Este capítulo me llevó mucho tiempo hacerlo, y me había prometido a mí mismo terminarlo el 31 de diciembre, y lo logré... Bueno, lo terminé antes, pero eso es lo que cuenta.
Espero regresar pronto a “The Digital World Chronicles”, cuando me regrese la inspiración de terminar los capítulos. No quiero dejar abandonada esa historia. Para no hacerla larga, les dejaré con “Prelude of The Digital World Chronicles”, donde unos niños hace varios años viajaron a un mundo totalmente desconocido para todos: el Digital World.
Y si alguien preguntó... Sí. Son los padres de los niños elegidos de “The Digital World Chronicles” y la relación va así:
• Kaito: Padre de Daisuke y Ayano.
• Misuzu: Madre de Daisuke y Ayano.
• Yui: Madre de Akio.
• Ryouta: Padre de Mizuki y Rina.
• Isao: Padre de Hiroshi.
Sin más que decir, los dejo con “Prelude of The Digital World Chronicles”. Está dividido en 3 "actos", cada acto en un post diferente (motivos de restricción de caracteres utilizados).
- Spoiler: Mostrar
- 00. Prelude of “The Digital World Chronicles”
Esta historia comenzó hace varios años. Algunos dicen que fue hace unos cien, otros dicen que fue hace unos veinte... La verdad, fue hace algunos. Sí... 19XX... Pacman estaba haciendo de las suyas en nuestro país, y las computadoras sólo se veían en series futuristas llenas de luces y manijas que se movían. ¿Una red de computadoras alrededor del mundo? ¿Acaso es eso posible? ¿De España a Rusia y luego a Japón al instante? Es una locura, nadie puede inventar algo así.
Pero bueno, no estoy aquí para darles una larga charla sobre las computadoras y los videojuegos. De ser así, no estaría hablando acerca de 19XX y del incidente en el que estuvieron involucrados varios niños. Un grupo de niños cualquiera, sin fuerza especial o armas, pero quizás con una gran determinación...
Todo niño a la edad de 9 años sueña con ser un superhéroe y vencer a los malos, pero si conocieran a este muchacho, se darían cuenta de que él ya lo logró. Claro que con ayuda de unos seres de otro mundo paralelo, pero darse cuenta de que él estuvo frente al malo y aun así logró burlarlo, cambia la cosa y por mucho.
Esta historia ocurrió en una pequeña ciudad de Japón. ¿Pequeña dije? Sí. La gente vivía en paz y no existían demasiados edificios tan grandes como sucedía en la zona metropolitana de Tokio. Algunos decían que se podía respirar el aire puro del mar. Otros que se podían ver las estrellas después de las nueve de la noche.
“Otra vez volví a salirme de la tangente”, me digo.Sí, lo hice. ¿Hay algún problema? En fin, esta... es la historia del Digital World hace XX años, historia que tuvo como protagonista a un joven niño llamado...
-¡Kaito! ¡Ven aquí a desayunar! -gritó una señora. -¡Tienes que ir a la escuela!
-¡Ya voy, mamá! -grité para tratar de apaciguar a mi mamá.
Acto 1.- Todo por curiosidad
Tomé mi randoseru [1] y salí de mi habitación. Vivíamos en un departamento pequeño en los adentros de la ciudad. Pero era cómodo vivir allí, y una familia de cuatro era feliz viviendo en un lugar así. Bueno, todo sería feliz si no fuera por una cosa: tengo nueve años y hace siete que llegué a esta casa. Sí, precisamente, soy adoptado. Mis padres y Azumi, mi hermana mayor, siempre me han tratado como uno más de la familia, pero se ve la diferencia de cuando se trata de Azumi o cuando se trata de mí. Podría hacerme el tonto respecto a eso si no recordara lo que pasó en aquel entonces, pero todavía tengo en mi mente el recuerdo de mi llegada a casa. Azumi era toda risueña, y ninguno de los dos nos parecíamos. A veces siento que no me hicieron bueno para algo. Mientras Azumi es la mejor en sus clases de gimnasia olímpica, yo soy el problemático y al que siempre llaman sus padres para que lo calmen.
-La profesora de matemáticas volvió a tener quejas de ti. -dijo mi madre sirviéndonos el desayuno a ambos. -Kaito, no te vuelvas a pelear con tus amigos de la escuela.
-¡Kenta comenzó! -grité.
-¿Isao también? -preguntó mi madre de nuevo.
Sí, buscaba pleito por todo.
-Kaito... -dijo mi padre saliendo de la ducha. -Tu madre y yo no queremos que vuelvas a repetir el tercer grado.
-¿Qué tiene? Soy malo para los números. -dije mirando hacia el plato de huevos fritos que estaba frente a mí.
-Kaito debería ir a clases particulares. -recomendó Azumi.
-¿Para qué? -pregunté. -No lo necesito, ni que fuera a terminar de gerente en una agencia de autos.
-Tienes razón Azumi. -dijo mi madre. -A Kaito le faltan más maestros particulares.
-Gracias por la comida. -dije levantándome de la mesa.
-Pero si no comiste nada. -dijo mi padre sentándose en la mesa.
-Dije “Gracias por la comida”. -contesté tomando mi randoseru y saliendo por la puerta del departamento.
Tomé el camino largo a la escuela. Aquel que pasaba por el parque. En ocasiones me preguntaba por qué terminé así. Debía confesar que me gustaba meterme en problemas, pero a la vez sentía la necesidad de hacerlo. Tal vez si cambiaba mi actitud podría ser el preferido de mis padres. Me preguntaba qué habría sido de mi verdadera familia... si eran felices sin mí o cómo les iba en la vida ahora que no estaba junto a ellos... Suena triste, pero a pesar de que no me faltaba nada en casa, tenía un pequeño vacío que no sabía por qué estaba ahí y mucho menos cómo llenar.
-Kaito... Kaito... -dijo una voz a mi alrededor.
-¿Quién es? -grité apretando mis puños y mirando hacia todos lados.
Extrañamente no había ni un niño por la zona. Ya era la hora de caminar hacia la escuela, pero parecía que por algún motivo especial nadie quería pasar por aquí.
-Por fin te encontré Kaito... -dijo de nuevo aquella voz.
-¿Dónde estás? -pregunté de nuevo.
-Por aquí. -dijo.
Tomé con fuerza mi randoseru y corrí hacia donde provenía la voz. Provenía de detrás de unos arbustos frente a una enorme roca. Traté de despejarlos y me encontré que aquella enorme roca en realidad era una cueva. Al entrar en la cueva, de lo oscura que estaba, caminé tomando la pared con una de las manos, hasta que mi mano chocó contra lo que parecía ser un aparato electrónico. Traté de palparlo y al oprimir un botón que se encontraba en ese mismo lugar, una serie de luces frente a mí se encendieron mostrando lo que se escondía allí: una enorme máquina conectada a diferentes computadoras como las que había visto en televisión, formando una especie de arco.
-¿Pero qué es esto? -pregunté al ver lo que había encontrado.
La campanada de la escuela, que se encontraba a pocas cuadras del parque, me distrajo de lo que estaba mirando. Ya era hora de la primera clase.
-¡Mierda! -grité. -¡La vieja esa de la clase de mate no me dejará entrar!
Salí corriendo tratando de pensar en lo que había visto, o más bien en llegar cuento antes al salón. Afortunadamente cuando llegué, noté el alboroto en los salones.
-Finalmente llegas, Kaito. -dijo una niña de cabello lacio y corto.
-Yui, no te hagas la importante. -dije cruzando los brazos.
-Soy la jefa del grupo. -dijo pegándome con un abanico. -Y tienes suerte que la profesora esté enferma de gripe, de lo contrario con este retardo reprobarías de nuevo el año.
-Pues bien por ti. -contesté.
-¿Qué acaso no piensas pasar el tercer grado de manera limpia? -preguntó de nuevo Yui.
-Me da igual. -contesté.
-¡Siempre te da igual todo! -dijo Yui nuevamente. -¿Qué no te interesa nada?
-Sólo me interesa en este instante en largarme del salón e irme a cualquier lado de esta ciudad. -contesté sin mirarla.
-Miren lo que... está pasando en el parque. -dijo uno de nuestros compañeros de clase mirando hacia la ventana.
Nos encontrábamos en el tercer piso del edificio, así que los niños podíamos ver desde allí nuestras casas y los lugares más cercanos como el parque del barrio. Grandes camionetas blancas, y unas otras con insignias del ejército nacional, salían a toda marcha de la zona.
-¿Se habrán llevado el...? -pensé en voz alta.
-¿Se llevaron qué? -preguntó una compañera mía detrás mío.
-¡Ah! ¡Misuzu! -grité. -¡No, nada!
-¡Anda! ¡Vamos! ¡Dímelo! -dijo Misuzu tratando de convencerme de hablar.
-No. -contesté mirando de nuevo hacia la ventana.
Misuzu era hija de los dueños de una zona habitacional cercana a la mía, pero consideraban una tradición estudiar en la misma primaria pública que sus padres o abuelos, por eso la llevaron junto con nosotros en vez de mandarla a una primaria particular. Mi preocupación era el que se hubieran llevado aquel aparato que encontré en esa cueva. Seguramente se habían dado cuenta de su existencia. Mal para mí, quería saber que era y, más importante, mostrarlo a los demás.
-¿Y te mudarás dentro de un mes? -pregunté.
-Sí... -contestó bajando la mirada.
Así es, Misuzu se iba a ir a estudiar a la zona metropolitana de Tokio el próximo ciclo escolar. En lo personal me entristecía. ¿El por qué? Creo que ustedes lo saben bien. Pero era un niño y en ese instante no entendía esas cosas. Cosas de adultos, decían mis padres.
-¡Deja de mirar a la ventana! -gritó Yui golpeándome de nuevo con su abanico. -¡Como la profesora no vino, nos va a tocar realizar servicio en las instalaciones!
Me dejó un balde con agua, un trapeador y algo de detergente para comenzar las labores.
Habiendo terminado las clases del día, me fui a mi casillero y tomé otra mochila deportiva para correr hacia el campo de soccer.Qué decepción, la práctica había sido suspendida.
-¿Qué? -pregunté.
-Me temo que hoy no habrá práctica. -contestó el entrenador.
-Tontos militares. -contestó el portero del equipo.
-No insulte, Inoue. -contestó nuevamente el entrenador.
Inoue... Creo que ya saben de quién se trata. Ryouta. Es un año mayor que yo, y jugamos en el mismo equipo. Somos vecinos de piso, estamos separados por 5 departamentos.
-¿Los militares que vinieron esta mañana? -pregunté.
-Así es Yanami. -contestó nuestro entrenador. -Dicen que la zona del parque y el campo es muy peligrosa para los civiles y por eso pusieron vallas y soldados para resguardar la zona.
-Escuché que tienen un ovni escondido en el parque. -dijo el delantero.
-¿Cómo? ¿Ovnis? -preguntó otro de los chicos.
-¡Basta de rumores! -mandó a callar el entrenador. -Me temo que si esto sigue así, no podremos entrenar, a menos que nos vayamos al campo de soccer del norte, y eso si sus padres se los permiten.
Todos protestamos, no nos iba a ser tan fácil trasladarnos de un extremo a otro de la ciudad para practicar.
-Pues está decidido, no habrá práctica de soccer hasta que se resuelva todo esto. -dijo el entrenador.
Volvimos a protestar, ¿por qué no podíamos jugar? Los torneos estaban casi a la vuelta de la esquina, y era ahora donde debíamos entrenar más duro.
-Malditos militares. -dijo Ryouta en el camino a casa.
-Oye... Ryouta... -dije. -¿Puedo decirte algo?
-Mientras no sea amoroso todo está bien. -contestó bromeando.
-De acuerdo. -dije sin mirarlo. -Fue mi culpa, al parecer...
-¿Tu culpa? -preguntó. -¿Qué cosa?
-Encontré en el parque una especie de maquinaria, en el monte que en realidad era una cueva cubierta por arbustos. -contesté.
-¿Maquinaria? -preguntó Ryouta.
-Sí. -le dije. -Si los militares llegaron a esa zona es porque tienen algo qué ver, ¿no crees?
-Seguramente. -contestó Ryouta. -Pero sería sacar conclusiones precipitadas.
Habiendo llegado a nuestra zona habitacional, Ryouta y yo nos dirigimos cada uno a nuestras casas. Entré a mi habitación sin antes saludar a mis padres y me puse frente a la ventana. Los militares seguían allí, rodeando toda la zona del parque y de la cancha de soccer. Unos vestían con el uniforme típico militar, otros vestían enormes batas blancas, y otros más llevaban trajes blancos de una sola pieza que les cubrían desde los pies a la cabeza. Todos manejando maquinaria extraña.
-Siguen allí... -murmuré.
-Dicen que están desactivando una bomba. -contestó Azumi.
-¡Ah! ¡Azumi! -grité al escuchar a mi hermana a mis espaldas. -¡Ya te dije que no entres a mi habitación sin tocar antes! ¿Una bomba dices?
-Sí. -contestó mi hermana. -Lo acabo de ver en las noticias. Dicen que un grupo terrorista del norte de Japón está extendiendo sus terrenos hasta aquí, pero por fortuna no explotó nada.
-Entiendo... -contesté para que mi hermana saliera de la habitación.
“Una bomba... no pude ser...”. Me dije a mí mismo. Puedo tener 9 años pero no soy tonto, había algo allí que no querían que descubriéramos, eso me daba más ganas de investigar sobre el asunto. Pero había algo que no me dejaría seguir con esa investigación.
-No vas a salir.
-Pero... pero... -traté de convencer a mi madre.
-Nada de eso Kaito. -terminó papá. -Ya lo viste en las noticias. Solo van a salir de aquí para ir a la escuela, y los llevaré en el auto. Eso te incluye a ti también, Azumi.
-¡Pero ya estoy grande! -protestó Azumi.
-Ya me oíste. -dijo mi padre.
Aquella noche en la zona, pude ver cómo, a pesar de que no bajaban la guardia, había menos vigilancia en los perímetros del parque.
-Una bomba no debería durar tanto allí. -dije.
No quería seguir pensando en ello, pero la curiosidad podía en mí más que otra cosa. Me fui a la cama intentando desconectar esos pensamientos.
-¡Esto es injusto! -protestaba Ryouta a la hora del recreo. -¡Ahora no podremos ir siquiera a las eliminatorias distritales!
-¡Yo también estoy molesto, Ryouta! -le contesté. -Una de mis pocas distracciones que tanto me agradan y me la quitan.
-Esto... -dijo un chico de mi clase acercándose a nosotros. -¿Puedo hablar con ustedes?
-Por supuesto. -contestó Ryouta.
-Quisiera saber si puedo entrar al club de soccer. -dijo tímidamente.
Un chico más joven que yo (cabía aclarar nuevamente que era el más grande del grupo 3-2 y con razón), de complexión delgada y totalmente débil y tímido quería entrar a nuestro club. Isao. Sí, el mismo Isao al que me gustaba buscarle pleito.
-Si pasas las pruebas con gusto podrás entrar con nosotros. -contesté.
Creo que eso provocó una reacción algo diferente en Isao, pues no esperaba que yo también estuviera dentro del club.
-Pero por ahora las pruebas y los entrenamientos están suspendidos. -dijo mi amigo.
-¿Y cuál es el motivo? -preguntó Isao.
-Esa maldita bomba que está en el parque. -dije refunfuñando.
-Kaito dice que hay algo más allí. -reveló el portero.
-¡Ryouta! -grité. -¡Te dije que no le dijeras nada de esto a nadie!
-Lo siento... -contestó Ryouta.
-Mi padre sólo me ha dicho que hay una bomba por allá, pero por lo que sé, las bombas se desactivan rápidamente, con cuidado y evacuando los alrededores. -contestó Isao.
-¿Estás diciendo que...? -pregunté.
-Te creo Kaito... aunque seas un bravucón. -contestó Isao.
-Iré esta noche a ver qué hay allí. -dije.
-¿Eh? -preguntaron los otros dos.
-¿Como que vas a ir, Kaito? -preguntó asustado Isao.
-Hay alguien allí. -dije. -Él me habló, me dijo que lo siguiera.
-¿Alguien? -preguntó Ryouta. -¿Quién?
-¿Y cómo voy a saberlo? -contesté. -Nunca lo vi.
-Entonces está decidido. -dijo Ryouta. -Hoy a medianoche a las afueras de la zona habitacional Hashiba.
-¿Qué? -preguntó Isao asustado. -Tú no Ryouta. ¿De verdad están locos ustedes dos?
-Yo sí. -le respondió el portero. -¿Y tú Kaito?
-Por supuesto. -contesté sin dudar. -Hay algo en esa cueva y sólo nosotros podremos saber qué esconde.
-¿Pero cómo se les ocurre ir a ese lugar? -insinuó Yui.
-¡Te dije que no lo gritaras en público, Isao! -grité.
-¡Entonces fue tu idea! -gritó Yui. -¡Si bien decía yo que Isao no podía pensar en algo tan arriesgado!
-¡Hay algo ahí y voy a descubrir qué es! -dije. -¡Y tú no me lo vas a impedir!
-Eres un ingenuo Kaito. -dijo Yui con sus aires de grandeza. -Como si tus padres no se dieran cuenta cuando te sales de casa!
-No sería la primera vez que me salgo de casa. -contesté. -Nunca se han dado cuenta.
-¿Dijiste que hay algo allí? -preguntó Misuzu acercándose hacia nosotros. -Entonces no soy la única que cree eso.
-¿Qué dices Misuzu? -preguntó Yui muy confundida.
-¡Escuché una voz que pedía ayuda... Cerca de aquel monte de rocas! -siguió hablando Misuzu.
-Entonces no fui el único. -le dije.
-¿Van a empezar con sus alucinaciones? -preguntó Yui.
-No es normal que los militares sigan cerca del parque si ya debieron desactivar esa bomba. -contestó Isao.
-De acuerdo... De acuerdo... -dijo Yui. -Sólo porque están locos los acompañaré. Quiero ver cuánto durarán antes de que los militares los encuentren y los lleven a sus casas.
-¿Van a ir a ver qué ocurre allí? -preguntó Misuzu.
-Sí. -le contesté.- Tal vez así podamos saber de una vez por todas de qué se trata toda esa maquinaria.
Así, decidimos que saliéramos todos a media noche y que nos reuniéramos fuera de la zona habitacional donde Ryouta y yo vivíamos. No fue fácil salir de casa pese a que no era la primera vez que lo hacía sin que la familia se diera cuenta. Me había vestido por completo a excepción de los zapatos para que nadie escuchara los pasos en la sala. Pero Azumi parecía hacer, no sé si involuntariamente o a propósito, que todos mis planes se frustraran. Pero esta vez no iba a ser así. Me escondí detrás del pequeño muro que separaba la sala del comedor, entre el muro y el mueble de la televisión. Intenté no hacer ruido, pero todo indicaba que Azumi sospechaba de mi presencia en la sala.
-Creo que estoy alucinando... -dijo mi hermana al colocar el vaso en la mesa e irse a su habitación a seguir durmiendo.
Conocía la manera de abrir la cerradura de la casa sin que escucharan, así que lo hice, y de esa forma salí del departamento. Me puse mis zapatos y corrí hacia el departamento de Ryouta. Al cabo de cinco minutos salió por la puerta.
-¿No tuviste problemas? -preguntó.
-Ninguno. -le dije. -Nadie se dio cuenta.
-Bien, entonces salgamos del edificio. -me dijo.
Corrimos por las escaleras hasta llegar a la entrada del edificio. Allí nos estaban esperando Yui, Isao y Misuzu.
-Finalmente bajaron. -protestó Yui.
-¿Vamos a ver qué es eso? -preguntó Isao.
-Creí que tenías miedo de ir. -pregunté.
-¡Todos tenemos miedo! -gritó Yui, no había perdido el tiempo llevando su abanico para pegarme como siempre. -¡No entiendo cómo terminé aquí a media noche fuera de casa!
-Yo te traje. -dijo Misuzu con timidez.
-Cierto… -contestó Yui decepcionada. -¡Pero esto es arriesgado! ¿Qué dirán nuestros padres? ¡Yo, la jefa de grupo del salón 3-2! ¡El orgullo de mis padres! ¿Qué van a decir si me ven metiéndome en problemas con el ejército japonés?
-¡Pues ya estamos aquí y gallina el que se quiera regresar a casa! –grité fastidiado, queriendo ir a inspeccionar la zona.
Caminábamos por la calle, visualizando la gran cantidad de patrullas por la zona.
-De… deberíamos regresar a nuestras casas… Ryouta, Kaito… -dijo Isao bastante asustado.
-¡Alguien tiene miedo! –contestó Ryouta burlándose del miedo de Isao.
-¡Vamos Isao! ¡No va a pasar nada! –le dije colocando mi mano sobre uno de sus hombros. Cabe señalar su enorme susto al sentir un peso sobre su cuerpo.
Esto de caminar en las calles de la ciudad a media noche no era de lo más agradable. Personas de edad fumando y bebiendo apoyados en los postes, mujeres con ropas demasiado ajustadas hablando con los conductores de los automóviles. Parecía que cerca de allí estaba ocurriendo una balacera. No, desde ese entonces había prometido no salir de casa a tan altas horas de la noche. Además, el sueño me estaba venciendo, y creo que a los que iban conmigo también.
Llegando a los alrededores del parque, nos dimos cuenta de lo complicado que sería llegar a dicha cueva. Militares por doquier, tratábamos de escondernos detrás de los árboles, pero era fácil ver que los soldados sabían que estábamos cerca.
-Maldita sea… -refunfuñé al vernos en tan complicada situación. –Esto no se ve bien.
-Tengo una idea. –dijo Ryouta quien llevaba una enorme mochila deportiva a sus espaldas.
Ryouta abrió su mochila y sacó un balón de soccer.
-¿Por qué traes eso? –pregunté.
-No lo sé. –contestó. –Pero de algo debe servir.
Ryouta nos contó su plan. Uno de nosotros debía correr unos metros lejos de nosotros para lanzar el balón. Los soldados curiosos irían a ver el balón y a buscar al sujeto que lo habría lanzado. Por esa razón me eligieron para lanzarlo, pues yo era el más rápido del grupo. Al lograrlo, los soldados, uno por un grupo que fue a buscar el balón, y otro que se dirigía hacia mí, salieron lejos de sus puestos.
-Ahí vienen. –dije en voz baja algo asustado.
Corrí de nuevo hacia mi grupo para alcanzarlos en su camino. Éxito. Los soldados se distrajeron y no notaron nuestra presencia, despejando el área podíamos llegar a la cueva sin problemas.
-¡No quiero caminar junto a estas ramas! –protestó Yui.
-Silencio… -dije en voz muy baja. –Si siguen gritando nos van a descubrir.
Cuidadosamente llegamos a la cueva, limitados tan sólo por las ramas de los árboles, tanto colgadas de ellos como caídas en el suelo. Lo que nos comenzó a asustar fue los gritos de los soldados quienes todavía no nos lograban localizar.
-Esto me está dando miedo… -dijo Isao.
-Nada va a pasar. –contestó mi compañero de prácticas.
Con cada paso que dábamos notábamos que las voces de los adultos comenzaban a hacerse más bajas. Finalmente, iluminados únicamente con la luz de la luna, logramos encontrar la dichosa cueva, a la que habíamos ido antes pero que nunca nos habíamos animado a entrar.
-¡Se fueron por allí! –logré escuchar.
-¡Mierda! –grité. -¡Entremos todos!
Tratando de huir, lo único que se me pudo haber ocurrido fue la grandiosa idea de escondernos en el lugar más obvio para los científicos y soldados. Nótese el sarcasmo con el que he contado la oración anterior, pues tratábamos de no hacer mucho ruido para no ser descubiertos. Éramos muy inocentes en aquel tiempo, y era más que obvio que los adultos (y sobre todo un militar con años de experiencia) ya sabía un método de escondite tan simple como el de unos niños.
-¿No nos encontrarán aquí? –preguntó Misuzu.
-Espero que no. -contestó Ryouta.
Tomé aire y grité:
“¿Quién me estaba hablando? ¿Dónde estás?”
-Kaito, no grites. -dijo Isao muy asustado.
-¡Por aquí! -gritó alguien con una voz igual de infantil que la nuestra.
-¿Eh? -grité de nuevo al no poder ubicar la voz en la oscuridad. -¿Dónde?
Al dar tan solo un pequeño paso, sentí que golpeaba algo metálico. Solté una pequeña maldición debido al dolor.
-¡No golpees mi jaula, mocoso! -gritó de nuevo.
-¡Te las verías conmigo sólo porque no sé dónde estás! -le contesté furioso.
-¡Ya te contesté! ¡Estoy en esta jaula! -gritó de nuevo.
-¡Tranquilo Kaito! -contestó Yui para tratar de calmarme.
-Por favor chicos. -contestó Isao. -No podemos pelearnos ahora. ¿Qué tal si nos regresamos a casa y olvidamos todo esto?
Pero al parecer Isao estaba muy cerca del interruptor ya que no tuvo necesidad de moverse mucho para encender las luces que iluminaban la cueva. Al iluminarse el lugar, pude ver de nuevo la infinidad de maquinaria, computadoras y papeles regados en las mesas, y algo que no había notado antes: Dos jaulas con extrañas criaturas en cada una. Una traía un extraño dragón pequeño de color rojo, y la otra una especie de flor, planta o semilla, de colores rosa y verde. Lo raro de todo: hablaban igual que nosotros.
-¡Misuzu! –gritó la planta. -¡Qué bueno que viniste! ¡Tengo miedo de esos humanos!
-¿Cómo es que sabes mi nombre? –preguntó asustada.
-Dejen a esos monstruos en paz. –escuché que dijeron desde la entrada de la cueva.
-So… so… ¡¡Soldados!! –gritó Isao.
-¡Maldición! –gritó Yui. -¡Ahora sí estoy en problemas! ¡Y todo es su culpa! ¡Kaito, Ryouta!
-Vengan aquí niños. –nos dijo uno de ellos, con un tono recio. –No les haremos nada si nos acompañan.
-¿De qué se trata todo esto? –pregunté muy confundido.
-¡Esos hombres! –gritó el dragoncito. -¡Todas las tardes vienen a picarnos con cosas raras!
Misuzu, quien estaba más adentro de ese “laboratorio” que todos nosotros, accidentalmente chocó con una especie de arco metálico, que contenía un interruptor en el marco. Cuando se oprimió ese botón, una brillante luz comenzó a surgir entre el arco, y de pronto formándose en un enorme vórtice.
-¡Auxilio! –gritó Misuzu. -¡Esta cosa me está tragando!
Nos dimos la vuelta al ver que Misuzu, o solo la mitad de ella, había sido tragada por esa extraña energía. Ryouta, siendo el más grande de todos y el más fuerte, tomó a Misuzu de los brazos, pero fue inútil. La fuerza del vórtice fue mucho mayor y Misuzu había sido tragada por aquella cosa.
-¡Misuzu! –grité aterrado.
-¡Se llevó a Misuzu! –gritó Yui.
-No teman niños. –dijo un hombre de blanco por completo. –Vengan con nosotros y los ayudaremos a rescatar a su amiga.
-Cre… creo que es lo mejor… -dijo Isao.
-Sólo entréguennos a esas dos criaturas. –contestó un uniformado.
-¡No quiero ir con ellos! –gritó la plantita.
Por alguna extraña razón, sentía que debía ponerme del lado de aquellas criaturas. No sé si fue la rabia de ver desaparecer a una de nuestras amigas, o si era el hecho de que estaban enjaulados. Instintivamente, tomé las dos jaulas, y con una fuerza que no parecía provenir de mí, las arrastré hacia cerca de ese extraño arco.
-¡No les creo! –grité y amenacé. -¡O nos devuelven a Misuzu o estas cosas también se van al vórtice!
-¡No lo hagas, niño! –gritó uno de los científicos.
-¡No hagas las cosas más difíciles, Kaito! –aconsejó Ryouta. -¡Será mejor que regresemos con los adultos!
-¡No! –grité necio. -¡Y no crean que…!
Pero al intentar mover las jaulas de aquellos monstruos, tropecé con un grueso cable que estaba en el suelo y perdí el equilibrio hacia atrás. Fue en ese momento que el vórtice comenzó a atraparme. Intenté irme hacia adelante pero fue inútil. Y la fuerza de esa cosa era inmensa a tal grado que las jaulas que tenía sostenidas en las asas con mis manos se levantaron con facilidad como si de una pluma se tratase.
-¡Auxilio! –grité asustado.
-¡Kaito! –corrió Isao a tomarme de las piernas.
A lo que le siguieron Yui y Ryouta. Pero el vórtice comenzó a jalar con más fuerza levantándonos a todos nosotros, pude ver cómo nos alejábamos del laboratorio mientras dábamos vueltas en ese “tornado”, mientras la luz blanca se hacía más fuerte y me cegó a tal grado que por unos minutos no supe qué estaba pasando.
Fin del acto 1.