Ahora que estoy de vacaciones y al fin tengo tiempo para algo que no sean los estudios, he estado viendo muchos animes que tenía pendientes, entre los cuales se encuentran
Princess Tutu y
Utena, ambas obras maestras que en otra ocasión me dedicaré a escribir integralmente sobre cada una. En esta ocasión, quiero comentar brevemente sobre otras dos series que me encantaron igualmente y que brillaron por mérito propio:
Flip Flappers y
Michiko to Hatchin.
Flip Flappers es una serie muy sencilla y humilde sobre Cocona, una chica común y corriente cuya aburrida vida se ve cambiada con la llegada de Papika, una chica enérgica y juguetona que arrastra a Cocona en sus aventuras en mundos fantásticos conocidos como Pure Illusion, en donde buscan fragmentos de una piedra que puede conceder deseos. Ambas, en su recolección, se topan con Yayaka, amiga de Cocona, quien trabaja para una organización que quiere dominar al mundo.
Este anime es realmente atractivo, no sólo por su animación y diseño de personajes (ambos impecables), sino que por su desarrollo del mundo y sus personajes y por su aproximación a la fantasía.
Todo en
Flip Flappers se siente nuevo. Se presenta una perspectiva renovada del género fantástico, creando una dinámica única: lo fantástico no se presenta como una dimensión separada, sino que existe en sí misma y está conectada con otras, formando algo mucho más grande. Así, el contraste entre el mundo real y el fantástico se difumina a lo largo de los capítulos.
La dualidad es un elemento recurrente en
Flip Flappers, ya que es, precisamente, uno de sus temas fundamentales: así como Papika y Cocona afectan al mundo fantástico, éste les afecta a ellas. No son realidades separadas, no son evasiones, son todos fragmentos de lo que nos conforma como individuos.
La edición, el color, el espacio, el arte de cada dimensión, los personajes, etc: todos sus elementos son, o bien simetrías, o bien contrastes respecto a otros, partiendo, evidentemente, por sus dos protagonistas (es tan así que incluso el color de su pelo es sensiblemente diametral en el círculo cromático).
Lo diré claramente:
Flip Flappers fue de lo mejor de 2016. Es más, me atrevería a decir que fue
lo mejor. Y eso es mucho viniendo de mí, ya que 2016 tuvo Natsume y Sangatsu, dos series que me afectan muy profundo emocionalmente por temas personales; y la segunda temporada de Euphonium, cuya delicada dirección es de lo mejor que ha salido de KyoAni.
Lo más increíble de todo es que Flip Flappers es obra de un director primerizo, así que hay que estar atentos a cualquier cosa que
éste señor haga.
Ahora, si
Flip Flappers me enamoró por su tratamiento del mundo,
Michiko to Hatchin me conquistó por su desarrollo de la relación entre las recién citadas.
Michiko to Hatchin gira en torno a Michiko Malandros, una convicta que escapa de una cárcel de alta seguridad con la intención de ir a buscar a Hiroshi Morenos, su ex pareja, el ser más detestable del mundo quien está aparentemente muerto. Para ello, va a buscar a Hana Morenos (aka Hatchin), hija de éste último que vive en una iglesia donde le maltratan sin piedad, con la esperanza de encontrar un vínculo que la lleve hasta Hiroshi. En el camino, ambas son perseguidas por un grupo de mafiosos con los que Michiko tiene cuentas pendientes y, por supuesto, por la policía.
Por lo general cada capítulo es autoconclusivo, presentando un problema concreto en el camino de Michiko y Hatchin en distintas ciudades de un país ficticio de América Latina, donde se mezclan varios elementos culturales de varios países, principalmente Brasil. Según leí, Sayo Yamamoto, la directora, se inspiró en un viaje que hizo a Brasil para hacer el anime, así que es interesante la mirada que tiene del continente, más aún cuando no es muy común encontrar ambientados por aquí.
Sin embargo, como dije antes, lo mejor del anime es la relación que se forma entre Michiko y Hatchin: en un principio se trata un forzado compañerismo y finalmente de madre e hija. Es una extraña mezcla entre disfuncionalidad, ya que no se entienden mutuamente porque son dos personas fundamentalmente distintas, y un cariño nacido por pura necesidad, pero que es genuino. Al final ambas terminan creciendo como personas y aprendiendo a convivir, pese a sus diferencias.
No puedo explicarme mucho porque es algo que se va construyendo poco a poco a lo largo de la serie a través de pequeñas cosas, como que Hatchin quiera trabajar porque no le gusta que Michiko se salte las reglas, o que Michiko siempre intente solucionar todo sin involucrar a Hatchin para que no salga lastimada, o cómo ambas se enojan por nimiedades como que Hatchin no se quiere bañar porque no tienen dinero para comprar shampoo, etc.
Supongo que con lo que he dicho estoy dando la impresión de que es un slice of life o algo, pero no. Esto es una aventura sobre ruedas: ambas chicas se meten en todos los problemas que se puedan imaginar. Si ven el
opening se harán una idea bastante aproximada del tono de la serie, el cual, por cierto, es genial.