuera un marine y que aquellas personas fueran piratas. Por nada en el mundo iba a permitir que nadie les hiciera daño. Haría lo que fuera para protegerlos. Lo que fuera.
Lentamente levantó su vieja espada de marine y observó su mellado filo.

- Donde quiera que estés –murmuró para sí mismo- espero que me perdones. No puedo seguir cumpliendo con mi promesa.

Con paso firme y decidido, Ramsus se encaminó espada en mano hasta el mascarón de proa de su adorado barco, poniendo su pie izquierdo sobre la cabeza del dragón que la presidía. Acto seguido, como siguiendo una especie de ritual, levantó su vieja espada sujetándola con ambas manos por encima de su cabeza.

- Fleeting Cross… ¡¡¡ROSA DE LOS VIENTOS!!!.

Moviendo su brazo a una velocidad nunca vista por los presentes, Ramsus descargó ocho potentes cortes en el aire haciendo que por cada uno de ellos surgiera una onda recta y plana que avanzó a toda velocidad hasta impactar contra el lateral del buque marine que les bloqueaba el paso. En apenas dos segundos, ocho cortes cruzados aunque poco profundos aparecieron en la zona de babor del buque y de pronto uno de los cañones saltó por los aires creando una gigantesca explosión en cadena. En un instante el barco fue pasto de las llamas y decenas de marines saltaron al mar para salvar sus vidas.

- Hah… hah… He perdido algo de práctica… desde que entrené en Sunnet la última vez. Ha sido una suerte lo de la pólvora. –Jadeó Ramsus mirando “su obra”.

Orgulloso, pero aún preocupado por la situación, el carpintero se dio la vuelta para tratar de lanzar un nuevo ataque contra otro de los buques y se encontró con la mayoría de sus nakamas mirándolo completamente desencajados, con los ojos como platos.

- Ramsus… Eso… Eso que acabas de hacer… -Balbuceó Likard totalmente desencajado.
- Vamos chicos. –Dijo sonriendo algo avergonzado- Esto aún no ha terminado. ¡Tenemos que sacar nuestro barco de aquí!
- Ya… pero…
- ¿¡Queeeeeé!? –Una voz extremadamente relajada llegó hasta los oídos de los Dark Hunters desde el otro barco pirata- ¿Que se haaaan llevaaaaado a treees de los nuestrooos?
- Capitán Virgil, no se entera de nada –Le respondió otro tripulante.
- ¡Atacaaaad a eseee buqueee muchaaaachoss! –Gritó con total desgana.
- Ese no es, capitán.

Pero daba igual. Los cañones que aún funcionaban en el barco del Red Claw abrieron fuego contra el buque situado a estribor, el cual no tardó en responder centrando toda su artillería en los Akasugoi. “Es nuestra oportunidad” pensó Ramsus.

- ¡Ripple! ¡Avante toda! –Gritó el carpintero- ¡El humo de la explosión es nuestra única salida!
- Ya lo has oído Ripple. –Corroboró Koraxan. Mientras la navegante se ponía de nuevo al timón, la segunda de a bordo de los Dark Hunters volvió a dirigirse a sus nakamas- ¡¡¡Vamos chicos!!! ¡¡Todos a los cañones!! ¡¡Disparad al buque que queda, no importa que falléis!! ¡¡Cuánto más humo mejor!!

Gracias a las habilidosas manos de Ripple, las maltrechas maderas del Espíritu del Mar comenzaron a moverse poco a poco, crujiendo y rechinando mientras el barco se adentraba en la humareda disparando sus cañones a discreción. El último buque marine trató de atacarles y posteriormente perseguirles, pero fue inútil. El Espíritu del Mar se había esfumado por completo. El barco que transportaba a los prisioneros, también.



- Necesitamos un plan. –Dijo Ramsus tratando de calmar los ánimos- No digo que debamos dar por perdidas a Terreis y a Nico, sólo que es un suicidio volver a salir ahí fuera con el Espíritu del Mar. Fue un milagro encontrar la cueva de este islote para ocultarnos y no hundirnos. No tiremos por la borda todo lo que hemos ganado y tanto nos ha costado conseguir.
- ¿Y qué propones Ramsus? –Preguntó Kaolla preocupada.
- Tenemos pocas opciones, salvo reparar el barco lo antes posible.
- ¿Y por qué no te has puesto a hacerlo ya? –Volvió a levantar la voz de forma acusatoria la segunda de a bordo.
- Lo siento Koraxan, pero no tengo materiales suficientes.
- ¿Entonces?
- Hace un par de horas ha habido una batalla naval ahí fuera. Puedo salir en un bote y buscar entre los restos del buque marine hundido. Tampoco sabemos como ha acabado el combate entre los Akasugoi y los marines. Seguro que encuentro todo lo que necesito.
- ¿Y por qué no vas reparando tú el Espíritu del Mar y nosotros salimos a por los materiales?
- ¿¡Y de qué serviría!? –Volvió a protestar Koraxan visiblemente afectada- ¡Para cuando lleguemos a Enies Lobby ya estarán muertas! Es más, ¡Ni siquiera tenemos un Log Pose que nos lleve hasta allí!

El silencio se hizo durante varios segundos en la lúgubre cueva.

- De nada sirve pensar ahora en lo que no podemos hacer. –Afirmó finalmente Ramsus- No todo está perdido. Vimos al buque partir hacia el este, ¿no?
- ¡Claro! –Ripple cayó rápidamente en la cuenta- Van hacia Marineford, y de allí tomarán la Corriente Tarai hacia Enies Lobby.
- Y aún tienen que salir de este bosque de piedras… -Apuntilló Rurouni.
- Si logramos zarpar al alba y ponemos rumbo directo a Enies Lobby con un poco de suerte llegaremos un día o dos más tarde que el buque que las lleva a ellas. –Dijo el carpintero- Quizá sea tiempo suficiente.



Aún no había amanecido cuando el bote motorizado de Ramsus volvió a aparecer por la entrada de la cueva, absolutamente repleto de todo tipo de tablones para arreglar los enormes desperfectos del Espíritu del Mar. Contentos por ver a su carpintero de vuelta, varios de los Dark Hunters se acercaron a recibirlo, y no pudieron salir de su asombro al ver que, en lugar de Ramsus, solo había una nota escrita:

“Lamento tener que hacer esto, pero es lo mejor para todos. Os juro que volveré con ellas dos. Es hora de que pongáis en práctica los trucos del oficio que os he ido enseñando durante el viaje. Nos vemos en Sabaody.

Ramsus.”



- Comodoro, ¡es él! ¡El tipo que sale en el cartel de recompensa, es uno de ellos!

Todos los marines presentes en la cubierta apuntaron con sus armas al pirata que acababa de aparecer ante ellos subido al mascarón de proa.

- Ramsus “El Mecánico de Barcos”. –Dijo el comodoro con voz grave- Tienes valor para aparecer tú solo en nuestro buque. De todos modos, gracias por ponérnoslo tan fácil.
- Muchas gracias a vosotros por no haber dejado de buscarnos en toda la noche –Respondió risueño el carpintero- Me temo que necesito vuestro barco para ir a Enies Lobby y negociar el rescate de mi capitana y nuestra erudita. ¿Serviría de algo si os digo que soy uno de los vuestros y me encuentro en una misión importante?

El eco de decenas de carcajadas invadió los alrededores del barco de la marina.

- Lo suponía. –Dijo Ramsus con una sonrisa malévola en su rostro mientras desenvainaba lentamente su espada- Entonces tendremos que hacerlo por las malas.
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Ghorrhyon
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El pueblo lo pide

Mensaje por Ghorrhyon »

Pues aquí estamos. Con lo primero que escribo en... ¿un año? ¿Alguien se acuerda de cuándo fue la prueba del Cuaderno de Bitácora? Jesús...

Pues nada, como me van a cortar algo si no pongo nada, y no me sobra prácticamente ninguna parte del cuerpo, allá va:
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13. LA JUNTA NAVAL

Sólo había un corto río en aquella pequeña isla, pero éste, por las peculiaridades del terreno, desembocaba en una amplia ría que desde siempre había guarecido a la flota del diminuto reino.
Ahora, además, un hermoso puente colgante estaba a punto de cruzarla por completo, pero eso sería sólo si los imprudentes invasores piratas eran expulsados de él.
Lo que sin duda estaba a punto de pasar, se dijo la Vicealmirante Tashigi con la incredulidad reflejada en sus ojos.
-¡O sea…! –La voz del elegante personaje que se encontraba en mitad del puente rezumaba indignación, pero sólo era audible a duras penas. Ni un grito, ni una palabra más alta que otra habían salido de su garganta durante el combate previo. -¡… que os creéis con el derecho de venir aquí y saquear a mis trabajadores, y derribar mi puente! ¡Escupo sobre vuestro derecho! ¡Y escupo sobre vosotros!
El individuo, que llevaba algo parecido a un uniforme militar de gala, con charreteras en los hombros y medallas ocultando toda la mitad izquierda del pecho, limpiaba meticulosamente sus gafas, sin ocultar su enfado. Todo su desprecio e indignación se vertían en su discurso, tanto que los interlocutores, una banda de curtidos y malencarados piratas, parecían sinceramente avergonzados por lo que acababan de hacer. El hombre acabó su limpieza, poniéndose de nuevo los anteojos. Ajustó de nuevo la goma de la larga coleta en la que se recogía el pelo, ya algo canoso, y desenfundó el alfanje que llevaba al costado, adoptando la guardia con la pierna levantada y el brazo armado estirado hacia delante, como al descuido.
-Pues que sepáis que en Euskal Island no toleramos esta clase de comportamiento.

“¡Eusko Kenpo!”
El terrible rugido sacó a Tashigi de su ensimismamiento. Levantó la vista de las tranquilas aguas de la ría y contemplo durante unos breves instantes el recital de violencia poética que se desplegaba ante sus ojos. Y luego, todo acabó.
-Majestad. –Llamó la Vicealmirante. -¿Podemos irnos ya? Tardaremos algo en llegar, y debemos ser puntuales.
-Oh. -el combatiente envainó la espada y se alisó el uniforme.- Perdón, culpa mía. Qué falta de consideración. Vamos, vamos, Vicealmirante. No hagamos esperar a nuestros honorables camaradas. Tras tantas tristes noticias, es necesario mantener la cabeza serena y los reflejos en tensión.
Mientras se alejaban del puente en dirección al puerto, una compañía de soldados, formados en orden de batalla, les veía pasar. Había vuelto a pasar. Les convocaban para repeler una invasión, y a la hora de la verdad su rey era el único que entraba en acción. Ni con cinco barcos incursores quedaba algo para los demás.
-¡¡Larga vida al Rey Citán!!

Ni todo el entrenamiento militar del mundo, ni más de cuarenta años de experiencia en el mando, te preparan para sobrevivir a tus dos hijas.
El Almirante Supremo Delacour miraba sin ver los documentos que tenía delante, en su mesa. Ni siquiera se esforzaba en entender lo que había escrito en ellos. Salvoconductos, penas en Impel Down, daba igual. Todo ya había sido pensado por él. No era necesario repasar nada.
Harto de permanecer sentado, se encaminó hacia la ventana. La vista de la bahía tenía su encanto en tardes como aquélla. El sol poniente quedaba oculto por la mole de la fortaleza de la Marina, mientras que las primeras estrellas asomaban por el horizonte, dibujando las constelaciones que, en otro tiempo, había considerado sus compañeras. Pero hacía mucho tiempo que el viejo Almirante no navegaba. Desde mucho antes de tomar el relevo del viejo Kong.
Dio la espalda a su ventana. Se sentía impotente, desesperado, como nunca se había sentido en la cubierta de sus barcos. La inacción, se dijo, lo había relegado a eso. Un viejo abatido, incapaz de buscarse la justicia que su alma le exigía a gritos. Encerrado en su jaula de oro, en un despacho lleno de lujos en el que lo único que hacía era ratificar las decisiones que otros habían tomado por él.
Y era mejor así, porque la última decisión verdaderamente importante que había tomado le había llevado a ese momento.
“No consentiré que se juegue la vida de esa ridícula manera, luchando contra gentuza como la que le rodea. Asesinos, ladrones y juerguistas, del primero al último. No es esa la vida que merece mi hija”.
Lo había intentado todo. Traiciones, chantajes, amenazas… Y tuvo que ser su nieto el que le abriera los ojos. Lo que la fuerza no había conseguido, lo hizo el amor. Overon fue el detonante que convirtió a la capitana pirata más poderosa de los últimos tiempos en uno de los pilares en los que se sostenía la nueva Marina.
Y el amor por su sobrino había llevado a Alira a la muerte.
-¿Interrumpo?
El Almirante Delacour se giró hacia la puerta. No había oído nada, pero había un hombre de pie en el umbral. No se le veía bien debido a la oscuridad del ocaso, pero el extraño avanzó para ponerse más cerca de la luz de los quinqués del escritorio. Era un hombre fornido, con una espesa barba negra que enmarcaba un rostro de rasgos rotundos. Una gorra similar en diseño a las de la Marina cubría su cabeza, sobre unas cejas espesas. Al fijarse, Delacour se dio cuenta que conocía ese rostro, pero algo en su mente le decía que no podía ser, que esa persona no podía estar ahí en ese momento. ¿Por qué?
Siguió observando a su interlocutor mientras éste se acercaba, parsimonioso, con una sonrisa displicente en la boca. El extraño vestía una especie de uniforme negro y rojo, los colores contrarios del uniforme de la Marina. La gaviota de la gorra y la pechera había sido sustituida por un tridente bordado en escarlata, y la palabra MARINE estaba retorcida, con una grafía extraña. Pensándolo mejor, ahí parecía poner MAYHEM.
-¿Puedo ayudarle? –Se sorprendió diciendo Delacour. Estaba claro que esa persona no tenía derecho ni autorización para estar ahí, pero se sintió impelido a ser amable. De algún modo sabía que si el intruso tuviera malas intenciones lo habría notado.
-Mi estimado señor. –Respondió el otro. –No se preocupe. El motivo de mi visita es averiguar si hay algo en lo que yo pueda ayudarle a usted.
El extraño tendió una mano, buscando el saludo. Al estrechársela, Delacour vio un enorme martillo colgando entre los pliegues de la gabardina y que el desconocido calzaba sandalias. Sandalias, martillo, barba.
-¡¿Capitán Kitakaze?!
-A la orden.

El extraño, “Kitakaze”, se obligó a llamarlo el Almirante, contemplaba la estrellada vista de la bahía de Marineford. No habían hablado mucho más. Unas condolencias de rigor algo forzadas y la explicación, por parte del redivivo ex marine, de que incluso el infalible Ramsus podía cometer errores de apreciación. Delacour no quiso entrar en detalles. El asunto Kid estaba lejos de resolverse, y era un confuso aguijón clavado en la espalda de la plana mayor. Si no hubiera problemas más acuciantes, sería un asunto urgente. Pero había problemas más acuciantes.
-Y bien, Capitán. ¿Tiene pensado volver a su puesto? ¿Es consciente de que su superior directo podría interpretar su larga ausencia como una insubordinación?
-Oh, no crea que no lo he pensado, Excelencia. –Kitakaze utilizaba a propósito el tratamiento civil. –Pero ocurre que las ordenanzas contemplan la retirada de la nómina de la Marina de todos aquellos oficiales de los que se certifica la defunción. Alguien lo hizo, por lo que ahora estoy fuera de su jurisdicción completa. Y no tengo intención de reengancharme. Como ya sabe, nunca fui un devoto seguidor de las normas.
-Sin embargo, algunos de los que han quedado aquí podrían llamarle amigo.
-Tengo más amigos fuera de la Marina, Almirante Delacour. El único que me queda dentro cometió la irresoluble torpeza de considerarme muerto. Si se entera de que estoy vivo, puede que venga a pedirme disculpas, y no tendré objeción en concedérselas.
“Un dardo lanzado a través de mí. ¿Por quién me toma?”
-En cualquier caso, señor Kitakaze, si mal no he entendido, venía a ofrecerme su ayuda. ¿En qué campo?
-Oh, sí, la oferta. Verá: en este tiempo me he hecho con cierta posición, y me he especializado en seguir pistas. Digamos que puedo actuar como una suerte de cazarrecompensas para usted. Siguen contratándose cazarrecompensas, ¿verdad?
Delacour titubeó. Por supuesto. De la anteriormente numerosísima flota de la Marina ahora sólo podían contarse diez vicealmirantes, y había tantos piratas, bandidos y revolucionarios que las fuerzas del orden tenían que apoyarse cada vez más en mercenarios, o confiar en que las fuerzas de los reinos más importantes, como Drum o Arabasta se hicieran cargo de los problemas locales.
-Por supuesto, pero no puedo evitar preguntarme en qué presa está usted tan interesado para venir en persona a ofrecerse a este despacho. Y todo eso sin pedir una cita, ni, por lo que se ve, ser detectado por ninguno de los soldados que vigilan este recinto.
-¡Ja, ja, ja! –La risa de Kitakaze sonó potente, franca, con un leve atisbo de amargura. –Suspicacia, suspicacia, suspicacia. Claro, cómo no. Por qué alargar la mano para coger lo que se nos ofrece si no sabemos de dónde proviene. Mi querido Almirante Delacour, le estoy ofreciendo a Silver.
-Silver. Long Jhon Silver
-Si, tengo un especial interés en él. No exactamente relacionado con los sucesos recientes, pero sí que tengo una idea de lo peligroso que puede llegar a ser, para su preciado equilibrio de poder, y por supuesto para mí.
-¿Alberga alguna rencilla personal?
-No, es más bien profesional. Pero a nadie le gusta que jueguen con las cosas de comer de uno, ¿verdad?
Delacour asintió. Entrecerró los ojos, mirando a su interlocutor.
-De todos modos, si tanto interés tiene, ¿por qué ha preferido venir a ofrecerse? ¿No tiene miedo de que nuestras engorrosas ordenanzas y normativas frenen su ímpetu?
La sonrisa de Kitakaze se ensanchó.
-Claro, por eso es que ahora llega el momento de la reinterpretación. No es una oferta de ayuda al uso, es más bien una “no obstaculización”. Concédame sólo una cosa, y la Marina contará con todo mi apoyo en el futuro. Además, se librará del problema de Silver y podrá decir en voz bien alta que es mérito suyo.
-Le estoy escuchando.
-Ya han empezado a llegar los Vicealmirantes, ¿no? Se celebra la Junta Naval, que tiene que decidir quién ocupará las vacantes dejadas por Arhatkyo y Terr… Alira, ¿verdad?
-Sí. –La voz del anciano dejó entrever cierta irritación por el error. -¿Qué pasa con eso?
-Tienen ustedes al candidato perfecto. Nómbrele Almirante, y encomiéndele la misión de detener a Silver a cualquier precio. Yo seré su arma secreta. Tendrán un héroe, una victoria incontestable, y un maravilloso ejemplo.
-¿Quién es ese campeón, al que no conozco?
-Se trata del “desaparecido” Vicealmirante Maximilian.
-¡¿El?! ¡Ni lo sueñe! ¡Es un insubordinado, un vicioso perro de presa, es…!
-Efectivo. Como lo fui yo. Como seguí siéndolo mucho después de que acabase la Gran Guerra.
-No, no puedo consentirlo, Kitakaze. Darle autoridad, darle poder a ese hombre…
-Ya veo. –Kitakaze se levantó bruscamente, pero su rostro no denotaba enfado. –Bueno, las palabras han sido dichas, la oferta realizada. Medítelo, Almirante. Haga un poco de proselitismo, sondee a sus subordinados. Sé que los que están por encima del rango de almirante, los Tres Electores Civiles, no son muy influenciables, pero a la larga, sólo son tres votos.
Mientras hablaba, se acercó a la puerta, abriéndola al final. Delacour le había seguido, para asegurarse de que aquel siniestro hombre abandonaba su presencia.
-Y comprobará que se deshace de muchos, muchos problemas.
Ahí estaba. El brillo de amenaza en los ojos del ex marine. Y la certeza de que podía cumplirla. De que era muy fácil cumplirla.
-Usted no es Kitakaze, ¿verdad?
-Mi querido Almirante. Puede usted jurar ante quien sea, que tiene usted delante todo lo que queda del Capitán Kitakaze.
La franca y vital risa del visitante se fue desvaneciendo a lo largo del corredor que llevaba a la salida.

-Ya era hora.
Los hombres uniformados que esperaban en el embarcadero 28 miraron en dirección al mar abierto, alertados por el comentario de su compañero. A lo lejos, una vela lejana indicaba la aproximación de un barco. Otro acababa de llegar, y estaba ultimando las labores de atraque en el embarcadero 26. Nadie sabía quién iba a bordo del recién llegado, y haciendo cuentas, sólo dos personajes importantes podían comandar el lejano velero que aparecía en lontananza.
-¿Quién creéis que será, él o ella?
El Vicealmirante Dandelion negó pensativo con la cabeza. Al hacerlo, su enorme afro rubio se meció con la brisa.
-No creo que sea Ramsus. Tiene un hermoso barullo en Sabaody. Supongo que será ella.
Sus acompañantes asintieron. Uno de ellos, nervioso, bebía una y otra vez del termo de café que llevaba en la mano. El otro, aparentemente tranquilo, apartó el flequillo para mirar mejor la lejana silueta y suspiró.
-Bah, tanto da. A la vista de los últimos acontecimientos, está claro que todos tenemos los días contados. A veces lo pienso, y me dan ganas de aligerar el trámite…
Su nervioso acompañante lo miró sobresaltado.
-No diga eso, Viceralmirante Tsukuro. No hay necesidad de ponerse emocional. Estoy seguro que hay muchísimas cosas por las que vivir en su posición, y además, pronto tendremos una misión importante, lo presiento. De hecho, me jugaría una…
-Ahórrenos la información, Vicealmirante Secando. –Terció Dandelion. –No sabemos a quién está destinado el puesto, dado que es la única cosa que se somete a votación en nuestro organigrama. Pero, ya que estamos aquí, podríamos ver a quién pertenece ese barco que acaba de atracar.
-Buena idea. ¿Ha llegado ya Koi?
-Sí, llegó esta mañana.
-Ah, turno de día, con razón no le he visto.
-No está usted de servicio, Vicealmirante Secando.
-Puede, pero Gia Secando es hombre de costumbres.
-Ah, las costumbres. Pauta rítmica de nuestras vidas que nos acompaña de la mano al ataúd.
-Cállese, Tsukuro.

Había cierto alboroto en el embarcadero 26. El recién llegado, aunque oficialmente esperado, no entraba dentro de los planes de la tropa. Había desaparecido de las noticias desde hacía mucho tiempo.
-¡Es él!
-Vaya, ¿no estaba muerto?
-Yo oí que lo habían capturado en Jaya y que se estaba pudriendo en la bodega de… ya sabéis… Bianca.
-¡Pero qué dices! Yo había oído que desertó y se hizo con un principado en el South Blue, cerca de la isla de los boxeadores.
Desde el barco, que a simple vista parecía algo maltratado, hicieron descender una pasarela. Una espigada figura apareció sobre ella, y comenzó a bajar a tierra con un paso firme, pero despacioso, como saboreando el momento. El extraño llevaba el uniforme raído, pero limpio, y lucía una amistosa sonrisa.
-Qué gusto volver a casa. ¿Me han echado de menos por aquí?
-¡Ooooh! ¡Sí, es él! ¡El Vicealmirante Maximilian!
Un coro de vítores se alzó de los numerosos curiosos que esperaban en el muelle. De entre los innumerables rumores sobre la suerte del desaparecido Vicealmirante Maximilian, más de la mitad certificaban hechos de gran heroísmo, algunos de ellos incluyendo escenas de noble sacrificio a favor de los inocentes o de los miembros de su tripulación. El caso es que de repente, en presencia del mito, la mayoría de la gente desechó las habladurías negativas o derrotistas y empezó a acoger al recién llegado como un héroe.
-¡Por favor, Vicealmirante, fírmeme aquí!
Maximilian se giró hacia la vocecita que había hablado. Pertenecía a una mujer joven y bajita, con unas enormes gafas, que sostenía nerviosa una libreta con montones de firmas y dedicatorias garabateadas por todas partes. Así a ojo, distinguió las del Almirante Aokiji, el famoso empresario Don Wapol, en incluso la letra temblorosa de algunos piratas de renombre.
-Hum, Capitana Shienko, ¿es usted?
-¡Sí! –Chilló la interpelada, a medio camino del éxtasis- Pero hace tiempo que fui ascendiendo.
-Cielos, es verdad. –Dijo Maximilian, reparando en los galones de Vicealmirante. –Debo de haber estado lejos mucho tiempo.
Mientras firmaba en la libreta y repartía saludos y parabienes entre la entusiasmada concurrencia, Maximilian era observado por otro personaje que se mantenía al margen, a la sombra de unos contenedores de carga en el vecino embarcadero 25.
El Vicealmirante Koi no era amigo de casi nadie. Oh, por supuesto que también había firmado en la libreta de Shienko-chan. Era difícil sustraerse a las dotes de la joven Vicealmirante, de quien se decía que había sido su mitomanía lo que la había impulsado hasta el cargo, persiguiendo a piratas y rebeldes célebres –y por tanto peligrosos- hasta la rendición. Pero en cuanto a él mismo, nadie tendría la misma consideración con su persona. Y es que los experimentos de aquella aciaga época resultaban siempre fallidos. O casi.
Koi era un gyojin carpa. De hecho, su casta tenía ciertos atributos nobiliarios en su tierra natal. Quizá por eso, tras la caída del Gorousei, el alto mando había decidido que se incorporase a la disciplina de la Marina, para pacificar a los inquietos hombres pez, y de paso mostrar una cara más tolerante al mundo.
Pero no había habido tolerancia para Koi. Muchos de sus compañeros de promoción ya eran Capitanes y tenían sus propios barcos para cuando el alcanzó el rango de Sargento. A partir de ahí, el Almirante de la Flota Kuzan (él ya no le llamaba con su nombre de Almirante) se fijó en las posibilidades de un gyojin en el escalafón superior, y le otorgó su favor. Ascendió deprisa, gracias a sus incomparables dotes de combate, pero los problemas con sus superiores se extendían ahora a una tropa que consideraba degradante recibir órdenes de un hombre pez. Se rodeó de la única tripulación de gyojin de la Marina, y poco a poco, algunos reclutas tolerantes empezaron a cubrir las bajas. Ahora el Vicealmirante Koi tenía dos cosas que no tenía nadie más: una temible Guardia de Corps de veteranos suboficiales gyojin, y una actitud absolutamente escéptica ante todas las situaciones de la vida. No se fiaba ni de su mentor, y mucho menos se iba a fiar de ninguno de los incompetentes que tenía por compañeros para alcanzar el Almirantazgo. Si querían su voto, podían esperar sentados.

Con paso tambaleante, el Vicealmirante Bashibazouk se encaminaba al edificio principal. Tiró la botella vacía de whisky a un lado y se sentó en un banco, a medio camino de su objetivo, para superar los mareos. Rara vez le afectaba tanto el alcohol, pero quizá no podía mantenerse en pie porque el suelo estaba endiabladamente quieto en tierra firme.
-¿Quién es el bárbaaro, desshcashtado, desarrapadado, correveidile gue me guita la luz del ssshol? –Preguntó al intuir que alguien se le había plantado delante. -¿Cómo se atr..?
Un roción de agua le sacó de su desesperante monólogo, y fiel a sus viejos instintos, se despejó casi de inmediato, frotándose la tupida barba negra y mirando con los ojos entrecerrados al agresor.
-Ah, eresh tú, shaval.
-¿Qué hay, camarada? ¿Aprovechando las horas libres?
Bashibazouk asintió desganado. Delante de él se encontraba el entusiasta Vicealmirante Redon. Alzó la vista subiendo por los desagradables pantalones cortos de su uniforme de verano hasta llegar al inmenso torso y la diminuta cabeza del joven.
-Intuyo que tienesh alguna noticia que anticipar.
-Por supuesto. He podido colarme dentro de la redacción de la Gaceta Naval. Los dos sustitutos son cosa prácticamente segura.
-¿Sinn votar?
-No, no los de los Almirantes, ahí sólo hay seguro uno. Me refiero a los que sustituirán a los Vicealmirantes que asciendan.
-Vaya, puessh sí que sse han dado prisa.
-El viejo Delacour no quiere dejar nada al azar. Supongo que bastante tiene con la que le ha caído.
-Shupongo.
-Bueno, el caso es que uno de los dos es el viejo Mochi.
-¿Moshi? ¿El jefe del Esshcuadrón Culinnario? ¿Qué ha hecho, preparar el banquete funerario de los Almirantesh?
-Vaya, eso ha sido de mal gusto, Bashi-san. No, por lo que se ve, Mochi es el Contraalmirante más veterano, y al fin y al cabo es un Marine, como todos.
-Puess ssi no hay nadie mejorl…
-No entre los contraalmirantes, por lo que se ve.
-¿Cómo? ¿Va a asshcender a un Comodoro?
-Efectivamente. ¿Se acuerda de la revuelta en Rave Island del mes pasado?
-¿La de los músshicos caníbalesh?
-Exacto. Enviaron al veterano Comodoro Fullbody y a su ayudante el Capitán Jango. Con tan notable éxito que se han convertido en héroes. A Jango lo ascendieron la semana pasada y se estuvo pavoneando de haber igualado a su jefe. Me pregunto como le sentará la noticia de que su jefe será Vicealmirante.
-Qué buennna nnoticia, shaval. Un héroe de nuevo entre los Vicealmirantesh. Vamoss a mojarlrlo.

-Bah. Escupo en la Junta Naval y en todos esos estirados. Especialmente en esos dos que tú ya sabes.
El Rey Citán estaba poniendo a prueba los nervios de la Vicealmirante Tashigi. Habían sido unos días desquiciantes. Casi siempre, su majestad era un dechado de prudencia y educación, pero a veces se le cruzaban los cables y ponía a caldo a todo el mundo. Incluso a sus antiguos compañeros del almirantazgo, la Jefa de Arqueólogos y el Señor X, el actual jefe del Cipher Pol. Mejor dicho, sobre todo a ellos.
Se encontraban en la cubierta del Yubashiri, el barco de la Vicealmirante, observando las maniobras de atraque. Hacía mucho tiempo que había perdido la costumbre de verificar las órdenes con su superior. Hacía mucho tiempo que no tenía un superior al lado. Ahora eran otros los que le pedían órdenes. Le había costado acostumbrarse.
Tomó el Den Den Mushi que le ofreció un subalterno, contestando con un “entendido”. Eran los últimos en llegar, pero no estaban todos. Sin embargo, como sólo había una ausencia, se celebraría la reunión esa misma noche.
-Por cierto, querida. –Tashigi se volvió hacia el rey. El monarca había vuelto a sus formas correctas. –Deberías prepararte para lo que te espera. Es un hecho.
-No sé, majestad. Del dicho al hecho…
-Vamos, vamos, tonterías. Eres la más veterana de toda la nómina de los vicealmirantes. Tienes la simpatía de los jóvenes, que ascendieron oyendo tus hazañas, y de los viejos, que las vieron. Está cantado. Si alguien va a acabar seguro convertido en Almirante esta noche, ésa eres tú.
Hala.

Sí, he leído lo vuestro, pero estoy perrísimo para comentar. Y sí, ante el aluvión de preguntas, sin contar con nadie he establecido que sólo queden diez vices en nómina. Lo explico en la próxima. Que esto no ha terminado.
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Ramsus »

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Mission Failed (Segunda Parte)

El puesto de guardia provisional era bastante más incómodo y, sobre todo, más caluroso que el que hace tiempo fuera el habitual. El eterno sol de la isla pegaba de pleno sobre los cristales hasta el punto en que hasta respirar resultaba trabajoso. Los dos marines trataban de pasar el rato lo más distraídamente posible, hablando del tema ya clásico entre la guardia de Enies Lobby: La lentitud de las obras.
Hacía ya más de cuatro años que la Buster Call convocada contra la tripulación del Rey de los Piratas había reducido la isla a un inerte montón de escombros. Y encima no sirvió para nada. Heridos en lo más profundo de su orgullo, los ancianos del Gorousei ordenaron reconstruir lo antes posible la majestuosa Torre de la Justicia de esta isla y las obras comenzaron de inmediato y a toda velocidad.
Pero apenas tres meses después llegó “La Gran Guerra en la Cumbre” y todo cambió. La muerte de Shirohige, el realzamiento de las más peligrosas tripulaciones pirata, el desequilibrio de los tres grandes poderes y la práctica destrucción de Marineford obligaron al gobierno a reconsiderar sus inversiones ante la nueva situación mundial. Y la isla de la justicia fue una de las grandes damnificadas.
El resultado fue que algo más de cuatro años después Enies Lobby seguía totalmente en obras y, aunque hacía algo más de un año que el juzgado presidido por el honorable Juez Baskerville se había vuelto a poner en funcionamiento, lo cierto es que todos los edificios de la isla continuaban en pleno proceso de reconstrucción y ni un solo agente del Gobierno Mundial había vuelto a poner un pie allí. La isla solo era habitada por un contingente de marines encargado de proteger las obras, el propio juez, un puñado de presos de Impel Down que ejercían de jurado y los trabajadores que llegaban en el Umi Ressha desde las islas cercanas para trabajar un solo día a la semana. Dado lo escaso del presupuesto, el resto de días eran de descanso. Y aquel era uno de esos días.

- ¿Te he enseñado esta foto? La encontré bajo los escombros hace un par de años. Mira, ¡las antiguas puertas gigantes de esta isla eran mucho más bonitas que las nuevas!
- Me has enseñado esa foto cientos de veces…
- ¿Ah, sí? Juraría que…
- Oye… ¿Qué es aquello que se acerca? ¿Es un buque?
- ¿Cómo el de anteayer?

La llegada de otro buque de la marina provocó un pequeño revuelo entre los marines de la isla… el cual se acrecentó al comprobar que no bajaba su velocidad al acercarse.

- ¡Ya nos avisaron de que podía pasar esto! –Voceó un oficial a la treintena de hombres que le acompañaban- ¡Dad la voz de alarma! ¡¡Que todo el mundo se prepare para un ataque pirata!!

En apenas un minuto, y con un gran estruendo, el buque de la marina encalló en la propia entrada de la isla hasta casi quedar fuera del agua. En ese momento todos los marines presentes se lanzaron al abordaje con cuerdas y ganchos para en pocos instantes presentarse en la cubierta.
La imagen que encontraron fue sobrecogedora. La práctica totalidad de la cubierta del buque estaba sembrada de cortes que se extendían por doquier de forma caótica tanto en orientación, tamaño y profundidad, y que se mezclaban con puntuales manchas de sangre ya reseca. Al margen de aquella extraña estampa, otra cosa más llamaba poderosamente la atención: Allí no había ni un alma.
Tras recuperar la compostura, los marines entraron en el interior del barco y no tardaron en encontrar a la tripulación al completo. En la bodega donde se hallaban las troneras de los cañones, tirados por el suelo, yacían los cuerpos de una veintena de marines con todo tipo de vendajes sobre sus uniformes. El oficial al mando dio un paso al frente y varios de sus hombres se agacharon a socorrerles.

- ¿Están…? –Preguntó el oficial en voz alta.
- Parece que no, señor. –Respondió uno de los soldados que se había acercado para prestar ayuda- Todos parecen inconscientes, como si les hubieran dado algún tipo de droga.

“Aaahh… Aaag…” De entre todos los cuerpos inconscientes, un soldado levantó lastimeramente la mano, tratando de hablar. Como un rayo, dos de los marines se acercaron a socorrerlo, al igual que el oficial, que se situó a su lado.

- El… pi… rata… -balbuceó antes de volver a caer inconsciente.
- ¡Vosotros dos!¡Llevaos a este hombre a la enfermería, rápido! ¡En cuanto se despierte del todo que os cuente qué demonios ha pasado aquí! –Ordenó el oficial, para acto seguido girarse al resto de sus hombres mientras los dos marines se llevaban al herido en volandas- ¡Los demás! ¡Buscad a ese tipo hasta en el más mínimo rincón de este barco! ¡¡No debe poner el pie en esta isla!!
- ¡¡Señor!! –Gritó una voz desde un camarote- ¡¡Aquí hay alguien más!!

Al momento todos los presentes desenvainaron sus espadas y se dirigieron hacia allí encabezados por el oficial. En el camarote, uno de los soldados de Enies Lobby acababa de encontrar a otro hombre más, también inconsciente, dentro de un armario.

- ¿¡Pero qué…!? –Exclamó sorprendido el oficial- ¿Qué hace este hombre aquí? ¿Y por qué no lleva puesto su uniforme?



Con un fugaz movimiento, Ramsus dejó fuera de combate a los dos pobres marines que lo llevaban a la enfermería. Rápidamente los arrastró junto con él dentro de una casa en obras y acto seguido volvió a salir a paso ligero en dirección a las enormes puertas metálicas abiertas de par en par que servían de único acceso a la isla judicial.
“Un modelo RX2-78 fabricado en Baldimore… No deberían ponérmelo tan fácil” Pensó Ramsus sonriente mientras se acercaba a la flamante nueva cerradura electrónica de las enormes puertas. Aunque no disponía de sus valiosas herramientas, en apenas un minuto el carpintero desmontó todo el cuadro electrónico y puenteó los cables correctos. Al instante las gigantescas puertas blindadas comenzaron a cerrarse tras él, bloqueando el acceso desde el exterior.

- ¡Señor! ¡Es él! –gritó una voz desde fuera.
- ¡Maldita sea! ¡¡CORRED!!

Ramsus se giró y pudo ver como a través del cada vez más pequeño hueco de las puertas venían corriendo todos los marines que subieron al barco minutos antes. Con total indiferencia, el carpintero se despidió de ellos haciendo un gesto con la mano y se volteó dando la espalda a las dos enormes hojas metálicas que apenas un segundo después se cerraron del todo con gran estruendo, ahogando los gritos de los soldados que trataban desesperadamente de regresar al interior de la isla.
“Perfecto. Unos cuantos menos.” El carpintero miró al frente y observó con detenimiento lo que sus ojos le mostraban. La ciudadela que precedía al puente colgante que llevaba a la famosa Torre de la Justicia se comenzaba a parecer a la que existió anteriormente en aquel lugar. Decenas de edificios de no más de 3 pisos y casas bajas se alzaban agrupadas en manzanas perfectamente cuadradas, divididas en 2 únicos barrios: El de la derecha y el de la izquierda del amplio paseo central que llevaba directo al centro de la isla. Eso sí, la práctica totalidad de aquellos edificios se encontraban totalmente vacíos, a medio construir y rodeados de andamios por todas partes. Aunque sin duda alguna aquel escenario era el idóneo para ocultarse y deshacerse de los marines de la isla poco a poco y sin ser detectado, la situación era demasiado desesperada como para siquiera planteárselo. Lo único que pasaba por la cabeza del carpintero era que quizá sus dos nakamas en aquel momento estaban siendo sometidas a juicio en la semi reconstruida torre que se alzaba ante sus ojos, o que quizá ya estaban cerca de traspasar la Puerta de la Justicia rumbo a Impel Down o Marineford. La mera idea de que ya fuera demasiado tarde era sencillamente inconcebible. Ramsus desenvainó su vieja espada, la sujetó con fuerza y salió disparado hacia delante como un relámpago.
“Ya voy! Aguantad tan solo un poco más!” se repetía una y otra vez mientras corría a toda velocidad en dirección a la aún lejana torre. Hace años en aquel mismo lugar, el Rey de los Piratas y su tripulación se enfrentaron a cientos, quizá más de un millar de marines y agentes del gobierno para liberar a una de sus nakamas. Aunque el objetivo era el mismo, el plan de Ramsus era bastante distinto, al igual que la escena que estaba viviendo: Al contrario que en aquella legendaria batalla, el carpintero recorrió sin oposición alguna la avenida central de la ciudad y, tan solo al final, en el lugar donde comenzaba el aún derruido puente que llevaba a la torre al fin pudo encontrar un pequeño contingente de marines, consistente en una treintena de hombres colocados en formación.
El carpintero prosiguió su rápida carrera sin inmutarse, avanzando espada en mano directo hacia los marines, los cuales reaccionaron apuntándolo con sus rifles y, finalmente, disparando todos al unísono. Pero él ya no estaba ahí.

- Se… ¡señor! ¡¡Ha desaparecido!!
- ¡Ahí! –gritó un soldado señalando hacia arriba.

Todos los marines alzaron su mirada para ver como la silueta del pirata se encontraba frente al imponente sol. Desde el aire, Ramsus descargó un potente corte con su vieja espada y al instante apareció una fina y larga línea recta en el suelo a escasos centímetros del grupo de sorprendidos hombres. Unos cinco metros más atrás de aquella línea aterrizó Ramsus, situándose de pie frente a ellos y apuntándoles con su espada de forma desafiante.

- Escuchadme bien. –Voceó el carpintero- Sé que tenéis encerrada en esta isla a la hija de un importante mandamás del gobierno y que pretendéis someterla a juicio. Una operación tan arriesgada tan solo la llevaría a cabo un alto cargo de la marina que, seguramente, está en esta isla. Quiero que me llevéis ante él.

Sorprendiendo por enésima vez al grupo de hombres, el pirata giró su espada y la clavó en el suelo, para posteriormente levantar las manos en gesto de rendición.
Tras unos segundos de tensa espera, el oficial del escuadrón tomó la palabra tratando de sobreponerse a duras penas a la situación que estaba viviendo.

- A… ¿así que tú eres… uno de los piratas… de la… prisionera? –Preguntó titubeante mientras miraba de arriba a abajo el uniforme de marine que vestía Ramsus- ¿Do… donde están tus compañeros?
- Eso no es asunto vuestro. Estoy solo en esto y quiero ver a tu superior. No me hagas perder más el tiempo.
- ¿¡Y por qué tendría yo que hacer eso!? –Respondió el oficial cambiando su nerviosismo por enfado tras oír las palabras de Ramsus y levantando de nuevo su rifle en una posición poco cómoda- ¿Qué nos impide matarte aquí y ahora?
- ¿Ves esa línea del suelo? –Dijo el carpintero- ¿Acaso crees que antes fallé mi ataque? Escuchadme atentamente: Si hay alguien en esta isla que menos desee tener un enfrentamiento, sin duda soy yo. Voy a sacar a mis nakamas de este lugar y pretendo que sea sin derramar la sangre de nadie, pero si vosotros estáis dispuestos a luchar… la próxima vez no habrá línea en el suelo.

De nuevo un incómodo silencio llenó la escena durante unos largos instantes, dando la razón a Ramsus. Tal y como él había supuesto, los marines que había dejado tras las enormes puertas y los que tenía enfrente eran las únicas defensas de la isla judicial en aquel momento. Probablemente había un puñado más en la Torre de la Justicia, insuficientes y demasiado alejados como para ser llamados como refuerzos en aquella situación. De modo que, si aun así se atrevían a mantener a alguien como Terreis allí encerrada era sin duda alguna porque había alguien más en aquel lugar para encargarse de que todo aquello no se les escapara de las manos. Alguien mucho más poderoso que un simple escuadrón de marines.

“Buruburu, buruburu, buruburu”

El sonido de un Ko Den Den Mushi hizo dar un tremendo respingo al oficial. Más nervioso si cabe que antes, cogió como pudo al pequeño caracol y se puso su auricular delante de la boca. Las palabras que pronunciaba la persona al otro lado del animal de comunicaciones eran indistinguibles para Ramsus, pero no necesitó escucharlas para entender el mensaje que enviaban. La cara de asombro del oficial hizo que la del carpintero se llenara de incredulidad y rabia. Finalmente el marine colgó el auricular y tomó aire profundamente.

- ¡¡¡ACABAD CON E… -Para cuando quiso acabar de gritar aquella frase, Ramsus ya estaba a su lado y le había asestado un tremendo golpe en la barbilla con la empuñadura de su vieja espada, dejándolo fuera de combate. Sin embargo el resto de marines habían entendido la orden a la perfección.
Los soldados se abalanzaron como una nube a por el pirata, que tuvo que dar lo mejor de sí mismo para enfrentarse a ellos. Sin embargo, y a pesar de la ventaja de número, sus habilidades para la lucha no eran comparables a las de alguien con una recompensa mayor de 200 millones. Con rapidísimos movimientos y ejecutando con maestría todos los movimientos aprendidos en la academia de marines, Ramsus fue derrotando uno a uno a sus contrincantes, finalizando el combate con un espectacular ataque con la hoja plana de su espada, provocando un fortísimo golpe de viento que empujó a los últimos cinco marines en pie hacia el precipicio que separaba la ciudad de la Torre de la Justicia.
El carpintero, jadeante, se detuvo unos instantes para mirar a su alrededor. A sus pies yacían más de una veintena de marines heridos e inconscientes en una escena realmente sobrecogedora. Ramsus apretó con fuerza los puños, lleno de furia.

- ¿¡¡¡¡¡ESTO ES LO QUE QUERÉEEEEEIIIIIIS!!!!!? –gritó con todas su fuerzas al cielo con lágrimas en los ojos- ¿¡¡¡¡QUERÉIS QUE SEA UN PIRATAAAAA!!!!? ¡¡¡¡¡PUES QUE ASÍ SEEAAAAA!!!!!

No hubo más respuesta que el absoluto silencio. El pirata miró fijamente a la semi reconstruida Torre de la Justicia al otro lado del precipicio. Estaba decidido. Ni aquella enorme grieta en el suelo por la que el agua se precipitaba hacia el abismo ni nadie en aquel lugar le iba a apartar de su objetivo. Y lo lograría a cualquier precio.

- Espera… -Dijo por sorpresa una voz desde la grieta, captando la atención de Ramsus.

Al instante una mano surgió aferrándose a un saliente de roca y tras ella apareció uno de los marines que el carpintero había derribado con su último ataque. El tipo, de aspecto serio y mirada decidida había conseguido agarrarse a la pared tras el golpe, perdiendo su gorra y sus armas por el camino, y una vez de regreso a la superficie, tomó la espada de un compañero derrotado y se plantó delante del pirata listo para luchar.

- ¿No has tenido suficiente? –Preguntó Ramsus visiblemente enfadado ante este nuevo contratiempo- Déjame pasar ahora mismo. No voy a luchar contra ti.
- ¿Y quién eres tú para darme órdenes pirata? Yo soy quien decide si lucha o no, y creo que la respuesta está clara. –Contestó el marine con una sorprendente confianza mientras alzaba su espada apuntando con ella al sol en un gesto realmente solemne- ¡Estás mancillando el sagrado uniforme de la marina vistiéndolo como un mero disfraz! ¡Eso es algo imperdonable! ¡Juro por mi honor que mientras quede un aliento de vida en su ser, este marine impedirá que avances un solo paso!
- Lo que me faltaba… -murmuró Ramsus con hastío mientras se lanzaba al ataque.

Decidido a acabar con aquel combate por la vía rápida, el pirata descargó un potente golpe frontal con su vieja espada, pero para su sorpresa el soldado interpuso la suya a la perfección, deteniéndolo y resbalando cerca de medio metro hacia atrás. Frunciendo el ceño, Ramsus sujetó la empuñadura con más fuerza y lanzó a toda velocidad dos cortes en forma de cruz, con idéntico resultado. Tras dejarse llevar una milésima de segundo por la contrariedad, se vio obligado a esquivar el contraataque de su rival, perdiendo el escaso terreno ganado.

- ¿Sorprendido? –Preguntó el impertérrito marine- Antes me pillaste por sorpresa con ese extraño golpe de viento, pero ya no sucederá más. Por fin he encontrado un rival digno con el que medirme en combate singular. Llevaba mucho tiempo esperando este momento.

Esta vez el marine se lanzó al ataque haciendo gala de su depuradísima técnica que Ramsus compensaba con la velocidad y precisión habituales en sus movimientos. Tras intercambiar golpes durante casi un minuto, un fortísimo choque de espadas hizo que ambos contendientes retrocedieran por un instante.

- ¡Maldita sea! ¡¡Apártate de mi camino!! –Gritó un cada vez más enfadado Ramsus- ¡¡Me vas a obligar a matarte!!
- Inténtalo si te atreves pirata. –Respondió el marine, que parecía estar disfrutando como nunca en su vida con aquel combate, aun sin variar la sobriedad de su gesto- He hecho un juramento y mi honor me obliga a cumplirlo. Jamás llegarás a esa torre.
- ¡Ya me he cansado de este juego! ¡¡SE ACABÓ!! –Bufó Ramsus levantando su espada.

El carpintero lanzó un espectacular espadazo hacia delante, haciendo que el viento avanzara con forma de haz cortante contra su rival. El marine, perfectamente posicionado, colocó su espada con maestría para evitar ser alcanzado por el ataque. Pero no para detener al propio Ramsus que, justo detrás, atacó con su espada en un golpe de giro el cual sin duda alguna lo desequilibraría a él también.

Ambas espadas salieron volando tras el choque, dejando al pirata y al marine frente a frente. Ramsus se sentía un auténtico criminal por lo que estaba haciendo, pero era la única solución. El marine, sencillamente, montó en cólera.

- ¿¡¡Una pistola!!? –Gritó el soldado visiblemente ofendido al sentir como la punta de un arma de fuego empuñada por Ramsus tocaba su frente- ¿¡Qué tipo de ruin pirata eres “Mecánico de Barcos”!? ¡¡Maldita sea!! ¿Es que ya nadie tiene honor en este podrido mundo?
- Lo siento. Hacía ya mucho tiempo que nadie me obligaba a desenfundar mi vieja pistola. –Sentenció el carpintero- Soy un pirata, y si me conocieras bien sabrías que la espada no es mi único arma. He venido a recuperar a mis nakamas y haré LO QUE SEA para sacarlas de aquí. Es tu última oportunidad. Apártate de mi camino o me veré obligado a matarte.
- ¡¡JAMÁS!! –Gritó con todas sus fuerzas el soldado- ¡¡Prefiero morir a incumplir mi palabra!! ¡Aunque sea a manos de un canalla como tú!

Ramsus, totalmente apesadumbrado cerró los ojos. El eco de un disparo tronó en el cielo azul.

Un dolor agudo recorrió la tripa del carpintero y, casi por acto reflejo, se llevó la mano a ella. Sangre. Sintió como las fuerzas le fallaban y se encorvó hasta casi clavar una rodilla en el suelo. Frente a él, el soldado miraba hacia adelante con los ojos abiertos como platos, en un indescriptible gesto de sorpresa y asombro.

- ¿Po… por la espalda? –Acertó a murmurar- ¿Por… qué? Almirante…
- ¿Sorprendido? –Respondió con dificultad Ramsus, tratando de imitar el tono que su rival había empleado minutos antes- Aquí tienes el honor del sagrado uniforme de la marina. El blanco que anhelas no se encuentra en el camino que has escogido.

El carpintero se incorporó lentamente, sin soltar su vieja espada y se giró dando la espalda al atónito soldado para encarar a su nuevo atacante. Allí estaba. Mirándolo con gesto indiferente, a unos 20 metros de ambos, de pie en medio de la gran avenida central de la ciudadela. Una inconfundible figura femenina con una gran gabardina de oficial colgando de sus hombros, corbata al cuello, ropa blanca ceñida, orejas de gato a modo de diadema sobre su pelo negro y un paraguas cerrado en sus manos. Había oído hablar muchas veces de la Almirante Samba en el pasado, pero esta era la primera vez que se encontraba con ella frente a frente.
Ramsus dibujó una sonrisa en su rostro, dejó caer su espada y comenzó a avanzar con cierta dificultad hacia ella.

- No sé que tipo de extraño sadismo os mueve a los del cuartel general –Voceó el pirata mientras caminaba- Todo esto se podía haber evitado si me hubieseis recibido desde el principio. Fun, supongo que lo hecho, hecho está. Ahora solo necesito que escuchéis lo que he venido a proponeros…

Sin mediar palabra, la Almirante alzó su paraguas y, sin abrirlo, “dibujó” tres puntos negros sobre su cabeza para sorpresa del carpintero. Acto seguido lo miró fijamente y bajó su paraguas. Tres nuevos disparos retumbaron sobre las casas vacías de la ciudadela en obras y los tres puntos negros se incrustaron en el pecho de Ramsus a una velocidad endiablada.

“No…!” El ahogado grito del soldado llegó hasta sus oídos mientras retrocedía un par de pasos hacia atrás empujado por la fuerza de los proyectiles. Pero no cayó. Permaneció en pie unos instantes, totalmente paralizado. Acto seguido volvió a retomar su camino y continuó avanzando. Uno, dos, tres, cuatro pasos. Ese fue el último. Ramsus cayó pesadamente de rodillas contra el empedrado suelo y, finalmente, se derrumbó.



- ¿Cual es tu nombre soldado?
- Eh… ¡Ah! –el marine salió de su ensimismamiento de golpe al escuchar la voz de la Almirante dirigiéndose directamente a él, y a toda velocidad realizó el más digno saludo marcial- Witcher. ¡Soldado raso Geralt Witcher, señora!
- Buen trabajo soldado Witcher. Ahora coge el cuerpo de ese hombre. Nos vamos a la Torre de la Justicia.
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Gargadon
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Gargadon »

Como fantasma en busca del descanso eterno, aquí me presento ante ustedes, para escribir lo que es una especie de despedida de este lugar. Como persona, me he equivocado y he tenido que aprender duramente de mis errores. Algunos de esos errores los he arrastrado como un gran peso por casi 15 años, como una carga que me lastimaba por dentro y que me hizo renunciar de las cosas que tanto disfrutaba. Finalmente y después de todo este tiempo, el poder liberarme de esas cadenas ha sido lo mejor que me ha pasado en este año, y por eso me presento aquí después de más de una década de no pisar este viejo lugar.

De muchas cosas me arrepiento en esta vida, pero no de haber conocido a todos ustedes (incluso a ti, "biblioteca andante de Bleach", tenía muchas cosas para decirte después de lo que me he enterado en el transcurso de este año, pero preferí cambiar esa respuesta y mejor decirte "Que Dios te bendiga"), a los que le dieron vida a este tema de Historias, a los que me integraron a este grupo a pesar de la diferencia de edad y demás, y sobre todo, al csm (con todo cariño XD) de Gastón, quien, de no haber sido el que me hubiera obligado a escribir aquí, tal vez nunca hubiera pensado que podía soñar más allá de lo que hubiese imaginado.

Pero no me quería ir sin antes dejar un ligero aporte para cerrar mi participación en este tema, como una especie de "cierre simbólico" ante algo que no se pudo terminar. Gastón ya leyó un borrador que le pasé en el transcurso de la semana, pero me temo que tendré que traerlo a leer la versión definitiva XD. Espero que nadie se ofenda por lo de "cara de perro malhumorado", solo es parte de la historia.

Es verdad que, después de leerlo, puede que parezca algo incompleto (es más, ni siquiera tiene numeración o un título). Y eso es porque en realidad esto es tan solo un pequeño "recuerdo" de otro proyecto personal que he estado escribiendo en mi Wattpad, el resto de este capítulo no lo publiqué aquí porque no va acorde al tema, así que, si a alguien le interesa saber qué he escrito en los últimos 10 años y, sobre todo, cómo esto se relaciona con lo que estoy escribiendo por ahí, puede visitar mi perfil.

De igual forma, a quienes he podido contactar personalmente, les he dejado por privado mis redes de contacto y las de Gastón (a petición de él), ya sea simplemente para saludar o para cualquier otra cosa. Intenté hacer una especie de reunión, pero me temo que no se podrá realizar dadas las circunstancias. En todo caso, estoy satisfecho por haberlo intentado, muy a pesar de que no fuera posible.

Sin más que decir, les dejo el capítulo. Y que Dios los bendiga y los guarde a todos ustedes. No menciono nombres, porque sé que alguno se me va a pasar, pero sepan que hablo a todos los que alguna vez pasaron por este tema.
Spoiler: Mostrar
-¡Sorpresa! -gritaron todos los presentes frente a la mesa del comedor, repleta a más no poder de guisos de carne, pescado, verduras, fruta e incluso un pequeño rey del mar asado adornando el centro de la mesa.

-¿Qué es todo esto? –preguntó anonadado un hombre vestido de uniforme blanco, pantalón marino y botas, típico de un marine, al mirar a todos sus amigos frente a él, sorprendiéndolo con manjares a la hora de la cena.

-One Piece fue la de la idea y estuvimos de acuerdo en hacer una cena para celebrar tu regreso. -respondió quien se sentaba al principio de la mesa, en un sillón más grande que el de los demás. -Pero queríamos que fuese una sorpresa, así que le dije a As que te distrajera con una pelea de entrenamiento mientras preparábamos todo.

-Ni tan entrenamiento. -contestó uno de los presentes, el que al parecer llamaban As, también entrando al comedor. -Si vieras capitán, los ganchos al hígado que da Dkantun… No sé cómo no ha pensado en una carrera como boxeador.

-¡Entonces recupera ese hígado con una jarra de cerveza helada! -gritó otro de los presentes en la mesa, al parecer era nuevo en la tripulación. -¡Mi antiguo capitán siempre decía que hay que comer y beber como si fuera nuestro último día, porque mañana podríamos amanecer en prisión o muertos! -Luego bajó la mirada con un poco de tristeza después de mencionar esa última palabra: muertos.

-Él era un hombre sabio acerca de vivir la vida al máximo. -respondió nuevamente el líder de la tripulación. -¿Pero por qué no te sientas de una vez? Tu comida se enfría.

-Pero... no creo que merezca tantas atenciones... -dijo el ex capitán de marina, quien, si bien estaba un tanto incómodo por el momento, no dudó en sentarse para cenar. -No después de que...

-¿Después de que me llamaste “sucio y vil pirata”?

Dkantun se puso tan blanco como el uniforme que portaba al recordar ese momento tan bochornoso.

-¡Juro que no lo dije con esa intención, lo juro! -gritó desesperado tratando de disculparse por ello. -Lo único que se me vino a la mente en ese momento fue “Silver quiere matarme, no solo me desprecia, sino que también quiere matarme…”

-¿Por qué creías que te despreciaríamos? -preguntó nuevamente el capitán.

-¡No sé si ponerme una daga en el cuello y amenazar con matarme signifique algo diferente de donde vienes! -contestó Dkantun en tono sarcástico. -En todo caso, jamás me pediste que regresara... Tal vez, habría aceptado sin dudar...

-Es verdad que, a diferencia de con los demás, a ti no te ofrecí regresar. -respondió el capitán Silver. -Pero no fue porque no quisiéramos que regresaras. Al contrario, todos en este barco esperábamos que volvieras.

-¿Entonces por qué no...?

-No podía creerlo cuando One Piece me dijo que había hablado contigo y que te había visto con ese uniforme, ese barco, esa cuadrilla de soldados y el cargo de capitán. Quería verlo con mis propios ojos. Esa tormenta no fue el lugar ideal, pero allí me di cuenta no solo de cuánto habías crecido o lo fuerte que te habías vuelto, también me di cuenta de que llegar a ser capitán de marina debió ser un camino muy largo y pesado para ti. Es verdad que fuiste uno de los nuestros, pero empezar desde cero con una nueva vida y llegar hasta donde llegaste... -Silver tomó un poco de aire e hizo una ligera pausa antes de seguir hablando. -Personalmente, no quería que tu carrera naval tan fructífera se viera empañada por rumores de que en el pasado fuiste perseguido por piratería.

-Espera... -dijo Dkantun sorprendido por aquella respuesta, y sin dejar de salir de su asombro, atinó a decir. -¿Entonces todo esto fue para protegerme?

-Si lo pones en esos términos, sí. -respondió Silver. -En realidad te estaba poniendo a prueba. Quería saber cuál iba a ser tu elección. Pero no quería condicionar tu regreso o que te vieras orillado a tomar una decisión sin posibilidad de elegir. Si te quedabas con Ramsus y con los demás marines, deseaba que fuera por tu propio pie, aún si tuviéramos que vernos las caras como enemigos.

Dkantun finalmente se despojó de su abrigo de capitán, dejando al descubierto sus hombros por el uniforme, revelando del lado izquierdo un tatuaje que llegaba hasta el codo, con la figura de un imponente rey del mar que llevaba en su pecho el emblema de la gaviota azul, a punto de hundir a un maltrecho galeón pirata, imagen que provocó la sorpresa de todos los presentes.

-Eso… no es de verdad, ¿o sí? – exclamó Mijok quien, al igual que los demás, no salía del asombro.

-Quiero ser honesto frente a todos ustedes. -respondió mirando a cada uno de sus amigos. -Realmente disfruté ser un marine. Vi a la muerte de frente en innumerables ocasiones y siempre le sonreí. Además, entre nosotros, el máximo honor es morir en combate. Pero en todo ese tiempo jamás dudé en enfrentarme a los piratas y bandidos que deambulaban por ahí, ni mucho menos mis manos temblaron al llevarlos ante la justicia.

De repente, bajó la mirada y siguió hablando, esta vez en un tono más bajo de voz, como si intentara contener un quiebre.

-Hasta que me informaron que te habían visto y que reactivaban tu búsqueda, Silver. Todo este tiempo te creí muerto y saber de ti después de tantos años me hizo sentir vivo de nuevo. Luego, caí en la cuenta de que yo también sería buscado de nuevo. Durante muchos días puse en una balanza qué perdería y qué ganaría estando en un bando o en otro. Y no pude inclinar esa balanza hacia ningún lado. Por eso salí a buscarte. Esperaba que, al verte, pudiera finalmente saber lo que en verdad deseaba. Fue en esa tormenta que inmediatamente supe que no podría enfrentarme a ti o a los demás. Pensé que mantenerme al margen calmaría las aguas, pero Ramsus me encontró. Sabía todo sobre mi pasado y lo utilizó a su favor para mantenerme como una más de sus herramientas en su cacería de rivales. En ese momento comprendí que regresar a mi vida de pirata ya no era una opción, era mi único camino. Seguir en la Marina significaba que debía enfrentarme a mis viejos amigos, pelear contra ellos y entregarlos ante la justicia. Pensar tan solo en ello me paralizaba por completo. Me sentía acorralado, incluso rezaba en silencio esperando que alguien me salvara de esta situación.

-Y fue así como el gran Silver apareció y te trajo a rastras al barco. -contestó Mijok, quien ya tenía un enorme pedazo de carne entre sus dientes.

-Mijok, ¡qué te he dicho sobre comer antes de tiempo! -gritó molesta una de las tripulantes del barco, a la que todos llamaban One Piece.

-Bueno... viéndolo de esa forma, tal vez sí fue el momento preciso... ¿Pero era necesario golpearme hasta dejarme noqueado?

-Por un instante olvidé que, quien estaba dentro de ese uniforme, eras tú. -respondió Silver tratando de justificarse. -Además, ¿no dijiste hace unos minutos que era un honor morir en combate?

-No a manos de un viejo amigo. -respondió Dkantun, finalmente dándole un sorbo a su tarro de cerveza. -Y créeme que, incluso sabiendo que era algo que sucedería, no estaba preparado.

-Y a todo esto... -preguntó nuevamente Silver. -¿Por qué, de todos los oficios que podías elegir, tenías que ir precisamente a por ser marine? No me imagino a ninguno de los aquí presentes yendo a una base de la Marina y enlistarse, mucho menos a ti.

-Es que no ocurrió como tú crees. Fue un golpe de suerte, literalmente. -dijo Dkantun inmediatamente después de cerrar el puño derecho. -Estaba deambulando por las calles cuando terminé por noquear a puño limpio a un delincuente armado que trataba de robarle las cadenas a una señorita que pasaba por ahí. El entonces capitán de marina de la base de ese pueblo se enteró de mi hazaña y me ofreció reclutarme inmediatamente. En un principio traté de negarme, pero me convenció cuando me dijo que una carrera naval me permitiría ser más fuerte de lo que era, y que estaría desperdiciando mi vida y mis habilidades si no lo intentaba.

-Pero no necesitabas ser más fuerte. -respondió One Piece, tratando de suavizar la situación.

-Mi ingenio me permitió salvarlos en muchas ocasiones de situaciones peligrosas, pero tuve que depender de ustedes ante un enemigo fuerte. Siempre tuve envidia de las habilidades con la espada de Mijok o de As, e incluso de tus movimientos con la lanza. El balde de agua fría fue ese día en que tuvimos que separarnos. Durante mucho tiempo me sentí culpable de no haberlo evitado. “Si hubiera sido más fuerte, habría podido convencer a todos de acompañar a Silver y a Mijok en ese movimiento arriesgado incluso a costa de nuestras vidas”, me dije en infinidad de ocasiones. Había perdido a mis amigos y no quería pasar por ello de nuevo. Fue así que me hice una promesa: Entrenaría día y noche, perfeccionaría mis habilidades, sería más fuerte día con día, para que nadie más tuviera que arriesgar su vida intentando salvar la mía.

Se hizo un silencio incómodo en el comedor. Todos, a excepción de Mijok y de Silver, habían bajado la mirada.

-El verte en esa cueva, firme, de pie, y peleando a pesar del peligro, creo que la promesa que te hiciste dio sus frutos. -mencionó Silver después de darle un sorbo a su tarro de cerveza.

-No es fácil dejar atrás todo lo que había construido, pero el verlos a ustedes, el poder compartir esta cena, y esas palabras... son lo que necesitaba para convencerme que tomé la decisión correcta.

-Pero ¿qué hay con eso de que ser marine era el trabajo de tus sueños? -preguntó Mijok algo desconfiado. -¿Quieres decir que podrías regresar con ellos si te dieran la oportunidad?

-No negaré que suena tentador. -le respondió Dkantun mirándolo a los ojos de forma seria. -Y ciertamente, Ramsus, en su posición, podría abogar por un indulto y hacer que mis delitos de alta traición al Gobierno y corrupción, por haber ocultado mi pasado como pirata y por mi deserción, fueran perdonados.

De repente, hizo una pausa y tomó un poco de aire.

-Pero estoy harto de ser moneda de cambio para sus intereses. Estoy seguro de que me daría el perdón a cambio de algo, y prefiero ser un proscrito antes que entregarlos a ustedes ante la justicia. Además, entre su cara de perro malhumorado y la tuya, prefiero la tuya.

Acto seguido, Dkantun tomó su tarro de cerveza y se lo bebió de un solo trago. Sabía que Mijok lo intentaba provocar así que trató de contestarle a su altura. Mijok y As estaban sorprendidos por tal contestación, mientras los demás trataban de contener la risa, pero les fue imposible.

-Silver, pido permiso para noquearlo yo también. -gritó Mijok molesto por la conversación.

-Como verás, Dkantun, en este barco faltan muchas caras conocidas. -respondió Silver intentando cambiar el giro de la conversación. -Algunos ya no están en este mundo, y otros más han sacado finalmente sus verdaderas intenciones.

Cuando Silver dijo esto, todos los presentes, a excepción de Dkantun, quien no entendía lo que pasaba, bajaron la mirada.

-Maldito Polizonte... -mencionó As en voz baja.

-Pero de algo estoy seguro, -volvió a seguir hablando Silver. -y eso es que estamos los que tenemos que estar. Lo que todos vieron en esa cueva es apenas una milésima parte del peligro que significa esta aventura. Confío en que juntos podremos superar todas las adversidades. No será fácil, pero confío en las habilidades y conocimientos de cada uno de ustedes para hacer de esta, nuestra era.

-Entonces comamos y bebamos como si fuera nuestro último día, porque mañana podríamos amanecer en prisión o muertos. -exclamó Dkantun alzando su tarro vacío, secundando lo que menciono en un principio el viejo Reyes.

-¡Así es como debe hablar un verdadero pirata! -dijo Mijok alegre, como si nada hubiera pasado, alcanzándole otro tarro de cerveza a su camarada y quitándole el tarro vacío de las manos.

-Pues, para que la cena no se enfríe después de tanta charla… -dijo Silver alzando su propio tarro. -¡Brindemos, mis amigos! ¡Salud!

-¡Salud! –gritaron todos los presentes, siguiendo a su capitán, levantando sus tarros de cerveza y empezando a comer.
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Reyes
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Re: Historias Piratas, Volumen3.

Mensaje por Reyes »

Maravilloso Dkantun, me ha encantado! Un precioso homenaje a las viejas historias piratas de este foro. Muy bien escrito y con corazón. Mi enhorabuena y mi admiración!
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